tag:blogger.com,1999:blog-85610606035828868302024-03-19T05:52:44.523-07:00QUE EL TERROR OS ACOMPAÑESitio de fragmentos de terror, entrevistas y mucho mas...Alfonso Padillahttp://www.blogger.com/profile/17395372322828936440noreply@blogger.comBlogger77125tag:blogger.com,1999:blog-8561060603582886830.post-74905159186844035702021-03-15T12:16:00.001-07:002021-03-15T12:22:36.150-07:00Fragmentos de terror... SEGURO DE VIDA<span style="font-family: helvetica;"><span style="color: red;"><i>Hay cosas que ni un seguro de vida puede prever...</i></span><br /><br /><div style="text-align: center;"><b><span style="font-size: medium;"><br /></span></b></div><div style="text-align: center;"><b><span style="font-size: medium;">SEGURO DE VIDA</span></b></div><br />- ¿Y cómo funciona exactamente? - me dijo el señor Domínguez en el marco de su puerta, se supone que me había logrado ganar su confianza para que aquella cita, más me tenía afuera aun, con mis piernas heladas por aquella falda ejecutiva que tenía que usar para dar mejor imagen ante los prospectos <br /><br />- Claro, con gusto le diré bien todos los detalles, ¿puedo pasar? -le dije con la mejor de mis sonrisas. <br /><br />El señor hizo un intento de sonrisa que no me agrado, después me barrió con la mirada y cerró la puerta para quitar la cadena y abrirme. Su casa era peor por dentro que por fuera: tenía muchos muebles con excesos de cosas encimadas y una gran cantidad de polvo y suciedad se veía por todos lados, parecía que en esa vivienda no se les daba mucho la limpieza e higiene. Me dijo me sentara en un sofá lleno de pelos, aquellos se pegarían a mi falda y tendría que regresar a mi casa a cambiarme para la cita de la tarde. Solo esperaba que todo esto valiera la pena.</span><div><span style="font-family: helvetica;"><br /></span></div><div><span style="font-family: helvetica;"><br /></span></div><div><span style="font-family: helvetica;"><br /></span></div><div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg6sHVIibEekEhxjI7UITHYBiQN_Dwa4TehyNXPmekZZwXD0dX4hL67wUYYFqPNvQzhUxlP-8sCkk59vhrgvflJO8TyL8LXc2L9VvQbA6jW3Ysye0Q4KioF9frK6iZyVXtjJr4lEFWGxd1J/s770/seguro+de+vida.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="511" data-original-width="770" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg6sHVIibEekEhxjI7UITHYBiQN_Dwa4TehyNXPmekZZwXD0dX4hL67wUYYFqPNvQzhUxlP-8sCkk59vhrgvflJO8TyL8LXc2L9VvQbA6jW3Ysye0Q4KioF9frK6iZyVXtjJr4lEFWGxd1J/s320/seguro+de+vida.jpg" width="320" /></a></div><br /><span style="font-family: helvetica;"><br /><br />- Disculpa el desorden pero misifus -me dijo señalando hacia un cuadro que estaba colgado en la pared de un gato feo tuerto. <br /><br />- No se preocupe, tiene una linda mascota –le mentí, pues era el mínimo más feo y repulsivo que había visto en mi vida. Y además no me gustaban los michis, solo esperaba que no se apareciese por ahí. <br /><br />- Nooo quee - contestó sentándose frente a mí. Saque una carpeta con unos papeles y se los extendí para que los viera. El señor Domínguez tardo más en recibirlos que en regresármelos. <br /><br />- No sé leer pero mi hijo si -miró hacia un pasillo gritando el nombre de Carlos. Después de varios gritos y me creciente incomodidad, apareció un joven igual de desalineado que el padre, debía de tener unos veinte años. Le explicó porque estaba ahí y le pidió le leyera la hoja. El muchacho puso cara como si estuviese tratando de descifrar un antiguo códice <br /><br />- Él terminó la primaria, es mi orgullo –dijo Domínguez-. Luego el chamaco quería seguir estudiando pero no lo dejé. ¿Para qué si no nos hace falta? No tiene caso que lo hiciera pues al final terminaría manejando un taxi como todos los profesionistas. <br /><br />“O vendiendo seguros”, pensé, según los datos aquel señor era dueño de una flotilla de taxis <br /><br />- La mayor parte de mis empleados son ingenieros licenciados y doctores –agregó-. Y lo chistosos es que yo ni siquiera sé leer. <br /><br />Pensaba en algo que decir para empatizar con sus ideas y poder avanzar rápido con esto, me incomodaba no solo esas personas, sino el lugar. <br /><br />- No le entiendo ni jota –dijo Carlos-. Mejor que te lo explique ella. <br /><br />No esperé más excusas, rápido le tome la palabra mencionándole lo que era un seguro de vida y todos los beneficios que tendría con ellos. Después me hizo unas preguntas básicas que fui contestándole; ya al final me preguntó el precio. Había pensado en meterle una póliza más cara pues el dinero lo tenía, pero dado el perfil del hombre no me convenía pues corría el riesgo de que se me cayera la venta, así que le mencioné una póliza intermedia. <br /><br />- Por un pago único de $15,000 -le dije -, o en mensualidades de 1500 pesos. <br /><br />- ¿Pero mi hijo recibiría medio millón si yo me muero? <br /><br />- Es correcto, Señor Domínguez. <br /><br />Se quedó un rato intercambiando su mirada entre su hijo y el cuadro del gato. <br /><br />- Carlos – dijo al fin-, tráeme el dinero. <br /><br />- Oh no, señor Domínguez –le dije corroborando que el hombre tenía tanto dinero que debía de guardarlo entre el mugrerío de aquella vivienda- Ahorita no me tiene que dar el dinero, esto lo pagará una cuenta bancaria o con un cargo a su tarjeta de crédito. <br /><br />- Nooo quee, señorita, yo todo lo hago en efectivo. Si quiere venderme el seguro ese, debe ser así y ahora mismo. <br /><br />Ahora era yo la que estaba en duda de que hacer, pues estaba en una colonia fea y llevar esa cantidad de mi bolso no me hacía ninguna gracia, aunque podría pedir un Uber o que alguno de sus taxistas me llevará directo a la oficina. Le hubiera metido una póliza más cara. <br /><br />- Está bien -le dije- pero necesito pedir un taxi para llegar bien. <br /><br />Su hijo se metió por el pasillo y regresó con tres fajos de billetes que puso sobre la mesa de centro. Conté el dinero varias veces ya que no tenía cualidades de cajera. Cuando vi que era la cantidad correcta llené los documentos y le indiqué al señor Domínguez donde debía de ponerme su firma y sus huellas para validarlos. <br /><br />- Muy bien, ingresaré la póliza junto con su dinero y usted quedará asegurado. Gracias por su excelente decisión, señor Domínguez – le dije levantándome, recordé los pelos del gato en el sillón, e imaginé como debía de estar mi falda. Por lo menos había valido la pena- Me retiro, no tuve la dicha de ver a misifus. <br /><br />- ¿Le gustaría verlo? -me dijo entusiasmado el señor Domínguez. Había preguntado por mera cortesía para sellar bien la venta, no para ver a ese animal, mas ahora tendría que aguantarme. <br /><br />- Claro, si anda por aquí, está bien. <br /><br />- Tráelo -le dijo a su hijo, al cual pareció no gustarle la idea, pero después de varias miradas fulminantes se fue hacia el pasillo. <br /><br />- Tome siento -me dijo el señor Domínguez, a misifus le gustaba que lo acariciaran en el siento. <br /><br />Mi falda ya debía estar llena de pelos, así que poco importaba unos más, solo debería fingir amar a los gatos, acariciarlo un par de minutos, tolerar su ronroneo y salir huyendo de ahí. <br /><br />En cuanto Carlos regresó con el gato una pestilencia inundó la sala. Al principio pensé que debía de estar tan sucio como el resto de la casa y como seguramente no lo bañaban, olía a cañería; me dio mucho asco pensar que me había sentado en el mismo lugar donde ese maloliente mínimo se echaba a dormir. Carlos se acercó más, el olor era insoportable, me puso al gato sobre las piernas. Horrorizada vi que aquello no era más que un putrefacto cadáver felino, de sus ojos salían gusanos que debían de estarlo degustando desde hace mucho tiempo, las moscas volaban voraces a su alrededor. <br /><br />- ¿Qué es esto? –grité tirándolo al suelo-. ¡Esto es asqueroso! <br /><br />Me di la media vuelta pensando en dejar todo, pero aquella barbarie debía de valer algo por lo menos, así que tomé mi portafolios y mi bolso. <br /><br />- Hay cosas que el dinero ni los seguros suplen, señorita –me dijo el señor Domínguez sujetando mi brazo. <br /><br />- Esto es enfermo… Tener un cadáver –le contesté soltándome. -Les regresaré su dinero y… <br /><br />- Así, déjelo, señorita. Tómelo como una compensación de misifus. <br /><br />No me importó entender en ese momento que me decía, solo salí corriendo. A partir de esa noche tengo pesadillas con el gato, el señor y su hijo todos los días. Lo malo de ello es que cada que despierto sobresaltada, afuera de mi ventana puedo ver y oler a misifus, el cual me maúlla para que lo deje entrar.</span><div id="fb-root"></div>
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Y PENSAR QUE TODO EMPEZÓ CON UNA COMIDA DE MURCIÉLAGO<span style="font-family: helvetica;"><br /><br /><div style="text-align: center;"><span style="font-size: medium;"><b>Y PENSAR QUE TODO EMPEZÓ CON UNA COMIDA DE MURCIÉLAGO</b></span></div><br /><br /></span><div><span style="font-family: helvetica;"><br /></span></div><div><span style="font-family: helvetica;"><br /></span></div><div><span style="font-family: helvetica;">Corro hasta el carro que se encuentra con la puerta medio abierta, entro y con el mayor de los cuidados la cierro, me agacho al lado de los asientos para que no me vean. Espero me funcione, pues de no ser así solito me he encerrado. Oigo que se acercan, sus sonidos guturales y canibalescos son inconfundibles, hasta sus olfateos los logro percibir. Pasan varios por delante del carro corriendo, más uno va arrastrando un pie muy lento, se detiene muy cerca de la puerta. Creo saber quién es: un tipo gordo de barba que cojeaba, su andar lento lo ha hecho poder detectarme con su olor. Entonces me preparo para lo inevitable, en mi incómoda posición trato de hurgar entre mis bolsillos en busca de una navaja que traía, más la he perdido, debió de caer con la persecución. Ahora sí que no sé cómo podré enfrentarlo a puñetazos, quizá si esto fuera una simple pelea entre dos hombres –como antaño- tendría buenas posibilidades aunque el tipo este sea una mole, pero ante la nueva condición genética de los “vacunados” es tarea imposible. Oigo de nuevo que el tipo arrastra su pie alejándose, respiro aliviado, por ahora la he librado.</span></div><div><span style="font-family: helvetica;"><br /></span></div><div><span style="font-family: helvetica;"><br /></span></div><div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEizX1BnnkpQZmtEXa7h3Segn7YM98dMKnvOOUyaPQJ2pwcLkLzg3oQVJ_s19j2rWOQ_rWW3QDPAAM9bF4I3fgnZWctw3XF91blhqLo3nN176DoiDbzRj6tQCO1XogeZYGEKLS6D4G3WlkyW/s350/y+pensar+que+todo+empezo.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="235" data-original-width="350" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEizX1BnnkpQZmtEXa7h3Segn7YM98dMKnvOOUyaPQJ2pwcLkLzg3oQVJ_s19j2rWOQ_rWW3QDPAAM9bF4I3fgnZWctw3XF91blhqLo3nN176DoiDbzRj6tQCO1XogeZYGEKLS6D4G3WlkyW/s320/y+pensar+que+todo+empezo.jpg" width="320" /></a></div><br /><span style="font-family: helvetica;"><br /><br />Me salgo del auto vigilando siempre a mi alrededor, enfrente hay una casa con una bandera azul en la ventana de arriba, ahí debe de haber unos refugiados. Corro hacia allá esperando no ser visto por nadie. Llego a la puerta y hago tres toquidos distanciados por cinco segundos cada uno –tal como se acordó en las redes sociales antes de que todas las comunicaciones se fueran a la mierda, para que sepan que soy una gente normal que busca refugio. No abren pero espero paciente pues sé que si vuelvo a tocar pueden creer que soy un vacunado. Sigo oteando en todo momento y me parece que a lo lejos veo a uno de ellos que anda deambulando buscando una víctima. Se entonces que debo de correr a buscar otro sitio, más en ese momento la puerta se abre y alguien me jala al interior. <br /><br />Veo a un joven cacarizo y de complexión ancha que me mira con cautela, y enfrente a una linda chica que en otras condiciones bien podría haberme enamorado de ella a primera vista, trae unos jeans desgastados y rotos que le hacen lucir unas bronceadas piernas. <br /><br />- Gracias –les digo-. Llevo huyendo como dos horas, desde que cayó mi refugio de la calle 8. <br /><br />- ¿También el de la calle 8? –me pregunta la chica linda, le confirmo y se desploma sobre el suelo llorando-. ¿Es que no tenemos esperanza? <br /><br />El joven cacarizo se acerca a consolarla, la abraza y ella llora sobre su hombro. Justo en ese momento quisiera ser aquel afortunado. Y sé que estamos en pleno apocalipsis sin saber en qué jodido momento moriremos, más no puedo dejar de ver aquellas lindas piernas que se asoman entre aquellas rasgaduras de los pantalones, excitándome con ello. <br /><br />- Lo siento –digo aquello sin siquiera saber porque-. Era uno de los mejores refugios pero los vacunados lo encontraron. Al parecer algunos si logran razonar por encima de su rabia, y fueron los que debieron cacharnos. <br /><br />- Sí, eso dicen –confirma el cacarizo-, según la vacuna que hayan recibido. <br /><br />¿Y es que quien iba a pensar que todo aquello terminaría de esta forma? Todo empezó como un mal chiste sin sentido de un virus que había transmitido una comida con murciélago y se propagaba con los chinos, se veía como algo tan lejano y gracioso. De ahí el virus corrió y corrió por el mundo al grado de que tuvimos que entrar más de un año en un estado de pandemia. Obvio al principio no creíamos nada y suponíamos que era una payasada más del gobierno para subir impuestos o aprobar más leyes estúpidas y tener a la gente entretenida; pero conforme pasó el tiempo y se vieron la magnitud de aquello, comenzaron los muertos familiares cercanos, la saturación de los hospitales (mitad real mitad manipulada), y además de comprobar que aquel virus era real, el declive de la economía y la manipulación de los comprados medios de comunicación hicieron que la gente estuviera bien controlada obedeciendo cuarentenas constantes sometidas por la OMS. Ante tal panorama solo una vacuna parecía ser el remedio ante tal desgracia mundial. <br /><br />- ¿Y tú sabes cuál de tantas vacunas es la que provocó eso? –me pregunta el cacarizo rompiendo el silencio. <br /><br />- No, no se más de lo que ustedes antes de que se acabara el internet. <br /><br />- Bueno, subámonos ya –dice la chica linda parándose-. Arriba podemos platicar mejor, acá abajo es peligroso y nos puede escuchar algún vacunado que pase. <br /><br />Me llevan por un pasillo largo y oscuro que tiene unas escaleras. Arriba hay varios cuartos, entramos a uno amplio donde hay varias personas que me saludan con una sonrisa fría, nadie puede estar en estos momentos con felicidad interna. Me siento en un cómodo sillón que me reconforta por un momento. En el cuarto hay varios asientos acomodados en toda la orilla de la pared, hay unas ventanas que están tapadas con cartones para pasar desapercibidos en la noche, en medio hay un centro de mesa con algunos libros de literatura clásica y unas velas apagadas. Los chicos que me salvaron les dicen a los demás de dónde vengo y sobre la caída del refugio de la calle 8. Estos comienzan a preguntarme más sobre el asunto. <br /><br />- En este sitio habíamos cerca de 200 personas –les comienzo a decir-, como bien saben era una unidad habitacional que estaba bien resguardada. A pesar del número de personas que éramos, teníamos suficientes víveres y lugar donde dormir, nos tocaba de 4 a 5 personas por casa, y en la misma unidad había negocios de farmacia, tiendas y recauderías, todo ello nos daba la tranquilidad de poder estar ahí en lo que esperábamos llegara alguna solución mágica. –Miro a todos sacando una de esas sonrisas actuales, sin duda soy el centro de atención de todos-. Incluso nos dábamos el lujo de jugar futbol en los patios internos sin hacer mucho ruido, donde sabíamos no nos escucharían. También solíamos entreternos con juegos de mesa que habíamos buscado entre tanta casa; también disponíamos de ropa de sobra para cambiarnos. El único elemento más escaso era el agua, pues a pesar de que ese lugar tiene unas cisternas y tinacos enormes, la falta de suministro nos tenía en jaque, por lo que la cuidábamos mucho y solíamos cambiarnos de ropa en lugar de lavarla. <br /><br />- ¿Y no será que por sus juegos les llegaron? –me pregunta un chico de lentes con cara de nerd-. El silencio siempre es un elemento para la supervivencia. <br /><br />- Estos no son juegos de zombies –le dice una mujer de unos treinta años, sin duda la más grande de todos-. Discúlpalo –me dice-, es que era un gamer que cree que estos son juegos de Resident. <br /><br />- No fue eso –respondo-, jugábamos al fondo, donde no había contacto con la calle. Aquello debió de ser alguno de los vacunados conscientes, aunque… <br /><br />No sé si decirles lo que había pasado, aquellos jóvenes se ven con el bastante miedo como para que yo les meta más tortura, aunque quizá ellos ya deben de saberlo. <br /><br />- ¿Aunque qué? –me cuestiona la chica linda, debo responderle, ¿cómo negarle algo a ella? <br /><br />- Todo iba en calma y creíamos que estaríamos así un buen tiempo. Si sabíamos que algún día se acabarían los suministros y habría que salir a buscar, pero mientras nos la llevábamos tranquilos y veíamos como pasar los días sin aburrirnos tanto, ya sea intercambiando los libros disponibles. Qué curioso, yo no era de leer más que lo que me obligaban en la escuela, pero en aquel mes leí más que en toda mi vida. Bueno, el caso es que un día estábamos platicando a media tarde después de haber comido, cuando oímos un grito que venía cerca de la entrada que daba a la calle 8, un lugar en el que habíamos acordado no estar cerca para evitar ser oídos. Corrimos esperando que hubiera sido un muchacho que tenía esquizofrenia y solía tener crisis fuertes; mas no era él, la puerta que daba a la calle ocho estaba abierta y al menos unos diez vacunados estaban masacrando a un par de mujeres que no sé qué hacían ahí. Entonces desesperados y sin saber qué hacer, corrimos hacia los edificios a refugiarnos, se supone que ya teníamos un plan por si algún loco se metía a nuestro refugio, pero la sorpresa y el ver a tantos a la vez entrar (mas todos los que seguirían haciéndolo), dieron al trasto toda la planeación y las armas que habíamos apilado en una bodega del patio. Mis compañeros corrieron a refugiarse a las casas que teníamos asignadas para dormir y estar, más un gran amigo que había hecho me llevó hacia la otra salida que daba a la avenida Vargas; al principio creí que era una locura y debíamos atrincherarnos como el resto, pero después le di la razón, pues creo que fuimos de los pocos que lograron salir de ahí vivos. <br /><br />Al parecer mi voz comienza a temblar ante tales recuerdos, pues la mujer mayor me acerca un vaso de agua que me supo a gloria, mi boca estaba seca. Le doy las gracias y prosigo: <br /><br />“ A pesar de que salimos vivos si nos costó trabajo y pensé que todo estaba perdido. Y llevábamos buena ventaja contra los vacunados que iban entrando, pero el gran problema… -hago una pausa pues no sé qué tan mal les pueda caer lo que sigue, lo que suele ser un rumor pero ya es una parte de la realidad. Todos me miran con ansias y sé qué por difícil que pueda caerles debo decírselos-. Dentro de la misma gente que estábamos refugiados se activaron un par de personas que habían sido vacunadas y creían que se habrían librado de los efectos. O sea que teníamos rabiosos dentro y fuera que nos acosaban” <br /><br /> <br /><br />- ¿Pero esas personas que dices que se transformaron como se comportaban antes? –me pregunta la mujer de treinta. <br /><br />- Normal, ya ven que los síntomas empezaban con alucinaciones y cambios de humor muy bruscos. Pero estas personas a las que les paso esto, eran tan normales, incluso interactué varias veces con ellas haciendo quehaceres o en juegos. Nunca hicieron nada raro y por ello no fueron echadas del refugio, nadie pensaba que pudieran transformarse. Solo en ese momento parecieron activarse y comenzaron a matar a diestra y siniestra a cuanto desafortunado se encontraban. <br /><br />- ¿Será ellos les que abrieron la puerta para que entraran al resto de vacunados? –pregunta esta vez el chico nerd. <br /><br />- No lo sé, no tuve el tiempo de averiguarlo. Pero les juro que eran normales como si la vacuna no les hubiese afectado a ellos. Esto solo me llevaría a la conclusión de que todo vacunado tarde o temprano se activará. –Tras mi comentario veo que todos se ponen pálidos y comienzan a verse entre sí, entonces imagino lo peor pero aun si lo pregunto: - ¿Qué pasa? <br /><br />- Tenemos aquí a dos personas que fueron vacunadas –me dice el cacarizo. <br /><br />- Y, por cierto, ¿dónde están? –pregunta la chica linda, y en eso se oye que alguien está abajo abriendo la puerta. <br /><br />Todos se quedan paralizados ante los ruidos, nadie reacciona cuando deben de hacerlo. Entonces me levanto y corro a asomarme hacia la entrada pero ya es demasiado tarde: tal y como nos había sucedido en la calle ocho, aquellos que habían sido vacunados y no tenían síntomas de repente se habían activado y, ante su nuevo instinto asesino y depredador, habían abierto las puertas para que otros vacunados entraran. Corro de nuevo hacia el pasillo, los demás me ven con terror deseando les diga cualquier cosa menos lo que está pasando. <br /><br />- Ya les abrieron –les grito-. Hay que encerrarnos. <br /><br />Comienzan a distribuirse entre los cuartos, a mí me toca en la tercera puerta junto con la chica linda, el cacarizo, el nerd y la mujer de treinta. Cierran la puerta con el seguro y la llave, arrastramos una cama, una mesa chica y un buró para empotrarlos y evitar entren tan rápido. <br /><br />- ¿Porque hacen eso? –me pregunta la chica linda desesperada, como si yo fuera un sabio que sabe la respuesta. Abraza al cacarizo, y yo quisiera que esos brazos se hubieran aferrado a mí. ¿Es posible que aun en estas circunstancias siga entusiasmándome con aquella joven? <br /><br />- No sé –le digo-. Debe de ser una reacción tardía. Supongo por eso están cayéndose tantos refugios, porque cada uno debe de tener vacunados aparentemente sanos. <br /><br />No me dicen más como si aquella respuesta les fuese suficiente. Se quedan quietos mirando a la puerta. Debo de hacer algo. <br /><br />Corro hacia la ventana que está tapiada y comienzo a quitar aquellos cartones, antes de que me reclamen algo les digo que debemos de salir de ahí pues no tardarán en entrar los vacunados, son decenas y unos cuantos muebles no los detendrán. El cacarizo me ayuda a dejar la ventana limpia, para nuestra fortuna es de estructura nueva y no tiene protección soldada, solo es corrediza. Es lo bastante amplia para que podamos salir por ahí, el problema es que estamos a unos cuatro metros de altura, eso nos rompería las piernas con la caída dejándonos a merced de los vacunados que estuvieran fuera. <br /><br />- Si pudiéramos caer en el colchón –dice el nerd viendo la cama empotrada. <br /><br />- Imposible, no cabría por ahí –contesta la treintona-, pero si podemos hacer como en los cuentos de hadas, haciendo una cuerda con las sabanas. <br /><br />Empezamos a quitarle todo a la cama para empezar a enrollar cobijas y sabanas e ir haciendo un lazo. En eso se oye gritos de auxilio en los cuartos de al lado. Por un momento parece que quieren que ir a ayudar a sus compañeros que deben estar siendo masacrados por los vacunados. <br /><br />- Es imposible, no tenemos armas –les digo-. Debemos de pensar ahora solo en sobrevivir nosotros. Apurémonos con esto. <br /><br />Seguimos haciendo la cuerda. Los gritos del otro cuarto han cesado, ya solo se oyen los sonidos guturales que vienen hacia nuestra puerta. <br /><br />- Empujen los muebles en lo que amarramos esto –les digo al cacarizo y al nerd. Con la ayuda de las mujeres empezamos a amarrar la cuerda de sabanas al marco de la ventana. La sujeto lo más que puedo agradeciendo aquellos años de pubertad que fui a los scouts-. Ya está, hay que bajar. <br /><br />Doy una última revisada abajo para ver que no ande ningún vacunado, no se ve nada, todos deben de estar amontonados en la entrada del edificio, como perros esperando su porción de carne fresca. <br /><br />- Ve tu primero –le digo al nerd que está igual de flaco que mi chica linda pero cuidará que las mujeres caigan bien. <br /><br />Para nada que le gusta la idea pero ante las primeras embestidas de la puerta parece no dudarlo. Me quedo en su lugar empujando los muebles en lo que él baja. Parece que llega bien y les hace una señal de que bajen. Le toca a la chica linda que también tiene éxito. Luego la mujer de treinta hace lo propio. Ahora solo quedamos dos por bajar. <br /><br />La puerta se vence y solo los empotrados nos separan de los feroces vacunados, debe de estar todo abarrotado de ellos pues se oye una fuerte canción en todo el pasillo de sus gemidos caníbales. <br /><br />- Ve tu primero –me dice el cacarizo-. Yo soy más fuerte y puedo sostener esto en lo que bajas. <br /><br />Le tomo la palabra y trato de bajar lo más rápido que puedo, un metro antes de llegar la cuerda se rompe, debió de irse debilitando con tanta tensión. Queremos gritarle para que se apure pero eso solo los atraería, entonces busco alrededor y encuentro unas llantas y unos cartones, armamos una improvisada base para que pueda caer sobre algo más blando. <br /><br />El cacarizo se ha tardado mucho en bajar, por fin veo su cabeza asomándose por la ventana. Nos mira con tristeza, al principio pienso que es porque la cuerda se ha roto, más no es así, nos hace un adiós con la mano antes de que unas manos lo jalen hacia el cuarto, los vacunados han vencido la tapia de muebles y ahora lo mataran. <br /><br />La chica linda llora, supongo ha de estar muy encariñada con él. Pienso que yo hubiera estado en su lugar pues él me pidió me dejo bajar primero, más no hay tiempo de lamentaciones, debemos de escapar. <br /><br />Hemos caído en un pasillo lateral a la avenida principal, se alcanza a ver todo el tumulto de vacunados que están esperando entrar en otro refugio que cae, por desgracias entre tantos que esperan algunos nos han visto y están corriendo hacia nosotros. <br /><br />- Vamos –les digo jalando a la chica linda de la mano-. Ahí vienen. <br /><br />Nos adentramos hacia el pasillo, este tiene salida hacia otra avenida principal donde debe de estar también lleno de salvajes, pero no tenemos otra opción, por ahí debe haber donde escaparse. Empezamos a correr buscando alguna puerta o sitio donde refugiarse, no hay nada. Llegamos entonces a la avenida Quiroga donde el caos es aún mayor, carros chocados y volteados, cadáveres regados y cuantos objetos y basura se pueda uno imaginar. Los vacunados que nos siguen están ya cerca, deben ser más de cinco. <br /><br />- Miren parece que hay un carro prendido allá –nos dice el nerd apuntando hacia el norte-. Podríamos empujar al resto de carros que están ahí y salir. <br /><br />Parece que después de todo sus videojuegos de Resident le ayudaran en algo. Corremos hacia allá. Es una Suburban que está prendida, en su interior no hay nadie, el dueño debió de salir huyendo de algo. Nos metemos sin pensarlo. Solo entonces me doy cuenta de que la mujer de treinta no viene con nosotros, no sé en qué punto se ha perdido. <br /><br />- ¿Y Eva? –pregunta histérica mi chica linda. <br /><br />- No… no se –dice el nerd-. Venia atrás. <br /><br />Se oye un grito desgarrador de mujer, entonces tomo una decisión, hay que hacerlo en esta situación. Cierro las puertas con el seguro (gracias a dios es eléctrica y parece que funciona bien) y arranco. Me comienzan a reclamar que la esperemos, pero bien sabemos que ya está muerta. <br /><br />- Ellos no tienen piedad –sentencio-, eran muchos y no hay nada que hacer. <br /><br />- Si, como no era tu amiga –me dice la chica linda y eso me duele, tan bien que íbamos. <br /><br />Nadie dice nada más, logro empujar bien a los carros que estorbaban y logró tomar la avenida a velocidad baja, debo ser cauteloso contra cualquier cosa que se atraviese. Además me permite ir viendo el panorama: todo es desolador, tal como en las películas apocalípticas, las pocas personas que nos vamos encontrando en realidad son vacunados que intentan en vano correr hacia nosotros. <br /><br />El tanque de gasolina tiene más de la mitad, así que seguimos hasta salir de la ciudad, voy más despacio pues tengo que ir esquivando carros varados. Pasamos por un pequeño grupo de casas donde unos vacunados nos miran e intentan correr para atraparnos. Lo más tétrico de aquel hallazgo es que varios niños estaban en ese grupo. <br /><br />- ¿Qué nadie se salvó esto? –pregunta el nerd? <br /><br />- Parece que no –digo a la par de mi estómago que se queja por la falta de alimento, debemos de buscar donde refugiarnos antes de que se oscurezca y se nos acabe el combustible-. La aplicación de vacunas fue masiva, y el miedo infundado a la gente tal, que todos hacían filas y filas por horas para poder salvarse del virus, sin saber que eso era lo mejor que les podía haber pasado. <br /><br />- ¿Y creen que a nosotros ya nos haya dado? –pregunta la chica linda, en su mirada parece que ya no hay rencor hacia mí, quizá haya comprendido porque me fui de ahí sin esperar a la mujer. <br /><br />Supongo que sí pero fuimos asintomáticos, y eso o nuestra incredulidad o resistencia a creer lo que nos decían y vacunarnos, nos salvó. <br /><br />- ¿Y realmente nos salvó? –dice el nerd señalando hacia unas casas incendiándose que están en medio de un sembradío-. Ahora deberemos escondernos cada día de nuestra puta vida. <br /><br />- No, debe de haber algún refugio donde podamos estar. <br /><br />- ¿Tal y como en las películas de zombis? –me pregunta el nerd, debe de ser solo un crio de no más de 18 años. <br /><br />- Si, y lo encontraremos. <br /><br />- ¿Seguro? –me pregunta la chica linda rosando mi mano, eso me electrifica todo mi cuerpo, espero no me haya visto la piel chinita. <br /><br />- Sí, yo los cuidare. <br /><br />Y sin desearlo y teniendo yo solo 28 años, asumo el rol de su cuidador y guía, vaya destino. Tan solo tres años después de un estúpido rumor de una sopa de murciélago, ahora el mundo estaba colapsado. Incluso quiero pensar que hasta las mentes siniestras que planearon todo esto también han caído, ojalá y así sea, pues todavía quiero creer que hay un dios justo en algún maldito lado, eso quiero creer… Tomo la mano de la chica y la miro con ternura. <br /><br />- Ahora busquemos donde pasar la noche –y sigo manejando en busca de opciones. <br /><br /> <br /></span><br /> <div id="fb-root"></div>
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<div class="fb-like" data-action="like" data-href="http://queelterrorosacompane.blogspot.mx/" data-layout="standard" data-share="true" data-show-faces="true" data-size="small" data-width="300"></div></div>Alfonso Padillahttp://www.blogger.com/profile/17395372322828936440noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8561060603582886830.post-51123283748730078602020-06-04T15:09:00.003-07:002020-06-04T15:09:34.550-07:00Fragmentos de terror... EL PASAJE DE LAS TORTURAS<div style="text-align: left;">
<span style="color: red; font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><i>Existen lugares donde es mejor ni siquiera investigar...</i></span></div>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif; font-size: large;"><div style="text-align: center;">
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El PASAJE DE LAS TORTURAS</div>
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<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhsGGWrZbQnoVEe0i1FOa6jkmTZba7YBNt2OYxIzyZkOIU3c64b5XBmoNZcTGTBxjj0Cdxo3vQ5pm1FmdN3R4bWfO2Vu60TkYPyn-XqK6V8-__blXWauZ3-JQBdxcaFC3qjDOEks_uWcqV5/s1600/el+pasaje+de+las+torturas.jpeg.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="856" data-original-width="482" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhsGGWrZbQnoVEe0i1FOa6jkmTZba7YBNt2OYxIzyZkOIU3c64b5XBmoNZcTGTBxjj0Cdxo3vQ5pm1FmdN3R4bWfO2Vu60TkYPyn-XqK6V8-__blXWauZ3-JQBdxcaFC3qjDOEks_uWcqV5/s320/el+pasaje+de+las+torturas.jpeg.jpg" width="180" /></a></div>
<div>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /><br />Aquel viejo mito decía que en uno de los pasajes del infierno había un lugar específico donde las huestes demoníacas se encargaban de atormentar a todos los condenados. Y Jordania había recorrido todas las bibliotecas de la Ciudad de México y de los alrededores buscando todo el libro que le diese información de ello. La mayoría de las veces se encontraba algún dato breve en algún libro de la historia de la inquisición o en alguna enciclopedia, eran pequeños datos que le ayudaban a construir la verdad. También recorrió toda la web y hasta la Deep web buscando información. <br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><a name='more'></a><br /> Al final armó su investigación y concluyó que sí existía que el pasaje de las torturas, y esa noticia como tal debía de contársela a su mejor amiga. Le habló por teléfono y le dijo que además de que este pasaje estaba en el séptimo círculo del infierno que era el de la violencia, (contrario a los que creían que estaba en el sexto que era el de la herejía), era regido por Astaroth, el demonio más sanguinario. Y la información más importante era que existían formas de poder acceder a este lugar sin tener que morirse y ser condenado. <br /><br /> Jordania dudo en darle más información a su amiga, pues esta era una darketa obsesiva capaz de vender a su madre con tal de ver algo sobrenatural; muy contrario a ella, la cual era una investigadora oscura pero amante de la verdad y las pruebas tangibles. Sin embargo al final decidió que le diría el resto, pues era muy difícil que su amiga por más loca que estuviese intentase hacer algo. <br /><br /> Le contó que para poder acceder a este pasaje se necesitaba el permiso de Astaroth. Y para ello se requería hacer un ritual con unas velas negras en forma de estrella, donde se debía de trazar un pentágono con la sangre del ciclo menstrual de la mujer que estuviera haciendo el rito. El interior de la Estrella debía ser rellenado con tierra negra de panteón y sal. Enfrente debía de haber un espejo para poder ser el transmisor y portal de entrada. Al establecerse contacto con el demonio, le pediría algún tipo de sacrificio a la mujer para poder entrar. <br /><br /> Jordania le advirtió a su amiga que todo aquello era teoría y que no se le fuese a ocurrir nada de aquello. Terminó la llamada, apagó su celular y se fue a dormir, estaba contenta con sus investigaciones y convencida de que ese sería el primer logro de muchos más para su su futuro libro de: “Mitos demoníacos de la humanidad” <br /><br /> <br /><br />II <br /><br />Jordania se levantó a las tres de la mañana al baño, estaba inquieta y con angustia por su amiga Úrsula, era el tipo de intuición que le decía que algo no estaba bien y que había sido un error decirle todo lo que sabía sobre el pasaje de las torturas. <br /><br /> Prendió su celular para averiguar si su amiga estaba bien, enseguida le entraron una veintena de mensajes de WhatsApp de Úrsula. Eran a diferentes horas, y había estado tratando de comunicar con ella. Los fue leyendo y se enteró de que su amiga había conseguido todo para el ritual, incluso le mandó fotos de la estrella terminada, no tenía idea de cómo había hecho para conseguir la tierra de panteón o la sangre de su período. Si bien podía haber sido que estuviese en sus días, pero de aquello a tener tanta sangre en tan poco tiempo como para trazar un círculo era casi imposible. El último de los mensajes decía que unos ruidos dentro del espejo estaban dándose y que seguramente era Astaroth, el cual aparecería en cualquier momento para llevarla al pasaje de las torturas. <br /><br /> Jordania se maldijo por ser tan tonta al decirle todo a su amiga, la cual podría estar en un gran aprieto. Intento mandarle mensajes e inclusive hablarle, pero su celular estaba apagado. Tampoco podía ir corriendo a su casa y decirles a sus padres que le dejasen ver a su hija para vigilarla que un demonio no se la hubiese raptado. Estaba entre la espada y la pared, tendría que esperar hasta que amaneciera y pudiera hacer algo. Intentó dormir pero tuvo constantes pesadillas con los más oscuros eres del averno. <br /><br />III <br /><br />Al día siguiente la mamá de Úrsula contacto a Jordania muy temprano para preguntarle por su hija, le dijo que en su cuarto había encontrado unas cosas raras pero que no había ningún rastro de su hija y ninguna señal de que esta hubiese escapado. Enseguida Jordania fue a ver la casa de su amiga y al entrar a su cuarto se dio cuenta de que la cruz de tierra y sal, y el espejo roto. Eso significaba que, si en verdad su amiga entrado a aquel sitio y el espejo se había roto, no tendría forma de regresar. En ese momento recordó Jordania que le había faltado darle un dato muy importante para proteger el espejo y que no se cerrará que el portal. <br /><br /> Se despidió Jordania y no fue a preguntarle a las amistades ni a averiguar a dónde podría estar su amiga, pues ya lo sabía. Se las ingenió para conseguir la tierra de panteón, afortunadamente estaba menstruando pero no solía sangrar mucho, por lo que combinó la sangre con la de una cortada en su mano que se hizo, esperando que esto no rompiera la vitalidad del ritual. Preparó el resto y comenzó el Rito. <br /><br /> Después de un rato el espejo comenzó a vibrar y dejó de reflejar el interior del cuarto, tras un sonido agudo una silueta de un ser se asomó. Jordania comenzó a temblar, una cosa era ver libros de ritos y documentales, y otra muy diferente estar en uno de ellos. Entonces el rostro que había visto al principio se tornó más claro desde el otro lado del espejo: tenía unos cuernos de carnero y unos pequeños ojos rojos que la veían fijamente. Aquel ser demoniaco debía de ser Astaroth o por lo menos su secretario. Aquel ente no hablo pero Jordania entendía por telepatía los mensajes <br /><br /> - ¿Qué es lo que quieres? -le dijo. <br /><br /> - Quiero saber si mi amiga está contigo. Yo le di este ritual, ella lo hizo y ahora está desaparecida. <br /><br /> - ¿Sólo para esa estupidez me has invocado? <br /><br /> Jordania pensó que aquel ser tenía razón, debía de haber pensado en decirle algo más inteligente, pero solo tuvo cabeza para hacer el rito y que funsionase. <br /><br /> - Sí, quiero pedirte que la dejes salir <br /><br /> La entidad soltó una risotada salvaje. <br /><br /> - Si tanto te preocupa, entra a por ella y sálvala. <br /><br /> Jordania ya había pensado en que le dijese eso el demonio, mas no por ello sintió un escalofrio que la recorrió de principio a fin. <br /><br /> - ¿Y qué debo hacer? <br /><br /> - Córtate tu dedo chico del pie. <br /><br /> Aquello era una estupidez o una alucinación y no podía estar pasando, volteó hacia todos lados del cuarto para ver si había algún truco o algún proyector de su laptop imitando aquella imagen sobre el espejo, más todo estaba oscuro tal y como debía de estar para el rito. Y lo cierto era que, si no iba por su amiga a rescatarla, no podría vivir el resto de su vida con un remordimiento como aquel. <br /><br /> - Lo haré - le dijo y tomó un cuchillo. <br /><br />IV <br /><br />Después de que Jordania vio un chorro de sangre salir de su pie y el pedazo del dedo cayendo al suelo, sintió su visión borrosa y perdió el conocimiento. Cuando se despertó ya no estaba en su cuarto, se encontraba en un sitio con grandes paredes grises cubiertas por venas rojas que palpitaban incesantes, el piso estaba húmedo y pegajoso. La chica se levantó con asco y se miró el pie, su dedo estaba ahí. Esto le hizo creer que todo había sido un sueño y cuando despertará su amiga estaría viva. Mientras recorrería ese sitio en lo que despertaba de esa pesadilla. Conforme fue avanzando pudo escuchar unos gritos desgarradores de diferentes lados. Ni siquiera en las mejores películas de terror que había oído gritos con semejante dolor. Con ello ya no le cabía duda de que estaba soñando con el pasaje de las torturas. <br /><br /> A través de aquellos pasadizos había cuartos desde donde provenían los gritos. Se armó de valor cuando llegó hasta el primero para ver en su interior, pensando que algún ser demoniaco le brincaría encima, más combatió su miedo y recordó que todo era un sueño y nada le podría pasar. Asomó la cabeza y vio en el interior a un hombre pequeño que estaba siendo sujetado por cuatro demonios en cada extremidad, los cuales lo jalaban con todas sus fuerzas tratando de desmembrarlo. Jordania no aguanto más aquella escena y los gritos inconsolables del hombre, siguió caminando por aquel suelo viscoso. <br /><br /> A pesar de su miedo no pudo resistir la tentación y miró el siguiente cuarto donde un hombre pedía ayuda, estaba sobre una cama amarrado mientras unas ratas lo iban devorando desde los pies, algunas otras se le estaban metiendo en las entrañas y gustosas sacaban sus intestinos para el resto de sus compañeras que esperaban por fuera con ansias el festín. <br /><br /> Jordania intentó vomitar más no tenía nada en su estómago. Prosiguió su camino deseando despertarse ya, era demasiado para ella. Incluso se dio un pellizco en el brazo para ver si eso lo hacía volver a la realidad. Le dolió bastante y no le sirvió de nada. <br /><br /> En la siguiente habitación había una mujer estaba desnuda y con las piernas abiertas. Un ser deforme con tres brazos estaba metiendo y sacando un enorme palo con púas sobre la vagina de la desdichada mujer, que sangraba sin parar. Atrás de aquel ser había otros más con palos con clavos y ganzúas esperando su turno para introducirlo en la mujer. <br /><br /> A pesar de que ya no quería seguir viendo, en cada nuevo cuarto volteaba por lo menos de reojo a mirar que tormento había en ese lugar, y conforme avanzaba era cada vez peor que el anterior. Por más que hacía y deshacía no podía despertarse, por lo que empezó a dudar si aquello era un sueño. Volvió a mirar su pie y lo vio completo. Trataría de buscar a Ursula y quizá con eso lograría despertar. <br /><br /> - ¡Úrsula, Úrsula! –Gritó- Vine por ti, dime dónde estás. <br /><br /> Siguió avanzando y revisando en cada cuarto si no encontraba a su amiga. Continuó gritando hasta que le pareció escuchar a Úrsula contestarle. <br /><br /> - Úrsula, ¿eres tú? - repitió esperando no fuera ella. Al entrar aquel mundo hubiera querido encontrar rápido a su amiga y largarse, más ahora que había visto tantas abominaciones ya no quería localizarla pues temía estuviera siendo torturada también. Seguía creyendo que todo aquello era un sueño más quería que todo acabase. <br /><br /> - Sí, soy yo, ayúdame –respondieron desde el cuarto próximo. A pesar de que la voz se oía lejana, no le cupo la menor duda de que era ella, su voz chillona y gangosa era inconfundible. Cerró los ojos y respiró muy profundo para concentrarse en toda su fuerza interior y poder avanzar hacia ese cuarto. <br /><br /> En el cuarto no había demonios ni seres grotescos, tan solo vio un cubo de cristales transparentes con una persona dentro. Jordania se acercó para encontrar en el interior a una mujer atada. El cristal estaba empañado, con mucho cuidado limpio con su antebrazo el vaho formado y, para su desdicha, corroboró que era Úrsula la que estaba dentro. Se encontraba amarrada de diferentes alambres incrustados en su cuerpo, los cuales estaban sujetados hacia los bordes del cubo. Su cara estaba echada hacia atrás jalada por un alambre sujeto del cabello. <br /><br /> - Ayúdame – le dijo Úrsula con la voz cansada y casi apagada. <br /><br /> - Si, yo te sacaré -le dijo viendo los alambres que amarraban el cuerpo hacia el cubo, pero en ese instante se percató de que las extremidades de su amiga habían sido cortadas y cambiadas por unas varillas. Ahora Úrsula no era más que un torso humano, una rara maqueta concebida sacada de la más enferma mente de un diseñador gráfico. <br /><br /> Comenzó a mirar el cubo y los alrededores para ver cómo podía sacarla. <br /><br /> - Aun cuando la sacarás, mírala como ha quedado la pobre - dijo una voz a su lado. Jordania volteó y vio a aquel ser que había visto través del espejo, era descomunal, debía de medir más de dos metros, tenía dos cuernos enrollados hacia atrás como un carnero y un cuerpo musculado. Sus ojos eran muy pequeños en proporción a su cuerpo. Despedía un olor dulzón y agradable, hasta embriagador-. Si sale de aquí vivirá el resto de su mísera existencia inválida, dependiente y como un vegetal inútil. <br /><br /> Aquel demonio tenía razón, más a Jordania no le importaba, lo único que quería era que acabase esa pesadilla. Al despertar todo volvería a la normalidad. <br /><br /> - Yo la he metido en todo este lío, así que yo la voy a sacar. <br /><br /> - Adelante, como te lo dije en el trato la puedes sacar en el momento en el que quieras. Más solo pacta lo que quedamos para que puedas salir. Un dedo por persona. <br /><br /> El ser demoniaco desapareció y sobre el piso Jordania vio un cuchillo, ahora sabía lo que tenía que hacer. <br /><br /> <br /><br />V <br /><br />Jordania logró salvarse del desangramiento que tuvo aquella vez y restauró su vida casi en su totalidad. Consiguió un trabajo decente con su carrera trunca como ayudante de bibliotecaria. Regresando a su casa dejaba su chaleco, tomaba un poco de jugo y comía algo, para después ir a ver a su amiga Úrsula, la cual estaba en una cama. Tenía que cambiarle el pañal, darle de comer y socorrerla en todo lo que una persona amputada de piernas y brazos requiriese. Al final de eso se bañaba y se preparaba para dormir y levantarse muy temprano para poder irse a trabajar. Ya se había acostumbrado a no tener tres dedos de sus pies y pronto se olvidó de ellos. Lo que siempre le costaba mucho trabajo era de dormir, pues sus sueños eran intranquilos y siempre tornaban en base al pasaje de las torturas y todas las atrocidades que había visto ahí. Al final esperaba que, al morir, sus buenas acciones fueran más que las malas y no fuese condenada a ir a ese lugar de tormentos.</span><div id="fb-root">
</div>
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Alfonso Padillahttp://www.blogger.com/profile/17395372322828936440noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-8561060603582886830.post-50886173600462946182020-05-04T11:25:00.003-07:002020-05-04T11:25:53.975-07:00Fragmentos de terror... TANTOS CUERPOS<br />
<span style="color: red;"><i><br /></i></span>
<div style="text-align: center;">
<span style="color: red; font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><i>A veces se presentan problemas que hay que solucionar como sea...</i></span></div>
<div style="text-align: center;">
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif; font-size: large;"><br /></span></div>
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<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif; font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: center;">
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif; font-size: large;">TANTOS CUERPOS </span></div>
<div style="text-align: center;">
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span></div>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;">1</span><br />
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;">Al principio como en todo plan económico y político bien pensado, sólo estaba concebido cierta propagación del virus y la muerte de unos cuantos (5,000 a lo sumo), y la mayoría serían en China y sus países vecinos, pues al final era ahí donde se quería ser el daño principal para tirar su economía y, a su vez, que terminarán siendo los malos del cuento. Sí habían concebido que se esparciera a varios países, e incluso elaboraron el discurso que le darían a cada presidente de cada país de cada continente para que no sólo tomará las medidas pertinentes (dependiendo de la ideología de cada sujeto, era la forma en la que tenían que actuar), para que cada dirigente manipulara a los medios para difundir el miedo a su nación y a su vez supiera bien maquillar las cifras de los contagiados y los muertos entre los dirigentes de su sector de salud. </span><br />
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"> Más aún en el mejor de los planes concebidos siempre surgen variables no controlables o que se salen de los parámetros pensados: Y esa variable era la gente. </span><br />
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjx-xtuX_FtmR2ueXG2QrV0XwJDBWgFsNTcAq93podptUB0SP7hK_Mo155CYAuhnhvXM2y6CiGlT5S0BGQYkYjiS5PBNCUmI45GcjrUgo_dZblbXBFeYXX88QWasjgIX23mE5femUt3YUCk/s1600/tantos+cuerpos.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><img border="0" data-original-height="438" data-original-width="780" height="223" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjx-xtuX_FtmR2ueXG2QrV0XwJDBWgFsNTcAq93podptUB0SP7hK_Mo155CYAuhnhvXM2y6CiGlT5S0BGQYkYjiS5PBNCUmI45GcjrUgo_dZblbXBFeYXX88QWasjgIX23mE5femUt3YUCk/s400/tantos+cuerpos.jpg" width="400" /></span></a></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span></div>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<a name='more'></a><span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"> La gente no sólo se encargó de propagar el virus hasta el lugar más recóndito del planeta Tierra, sino que con sus miedos y temores también cimentados por parte de todos los medios de comunicación, empezaron hacer empezaron a contagiarse y a morir en grandes cantidades. Y conforme el tiempo pasó no hubo que maquillar ni inflar las cifras pues los muertos eran reales y por miles. </span><br />
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"> Entonces empezó a surgir un gran problema pues una cosa iba a ser tratar con los 5000-6000 muertos que se tenían concebidos para esta primera fase, y otra muy diferente estaba haciendo el ya casi medio millón de muertos que se estaban dando. Todo aquello se estaba volviendo en la prioridad máxima solucionar y, a pesar de que todos los familiares exigían los cuerpos de sus fallecidos por las mismas medidas sanitarias, no se los entregaban para que los hacen y los enterraron en un cementerio como a cualquier muerto. </span><br />
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"> En su silla de la OMS, Joseph estaba dándole vueltas y vueltas a todo este asunto, tenía rato que le dolía la cabeza pero no podía darse el lujo de tomar un descanso hasta encontrar una solución, pues los mandatarios de cada país exigían a qué hacer con todos tus muertos acumulados. </span><br />
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"> - ¿Y que han pensado? -le preguntó a su comité- ¿Qué solución tenemos? </span><br />
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"> - El problema es que se ha salido todo esto de control -dijo un hombre negro de impecable traje -. Las muertes masivas eran hasta el año siguiente con la mutación del COVID, pero no en este momento. </span><br />
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"> Joseph levantó los ojos, no les pagaba a esos inútiles para que le dijeran lo que ya sabía él, quería soluciones. </span><br />
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"> - ¿Y que han pensado entonces? – repitió más enérgico. </span><br />
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"> El hombre negro se quedó callado sin saber qué decir, todo parecía indicar que nadie más hablaría hasta que un hombre bajo de ojos rasgados dijo: </span><br />
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"> - Podemos hacer experimentos con los cuerpos inyectándoles el COVID-38 para ver qué sucede en sus organismos, y en general revisar qué pasa con los virus y el sistema inmunológico. </span><br />
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"> De momento a Joseph se le hizo una soberana estupidez, pero tras meditarlo un poco se llevó la mano al mentón, cosa que siempre decía cuando pensaba seriamente en algo. Después de todo, aquello podía ser una buena idea. Pero sólo serviría para algunos cuerpos, y en realidad no resolvía su prioridad. Aunque la idea le empezó a fascinar bastante, le vino a la mente una película de bajo presupuesto de unos muertos vivientes causados por inyecciones hace un par de semanas. Si, aquella idea no solucionaría sus problemas pero le podía dar más créditos e ideas ante los Illuminati. Entonces decidió usar su plan B en lo que se le ocurría algo más a él, o a aquellos imbéciles de su comité. </span><br />
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"> - Díganle a los mandatarios que de momento incineren los cuerpos y que sigan sin entregárselos a los familiares. No pueden ni siquiera verlos. Ya después les daré nuevas órdenes en lo que pensamos que hacer. También quiero que me manden de forma urgente uno de cada 50 muertos para los experimentos. </span><br />
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;">2 </span><br />
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;">Alessio era uno de los encargados de hacer las pruebas en los cuerpos, sacaba muestras de los cadáveres y analizaba con la sangre y las células las reacciones después de inyectar el COVID-38 en el torrente sanguíneo. Después esperaba ciertos intervalos de tiempo para seguir tomando muestras hasta que pudiera haber algún cambio, o que la descomposición del cuerpo ya no lo dejase trabajar. </span><br />
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"> Y así lo fue haciendo con 15 cadáveres a la vez llevando rigurosas estadísticas y controles ante cada mínimo cambio. No sabía actualmente que era lo que querían encontrar los que habían dirigido esa orden, pero Alessio hacia su trabajo con todo rigor y profesionalismo. Tal cual sabia hacer y le había llevado hasta ese puesto a lo largo de su carrera. </span><br />
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"> Respecto a los cuerpos no sufrían ningún cambio y su descomposición orgánica era normal. El único cambio notorio era una nueva mutación en el virus al combinarse el 19 con el 38. Era una combinación muy diferente a la que se había hecho en los laboratorios con el virus por sí solo, todo parecía indicar que al estar el virus en el cuerpo del cadáver creaba una nueva mutación. Y aquella nueva especie tenía otra estructura de ADN que nunca había visto. </span><br />
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"> Alessio estaba exhausto llevaba más de diez horas trabajando sin parar, le habían dicho que tenía que cubrir un par de horas más y después podría dormirse unas 6 horas en los dormitorios de las instalaciones, pues debía de seguir trabajando ya que aquello tenía una prioridad máxima. No había tiempos ni permisos para descansos para salir de ahí. Tenía su tercera taza de café expreso en la mano que le temblaba, además de su cansancio, el miedo y la ansiedad que lo tenían más nervioso. Le dio un sorbo a su bebida y al dejarla sobre la mesa esta se volteó. El líquido se regó con rapidez sobre todo el escritorio mojándose las hojas con los informes. Las tenía respaldadas en la computadora pero había unas anotaciones a mano que no estaban todavía registradas en el CPU. Furioso comenzó a limpiar y mover los folders para evitar que se siguiesen empapando, en su desesperación su mano rozó con un par de las últimas muestras de jeringas que había usado. Una de ellas se le clavó sólo por un segundo en el dorso de la mano. Aterrado la arrojó al suelo y olvidándose del café que se seguía expandiendo por todo el escritorio, corrió a por una vacuna contra el COVID. </span><br />
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;">3 </span><br />
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;">Las vacunas estaban en un aparador protegido. Eran sólo una docena de ellas y estaban pensadas exclusivamente para emergencias para los operarios en turno. </span><br />
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"> - ¿Qué te pasa? -le preguntó Bowy a Alessio al verlo llegar pálido como la leche, era el supervisor de turno y encargado de todo aquel material. </span><br />
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"> - Mierda, me he picado con una jeringa de los experimentos -sudaba a chorros-, dadme una vacuna. </span><br />
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"> - Muy bien, pero tú sabes que hay un protocolo sanitario y la restricción de los antídotos... </span><br />
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"> - Me vale una puta madre los protocolos -dio un golpe en el escritorio de Bowy-. ¿Qué no entiendes que hay una nueva mutación que se ha creado en los experimentos y ahora mismo me he pinchado con una de esas agujas? </span><br />
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"> - Tranquilo, Alessio. De entrada hay que ver si entró en contacto con tu sangre, mientras vamos a llenar el formulario para que lo autorice el director y te puedan dar tu antídoto. </span><br />
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"> - ¡Maldición no hay tiempo! </span><br />
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"> - No seas extremista, no es el phyllobates terribilis para que te mueras. Si te infectó este pinchazo solo es cuestión de que te pongas el antídoto, tú bien sabes que tienes hasta quince días en lo que vas desarrollando los síntomas, y a más tardar mañana estaría autorizada tu dosis. En un rato más te daré un chequeo para ver que todo esté bien contido y estés más tranquilo. </span><br />
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"> Alessio quiso seguir alegando más vio que eso solo alentaría más las cosas y no convencería a su supervisor de qué le diese nada, al final los protocolos eran los protocolos. Regresó a su laboratorio recordando el café que se derramaba por los papeles de trabajo, término de rescatar lo que pudo, después se enfocó en la jeringa con la que se había picado, debía de analizarla para ver si tenía rastros del virus. La colocó sobre el microscopio para detectar algo, al parecer no había ningún rastro. Quizá debió de sanitizarla después de haber inyectado la muestra, no lo recordaba a ciencia cierta, pero eso debió de pasar. Sí, debió de ser así, la jeringa estaba limpia y él también, y el inyectarse el antídoto sólo le podía traer problemas de salud. Aunque también existía la posibilidad de que el virus si hubiese estado en el metal y al entrar en contacto con su piel se le hubiese pasado, y aunque no había rastros de sangre en la aguja, si había unas cuantas células suyas impregnadas en el metal. Como no sabía que había pasado en realidad lo mejor será irse a ponerse aquella vacuna, pero eso tardaría hasta el día de mañana por lo mientras debiera tomarse sus seis horas de siesta. Debía de descansar para seguir trabajando, no podía darse el lujo de que lo corrieran pues aquel sueldo que percibía ni en la farmacéutica más grande del mundo lo recibiría. Se fue a su cuarto a descansar. </span><br />
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<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;">4 </span><br />
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<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;">Alessio despertó una hora antes de lo planeado y no fue por ansiedad ni por pesadillas, o por algún otro empleado que hubiese entrado a descansar. Lo que lo despertó fue un hambre atroz, no recordaba a qué hora había comido algo, pero la hora a la que hubiese sido su apetencia era demencial, nunca había sentido algo así. Tenía que comer algo rápido. Salió del cuarto de descanso guiado por un intenso aroma que le hacía gruñir su estómago, era como un vagabundo guiado por el olor de algún vecino que hace su parrillada en el jardín en un pleno domingo. Se encontró a varios de sus compañeros en el pasillo que lo miraron raro, le preguntaban si algo le pasaba más Alessio no les contestaba. Más allá de que la esclerótica de sus ojos estuviese amarillenta o estuviese sacando espuma por la boca, la misma actitud y su nariz moviéndose de un lado a otro como la de mi sabueso lo delataba. Llevaba los brazos flexionados a la altura de sus costillas y sus manos estaban en pose de garras filosas apunto de atacar. Sus compañeros murmuraban entre ellos, decidieron irle a avisar a Bowy el comportamiento de su compañero. </span><br />
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"> A Alessio nada de eso le importó, solo entró en su laboratorio guiado por su olfato y por su hambre. Destapó uno de los cadáveres de las camillas que tenía en la que tenía la etiqueta de “COVID19-mex-t1-10/04/20" y el grato olor lo inundó de lleno, esta era su parrillada buscada Salivo sólo de imaginar su exquisito aroma y comenzó a comer. </span><br />
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"> Cuando llegó Bowy con el resto de científicos y vieron aquel espectáculo, les llamó a los vigilantes para sedarlo y llevarlo a un cuarto de aislamiento. Ahora a Bowy no le cabía duda de que no sólo se había infectado con la jeringuilla, la cuestión era saber que nueva mutación se le había pegado para comportarse así y en tan poco tiempo. </span><br />
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<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;">5 </span><br />
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<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;">Joseph se había ido a descansar unas cuantas horas a un Penthouse que tenía cerca de las instalaciones de la OMS. No era su residencia base pero solía usarla cuando había mucho trabajo por hacer y no podía trasladarse a su casa. </span><br />
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"> Apenas se había sumergido en su jacuzzi con una copa de “Martin Millers” en la mano y un par de exuberantes escorts cubanas que lo esperaban en el agua - nada mejor que el sexo y la mejor ginebra para relajarse y desestresarse-, cuando su criado le dijo que tenía una llamada urgente. Se maldijo a sí mismo y volteó a ver a las mujeres que estaban tijereteándose entre ellas. Odio no poder quedarse a mirarlas para después participar en aquellas caricias, salió en pelotas a tomar la llamada. </span><br />
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"> - Ya está todo listo, señor Joseph - le dijo su asistente desde el otro lado-. Es preciso que venga para que apruebe todo y con ello se solucione el problema. </span><br />
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"> - Eso espero, estaba haciendo algo muy importante. Voy para allá. </span><br />
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"> Miró por última vez a las cubanas que frotaban sus lenguas en un intenso beso, y le indicó a su criado les pagará sus honorarios y les dijese que ese show se lo darían para otro día. </span><br />
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"> Llegó a las instalaciones denominadas “DS Proyecto COVID-19". Lo recibió un grupo de empleados que le pusieron un equipo de protección biológico que contenía una máscara de gas con un tanque de oxígeno para que pudiese respirar sin problemas hasta por media hora. Una vez que se aseguraron que todo su cuerpo estuviera perfectamente aislado, lo llevaron a través de varias habitaciones hasta llegar a una compuerta blindada donde estaba su asistente con un traje similar. Introdujeron un código para que pudieran accesar. Adentro era una enorme sala que antaño había fungido como hospital psiquiátrico. En medio de esto estaba un apilado de cuerpos que formaban una montaña que debía alcanzar hasta los 4 metros. A Joseph le recordó aquellas fotos donde salían todos los cuerpos que los nazis juntaban con los judíos. En toda la periferia de la montaña de cadáveres, había unos cuantos hombres y mujeres hasta abajo agachados cercenando y comiéndose a los cuerpos. </span><br />
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"> - Como le habíamos informado, estos son los efectos de la nueva cepa de virus que de momento le hemos llamado “CO-T2" -le dijo su asistente a través de un micrófono que venía integrado en su equipo de protección, pues de otra manera no se podrían oír entre ellos debido al aislamiento de sus trajes-. La cual es un hambre insaciable de cadáveres, no quieren ningún otro tipo de alimento, solo muertos y entre más putrefactos estén parecen disfrutarlos más. Estos infectados nunca se cansan de comer y comer, al grado que ni siquiera dejan de hacerlo para defecar -le señaló hacia un par de hombres que estaban en cuclillas evacuando mientras seguían comiéndose un pedazo podrido de muslo. </span><br />
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"> Josep trató de contener las náuseas, agradeció tener ese traje para no poder oler nada de aquel infierno que tenía delante de sí. </span><br />
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"> - ¿Y el primer contagiado sigue con los mismos síntomas? - preguntó. </span><br />
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"> - Así es – dijo señalándole a un hombre que estaba en la esquina derecha devorando con ansias un pie-. Se llama Alessio y fue el que descubrió esa mutación y luego se infectó. Como lo ve, fuera de que su apetito se haya calmado parece incrementar cada vez más. </span><br />
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"> Joseph sonrío, los problemas estaban solucionados y los cadáveres acumulados tendrían un destino al fin. Salió del cuarto dantesco para reunirse con su comité y darle las indicaciones que debían de difundir entre cada presidente del mundo. Aparte del sexo lo que más le gustaba eran los triunfos y la posibilidad de ser el estratega del destino de billones de personas. Y ésta era una ocasión en la que la felicidad que le habían dado aquellos comedores de cadáveres, había sido aún mayor que la que se había perdido en el jacuzzi de su Penthouse. Ahora no solo estaría tranquilo, sino que tenía un arma biológica que en su debido momento podría presentar a los encargados para la siguiente guerra venidera. Se fue tarareando de felicidad. </span><br />
<br />
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Alfonso Padillahttp://www.blogger.com/profile/17395372322828936440noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8561060603582886830.post-46609117666893902442020-03-27T16:22:00.000-07:002020-03-27T16:22:11.014-07:00Fragmentos de terror... LA FLOJERA DE NO BAJAR LAS ESCALERAS<i><span style="color: red;"><br /></span></i><span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><i><span style="color: red;">A veces la flojera nos puede costar la vida...</span></i><br /><br /><br /><div style="text-align: center;">
<b><span style="font-size: large;">LA FLOJERA DE NO BAJAR LAS ESCALERAS. </span></b></div>
<br /> <br /><br /><b>Arturo, usuario del metro</b>. <br /><br />Al principio con tal de llegar antes a mi casa me subía al vagón en la estación que me quedaba más cerca, aunque viniese lleno y me fuera parado. Después esa línea se volvió cada vez más lenta y los apretones entre tantos ingratos que éramos eran cada vez peores; eso me hizo replantearme que por quince minutos más temprano no valía la pena los aplastones que sufría en esas horas pico. Por lo que comencé a subir dos estaciones más para llegar a la terminal, a bajar las escaleras para pasarme al otro lado y a esperar al metro que llegara vacío e irme bien sentadito todo el tiempo que se le diera la gana llegar al metro hasta mi destino. Si, eso me significó llegar más tarde a mi casa, pero tenía la comodidad de poderme ir oyendo música, viendo memes en el face, o hasta durmiendo, cosas que eran mucho mejores que ir siendo aplastado por tipos malolientes. </span><div>
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgV2O-Jhai-qvzvOlrpzrGI1ibln-i4wwG-8LSk778HlronVmpxbf69OLSdJ0Ms94XBTO4f18CNtTgOwdyZq3os3jsXHRAfE8QvClDrZViAdXHKYfCl26cPvup5HWYXx0lG1ONRff6PuNAZ/s1600/metro-cdmx.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="720" data-original-width="1280" height="180" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgV2O-Jhai-qvzvOlrpzrGI1ibln-i4wwG-8LSk778HlronVmpxbf69OLSdJ0Ms94XBTO4f18CNtTgOwdyZq3os3jsXHRAfE8QvClDrZViAdXHKYfCl26cPvup5HWYXx0lG1ONRff6PuNAZ/s320/metro-cdmx.jpg" width="320" /></a></div>
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<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span></div>
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<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span></div>
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<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><a name='more'></a><br /><br /> Siempre al llegar a la terminal unos oficiales de la estación desalojaban a todos los huevones que se querían quedar en el mismo metro para que se diera la vuelta y evitar bajarse las escaleras para abordarlo donde se debía. Yo bien portadito me salía desde un principio y me evitaba la pena que me pidieran desalojar. Pero a veces una que otra persona se colaba y se quedaba adentro. Solo los veía pasar bien sentaditos esperando a que el metro diera la media vuelta. <br /><br /> Recuerdo que una vez vi desde el lado de salida que un señor se había quedado en un vagón sin que lo vieran los vigilantes, justo estaba yo enfrente. Y cuando el metro dio la media vuelta ya no lo vi ahí. En ese momento no le di tanta importancia pues corrí como poseído (como todos los demás) a ganar un asiento. Después ya cómodamente sentado me puse a pensar en ello, pero supuse que se había quedado en otra puerta diferente, o se había cambiado de lugar en el transcurso, aunque hubiera jurado que no había nadie en ese vagón al llegar de mi lado. Me hizo recordar a todas esas personas que desaparecen en todo el mundo y nunca se sabe nada de ellos, sé que debe de ser una leyenda urbana o algo que inventan los youtuber para ganar suscriptores, pero no dejó de extrañarme. <br /><br />Y con el paso de los meses, la flojera de tener que bajar las escaleras llegó a mí, y un día harto y cansado de mi trabajo, me le colé al vigilante que se veía que tampoco tenía muchas ganas de hacer su trabajo ese día. Me dejó junto con una señora gorda de unos cincuenta años en el vagón, aunque en el vagón de adelante vi otro par de personas más que se habían colado. Contento por la osadía y el ahorro de la fatiga extra, me acomodé en el lugar que más me pareció a esperar que el tren se diese la media vuelta. Estaba tan cansado que en cuanto cerré los ojos en seguida me quedé dormido. <br /><br /> Sentí una mano que me movía, abrí los ojos y esperé ver al vigilante sacándome de ahí para sacarme y levantarme una falta administrativa o algo así, o algún anciano de bastón pidiéndome el lugar reservado para él. Pero no era nadie de ellos, era la señora gorda que se había quedado conmigo, se veía pálida y con cara de preocupación. <br /><br /> - Oiga joven –me dijo con la voz temblorosa-. Tiene diez minutos que estamos aquí, y el metro no ha regresado a la estación. Estoy preocupada. He jalado la palanca de emergencia pero nada pasa. <br /><br /> Me despabilé y mi cerebro se conectó de nuevo con la realidad, entonces ubiqué bien a la señora y recordé que nos habíamos quedado ahí para ahorrarnos la bajada de escaleras. Estábamos en un pasillo oscuro y no se veía ni una luz afuera, solo las luces del vagón nos alumbraban de la total oscuridad externa. <br /><br /> - Y eso no es lo peor –me siguió diciendo- ¿No sé si se fijó que en el vagón de alado había otras personas que se quedaron también? -. Asentí-. Pues alguien tapó la ventana y ya no se puede ver nada ahí y… <br /><br /> Si antes estaba pálida, ahora parecía un cadáver apunto de desmayarse en cualquier momento y aplastarme con sus mil kilos demás. <br /><br /> - ¿Y qué más, señora? <br /><br /> - He oído unos gritos pidiendo ayuda de ese lugar. <br /><br /> Miré hacia la ventana y corroboré que estaba tapada por algo negro que bien podía ser una simple cartulina oscura. Y sin querer, recordé al señor que alguna vez había visto desde enfrente quedarse solo para que el metro diera la vuelta y no volverlo a ver, y mi cuerpo sintió el escalofrío más horroroso que jamás había experimentado. <br /><br /> <br /><br /><b>Rodrigo, Director de operación del metro de la línea B</b>. <br /><br />Recuerdo que hace un año teníamos una división con mamparas en la estación terminal para evitar que la gente se pudiera pasar al otro lado, esto evitaba que se hiciera un caos por toda la gente huevona que venía desde quien sabe cuántas estaciones antes para regresarse bien sentaditos. Después, y por órdenes superiores del director general, quitamos esa jodida división y la gente pudo llegar a la terminal de la línea, darse la media vuelta y sin pagar otro boleto, regresarse. Eso provocó gente y gente que querían quedarse en el metro para que se diese la vuelta y ni siquiera molestarse en bajar las escaleras al otro lado. Entonces tuvimos que poner a unos vigilantes exclusivos que tenían que estar todo el día sacando a la gente de los vagones para que se pasaran del otro lado. Todo aquello me pareció una estúpida decisión pues antes estábamos más tranquilos y sin tanto alboroto. <br /><br /> Apenas hace medio año me habló el Director General para decirme que me tenía una misión especial que me dejaría mucho dinero y un posible ascenso. Ese día estaba rodeado de unos hombres que se presentaron como altos funcionarios. Me hicieron firmar muchas hojas de confidencialidad, y después de amedrentarme con que tenían toda la información de mi familia, sus hábitos y horarios de trabajos y escuela (hasta de mis putas mascotas tenían fotos y datos), me dijeron lo que tenía que hacer: Lo primero era sencillo: solo consistía en decirle a los vigilantes que de vez en cuando dejaran que alguna persona se quedase en los vagones para el retorno (puesto que eran muy estrictos y ni una mendiga anciana en silla de ruedas dejaban se quedase). Esto se me hizo raro pero era fácil de hacer, más no entendía para que tanta mamada de confidencialidad y amenazas con mis datos familiares por eso. Pero cuando llegó la segunda cosa por hacer, creí entenderlo. Y digo creí entenderlo porque hasta que no lo he estado operando, es cuando me he dado cuenta de la magnitud de todo. Y sé que aún hay más allá, pero eso queda lejos de mi capacidad de análisis, e incluso de toda lógica. <br /><br /> La segunda cosa que tenía que tengo que hacer es que las personas que se quedan en el vagón sin ser desalojadas, al llegar al túnel de almacenamiento prepararlas para que sean llevadas. La ponemos en unas bolsas negras y por una bodega anexa de las instalaciones llega una camioneta que se las lleva a no sé dónde. Y por aquella tan perturbadora y nada fácil tarea (golpes, gritos y cuanta cosa que hace la gente para no ser cloroformados), me dan $2,000 por persona. Lo que significaba unos treinta mil pesos extras al mes. Al principio me costó mucho luchar contra mis remordimientos pensando en que era de aquellos infelices, pero después los fajos de billetes me han hecho apaciguar aquellos síntomas. <br /><br /> Las primeras veces supuse que querían a las personas para trata o trasplante de órganos, pero después de ver que no importaba si fueran hombres o mujeres de cualquier edad y condición, descarte toda probabilidad de eso. No sé qué puta madre hacen con ellos, más a mí solo me importa mi pasta. <br /> Llega el metro elegido con no sé cuántos idiotas que por evitarse bajar unas mendigas escaleras, no volverían a sus casas. <br /> Me pongo mi traje especial y una máscara de pingüino (nada intimidatoria pero si desconcertante), tomo una pistola y le digo al “Toro” (mi ayudante para estas tareas, que es un fisicoculturista de dos metros) que se esté listo para hacer nuestro trabajo. Espero un tiempo para que para abrir las puertas del primer vagón con las primeras víctimas. Esta vez son dos mujeres delgadas que se me quedan viendo asustadas. Comienzan a gritar y pedir ayuda al ver mi extraño atuendo de mascara de pingüino portando una pistola, más no tarda mucho su show pues el Toro las somete. Mientras coloco una lona en la ventana para que la gente del otro vagón no vea nada. Ya se les ha dicho a los vigilantes que no dejen a gente en dos vagones juntos, pues es peligroso y con los celulares y la tecnología pueden hacer estragos y evidenciarnos; en fin, luego me encargaré de cagarme al idiota que desobedeció la orden. <br /><br /> El Toro las somete y yo las amenazo con la pistola para evitar que sigan gritando. Saco el cloroformo para dormirlas. <br /><br /> Quedan tiradas en el suelo, me agacho a acariciarle la pierna a una de las chicas, es muy linda y tiene una falda corta que me excita. Si tan solo pudiera cogérmela antes de entregarla. Sé que al Toro también le gustaría. Podríamos alegar el retraso diciendo que se pusieron violentas las personas y nos han costado trabajo. Le acaricio la pantorrilla y su tacto y piel tan suaves y tersas hacen que se me ponga muy dura. Miro a mi asistente y sin que tenga que decirle nada, me asiente con la cabeza. Me desabrocho el pantalón listo para disfrutar a aquella mamita, mientras el Toro comienza a desvestir a la otra muchacha que también esta de buen ver. <br /><br /> Disfrutamos mucho a las mujercitas, cuando acabamos las vestimos como si nada hubiese pasado y procedemos a pasar al otro vagón. Entraremos por la puerta que conecta al metro, al parecer las personas de ahí oyeron algo y ahora están preguntando. Tendremos que operar de otra manera. <br /><br /><br /></span><div>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><b>Señora Eva, usuaria del metro</b>. <br />Aquel joven me veía con cara rara mientras le contaba lo sucedido, al parecer no me creía, lo de los gritos de las mujeres que estaban en el vagón de alado, y ni siquiera parecía recordar que llevábamos ahí diez minutos. Pero es que todo esto estaba muy raro, ya en otras ocasiones me había quedado en el metro y no tardaba más de un minuto en meterse al túnel para tomar el otro carril y darse la media vuelta. Quería pensar que el conductor tenia diarrea y tuvo que ir urgente al baño antes de emprender el viaje. Y eso hubiera sido lo más lógico hasta antes de los gritos. Aunque los chillidos pudieran haber sido por los nervios de las mujeres, o porque una rata hubiese entrado, o que se yo. Así que lo más lógico era preguntarles que les pasaba. <br /><br /> El joven pasaba su mirada de mi hacia la ventana una y otra vez. Me di la vuelta y me dirigí hacia la puerta que conectaba al otro vagón, tenía ya varios minutos que no se oía nada de las mujeres. Acerqué mi oído al vidrio y me pareció oír unos gemidos muy bajos, tanto que podía ser producto mi miedo. El muchacho se acercó e hizo lo mismo, no sé qué si el alcanzó a escuchar algo pues comenzó a golpear la puerta al tiempo que decía: - ¿Están bien de aquel lado? <br /><br /> Hubo un silencio, hasta que una voz masculina contestó: <br /><br /> - Todo bien señores, este tren ha salido de circulación y ahora tendrá que salir por otro lado. Enseguida le abro. <br /><br /> Debía de ser un trabajador del metro y se oía enojado, aunque esa respuesta me devolvía el alma al cuerpo. ¿Aunque porque los gritos de las mujeres? y, peor aún, ¿para qué era esa cartulina negra? El muchacho parecía tener los mismos pensamientos pues cerró su puño como preparándose para una pelea. Se oyó un ruido de la puerta y esta se abrió hacia adentro. Di un vistazo y todo parecía normal. <br /><br /> El joven se quedó quieto, yo esperaba que el fuese el primero en avanzar pero no lo hizo; entonces me envalentoné y avancé. En el otro vagón estaba un hombre de traje con el logotipo del metro. Tenía la cara muy seria y supuse que nos regañaría por no obedecer las órdenes de desalojar el metro. <br /><br /> - Se les ha dicho muchas veces que deben de salirse de los vagones y bajar las escaleras para abordar desde el otro lado –nos dijo en tono severo, una vez que el muchacho estaba a mi lado-. Este tren ha salido de circulación por una avería y ahora nos están causando un trabajo doble pues tenemos que hacerlos circular por las vías para ir a por una salida externa y… <br /><br /> - ¿Y las chicas que gritaron hace rato? –preguntó el joven. <br /><br /> - Se han puesto tan nerviosas con el silencio que les entró un ataque de pánico y cuando me vieron entrar se espantaron. <br /><br /> Eso explicaba todo. Respiré aliviada. <br /><br /> - Les tomaremos su nombre y una fotografía –nos siguió diciendo-. Por esta vez no hay consecuencias, pero para la siguiente vez habrá una sanción administrativa ante el ministerio público, por obstrucción de actividades y desobedecimiento de reglas oficiales. <br /><br /> Extendió la mano hacia una de las puertas que estaba abierta, afuera no se veía nada. Imaginé que era el vacío o una caída hacia el túnel mismo. <br /><br /> El trabajador vio nuestra desconfianza y dio un par de pasos hacia el lugar para hacernos ver que ahí había un camino que pisar. <br /><br /> El joven esta vez sí se adelantó y avanzó hacia el oscuro camino, entonces oí un grito ahogado y un golpe. Alcancé a ver como se desplomaba, alguien lo había golpeado. <br /> Entonces grité y por instinto corrí hacia la puerta que conducía al otro vagón, tratando de escapar, aunque debido a mi gordura no llegaría muy lejos. Y, en efecto, el hombre del traje me dio alcance con una patada en mis pantorrillas que me hizo perder el equilibrio. Caí sin meter las manos y todo se tornó oscuro. <br /><br /> Cuando desperté estaba en una caverna o algo parecido, estábamos rodeados de unos muros azules, eran de un tono muy extraño, parecía una decoración que la gente rica y extravagante usa en sus mansiones. Frente a mi estaba el joven amarrado de pies y manos, decía cuanta grosería podía exigiendo lo soltaran. Cerca de él estaban dos chicas también amarradas. Debían de ser las mujeres que gritaban.<br /> Comencé a oír unas pisadas muy fuertes, como si fuera un gigante el que venía hacia nosotros. El joven se quedó callado, temeroso de oír semejantes pasos. <br /><br /> Entonces vimos algo sin forma que se acercaba. Se trataba de un cuerpo amorfo grisáceo que venía hacia nosotros. No tenía facciones en su rostro, parecía un cuerpo de plastilina hecho por un niño de kínder. Era enorme y muy tosco. <br /><br /> A lado de él venía el tipo del traje del metro y otro hombre fornido con cara de pocos amigos. <br /><br /> Se acercaron a una de las chicas que comenzó a suplicar por su vida. El ser grisáceo le introdujo su mano en el vientre de la mujer haciéndole una profunda herida. Soltó un sonido gutural que me pareció como de satisfacción, entonces levantó a la chica como si no pesara nada y la arrojó hacia la pared azulosa. Su cuerpo no rebotó en ella, sino que fue absorbido por esta como si fuese un pantano. Una vez adentro, la chica exploto bañando el interior del muro sangre, la cual se fue integrando al azul de la pared hasta desaparecer todo rastro de ella. <br /><br /> El ente hizo lo mismo con la otra chica arrojándola al muro y teniendo el mismo destino. <br /><br /> Entonces llegó el ente al joven y sin traspasarlo solo lo aventó hacia un lado y haciéndole perder el conocimiento. <br /><br /> - Deshazte de él –le dijo el hombre del traje al hombre fornido que enseguida se llevó al muchacho. <br /><br /> El ser grisáceo llegó hasta mí, quise suplicarle por mí pero solo una lagrima me salió. <br /><br /> - Enhorabuena –me dijo el hombre trajeado-. Tu grasiento cuerpo servirá para una buena causa. <br /><br /> No entendí lo que me decía, quise decirle que me lo explicara mas no pude, el ente metió su puño en mi vientre, sentí un dolor que casi me hizo casi desmayar, más me contuve para ver que más seguía, si moriría sería consiente de todo. Entonces el ser me arrojó al muro. Una vez que estuve ahí adentro, sentí una calidez dentro de ese líquido azuloso que me rodeaba. Después solo hubo un terrible dolor cuando mi cuerpo explotaba.</span><div id="fb-root">
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Alfonso Padillahttp://www.blogger.com/profile/17395372322828936440noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8561060603582886830.post-35763665517028159572019-12-17T19:38:00.000-08:002019-12-17T19:38:36.974-08:00Fragmentos de terror... VACACIONES DECEMBRINAS<div class="MsoNormal">
<span style="color: red;"><i>¡Navidad, navidad, feliz navidad!</i></span></div>
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<span style="font-size: large;">V</span><span style="font-size: large;">ACACIONES DECEMBRINAS </span></div>
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<br />
1 <br />
<br />
Las navidades para los gemelos Arellano eran muy raras, pues pasaban la mitad del tiempo en casa de la familia de su padre y la otra mitad en la casa de su madre. Y lo peor de todo es que no vivían en ninguna de las dos casas el resto del año. Por ello diciembre se convertía en una división familiar, en la cual la primera y tercera semana lidiaban con su familia política paterna, y la segunda y cuarta semana con la materna. En cualquiera de los dos sitios ni Abel ni Amatista se sentían cómodos, se sentían como los bichos raros del prado o las ovejas negras de la familia. Todo aquel mes significaba la convivencia con su padrastro, su madrastra, los hermanastros y cuántos primos, tíos, abuelos y hasta mascotas políticas hubiesen. Lo único alentador de todo eso era que solo duraba un mes. <br />
<br />
Desde que tenían solo cinco años los gemelos Arellano vivían con su abuela materna, quien se encargó de ellos tras la caótica separación de sus padres. Y como cada uno de ellos resultó que ya tenía otra pareja y otros hijos, Abel y Amatista salieron sobrando en aquel nuevo cuadro familiar, lo cual los arrojó a los cariñosos y protectores brazos de la abuela Josefina.<br />
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Durante la segunda semana de diciembre habían estado en casa de la mamá, la cual tenía tres hijos: El primero era Nicolás, quien era el más grande y hostil de todos, el cual rara vez les hablaba y siempre estaba pegado a la consola de videojuegos (que obvio no les prestaba ni les dejaba jugar). El segundo era Yahir el más pequeño, y a pesar de que intentaba acercarse a ellos, la diferencia de edades lo hacían poco atractivo para Abel y Amatista. Y la tercera hermanastra se llamaba Inés, la cual sí solía platicar con ellos pero siempre de cosas muy raras que los gemelos no entendían. Cada año quedaban admirados con las cosas que les contaba y creían que para el siguiente episodio no podría rebasar aquellas locuras, pero, para su sorpresa, siempre encontraba algo más deschavetado que contarles cada nuevo periodo vacacional. <br />
<br />
Quizá para los gemelos Arellano oír a la loca de Inés era lo único divertido de todo diciembre, se convirtió en lo único que valía la pena esperar al final del año. Y esa ocasión no había sido la excepción, pues en esta segunda semana que estuvieron, Inés les contó que estaba muy emocionada pues había encontrado la guarida del hombre de las nieves. <br />
<br />
— Es una tontería —le había dicho Abel—. Ese ser ni siquiera existe. <br />
<br />
— Sí que existe —había respondido ella inflando los cachetes—. Que mira que desde el año pasado yo lo he descubierto entrando en ese lugar, esa vez estuve apunto de seguirlo pero mi madre me ha llamado en ese momento y me entretuvo el resto del día en la cocina. Si vieran el coraje que me dio —agregó apretando los puños—. No porque sea yo una niña debo de ser la sirvienta de los hombres de la casa. <br />
<br />
— ¿Y por qué después de que te has desocupado no fuiste? —la había cuestionado amatista. <br />
<br />
— ¡Que si serán zopencos! —le respondió—. Que claro que lo he hecho, pero ya estaba cerrada la cueva, yo creo que sólo sale el último día del año y de ahí desaparece. <br />
<br />
Los gemelos por supuesto no le creyeron, aunque habían aprendido a seguirle la corriente para que la niña con su mente imaginativa los entretuviera en aquellos difíciles días invernales. <br />
<br />
— ¿Y entonces qué piensas hacer la próxima vez que lo veas? —le preguntó Abel. <br />
<br />
Inés se levantó del cuarto para inspeccionar que ninguno de sus chismosos hermanos anduviese parando oreja por el pasillo, cuando se cercioró de que nadie la escuchaba les respondió: <br />
<br />
—Pues lo seguiré el último día del año, y justo cuando el cierre la puerta yo entraré a su escondite <br />
<br />
Bajo otras circunstancias los gemelos se hubieran reído, pero aquella historia en particular se les había hecho interesante, y no porque pudiera ser realidad, sino porque era algo que los entretendría un poco. <br />
<br />
— Y quiero que ustedes —les siguió diciendo— vengan conmigo. <br />
<br />
Por la mente de Abel y Amatista rodaron imágenes del hombre de las nieves merodeando el bosque y la casa, desearon que aquello fuera cierto, eso sería genialmente divertido. Pero sabían que al final no habría nada más que los nevados árboles de invierno y, en el mayor de los casos, sólo encontrarían cuando mucho a algún oso invernando. Lo cual sí podría ser peligroso, más acabaría con el tedio decembrino de cada año. Así que a la par los gemelos Arellano dijeron: <br />
<br />
— Claro que iremos. <br />
<br />
2 <br />
<br />
Para los gemelos los días en la casa de su padre pasaron lentos y agónicos, todo fue aburrido pues sus hermanastros tenían una bola de aburridos juegos de mesa que por más que intentaban aprenderse, no terminaban de entender los ni les gustaban. Aparte de que la ansiedad creada por la loca de Inés les hacía que el tiempo se les pasará más pausado y aburrido. <br />
<br />
Al fin la cuarta y última semana del año llegó, y fueron por primera vez gustosos a la casa de su madre a ver con qué tontería salía Inés. No le dijeron nada y esperaron pacientemente a que la chica les comentara algo, sin embargo, los días transcurrieron y ella no les dijo nada. <br />
<br />
— ¿Ves que ya ni se acuerda de sus tonterías? - dijo Amatista. Abel frunció la boca y se encogió de hombros, tantos días de espera habían sido en vano. nunca espero ver la cueva del misterioso hombre de las Nieves, pero si esperó que aquello se tornará más interesante y no pasará al completo olvido en tan solo una semana. <br />
<br />
El 31 de diciembre llegó junto con los preparativos de la cena. Vieron que Inés estaba más rara que de costumbre, no había cruzado palabra alguna con ellos. Los gemelos creyeron que era porque no sabía cómo ocultar su gran mentira. Llegó la cena junto con los regalos y los falsos abrazos y deseos de inicio de año. Entonces cuando Abel y Amatista estaban terriblemente aburridos viendo una película navideña con toda la familia reunida, Inés les hizo una seña para que la siguieran fuera de la casa. Se había puesto un abrigo y unas botas para la nieve, y con una sonrisa de oreja a oreja les dijo: <br />
<br />
— Yo que ustedes me taparía más, pues el camino es largo y la nevada terrible —les señaló hacia el bosque—. Pero apúrense que acaba de pasar el hombre de las nieves y no quiero perderlo de nuevo. <br />
<br />
Los gemelos se vieron entre sí y sonrieron, después de todo, es lo que llevaban esperando todos esos días. <br />
<br />
Se pusieron el primer abrigo que encontraron, les dijeron a los adultos que los veían salir que irían a dar una vuelta y salieron volando pues Inés ya los esperaba ansiosa a medio camino. El frio era bastante y el viento y el aguanieve que caía lo hacia aun mayor. Más a ninguno de los exploradores les importó, solo iban entusiasmados caminando a toda prisa hacia el interior del bosque. <br />
<br />
— Dense prisa, bobos —les dijo Inés—, que las huellas se borrarán y le perderemos la pista. <br />
<br />
— ¿Qué no se supone que ya sabias donde estaba su guarida? —cuestionó Amatista. <br />
<br />
— Si lo sé, pero con este vendaval me puedo perder. ¡Apúrense! <br />
<br />
Aquella respuesta incomodó a los hermanos que se miraron entre si preguntándose si debían de continuar aun a sabiendas que podrían perderse en aquellas heladas condiciones, a pesar de ello siguieron avanzando, esperando toda aquella loca aventura llegará a buen destino. <br />
<br />
El clima aminoró un poco conforme fueron avanzando. Inés no dejaba de trotar moviendo la cabeza de un lado a otro y lamentándose haber perdido tanto tiempo al esperarlos. De repente se detuvo en seco, haciendo que los gemelos chocaran entre ellos. <br />
<br />
— Miren —les dijo señalando hacia el piso donde unas huellas de enormes pies con cuatro dedos estaban tenuemente marcadas, la aguanieve estaba terminando de borrarlas—. Está cerca, debemos de apurarnos pero siendo más cuidadosos. <br />
<br />
Abel y Amatista sintieron mariposas en el estomago ante esa evidencia, aquello no podían ser pisadas de un ser humano y no lograban imaginar de que tipo de animal podían ser, no se parecían a las de un oso o algún otro de los animales que vivían por esa zona. <br />
<br />
— ¿Crees que si exista en realidad? —le preguntó Abel a su hermana lo más bajo que pudo para evitar que su hermanastra lo oyese. <br />
<br />
— Para nada —respondió, aunque no tan segura como solía hacerlo—. Debe de haber una explicación lógica, pero por lo menos es lo más emocionante que hemos hecho en todos los inviernos. <br />
<br />
Abel asintió y antes de que pudiera decir algo calló, ante la mirada fúrica de Inés pidiéndoles guardaran silencio. A pesar de que la tormenta arreció de nuevo, las pisadas se hicieron más nítidas y los nervios de todos comenzaron a dispararse al máximo. Llegaron a un camino de árboles que se juntaban antes de llegar a una colina. La hermanastra les indicó que se acurrucaran sobre un grueso abedul y les señaló hacia el frente: sobre la orilla de la colina estaba un enorme ser que caminaba con lentitud, como si sus pies pesaran una inmensidad o tuvieran que pedirle permiso el uno al otro para dar cada paso. <br />
<br />
— ¿Es… es el… —balbuceó Abel? <br />
<br />
— Que claro que es, zopenco —dijo Inés dándole un cate en el hombro a su hermanastro—. Les dije. Ahora hay que esperar a que entre y meternos. Mas o menos tarda unos cinco minutos en cerrarse su gruta, tenemos ese tiempo. No podemos entrar enseguida porque nos descubriría. <br />
<br />
— No, no debemos ir —dijo Amatista. <br />
<br />
— No sean miedosos, todo irá bien. <br />
<br />
El misterioso hombre de las nieves llegó hasta la colina, emitió un gruñido que de no haber sido opacado por la tormenta que arreciaba cada vez más, se hubiera oído hasta el último rincón del planeta. Entonces de las paredes de cerro se comenzó a abrir una compuerta, tal y como si fuera la cueva de Alibaba y los cuarenta ladrones. El ser miró hacia todos lados para cerciorarse que estuviera solo y cuando estuvo conforme con ello, se adentró en la puerta. <br />
<br />
<br />
<br />
3 <br />
<br />
Contaron en voz baja tres minutos para acercarse a la entrada y meterse. Inés tuvo casi que jalarlos para que lo hicieran, los gemelos ya estaban aterrados y arrepentidos de hacerlo, aunque la curiosidad los estaba matando. <br />
<br />
La cueva estaba muy bien iluminada, tanto que lo primero que hicieron fue buscar el origen de aquella iluminación, no había ni lámparas ni antorchas que alumbrasen. Una vez que entendieron que así era ese lugar, se percataron de que ahí no hacia tanto frio. Entonces comenzaron a andar mas despreocupados y sin titiritar por el clima. La cueva carecía de algún atractivo o algo que la distinguiese como la gran guarida de un mítico personaje. No vieron al hombre de las nieves por ningún lado y pensaron que había entrado por alguna otra puerta secreta. <br />
<br />
Llegaron a la orilla de una gruta, de ahí en adelante todo cambiaba. El lugar estaba más iluminado y las paredes estaban cubiertas de nieve, estas estaban enmarcadas por líneas de nochebuena que se extendía a través de toda la nueva zona. En medio de aquel sitio estaba un apilado de troncos que formaban una cara grande de un hombre de las nieves, como un pequeño altar. Este estaba iluminado por pequeños fuegos que deambulaban de un lado a otro. Abajo una fila de duendes con chalecos rojos se movía de un lado a otro de manera rítmica y melodiosa, al son de una musiquilla que inundaba aquel sitio. <br />
<br />
Siguieron mirando todo alrededor en donde aquello parecía una rara fiesta decembrina de película navideña. Descubrieron que hasta arriba del altar de troncos estaba un duende anciano de gran barba blanca que tocaba una rara flauta en forma de bota, se movía de un lado a otro al ritmo de la música. Estaban tan absortos que lo último que percibieron fue el olor dulzón que rodeaba toda aquella zona, les recordó al olor de los bombones bicolores de fresa-vainilla. <br />
<br />
— ¿Y el hombre de las nieves? —preguntó Abel. <br />
<br />
— Debe de andar por ahí —dijo Inés olfateando con fuerza para embriagarse de aquel olor dulce. <br />
<br />
— Creo que debemos de irnos de aquí —dijo Amatista—. Somos unos extraños en este sitio y no sabemos cómo nos recibirán si nos descubren. <br />
<br />
— De la mejor manera —respondió una voz muy gruesa y a la vez muy amigable que estaba detrás de ellos—. Siempre son bienvenidas las visitas. <br />
<br />
Espantados los chicos voltearon a ver quien era el dueño de aquella voz: era nada mas y nada menos que el mítico hombre de las nieves, media mas de tres metros y su pelaje era tan grueso que tapaba toda la entrada de aquel lugar. Trataron de contestarle algo pero no pudieron, se limitaron a intentar ver las vías posibles de escape. <br />
<br />
— Síganme —les dijo extendiendo sus enormes manos cubriendo aun más cualquier posible entrada. <br />
<br />
Los chicos no tuvieron más remedio que seguirlo hacia el centro del altar. <br />
<br />
— La navidad ha acabado —les dijo haciendo que se situaran en medio del circulo de duendes que dejaron de bailar para mirar a los visitantes de manera rara—. Y nuestro fin de este año ha llegado. <br />
<br />
El duende de la flauta comenzó a tocar otra melodía más pegajosa que hizo que los duendes comenzaran un nuevo baile en circulo alrededor de los visitantes. <br />
<br />
— Pero otro año llegará y un nuevo invierno llegará —empezaron a cantar en coro, sus voces eran agudas y molestas—. Y tenemos todo el resto del tiempo para saborear. <br />
<br />
— Y no solo eso —agregó el hombre de las nieves—. Esta vez seremos más. <br />
<br />
—Y más regalos y sorpresas habrá —siguieron entonando los duendes—, donde el frio en nuestras orejas cantará. <br />
<br />
Inés dio un paso al frente y alzó la voz tanto como pudo para decir: <br />
<br />
— Siento habernos entrometido en su sitio, pero ya es tarde y nuestros padres deben de estar preocupados, debemos regresar. <br />
<br />
El hombre de las nieves soltó una risotada que hizo temblar aquel sitio, incluso el duende de la flauta se sujeto ante la vibración que provocó en el altar de troncos. <br />
<br />
— Es una pena que quieran regresar —dijeron los duendes bailando—, pues la salida ya no ha de estar, y aquí solo se siente bienestar. <br />
<br />
De los bolsillos de sus chalecos rojos sacaron unos polvos que comenzaron a espolvorear hacia arriba conforme seguían danzando. Abel y Amatista se miraron entre sí, preocupados, sabiendo que aquello no pintaba bien, pero aunque fueran muy rápidos no podrían escapar de las manos enormes del hombre de las nieves, no todos, al menos. Y aunque lograran hacerlo no estaban seguros de lograr llegar hasta la salida y que la entrada estuviese abierta, pues como les había dicho Inés, se cerraba enseguida. Miraron a su hermanastra y esta seguía pálida e incrédula sin moverse. Los duendes seguían danzando y el polvo se esparcía por todo el lugar. Los ojos se les empezaron a cerrar y se desmayaron. <br />
<br />
<br />
<br />
4<br />
<br />
Edgardo era el policía encargado de la búsqueda de los hermanos perdidos, cosa que había hecho intensamente durante los primeros meses, pero a medida que el tiempo pasó lo fue dejando para uno que otro escaso momento de inspección en la zona. Ya se cumplía un año de aquella desaparición de los infantes y daba casi todo por perdido. Era el 31 de diciembre y deseaba irse a su casa a comer estofado que había hecho su mujer, le quedaba de mil perlas. Hizo una última revisión con sus binoculares por la periferia del bosque, cuando encontró a un hombre enorme que estaba entrando en una colina, parecía un coloso que llevaba un abrigo peludo blanco, atrás de él iban tres pequeños seres que danzaban armoniosamente. Edgardo se quedó paralizado ante aquella visión, y cuando reaccionó y fue hasta el sitio, no encontró nada que le dijera que lo que había visto era cierto. No creía en leyendas ni esas chucherías por lo que supuso que era el cansancio y el deseo de estar en casa. Tocó las firmes paredes de la colina viendo que no había ninguna puerta ni nada que se le asemejase. <br />
<br />
De seguro a esos chamacos se los llevaron a Europa unos tratantes, pensó, y se fue alejando hacia donde lo esperaba una mesa con un estofado, una chimenea ardiente y un frio vino tinto. <br />
<br />
<br />
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Alfonso Padillahttp://www.blogger.com/profile/17395372322828936440noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8561060603582886830.post-91582402043193980512019-11-18T18:56:00.000-08:002019-11-18T18:56:03.672-08:00Fragmentos de terror... LA REALIDAD<br /><span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><span style="color: red;"><i>No siempre las cosas son lo que parecen...</i></span></span><div>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span></div>
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<div style="text-align: center;">
<span style="font-family: "Helvetica Neue", Arial, Helvetica, sans-serif; font-size: large;"><br /></span></div>
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<span style="font-family: "Helvetica Neue", Arial, Helvetica, sans-serif; font-size: large;">LA REALIDAD </span></div>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><div style="text-align: center;">
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<br /><br />Cuando despertó no tenía idea de donde estaba, sintió una fuerte punzada en la cabeza que le hizo proferir un lamento. El dolor aminoró y abrió de nuevo los ojos esperando no se repitiese. Su vista estaba nublada y solo entreveía cosas distorsionadas frente así, por lo que tuvo que cerrar de nuevo los ojos esperando que al abrirlos su vista ya se normalizase. Solo recordaba se llamaba Cristina y estaba en su casa y salió al patio y… Hasta ahí llegaban sus recuerdos. <br /><br /> Uno…dos… tres… los abrió y pudo ver con claridad lo que había frente a ella: una pared con un espejo grande. En aquel espejo vio reflejada a una mujer que estaba atada y tenía una máscara rara de conejo, de esas que usan en las películas de terror últimamente. Su primera reacción fue la de correr pensando que aquella mujer se veía peligrosa a pesar de estar atada. En su intento de levantarse y huir se dio cuenta de que ella también estaba atada, miró hacia sus brazos y encontró una larga cadena que estaba anclada a un poste. Bajó su vista hacia sus piernas y con terror descubrió que estas estaban también atadas. Entonces con sus manos tocó su rostro y se estremeció al ver que ella también llevaba una máscara que no le permitía tocar su piel. Entonces volteó de nuevo hacia el espejo a ver a aquella mujer del reflejo y comprendió que era ella, hacia los mismos intentos fallidos de zafarse de aquellas cadenas. Se movió y se movió tratando de desafarse una vez más sin éxito alguno. </span></div>
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<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span></div>
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<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span></div>
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiqFbO27BznVIO2wxS-r2P3NtdO3XFHk8aEZmOmZJfZkw_oMJumu1hbsIMAUpJ21BrNx-jIJouXZASp0HTphpQOx4jw4s1S9BVJH40cAmHCeehVjdAI-TeRBb9TsKggn2r6cRs0MD6F11Uu/s1600/la+realidad.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="554" data-original-width="554" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiqFbO27BznVIO2wxS-r2P3NtdO3XFHk8aEZmOmZJfZkw_oMJumu1hbsIMAUpJ21BrNx-jIJouXZASp0HTphpQOx4jw4s1S9BVJH40cAmHCeehVjdAI-TeRBb9TsKggn2r6cRs0MD6F11Uu/s320/la+realidad.jpg" width="320" /></a></div>
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<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span></div>
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<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><a name='more'></a><br /><br /> Decidió quedarse quieta para mirarse bien en el reflejo. Aquella mascara fuera de parecer tierna se veía macabra, le confería un aspecto que le dio escalofríos. De ropa no traía más que un babydoll negro que mostraba sus delineadas curvas, no recordaba la ropa que traía antes pero seguro que esa no había sido, no andaría deambulando por la casa con tan pocas prendas. Y ni siquiera se acordaba de si aquella prenda fuera suya. Siguió prestando atención al reflejo y notó que sus piernas estaban llenas de sangre, eso le causo otro ataque de pavor. ¿Qué le habían hecho, acaso la habían torturado y esa sangre era suya? No sentía dolor de alguna herida, aunque si estaba demasiado cansada como para tratar de luchar por liberarse. Aunque otra duda a galopó su mente: ¿y si aquella sangre no era suya? Pero la sangre, estas cadenas y aquella ropa que traía, solo le podían indicar que habían abusado de ella o, peor aún, abusarían de ella, solo que esta vez sí estaría despierta para sufrirlo. <br /><br /> Abrió la boca para pedir auxilio, más de sus labios no salió ningún sonido. Estaba afónica o algo le pasaba, pues su mente le ordenaba a su boca que gritase, más solo se abría sin emitir ningún sonido. <br /><br /> Se zarandeó una vez más intentando que sus cadenas cediesen. <br /><br /> Dejó en paz el reflejo y su desastrosa y penosa apariencia, no le ayudaría en nada seguirse viendo. Comenzó a otear a su alrededor y encontró que aquel cuarto estaba vacío. No había ni muebles ni ningún rastro de estar habitado. Solo estaban un par de ventanas que mostraban que era ya de noche. No reconocía aquel lugar, debían de haberla secuestrado, torturado y dios sabe cuántas cosas más. Debía de salir de ahí cuanto antes. Siguió revisando con desesperación cada rincón del sitio, buscando cualquier cosa que pudiera servirle para escapar. <br /><br /> No encontró nada, ni siquiera un simple clip con el cual tratar de abrir los candados. Pensó y pensó en todas las posibilidades para poder salir de ahí, pero aquellas cadenas estaban tan bien sujetas que solo lo podría hacer arrancándose el pulgar, más no tendría el valor de hacerlo y su cansancio menos se lo permitiría. Así que de momento se rindió, esperando que la policía entrase en aquel lugar sabiendo que era una secuestrada de x maniaco y la rescatase. <br /><br /> Cerró los ojos y dormitó un poco. Cuando un golpe de la única puerta que había la despertó. Otra súbita punzada en la cabeza le llegó, más esta vez el miedo de ver que su captor entraría hizo que le hiciera caso omiso al dolor. Se movió una vez más de un lado a otro tratando en vano de zafarse. No tuvo más remedio que fijar su mirada en la puerta que se abría con lentitud profiriendo un chirrido agónico. <br /><br /> Un hombre vestido con solo una ajustada trusa que mostraba un miembro erecto que se entre salía por arriba entró arrastrando algo. Llevaba puesta otra mascara de conejo parecida a la de ella, y su cuerpo igual estaba manchado de sangre en varios puntos. <br /><br /> Este debe de ser mi captor y estas vestimentas son sus filias, pensó, ahora me violará durante no sé cuánto tiempo más y luego me matará cuando le canse. <br /><br /> El hombre siguió arrastrando algo con ambas manos hasta que ella pudo ver que se trataba de una mujer vestida igual que ella, estaba amordazada y la miraba con ojos suplicantes. El tipo la puso muy cerca de ella, le zafó la cinta que traía en la boca. Esta mujer si pudo hablar pidiendo piedad. El hombre de la máscara soltó una risotada y volteó a ver a Cristina. <br /><br /> — Listo, me ha costado trabajo pero aquí está —le dijo—. ¿No te excita tanto esto? —agregó descubriendo su miembro, lo zarandeo de un lado a otro—. Hagámoslo. <br /><br /> Cristina intentó hablar de nuevo pero no pudo, lanzó una mirada a la chica compartiendo su miedo y agonía, la misma que ella padecía. <br /><br /> — Recuerda lo que te dije —le dijo el hombre a la mujer acercándole su miembro a la altura de su boca—. Si te portas bien, te dejaremos ir. ¿Entendido? <br /><br /> La mujer asintió y abrió la boca dejando que el tipo le metiera el pene con empujones salvajes. <br /><br /> ¿Te dejaremos ir, pues cuantos son?, pensó Cristina. Cerró los ojos horrorizada, pensando en que también ella sufriría de todo eso. <br /><br /> El hombre sacó el pene de la boca de la mujer dándole un respiro para llevarlo directo a Cristina, la cual supo que no tendría opción, aunque le arrancara el miembro de una mordida, no sería suficiente para poder librarse de los demás secuestradores. Abrió la boca y cerró los ojos, por lo menos tendría el lujo de no ver la mirada de aquel maldito cerdo y él pudiera deleitarse con su sufrimiento. <br /><br /> Se limitó a imaginarse paseando en una bonita pradera para evadirse del momento y de las náuseas que sentía de aquel caliente miembro entrando y saliendo de su boca. Lo demás pasó rápido, solo sabía que el hombre las estaba violando a las dos por tiempos. Al final las puso muy cerca la una de otra para correrse sobre sus rostros. <br /><br /> El hombre soltó un gran suspiro de placer y Cristina se calmó sabiendo que por lo menos durante un rato aquel martirio había pasado. <br /><br /> — Duerme, preciosa, ya he grabado todo —le dijo señalando a un punto infrarrojo en la pared que parpadeaba. Cristina se maldijo por no a ver visto aquella luz cuando escudriñaba todo el cuarto—. Ya lo verás cuando salgas del efecto del rivotril. <br /><br /> Cristina no tuvo tiempo de pensar en más, el cansancio y el estrés la venció, cerró los ojos y se quedó dormida. <br /><br /> Cuando despertó ya no tenía dolor de cabeza, solo tenía mucha hambre. Vio que el hombre de la máscara estaba sentado cerca de ella viendo el televisor. Cristina se fijó en la pantalla y vio que era la grabación de ella siendo violada por el sujeto y una mujer más. Esta vez fuera de sentir miedo se sintió excitada viendo aquello. Volteó a ver de nuevo al hombre y vio que con una mano se masturbaba y con la otra tenía una pieza de carne que engullía gustoso. <br /><br /> — Mira que bien ha salido todo —le dijo sin voltear a verla—. Y lo mejor es que no recordabas nada, debiste de ver tu rostro de miedo al sentirte realmente violada. <br /><br /> Cristina sonrió y se llevó una mano a su clítoris para masturbarse viendo aquel video. <br /><br />— Genial —le dijo al hombre—. ¿Qué tal sabe? <br /><br />— Exquisita —respondió este dándole una pierna de la mujer descuartizada—. Pruébala tu misma. <br /><br />Cristina comenzó a mascar aquella fresca carne sin dejar de ver el video y sin dejar de estimularse su clítoris.</span><div id="fb-root">
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Alfonso Padillahttp://www.blogger.com/profile/17395372322828936440noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8561060603582886830.post-85916039669404690092019-10-22T19:15:00.002-07:002019-10-22T19:16:16.724-07:00Fragmentos de terror... EL VUELO<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><br /><br /><span style="color: red;"><i>No siempre el aeropuerto es la mejor opción...</i></span><br /><br /><br /><br /></span><br />
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EL VUELO </div>
</span><br /> <br /><br />1 <br /><br />Estaba esperando a que llegara el avión que me llevaría de regreso a mí Guanajuato, estaba en el aeropuerto de España después de un viaje de negocios, lo hacía frecuentemente casi cada mes. Dicen que a todo te acostumbras, pero este no era el caso pues a pesar de mis viajes frecuentes yo seguía teniéndole pavor a las alturas, a que se cayera el avión, o al mismo vacío que se siente en el estómago cuando se despega y se aterriza. Y más aún, odiaba los retrasos que solían pasar en uno de cada dos viajes. Viajar en aerolínea más barata tenía sus consecuencias, y como parte del presupuesto recortado de la empresa no opción. <br /><br /> Llevaba esperando ya media hora el vuelo en la sala, nos había dicho el personal que el avión venía de Arabia y por problemas de tránsito ajenos a ellos (claro, ellos siempre se lavan las manos) llegaría una hora tarde. El tiempo transcurrió, me acabé mi ración de donas y mi frapuchino para saciar un poco mi hambre y mi sed mientras escuchaba algo de jazz con mi celular. Entonces al fin vi por los grandes ventanales que el avión estaba estacionándose. </span><br />
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<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<a name='more'></a><span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><br /><br /> El avión terminó de acomodarse sobre el bordillo para que los pasajeros que lo abordaron saliesen a la sala y pudiésemos nosotros entrar. <br /><br /> Miré mi reloj, a pesar del retraso aún tenía el tiempo suficiente para llegar a instalarme al hotel (de 3 estrellas), y llegar a la cita con los clientes. Supuse que la gente de ese vuelo saldría rápido y nosotros partiríamos de inmediato para tratar de recuperar el tiempo perdido. Y aquella idea fue muy ingenua de mi parte, pues pasaron otros diez minutos sin que los pasajeros del avión saliesen. La gente aún más molesta se puso cerca del mostrador para reclamar porque no bajaban los pasajeros. <br /><br /> Me quité mis audífonos interrumpiendo el clásico “Strange Fruit” para ir a ver que les decían. decían. <br /><br /> — Parece ser que no les responden desde el interior —decía una empleada joven y delgada con el pelo recogido, muy parecida a las azafatas—. Pero ya viene a verificar el que está ocurriendo, sólo es cosa de unos minutos. <br /><br /> Algunas personas comenzaron a decir que exigirían el rembolso de su boleto y una indemnización pues tenían que haber llegado a cierta hora. Error garrafal, pensé pues nunca debes de poner un compromiso tan cerca de tu llegada por los malditos retrasos, y menos en esta aerolínea. <br /><br /> Los empleados seguían tratando de calmar los ánimos cuando vi que llegaron cuatro policías a la sala, se metieron al pasillo que conectaba a la puerta del avión. Si los uniformados estaban aquí, era señal de que aquello no pintaba bien. Los empleados de la aerolínea dejaron de mitigar a los enojados e hicieron una valla con los postes para que nadie se acercará más de lo debido. La gente curiosa seguía husmeando hasta donde podían, el personal les pedía se sentarán en lo que se arreglaba todo, pero no les hacían caso. <br /><br /> Los policías comenzaron a gritarles a los del avión para que abrieran la puerta o dijesen si les pasaba algo o necesitaban ayuda, y aquello provocó que la gente comenzara a exigir más respuestas. A mí en lo personal no me había preocupado del todo hasta que oí las puertas del avión que se abrieron. <br /><br /> — Ya se abrió —oí decir a un hombre alto con que trae unas bermudas y unas chanclas cafés. <br /><br /> — Favor de mantener su distancia, por favor - dijo la empleada con un cuerpo de aeromoza. <br /><br /> Los policías comenzaron a gritar y disparar al mismo tiempo. En aquel momento entré en pánico y me fui hacia el corredor contrario a dónde estaba la mayoría de la gente tratando de ver lo que pasaba. Entonces vi como comenzaban a correr hacia todos lados. No sé qué estaba ocurriendo pero la gente huía despavorida gritando, y entre aquellos gritos se mezclaban unos ruidos salvajes cómo si de bestias se tratasen. <br /><br /> Me fui corriendo por el corredor que conectaba las diferentes salas de espera pensando en salir del aeropuerto, o por lo menos llegar a algún lugar seguro. <br /><br /> La gente ya estaba con una histeria total y aquellos sonidos raros se oían por todas partes y estaban acercándose cada vez más hacia mí. <br /><br /> Una mujer gorda pasó al lado mío haciéndome perder el equilibrio, me iba a reincorporar para reclamarle pero el tumulto enloquecido estaba detrás de mí y no dudaba que me pisaran sin siquiera fijarse, tal cual pasa en lugares muy concurridos cuando se presentaba alguna emergencia y tienen que salir todos corriendo. Alcancé a aventarme hacia un lado para que la gente siguiera su cauce, mientras mi mochila era empujada y pateada hasta quién sabe dónde. <br /><br /> Me puse de pie para seguir huyendo y tratar de recuperar mi mochila, cuando vi que otra chica de vestido floreado tropezó cerca mí, antes de que pudiera ayudarla a reincorporarse, un hombre gordo le pisó el talón haciéndola pegar un chillido. La ayudé a levantarse y la jalé hacia la pared. <br /><br /> — ¿Estás bien? —le pregunté. <br /><br /> — No lo sé, creo que me he torcido mi tobillo, alguien me lo pisó. —Se tocó el tobillo arrugando la cara por el dolor. Era una joven atractiva, su rostro estaba lleno de pecas que encajaban con sus ojos verdes. —¿Sabes que está pasando? <br /><br /> — Eso es lo que te iba a preguntar. <br /><br /> Iba a comenzar a decirme algo pero un hombre se puso junto a nosotros, vestía un traje gris rata, su rostro estaba tenso y casi podría jurar que estaba al borde de una crisis nerviosa. Volteó a vernos consternado de arriba abajo varias veces. “Corran, lárguense de aquí”, nos dijo y salió junto con la multitud. <br /><br /> — Tiene razón, lo mejor es que avancemos —le dije a la chica. <br /><br /> Le ofrecí mi brazo para que se apoyará en él, la gente había disminuido por el pasillo pero los gritos aumentaban. Vi pasando al hombre alto de chanclas trastabillando, estaba herido de un brazo y una pierna, atrás de él iba un hombre envuelto en un turbante blanco con un par de cuchillos. <br /><br /> Enseguida jalea la chica de nuevo hacia la pared viendo a aquel mastodonte, el cual que no tardó en darle alcance al hombre de Bermudas y comenzó a masacrarlo. Aquel asesino del turbante lanzaba los bufidos raros que había oído cuando se abrieron las puertas del avión. <br /><br /> La chica me jaló del brazo para advertirme que otro loco de turbante venía hacia nosotros por el pasillo contrario, también cargaba un par de cuchillos ensangrentados de no sé qué víctima. <br /><br /> Mi instinto de supervivencia me pidió a gritos salir corriendo de ahí, más no podía dejar a la chica indefensa con su pie lastimado, la alcanzarían enseguida. Mire las alternativas de escape: Sólo estaban los baños enfrente, los cuales no servirían de mucho pues las puertas de los sanitarios no eran completas; y al lado teníamos una puerta que estaba cerrada. <br /><br /> El loco del turbante estaba ya a solo dos metros de nosotros levantando sus cuchillos dispuesto a continuar con su masacre, de entre sus dientes grisáceos se podía percibir aquel sonido salvaje. Entonces, sin saber qué hacer, de repente la puerta que estaba al lado de nosotros se abrió y un hombre nos llamo para que nos metiéramos. <br /><br /> Nos salvó la vida. <br /><br /> <br /><br />2 <br /><br />La persona que nos había rescatado era el encargado de intendencia y se llamaba Israel. Era un hombre de unos sesenta años de edad con un principio de calvicie y unas gruesas cejas. A su lado estaba otro hombre que rondaría los cuarenta, y a pesar de que en aquel sitio había una bombilla con una luz muy tenue pude identificar qué se trataba de uno de los empleados de la aerolínea, me pareció que lo había visto en el mostrador, aunque no soy muy atento en esos detalles. Era un hombre moreno y con un fino bigote bien delineado. <br /><br /> Iba a empezar a darle las gracias, pero nos quedamos callados pues oímos como el loco se acercaba a la puerta diciendo unas raras palabras y aquellos gruñido salvajes. Estaba tan sólo a unos centímetros de nosotros, por un momento pensé que comenzaría a clavar sus cuchillos sobre aquella frágil puerta, y pronto se le unirían los otros locos que andaban por ahí afuera; entonces abrirían esa frágil separación que nos salvaba de ellos y moriríamos masacrados. Más nada de eso pasó, el loco estuvo ahí no sé cuánto tiempo cuchicheando algo (para mí fueron siglos), y después se alejó. Hasta que nos cercioramos de que estaba lejos y no volvería, empezamos a hablar en tono muy bajo. <br /><br /> — Gracias —les dije—. Nos han salvado. —Los hombres asintieron e intentaron sonreír, en aquellas circunstancias era difícil hacerlo—. ¿Qué ha pasado? —agregué esta vez viendo directo al empleado de la aerolínea, él debía de estar al tanto de lo ocurrido. <br /><br /> — No sé gran cosa —me respondió levantando los hombros—. El avión era conducido por uno de nuestros pilotos y provenía de China. Venía en tiempo y forma hasta que hizo la parada intermedia en Arabia Saudita, donde se suelen subir algunos pasajeros más y se hace un pequeño break. Ahí se notificó un pequeño inconveniente que provocó el retraso de media hora. Entonces salió de Arabia Saudita hacia acá, todo seguía normal cuando arribó al aeropuerto. El copiloto aviso la llegada y solicitó el número de cajón para estacionarse. —Hizo una pausa para secarse el sudor con un pañuelo que usaban como atuendo de su uniforme, a pesar de que estábamos los cuatro encerrados en el pequeño cuarto no se sentía calor, más bien eran sus nervios de estar recordando todo aquello. —Después de eso se perdió todo tipo de comunicación, se estacionaron pero no abrían las puertas. Fue cuando tratamos de comunicarnos con ellos pero nadie respondía. <br /><br /> — ¿Y entonces cuando decidieron llamar a la policía? —dijo la chica. <br /><br /> — Así es, las puertas no se pueden abrir desde afuera, por ello mandamos a la policía para que fuese la causa que fuese por la que no abrían, lo hicieran. <br /><br /> Se siguió sacando el sudor de su frente, que era cada vez más y le escurría como si estuviese en plena sesión de ejercicios. <br /><br /> — Yo estaba muy cerca de ahí —prosiguió—. Vi cuando las puertas se abrieron y salieron aquellos hombres árabes de forma tan rápida y contundente, que pronto acabaron con los sorprendidos policías, para después seguir masacrando a toda la gente que encontraban a su paso. <br /><br /> — Tuvo suerte en correr a tiempo, Pepe - dijo Israel. <br /><br /> El empleado asintió y casi pude ver en su mirada que quizá tuvo que hacer algo siniestro para poder sobrevivir, algo así como aventar a alguno de sus compañeros o aventar a todos para salvarse. <br /><br /> — ¿Y ahora qué hacemos? —preguntó la chica. <br /><br /> — Ya no se oyen ruidos, supongo que se han ido alejando aquellos tipos —dijo Pepe—. La policía ya debe de estar al tanto, no tardarán en detener a esos maleantes. Mientras podemos echar un vistazo ahí afuera. No soy claustrofóbico pero no me gustan los espacios cerrados. <br /><br /> — Yo estoy de acuerdo —dijo Israel. <br /><br /> — Hagamos algo —comenté después de ver las posibilidades—: iré yo junto con Pepe, usted quédese con... <br /><br /> — Susy —dijo la chica. <br /><br /> — Ella está lastimada de un pie —dije— y si algo se pone feo afuera, no podrá regresar a tiempo. Si vemos que todo está bien regresaremos a por ustedes. <br /><br /> A pesar de que al intendente pareció no agradarle que lo dejáramos fuera de la exploración, parecía entender que con su edad le sería más difícil enfrentar a aquellos tipos, y la muchacha no podía quedarse sola. Conformes todos con el plan, abrimos la puerta con sumo cuidado asomándonos y revisando todo cuanto podíamos. Aquello había sido una masacre, así que interpuse mi cuerpo frente al de la chica para que no viese nada, no le haría ningún bien hacerlo. Decenas de personas estaban tiradas por el piso con numerosas heridas que habían hecho que el piso se tiñera de rojo. Aquellos asesinos eran insaciables y muy sádicos, pues no les bastaba solo con matar a las personas, además las acuchillaban decenas de veces, tal y como alcancé a ver que le hacían al hombre alto de las bermudas. Fuimos caminando con mucho cuidado entre el reguero de cuerpos y los charcos de sangre. Pepe se detuvo un momento para ver el cuerpo de una mujer que estaba boca abajo, con el pie la volteó hacia arriba, era la empleada de la aerolínea con el cuerpo de azafata que había visto. <br /><br /> — Era tu compañera —le dije—. Lo siento. <br /><br /> — Iba a ser algo más —una lágrima le rodó por su mejilla, se la quitó con el dorso de la mano y me dijo que fuéramos hacia el pasillo que conducía al avión. <br /><br /> El sitio parecía solitario, ambos sabíamos que investigar aquella zona no nos llevaría a salvarnos ni a la salida, pero en aquel sitio si podríamos encontrar las respuestas a lo qué había pasado. <br /><br /> — Sólo será un vistazo rápido —me dijo—. Si quieres quédate aquí y si ves algún loco me gritas para que regrese. <br /><br /> Más eso no era la que yo quería, yo quería ir dentro de ese avión y ver que puta madre había pasado. <br /><br /> — Prefiero ir contigo, adentro puede estar peligroso y te vendría bien una ayuda. <br /><br /> Llegamos hasta el límite de la puerta, en el suelo estaban los policías masacrados. Pepe tomó una de las pistolas y me señaló otra. La levanté, y a pesar de que nunca había usado un traste de esos y supuse que él tampoco, me dio algo de confianza tenerla conmigo. Entramos en el interior del avión donde estaba todo oscuro, en la primera fila estaban los cadáveres de los pilotos y las azafatas masacrados. Pepe los giro hacia arriba y movió la cabeza con pesar. <br /><br /> Le di una palmada en la espalda y le señalé la cabina. Revisamos el interior donde todos los monitores y tableros estaban apagados. Apretó un par de botones que me dijo que eran para restablecer la luz pero no funcionaron; entonces como ultimo recursó accionó una palanca para la luz de emergencia. Tampoco sirvió. <br /><br /> — Sí que conoces el funcionamiento de esta cosa —le dije. <br /><br /> — Fui copiloto un tiempo —Me dijo en tono sombrío, algo ocultaba aquel hombre. Abrió la compuerta del lado izquierdo y sacó unas lámparas—. Si vamos a revisar el interior, no pienso entrar ahí a oscuras. <br /><br /> Concorde con él, nos pusimos las lámparas entre la pistola y fuimos avanzando. Los asientos se veían vacíos, sin ningún rastro de que alguien hubiera venido volando. Abrió las puertas de arriba de los asientos donde se ponían las maletas y de igual manera estaban vacíos, como si aquellos pasajeros asesinos no llevasen nada nada más que sus cuchillos. <br /><br /> — Un atentado terrorista —susurré. <br /><br /> — Puede ser, aunque es muy raro que en el aeropuerto de Arabia los dejasen entrar con tantísima arma, y más aún no que no hayan reportado alguna anomalía el piloto o las azafatas. <br /><br /> — O los tenían amenazados. <br /><br /> No dijimos más y seguimos avanzando por el pasillo, todos los asientos y las compuertas de arriba estaban vacías. Parecía que no encontraríamos nada hasta que al final del avión vimos a una persona que estaba agachada. Alumbramos hacia el sitio sin dejar de apuntar con el arma. <br /><br /> — Alto, levante las manos y quédese quieto —le dijo Pepe con el mismo tono que lo haría un policía, y me pregunté si no había trabajado en ello también. <br /><br /> El del suelo era un hombre vestido todo de blanco y con turbante, pera diferencia de los asesinos este no media los dos metros y era muy viejo, debía de tener más de 80 años, poseía una barba blanca tan grande que le llegaba al pecho. En sus manos tenía algo que resguardaba, debía de ser una lampara o algún aparato que parpadeaba en intervalos irregulares. <br /><br /> — Usted debe saber qué pasó aquí — le dijo Pepe tratando de sonar fuerte, aunque se le percibía un aire de nerviosismo—. Díganos. <br /><br /> — Esto es —respondió que el hombre extendiendo con sus manos con aquella cosa que resguardaba. Lo alumbramos y era algo así como un corazón de un color pálido y con venas que lo recorrían. Cada que parpadeaba emitía una luz morada. Aquel objeto o era una genialidad japonesa o realmente tenía vida propia. Y a pesar de su fealdad nos resultaba imposible dejar de admirarlo. <br /><br /> — ¿Qué carajo es eso? —dijo Pepe acercándose un paso, quise detenerlo pues podía ser una trampa, pero aquel objeto era muy tentador, casi mágico, y deseé yo ser el que pudiese tocarlo primero. <br /><br /> — Esta es tu respuesta —dijo el anciano de barba blanca con su claro tono arábico. <br /><br /> Mi compañero de Aventura dejó la pistola y la lámpara un lado para cargar aquello. Le intenté apuntar al anciano por si aprovechaba aquel momento de descuido, pero me costaba trabajo por la luz hipnótica del corazón, tanto que no me di cuenta cuando baje los brazos expectante a ver aquel pedazo de cosa en las manos de Pepe. <br /><br /> Entonces aquel corazón se empezó a agitar violentamente y parpadear con más fuerza, aquellos destellos que sacaba hicieron que mi vista se nublara y lograra solo entrever lo que estaba ocurriendo, como si fuesen miopes y en sus lentes de fondo de botella. <br /><br /> Fue cuando algo raro le empezó a pasar a Pepe que no soltaba aquella cosa, como un padre con su recién nacido. Empezó a lanzar aquellos gruñido salvajes de los asesinos, y ante mí incrédula vista (o más bien lo que alcanzaba a ver), vi cómo sus ropas comenzaron a cambiar de color y volverse blancas, incluso de su cabeza comenzó a brotarle una túnica blanca que lo fue cubriendo. Hasta me pareció que su cuerpo empezó a crecer y ensancharse hasta alcanzar las proporciones de aquellos asesinos. <br /><br /> Fue entonces cuando corrí hacia la salida, mientras atrás de mí podía oír los gruñidos salvajes del que antes había sido Pepe. <br /><br /> <br /><br />3 <br /><br />Corrí lo más rápido que podía tratando de no chocar con los cadáveres del piso. Salí del avión y me dirigí hacia el pasillo, trastabillé al doblar una esquina con una mujer que estaba desparramada con las manos extendidas, aunque logré mantener el equilibrio y continué corriendo. Podía oir a lo lejos los ruidos salvajes de Pepe y el par de armas que iba cargando. No tenía idea de dónde las había sacado, si se habían materializado al igual que su ropa, o quizá el anciano árabe se los había proporcionado. Por un momento pensé en ir por Israel y Susy, más lo descarté recordando el tobillo lastimado de la chica, no podría correr y aquel salvaje terminaría con nosotros, por lo que seguí corriendo por el pasillo sin voltear siquiera ver a mi perseguidor, tan solo me guiaba por los ruidos que hacía. <br /><br /> Fue cuando se me ocurrió tratar de perderlo, apresuré el paso lo más que mis piernas daban, di una vuelta hacia la derecha y entonces volteé para ver si él ya había dado la vuelta y estaba a la par mía. Cuando corroboré que aún no llegaba a este punto, me metí a uno de los sanitarios y me refugié en el primer mingitorio que encontré, cerré la puerta y me subí sobre el wáter para que no me pudiese ver los pies en dado caso de que entrara. <br /><br /> Estuve ahí un buen rato ahí, esperando que no entrara y me descubriera. Esperé el tiempo adecuado como para descartar que aun estuviera buscándome, aunque aún corría el riesgo que estuviera afuera esperándome a que saliera. Antes de salir primero me bajé de la taza del wáter y me asomé por la parte de abajo de la puerta para ver si veía algo, al no encontrar nada, salí con mucho cuidado tratando de no hacer ruido. En el pasillo no había nadie, lo más seguro es que se siguió corriendo hasta el fondo. Ahora sí podría regresar al cuarto de aseo y llevarme a Israel y a Susy hacia un lugar más seguro. <br /><br /> Al llegar al cuarto de aseo encontré la puerta abierta y pensé que habían salido averiguar algo, pues debían de estar desesperados por tanto tiempo de espera. Podían haber creído que algo nos había pasado, que estábamos en dificultades o, incluso, que los habíamos abandonado. Más nunca pensé en la verdadera causa: dentro del cuarto de aseo estaba Israel acuchillado. Si bien no había sido masacrado como los demás pasajeros, si tenía bastantes heridas y por un momento pensé que estaba muerto. Y lo peor fue que Susy nos estaba ahí. <br /><br /> — Israel - le dije moviéndolo con suavidad -. ¿Porque se salieron? <br /><br /> — Pe… Pepe regreso… nos pidió que le abriéramos. <br /><br /> Eso sólo podía significar que a pesar de que Pepe se había transformado aún tenía la noción de quién era, y usó aquello para engañarlos y le abrieran. ¿Pero entonces qué había pasado con la chica? <br /><br /> — ¿ Y Susi? - le pregunté - ¿Dónde está? <br /><br /> — Se… se la ha llevado. <br /><br /> Ahora Tenía yo dos problemas atender: a Israel que estaba mal muy mal herido, y encontrar a Susy antes de que le hicieran algo. No tenía la menor idea de primeros auxilios pero sabía que debía de evitar que se siguiera desangrando, así que busqué en las repisas que estaban arriba algunos trapos que se vieran limpios. Encontré unas franelas y le pedí las apretara con todas sus fuerzas contra sus heridas. Realmente se veía muy mal y sino lo ayudaban pronto, moriría. Le dije que siguiera presionándose en lo que iba por ayuda. <br /><br /> Me dirigí a la derecha del pasillo, que era por dónde había intentado huir toda la gente. Conforme fui avanzando pensé que los muertos disminuirían pero, para mi sorpresa, eran cada vez más, llegando a cubrir casi todo el piso. Aquellos asesinos debieron de sorprender a todas las personas que estaban esperando otros vuelos. <br /><br /> Seguí caminando cada vez con más cautela, sabiendo que pronto se acabaría el final del pasillo y llegaríamos a la última sala grande de recepción. Cuando estaba lo suficientemente cerca, comencé a oír una fuerte voz que decía algunas palabras raras que no lograban entender, me acerqué casi a rastras para no ser visto. <br /><br /> En el centro de aquel lugar estaban reunidos todos los asesinos en forma de círculo, debían de ser más de cincuenta. Todos estaban con la cabeza agachada y las manos entrelazadas apuntando sus espadas hacia los pies. Del centro del círculo era de donde se oía aquella voz qué parecía orar, mientras el resto de los asesinos sólo soltaban un bufido muy tenue. <br /><br /> Me tiré al suelo para irme arrastrando hasta que pude ver quien estaba en el centro de aquel círculo: era el anciano de barba blanca, el cual no tenía idea de cómo había llegado ahí pues yo salí corriendo del avión y no perdí más que unos minutos escondido en el baño y cuando regresé a ver a Israel. Y aquel arcaico árabe era estaba hincado con su corazón palpitante en la mano, y en el suelo estaba nada más nada menos que Susy parecía estar desmayada. <br /><br /> No tenía idea de que era lo que pretendían hacer aquellos hombres en ese extraño ritual, pues al resto de las demás personas lo masacraron sin piedad, pero Susy parecía no tener ninguna herida y quizá estaba viva. <br /><br /> Entonces, y como respuesta a mis dudas, el anciano dejó el corazón palpitante a un lado y sacó una pequeña daga que levantó a la altura de su cabeza. <br /><br /> Iba a matar a Susy, era algún tipo de sacrificio, tenía que hacer algo. <br /><br /> Y entonces olvidándome de mi propia supervivencia y de la gente que espera me esperaba en mi casa, me entró ese instinto de ayudar a las personas aun a costa de mi propia vida, me levanté y con toda la fuerza que pude comencé a gritar, esperando llamar su atención y parara aquel ritual. <br /><br /> — ¡Imbéciles déjenla en paz, vengan a por mí si es que pueden! <br /><br /> Supuse que aquello serviría, que los tipos voltearían y comenzarían a perseguirme. Más nada de eso pasó pues sí estaban en trance. Entonces opté por la opción de ir directo por ella, esperando que realmente no se movieran aquellos asesinos. <br /><br /> Me abrí paso entre los asesinos y corrí hacia el anciano, pero justo antes de llegar a él, este soltó un grito y hundió el cuchillo en el pecho de Susy. <br /><br /> Aterrado me acerqué imaginando que aquel metal no se hubiese enterrado en la chica, que hubiese fallado, que hubiera sido alguna alucinación mía, o cualquier cosa menos eso. Más todo fue cierto: aquel anciano árabe no solo le había enterrado el cuchillo en el pecho a la chica, además estaba trazando un círculo para abrirle un orificio alrededor del corazón. El otro corazón que antes tenía el anciano en el avión, y en ese entonces nos había parecido tan hipnótico a Pepe y a mí, estaba ahora sobre el cada vez más seco y casi moribundo. <br /><br /> En ese momento supe cuál era la intención del anciano con su ritual. No sé de qué forma, pero aquel corazón era el que se encargaba de controlar y cambiar a todas esas personas que antes debieron de haber sido pasajeros comunes y corrientes. Y mediante el rito, iban a cambiar aquella fuente de poder con el corazón de Susy, para no solo poder mantener a los asesinos, sino además crear nuevos. <br /><br /> La vida de la chica ya no tenía solución, sin embargo, me arrojé sobre el anciano intentando quitarle el cuchillo. Comenzamos a forcejear, no era igual de fuerte que sus asesinos, tenía la fragilidad de una persona de su edad, así que no me costó trabajo hacer que soltará el cuchillo. <br /><br /> — No… no sabes lo que haces —me dijo—. Es necesario. <br /><br /> Le solté un puñetazo en la mandíbula que lo tiró en el suelo noqueado. Tomé el cuchillo esperando que sus asesinos me atacaran enseguida, más estos seguían en trance con la vista fija hacia nosotros. <br /><br /> Enterré el cuchillo en el corazón moribundo, este lanzó un quejido muy agónico que recordaré el resto de mi vida. Comenzó a zarandearse mientras el arma estaba dentro de él, como si tratara de sacárselo. En cuanto saque el cuchillo, aquella cosa se empezó a marchitar y secar como una uva pasa, hasta que se volvió tan diminuto y seco que terminó por partir y esparcir como polvo. <br /><br /> El anciano se llevó las manos al pecho y empezó a sufrir convulsiones, por supuesto que no lo ayudé y esperé hasta que dejó de moverse y sus ojos se pusieron en blanco. <br /><br /> Los asesinos comenzaron a transmutarse en las diferentes personas que habían sido antes de mutar. Los cuchillos y las túnicas se desvanecieron también. <br /><br /> Le dediqué una rápida plegaria a Susy, regresé rápido con Israel esperando poder socorrerlo. <br /><br /> En el camino escuché balazos y las puertas comenzaron a abrirse. Unos militares entraron pero no apuntaban hacia adentro, venían huyendo y combatiendo de fuera. <br /><br /> Queriendo y a la vez no queriendo saber que pasaba, me acerqué a los ventanales y miré. Afuera se disputaba una batalla campal entre los militares y cientos de asesinos árabes, y con cierta distancia entre la batalla, decenas de ancianos árabes sostenían flamantes corazones en sus manos y gustosos veían como sus tropas ganaban terreno. </span><br />
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Alfonso Padillahttp://www.blogger.com/profile/17395372322828936440noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8561060603582886830.post-56979313880154235482019-08-19T20:31:00.005-07:002019-08-19T20:31:45.140-07:00Fragmentos de terror... LA BASURA<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;">Una galaxia nos vigila...<br /><br /><br /> <br /></span><div style="font-family: "Helvetica Neue", Arial, Helvetica, sans-serif; text-align: center;">
<span style="font-size: large;">LA BASURA </span></div>
<br style="font-family: "Helvetica Neue", Arial, Helvetica, sans-serif;" /><br style="font-family: "Helvetica Neue", Arial, Helvetica, sans-serif;" /><br style="font-family: "Helvetica Neue", Arial, Helvetica, sans-serif;" /><span style="font-family: "Helvetica Neue", Arial, Helvetica, sans-serif;">Era un hombre de baja estatura con una nariz grande y aguileña. Tenía una gran calva y ojos pequeños que estaban hundidos bajo amplias ojeras. Me recordó a Lucas de los Locos Addams. Estaba hundido en el sillón pareciendo más pequeño de lo que en realidad era, queriendo esconderse de mí. Era la típica actitud de un primerizo que no está convencido de que las terapias le sirvan de algo, o bien de alguien que cree que su problema es tan grande y penoso que no desea contárselo a nadie. </span><br style="font-family: "Helvetica Neue", Arial, Helvetica, sans-serif;" /><br style="font-family: "Helvetica Neue", Arial, Helvetica, sans-serif;" /><span style="font-family: "Helvetica Neue", Arial, Helvetica, sans-serif;"> — Señor Jerónimo —le dije viendo mi libreta en sus datos—. Usted ha sido enviado por el doctor Peralta para revisar sus problemas de paranoia, más quisiera que me hablara a detalle qué es lo que le acontece. </span><br style="font-family: "Helvetica Neue", Arial, Helvetica, sans-serif;" /><br style="font-family: "Helvetica Neue", Arial, Helvetica, sans-serif;" /><span style="font-family: "Helvetica Neue", Arial, Helvetica, sans-serif;"> Miró hacia todos lados como buscando algo, se levantó de su asiento y fue directo a mi cesto de basura, pensé que tiraría algún chicle o papel, más solo miró hacia su interior, dio otra revisada a los alrededores y regresó a su lugar. </span><br style="font-family: "Helvetica Neue", Arial, Helvetica, sans-serif;" /><span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /><br /><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiSpC9RgcHX8ojgaeuiznB-JXTwczjui5NdykkSmJFc1pckyJ1-KB-WTJafuFTBcK-D77t7hCt50iUYCZGoLLKZGgWFGDcV3vXP097V8pUeeHkkYg-8LDi6_it8MTATQdmiYtr5UzMm5yMA/s1600/la+basura.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="177" data-original-width="266" height="212" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiSpC9RgcHX8ojgaeuiznB-JXTwczjui5NdykkSmJFc1pckyJ1-KB-WTJafuFTBcK-D77t7hCt50iUYCZGoLLKZGgWFGDcV3vXP097V8pUeeHkkYg-8LDi6_it8MTATQdmiYtr5UzMm5yMA/s320/la+basura.jpg" width="320" /></a></div>
<br /><br /><a name='more'></a><br /> — Todo libre, al parecer —me dijo—. Eso de la paranoia es lo que el doctor Peralta dice de mí, sin embargo él no sabe toda la verdad, solo lo deduce por lo que le he podido contar. Su bote de basura siempre está por lo menos a la mitad, y así no se puede. Te contaré todo y espero tú si me comprendas. <br /><br /> — Es lo que pretendo: comprenderlo para ayudarlo. Ahora cuénteme, ¿por qué no le ha dicho todo a su doctor? <br /><br /> — Yo tengo que ser muy cauto con quien hablo en donde lo hago; créame, doctora, no puedo hacerlo donde sea y a quien sea. <br /><br /> — ¿Y en estos momentos lo puede hacer, señor Jerónimo? <br /><br /> El paciente se levantó de nuevo a mirar el cesto y los alrededores, se puso a lado mío y me tocó el hombro, eso me provocó un escalofrió que traté de contener. <br /><br /> — ¿No tiene usted otro bote de basura aquí? —me preguntó. <br /><br /> — No, es el único. Por favor tomé asiento —le señalé el sillón—, y cuénteme que tiene que ver todo este lio de los botes con usted. <br /><br /> — La basura me espía —me dijo sentándose—. Está constantemente viendo a ver qué digo y a quien se lo cuento—. Fue bajando la voz al grado que tuve que ladear mi cabeza para oírle—. Por eso no puedo revelarle nada a nadie, pues sería condenarlos. <br /><br /> — Déjeme ver si lo entiendo. ¿La basura no quiere que nos cuente algunas cosas? —Me confirmó con la cabeza—. ¿Y qué pasaría si la gente se enterase? <br /><br /> — Sería fatal… fatal —dijo haciendo con las palmas una señal de stop, Irguió su postura y sus ojos brillaron mostrando un grado de locura—. La basura no solo me mataría a mí, sino a los que le contara mi secreto. <br /><br /> — Eso sí sería muy malo. Lo bueno es que aquí no hay nada de basura, así que con toda confianza cuénteme que es eso que no debo de saber. <br /><br /> Mi paciente bajó los hombros y se recargó en el sofá. Me miró por primera vez a los ojos lanzando un gran suspiro. Se estaba relajando, así que comenzaría a contarme todo. <br /><br /> — Bueno, doctora, pero primero dígame si está dispuesta a guardar el secreto de todo <br /><br /> — Por supuesto, por mera ética profesional no revelaré nada de lo que me diga aquí. <br /><br /> — ¿Y está usted dispuesta a cargar con toda esa responsabilidad en sus hombros? <br /><br /> En realidad estoy todo el tiempo cargando con los problemas de mis pacientes todo el tiempo, para eso estudié y para eso me pagan las consultas. <br /><br /> — Adelante, señor Jerónimo, no se preocupe, yo sabré lidiar con todo lo que me confiese. <br /><br /> — Supongo que usted con su mente científica debe de estar abierta a la vida extraterrestre y comprender que hay vida en otros planetas. —Arqueé mis cejas y fingí apuntar algo, aunque en realidad solo hice unos rayones—. Pues existe un planeta muy lejano —siguió diciéndome— en una galaxia llamada Abel 1835 en la constelación de Virgo, algo así como a trece mil millones de años luz de aquí. Bueno el caso es que este es un planeta que no solo descubrí, sino que lo fui siguiendo y analizando siempre limitado a la tecnología que la ciencia nos ofrece hoy en día, y descubrí que este planeta estaba lleno de basura. Al principio creí que esto era un indicio de que había algún tipo de seres habitándolo con la misma mala costumbre de los humanos de tirar basura. Pero con las siguientes investigaciones descubrí que no existían personas ni alienígenas como tal, más si tenía una gran población. ¿Sabe quiénes eran los habitantes? <br /><br /> Miré su expediente de nuevo, rectifiqué que era un físico matemático que había trabajado para la Nasa hace una década, eso me podía indicar que parte de lo que me decía podía tener algo de real. <br /><br /> — No lo sé —le dije—. Dígame, señor Jerónimo, ¿Quiénes eran los habitantes de ese lejano planeta? <br /><br /> Se levantó por tercera vez, y por tercera vez corroboró que no había nada en el cesto. Se quedó parado detrás del sillón, su rostro estaba pálido y de su despejada frente comenzaban a rodar unas gotas de sudor. <br /><br /> — La basura, doctora, la basura son los habitantes de ese planeta. Tienen vida propia y no sé de qué manera tienen un control total sobre la basura de nuestro planeta. Y es así como la basura más pequeña que esté por ahí, es un espía y un peligro potencial. <br /><br /> Poco faltó para que soltara una risotada pero mi código de respeto y la expresión de angustia de aquel hombre me contuvo. <br /><br /> — ¿Y todo esto que tiene que ver con que no me lo pueda contar? <br /><br /> Se acercó a mi oído para decirme: <br /><br /> — Que la basura de ese planeta está planeando conquistar nuestra amada tierra. <br /><br /> Aquello era una completa ridiculez, no me cabía duda que aquel paciente sufría de una paranoia muy rara. Lo más común es que los miedos se basaran en monstruos, personas o acontecimientos futuros, más no en objetos que pretendían conquistar el mundo. Todo ello me sonaba a astrofobia o cosmicofobia, combinada con una misofobia. Aquel señor debió de tener algún evento traumático que lo llevo a aquella loca asociación psicótica. <br /><br /> - ¿De qué sirve que nadie sepa de la conquista? <br /><br /> Se quedó callado un buen rato, pensé por un momento que no me contestaría; lo miré y lo miré varias veces tratando de que me contestase, más su mirada era furtiva. <br /><br /> - Que salve su vida -me dijo al fin-. ¿Qué más preciado puede ser que eso? Nosotros no podemos hacer nada, eso sería cosa del gobierno del ejército, que se yo. <br /><br /> - ¿Usted cree que ellos si pudiesen evitar la invasión? <br /><br /> - Eso espero, si es que aun hay tiempo. Y debo de confesarle que no es el único planeta que nos quiere conquistar. Uno de mis ex compañeros de trabajo ha descubierto recientemente un planeta donde la ropa tiene vida propia y también pretenden conquistarnos. <br /><br /> Mi paciente no solo tenia paranoia extrema, sino que aquello parecía contagioso. Ya era la hora de finalizar la terapia, así que le dije: <br /><br /> - Antes de acabar esta sesión solo me gustaría saber una cosa, señor Jerónimo, ¿en su vida ha tenido algún evento traumático con la basura? <br /><br /> - Nada de lo que usted se imagina. Para mí la basura siempre fue basura hasta que descubrí aquel planeta, y el resto ya lo sabe. <br /><br /> - Descanse -le dije levantándome-. Lo veo el lunes para ahondar más en su pasado. <br /> <br /><br /> El paciente se fue encorvado y con la mirada en el suelo. Hice unas anotaciones más y saqué de mi bolso unas galletas para comérmelas. Ya no había más, el empaque estaba vacío, mi hija debió de habérselas comido y me dejó la basura en el bolso para que no la regañara. <br /><br /> Debo de reconocer que los dos días posteriores me quedé un tanto perturbada con todo aquello, al grado que en más de una ocasión revisé mis botes de basura, y tuve unas cuantas pesadillas donde tras viajar en una nave espacial y chocar con un meteorito, mi nave se precipitaba sobre un planeta, y lograba salir malherida de ahí, solo para ser apresada y encarcelada por un ejercito de basura. Después de esos dos días -y para mi fortuna- no volví a mirar mis cestos ni a soñar cosas raras. <br /><br /> Llegó el día lunes y la hora de la cita, el señor Jerónimo no se presentó, supuse que al ver que no le creí nada no volvería a mis terapias. Aunque aliviada de no verlo, me quedé con cierta inquietud. El día concluyó sin noticias suyas, al igual que el martes y miércoles; hasta que el jueves me entró una llamada del doctor Peralta preguntándome si había atendido al señor Jerónimo, le conté a groso modo los detalles y me dijo que necesitaba verme en la hora de la comida. Se oía muy nervioso y como no me quiso decir ningún adelanto, pase el resto de la mañana nerviosa y esperando su llegada. La hora llegó, nos reunimos en una cafetería cercana, el doctor Peralta estaba pálido, lo primero que pidió fue un expreso doble, sus manos le temblaban y tenia un tic en el ojo izquierdo. <br /><br /> - ¿Qué te pasa? -le dije- Te veo demasiado nervioso y para colmo has pedido un café cargado. <br /><br /> - No se que tanto te haya contado el señor Peralta pero el sábado encontraron su cadáver en el interior de su departamento. -La mesera llegó con nuestras bebidas, el doctor tomó la taza con ambas manos para evitar que se le cayera-. La policía no sabe si fue un suicidio o alguien lo mató. <br /><br /> - ¿Pero que le pasó? <br /><br /> - La policía fue a verme para interrogarme y fue cuando me enteré de todo, supongo que vendrán a verte en estos días -dio otro sorbo-. Lo encontraron muerto por asfixia, tenia unas bolsas de plástico en su boca, pero lo macabro fue cuando en la autopsia vieron que todo su cuerpo desde el esófago estaba lleno de basura, como si se la hubiera estado tragando hasta morir asfixiado. -Debió de percibir mi mirada no se si de incredulidad o de asombro, por lo que me repitió con lentitud-: Si… lleno de basura. La policía supone que lo asesinaron, o también ha ido deduciendo tras ir conociendo sus paranoias, que pudo ser un suicidio tras algún ataque psicótico que haya tenido. <br /><br /> La escena del señor Jerónimo se pasó por mi mente, me faltó el aire y me mareé, me sirvió estar sentada para no caerme. Me esperé hasta sentirme mejor para decir algo. <br /><br /> - Tenia una posible combinación de fobias, algo raro que nunca me había tocado. <br /><br /> - Eso no es lo peor -me dijo haciendo una señal con la mano para que lo dejara continuar, un escalofrió me recorrió el cuerpo-. No se si su locura sea contagiosa o que demonios, pero en la mañana cuando salí de ducharme, toda la basura de mis botes estaba regada por toda mi cama. <br /><br /> - Supongo que el efecto del estrés que recibiste tras la noticia. <br /><br /> - Yo no me puse a regar la basura por mi cama -me dijo sorbiendo de su café, sus manos temblaban aun más, unas gotas cayeron sobre el mantel. Bajo ese grado de nervios no dudaba que había podido hacerlo, más no tenia sentido que lo hiciera-. He llegado a pensar que aquel hombre tenia razón -agregó- y la basura si lo espiaba. <br /><br /> “Y también quiere conquistar el mundo” pensé en decirle pero callé, él no sabia eso y el enterarse solo le haría ponerse peor. <br /><br /> - Creo que debes de tomarte una ducha, un buen relajante y dormir el resto del día -le dije-. Esperemos a que la policía haga su trabajo y hable conmigo para que les hable de las psicosis del difunto. Verás que todo fue una rara coincidencia y pronto acabará. <br /><br /> Se despidió de mí. No quise comer nada se me había ido el hambre, así que regresé a la oficina, la secretaria aun no regresaba, entré a mi despacho. <br /><br /> Sobresaltada pegué un grito: sobre mi escritorio estaba un montón de basura apilada como si hubieran vertido un gran tambo encima. De nuevo sentí que me desmayaba, me sujeté del pomo de la puerta y respiré profundo hasta que retomé el control, salí a buscar a la señora de intendencia para que me explicara todo aquel show. La encontré tirada en el suelo con los brazos extendidos. Su rostro estaba morado por la asfixia, de su boca sobresalía una bolsa, no necesité saber más, sabia que el resto de su cuerpo debía de estar lleno de basura. Debía de advertirle al doctor Peralta y, de ahora en adelante, tendría que guardar ese secreto conmigo, pues el solo hecho de revelarlo me costaría la vida. </span>Alfonso Padillahttp://www.blogger.com/profile/17395372322828936440noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-8561060603582886830.post-91179748587756785952019-07-29T10:22:00.005-07:002019-07-29T19:45:23.061-07:00Fragmentos de terror... CACERIA<div id="fb-root">
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<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="color: red;"><i>Aunque sean más caras valen la pena...</i></span><br /><br /><br /><br /></span><br />
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<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">Cacería </span></span></div>
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;">
<br /><span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;">La subí a la altura de la calzada Tlalpan y la calle Coruña, después de estar dando varios rondines y viéndolas a todas, hasta que supe que ella era la indicada. Llevaba </span><span style="font-size: 11pt; line-height: 107%;"><span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;">un vestido rojo tan pequeño que se le enmarcaba
el inicio de sus nalgas</span></span><span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;">; tenía unos senos medianos muy firmes, acompañados de una cintura pequeña y una cadera de infarto. Lo bueno de aquella zona era que las putas eran riquísimas y hermosas, aunque más caras, cosa que en realidad no me importaba pues al final siempre recuperaba el dinero, solo era cosa de encontrar a la chica correcta. Le pregunté qué cuanto cobraba solo por mero trámite. </span><br /><br /><span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"> — Seiscientos, papi —me respondió—. Una hora, incluye relaciones ilimitadas, oral, todos desnuditos, un rico masajito y trato de novios. </span></span><br />
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<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><br /></span></div>
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhXPLZNDzIjhE2VLOuJDmQA0dMpcBNH92NK1pyYE9YYeF6V4V7bmgppzhNXNq2fhYfV1ugtfLqNg4Zjv-h_sU0htDJ2fl9b6MzHYCZxJ3CISe0sFB2NdwH9fuEuw_l3qXp1mJloPoavhyWi/s1600/caceria.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><img border="0" data-original-height="640" data-original-width="640" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhXPLZNDzIjhE2VLOuJDmQA0dMpcBNH92NK1pyYE9YYeF6V4V7bmgppzhNXNq2fhYfV1ugtfLqNg4Zjv-h_sU0htDJ2fl9b6MzHYCZxJ3CISe0sFB2NdwH9fuEuw_l3qXp1mJloPoavhyWi/s320/caceria.jpg" width="320" /></span></a></div>
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<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><br /></span></div>
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<a name='more'></a><span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><br /><br /> — ¿Con besos y todo? <br /><br /> — No, mi rey, sabes que eso no. <br /><br /> — ¿Y anal? <br /><br /> — Por doscientos más me lo destrozas a tu gusto —me dijo sonriéndome, era de ojos grandes y boca pequeña—. Eso sí, con condón. <br /><br /> Le abrí la puerta y fuimos al motel. Estaba a solo tres cuadras de ahí, era un lugar de mala muerte y muy solitario para ser solo las nueve de la noche. Solo vi en la esquina de la calle a un tipo de cachucha que tenía sus manos en la sudadera bien guardadas escondiendo algo, supuse que era el checador de las golfas pues le hizo un guiño a la chica cuando pasamos. Pagué el cuarto y nos fuimos a la habitación. Tal y como lo supuse era un lugar de quinta que por lo menos tenia tele con cable, lo cual me servía por lo solitario del sitio. Solo tendría que ser precavido al salir con el padrote de la cachucha. <br /><br /> — ¿Quieres ver porno? —me preguntó con el control de la televisión en la mano. <br /><br /> — A todo volumen, eso me excita. —La miré de pe a pa, era realmente hermosa, lastima por ella—. ¿Y por cierto cómo te llamas? <br /><br /> — Yesenia —me dijo poniendo el canal de la huster donde dos negras se hacían unas tijeras mientras se daban un profundo beso. Miró mi rostro y mis arañazos casi frescos—. ¿Te peleaste con una manada de gatos? <br /><br /> — De gatas —le respondí haciéndola sonreír, aunque yo me quedé serio. Saqué dos billetes de quinientos pesos y los puse en la cama—. Quiero oral natural y correrme en tu ano. <br /><br /> — No tengo cambio, papi, acabo de empezar, eres el primero. <br /><br /> — Descuida, es tu propina —le dije sabiendo que eso te decían todas para quedarse con el cambio y que creyeras que no estaban ya manoseadas y babeadas—. Eso sí, llévame al infierno del placer. <br /><br /> Me sonrió, guardó los billetes en su bolso y apretó un interruptor para dejar todo a media luz. Me pidió que me sentara para hacerme un bailecito. El porno en la tele con las lesbianas frotándose sus clítoris sonaba a todo volumen mientras la prostituta se iba quitando sensualmente el vestido rojo mostrándome una linda corsetería negra. Su exquisito cuerpo se reflejaba a través de la lámpara de la cabecera sobre una de las paredes. La sombra era igual de curvilínea que su dueña pero al final de su cabeza tenía dos cuernos. Fingí no verlos y simulé quitarme el pantalón mientras ella terminó de desvestirse y se acercaba a mí para mamármela. <br /><br /> Me llevé las manos al interior de la chaqueta y saqué una pistola, pero ella fue más rápida que yo y de un brinco me tumbó el arma y se puso arriba de mí, mostrándome unos enormes colmillos. Antes de que fuera a lanzarme una mordida le di un rodillazo que la desequilibró haciéndola de lado, la terminé de empujar con el brazo y rodé hacia el otro lado. Tomé la pistola y disparé sin apuntar siquiera, fue solo para mantenerla a raya. <br /><br /> Le rocé solo el hombro, la mujer aulló mostrándome aún más sus feroces colmillos. Brincó de nuevo hacia mí como un felino sobre su presa, logré dispararle antes de que su cuerpo se estrellara contra el mío dándole en medio de sus firmes senos. Yo me estrellé con la pared por el impacto y ella salió despedida contra la cama; donde famélica empezó a aullar mientras se iba retorciendo del dolor mirándome con el más grande odio. No tardó en empezar a desintegrarse. Cuando solo hubo quedado su maltrecho corazón oxidado sobre la cama, le esparcí unas gotas de agua bendita para que se secara por completo y acabar con esa escoria. <br /><br /> En la televisión las negras seguían gimiendo a gran volumen ahora con un 69, a pesar de ello sabía que habíamos hecho mucho ruido, así que me vestí muy rápido, tomé mis dos billetes de quinientos más otros que ya había juntado (al fin que ya no los necesitaría). Abrí la puerta disparando en el pecho del encargado que ya estaba listo para atacarme. Se desintegró y purifique su corazón. Tomé mi carro y hui a toda velocidad esperando la siguiente cacería de putas.</span><br />
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Alfonso Padillahttp://www.blogger.com/profile/17395372322828936440noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8561060603582886830.post-86704111848907136552019-06-18T10:41:00.000-07:002019-06-18T10:41:31.921-07:00Fragementos de terror... EL ROMPEMITOS<br />
<span style="color: red;"><i>T</i></span><span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="color: red;"><i>odo mito o leyenda puede tener ciertas bases difíciles de vencer...</i></span></span><br />
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<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">EL ROMPEMITOS </span></span></div>
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif; text-align: start;"><br /><br /><br />Peter Aranda había sido un famoso periodista que destacó en el mundo hispanoparlante en Estados Unidos, llegó a trabajar para importantes cadenas de noticias como la CNN, ABC News o Fox, donde siempre destacó por sus investigaciones rudas que destapaban la verdad sin compasiones ni miramientos. Incluso los televidentes sabían que cuando empezaba un reportaje de Arandas, venia algo revelador. Y así fue creciendo como la espuma en ese medio y el tiempo lo llevaría a convertirse en uno de los mejores del país, pues incluso sus mismas televisoras en las versiones en inglés, ya estaban solicitando sus reportajes. Pero como suele pasar en la vida todo cambió un día. Su esposa Katie y su hija Hannah fueron a comprar a un centro comercial un regalo por el aniversario de la pareja, y justo ese día un loco depresivo llegó con una metralleta a disparar en la entrada a cuanta persona encontró. Aquella fue la famosa matanza de Mississippi donde Peter Aranda perdió a su familia. Después de ese hecho desafortunado la CNN le dio el tiempo necesario a su periodista para que se recuperara de aquel devastador golpe; el problema fue que el alcohol y la terrible depresión no le ayudaron a ello. Al cabo de un mes regresó Aranda, más su vuelta no fue ni la sombra de lo que era antes. En las pocas notas que hizo después se perdió toda la espectacularidad que se le conoció y, así como algún día creció tanto, su prestigio se fue a pique aún más rápido. La televisora no tardó en correrlo. Aranda comenzó a buscar trabajo en televisoras más pequeñas pero nadie lo contrató y tal parecía que sus días de periodista habían acabado. Eso lo hundió más en el alcohol y las borracheras. </span></div>
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi_jxyuz2uJJL__h-KjJT3Sh8yUoM7jtjzrzcp-ez7CzGCSW-ihEdSWrl5ZcXlrXcoZSFQias5PIunFvY4y4R7g4E4QRlmtxWLglM2AgG6O1ag6r169tXX-PkBlhJJWn84e1yd-sICU29jb/s1600/bosque+suicidios.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="288" data-original-width="334" height="278" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi_jxyuz2uJJL__h-KjJT3Sh8yUoM7jtjzrzcp-ez7CzGCSW-ihEdSWrl5ZcXlrXcoZSFQias5PIunFvY4y4R7g4E4QRlmtxWLglM2AgG6O1ag6r169tXX-PkBlhJJWn84e1yd-sICU29jb/s320/bosque+suicidios.jpg" width="420" /></a></div>
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<a name='more'></a><span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><br /> Un día bebiendo cerveza con sus compañeros de juerga, uno de ellos comenzó a enseñarle videos de youtubers famosos; eso movió de nuevo el espíritu de triunfador de Aranda, el cual y a pesar de su borrachera; decidió en ese instante que seguiría ese camino. Al día siguiente y para sorpresa de sus amigos, dejó de beber y comenzó a pasar horas y horas frente a la computadora devorando videos de los youtubers. Cuando hubo analizado todos los tipos de temas que abarcaban y cuáles eran los que tenían más éxito, decidió que sus videos girarían en su especialidad: encontrar la verdad y romper las mentiras, fuese cual fuese el giro o tema. Y así se bautizó como el “Rompemitos” y empezó con algunas cosas sencillas que no le requerían tanta inversión de dinero ni requerimientos de información. Volvió a recuperar su feeling que hizo que sus suscriptores crecieran como la espuma. No tardó en llegar al millón de ellos y con esto y las reproducciones, sus ingresos crecieron y la magnitud y recursos para sus investigaciones también. Sus averiguaciones eran de todos tipos e incluso había entrado a hacer varias de sitios embrujados y supuestas actividades paranormales; no era algo que le atrajera especialmente, pero sabía que todo lo que tenía que ver con cosas del más allá atraía a la audiencia como la miel a las abejas, así que cuando se le presentaba algo no dudaba en investigarlo si era viable. Así fue como dio con el bosque de los suicidios, un famoso sitio en Japón donde según se suicidaban de 50 a 100 personas al año, atribuyéndole cuestiones paranormales a ello. Una vez que investigó todo lo que pudo en la web, se lanzó hacia el país del sol naciente. <br /><br /> Contrató a un guía llamado Aki quien le estuvo enseñando y explicando más a detalle la historia del bosque: le dijo que el bosque de Aokigahara ha estado asociado a demonios de la mitología japonesa, mismos que datan desde unos poemas que datan de siglos atrás, lo que lo catalogaba como un bosque maldito. También le dijo que existen registros sobre las epidemias y hambrunas que abatieron a la población del Japón feudal del siglo XIX, y que obligaron a las familias más pobres a llevar al bosque a los ancianos y niños para abandonarlos a su suerte. Y según se dice que desde entonces comenzó a llenarse de almas atormentadas. Para muchos japoneses, este bosque es una especie de purgatorio para aquellos que perdieron la vida trágicamente. Por lo que los fantasmas, conocidos como yureis y yokais, se encargan de evitar que aquellos que se internan en el bosque puedan salir. Y que todo ello lo asociaba la gente para los que suicidaban pues Aokigahara era el segundo sitio donde más gente se suicidaba. Aranda gravó todas aquellas platicas, pensaba que aquellas eran las creencias de la y la causa de todos esos suicidios debía de ser la soledad y el ambiente psicológico que reinaba en ese lugar. Cosa que enseñaría en su reportaje y rompería el mito. <br /><br /> A pesar de que Aki le rogó al reportero que no visitara el lugar solo, Aranda se aferró a hacerlo, y le dijo que todo iría bien. El nipón le dijo que tuviera mucho cuidado pues mucha gente que no tenía nunca en mente la idea de suicidarse, al entrar ahí solos, cualquier situación o problema en su vida podía llevarlos a ideas suicidas. Aranda como buen escéptico le agradecío por todo y tomó nota mental de aquella última frase del japonés para incorporarla a su reportaje. Se despidió de él y con cámara en mano comenzó a grabar. <br /><br /> El sitio estaba a las laderas del monte Fuji, era formado por una capa de roca volcánica y contaba con un gran lago y varias cuevas. En las entradas parecía cualquier bosque, pero conforme Arandas se iba adentrando, la sensación de soledad y el silencio se iban haciendo más presentes, así lo fue haciendo constar en sus grabaciones. Eran ya las cuatro de la tarde y aun se podían ver por ahí a varios turistas en el camino, algunos lo saludaban al ver que estaba haciendo un reportaje. Incluso logró encontrar a un par de negros que lo conocían de Youtube, hablaban de maravilla el español y le pidieron un autógrafo y la oportunidad de acompañarlo en su investigación. Arandas le concedió su firma, más le negó la ida con él, pues ante todo era muy meticuloso en su trabajo y aquel par de admiradores le serían un estorbo; además de que su evidencia principal sería al demostrar que entrando él solo nada le pasaría. <br /><br /> Y así siguió recorriendo los inmensos pasillos que se hacían cada vez más oscuros y asfixiantes, debido a que los arboles que en su mayoría se componían de arces, abedules y fresnos, eran muy grandes y frondosos e impedían que la luz del sol entrase bien. Y por ello mismo no encontró rastros de fauna; aunque sabía que aquello era imposible y que si se ponía a escarbar por lo menos encontraría unas lombrices y escarabajos, pero aquel sitio no era como el resto de los bosques normales donde a estas alturas ya habría dado con varios pájaros cantando, a alguna ardilla que buscara fruta de los turistas, o a algún ratón de campo corriendo por ahí. Eso lo hacia el lugar más solo y deprimente de la naturaleza que hubiera conocido. Y para colmo tenía más de cinco minutos que no había visto ya a ningún paseante por ahí. <br /><br /> Por un momento el reportero empezó a entrar en un estado de melancolía al recordar a su familia muerta. Apagó un momento la cámara para sentarse sobre lo que había sido un árbol y ahora era un cómodo tronco. <br /><br /> Menudo sitio, pensó, sí que es tétrico, por ello la gente que ya viene con la idea de que su vida vale poco, la presión de este sitio les da las facilidades para acabar con todo. <br /><br /> — Pet —oyó una voz detrás de él entre dos abedules que parecían juntarse dejando un pequeño hueco antes de su unión—. Pet —La voz era infantil como de una niña… como de su hija muerta. <br /><br /> — Hannah —dijo volteando— ¿Eres tú? <br /><br /> — Pet —oyó de nuevo entre los arboles—. Alcanzó a ver una silueta pequeña que se movía entre ellos, era una sombra del tamaño de su hija. <br /><br /> Comenzó a caminar hacia ese punto pero se detuvo, su raciocinio le hizo que frenara, aquello no podía ser, la misma soledad del bosque le estaba jugando una mal pasada; no, no era el bosque quien hacia eso, era su propia mente la causante. Tomó su mochila y su cámara, debía de continuar con el reportaje y salir de ahí, por primera vez en sus investigaciones estaba incómodo y solo quería que esto acabase. <br /><br /> Siguió avanzando por un estrecho pasillo rodeado de frondosos arces, el pasto en el suelo estaba erosionado y aquello le daba un aspecto tenebroso, como una de esas viejas películas de terror de Viernes 13. Empezó a grabar mencionando la soledad en la que se encontraba, llevaba ya unos 10 minutos sin encontrar a ninguna persona por ahí. Al final del pasillo encontró un árbol más grande que los demás con fuertes brazos que se entrecruzaban con otros. <br /><br /> — Y lo que si debo de reconocer —decía ante la grabación— es que este lugar si es deprimente, más si vienes solo. Pues fuera de que sea un sitio donde encuentres tu paz interior, te hace ponerte triste. Y es en donde podemos notar el porqué de tantos suicidios. La gente que viene aquí y se suicida viene sola, entonces ya tiene una idea en mente, ya tiene preconcebido el querer acabar con su vida. Y es en donde el aislamiento de este sitio juega con la mente de las personas susceptibles, y terminan convenciéndose de que su vida no tiene sentido y… —hizo una toma de una cuerda en forma de soga que colgaba del gran árbol—. Se suicida. Tal cual esa soga lista para usarse. No sé si alguien lo hizo aquí o estaba por hacerlo. —Regresó su grabación hacia su rostro—. Aunque infiero que no lo hizo pues las autoridades ya hubieran quitado la cuerda; entonces eso significa que quizá hoy o, por lo menos, hace muy poco alguien estuvo justo aquí para quitarse su vida. <br /><br /> — Eso significa que es pala ti —se oyó una voz malograda detrás de él. Aranda volteó espantado, era Aki que lo veía desde la mitad del pasillo estrecho, le sonreía y señalaba hacia la cuerda—. Es pala ti. <br /><br /> Aranda se le quedó mirando sin saber que decirle, apagó su cámara, aquello se salía del contexto, nunca pensó que su guía oriental fuera un fanático extremo de aquellas creencias al grado de quererle arruinar su trabajo. <br /><br /> — Pet —oyó de nuevo a su hija, justo por donde Aki estaba, entonces de entre los arboles salió una niña que tomó de la mano al japonés—. Él tiene razón, papi, esa soga es para ti, yo la puse. <br /><br /> El reportero respiró profundo y cerró con fuerza los ojos, los volvió a abrir esperando a que aquella visión fantasmagórica hubiese desaparecido. Mas seguían ahí, incluso más cerca y estaban avanzando poco a poco. <br /><br /> — Solo hazlo, Pet —le volvió a decir la niña. ¿Cómo podía haber sabido aquel maldito nipón que su hija lo llamaba así? Aquella debía de ser una niña actora, no había de otra—. Es para que estés con nosotras de nuevo. <br /><br /> — Al final tu tuviste la culpa de nuestra muerte, amor —le dijo una voz de mujer detrás. Era Katie, su esposa, estaba justo donde el gran árbol sosteniendo la soga entre sus manos—. ¿Recuerdas que si no te daba nada de aniversario te enojabas mucho? —Él asintió—. Bueno, entonces tuvimos que ir a comprarte algo, y fue donde nos balacearon. <br /><br /> — No, yo no tuve nada que ver, yo… <br /><br /> — Si no te pusieras así, ahora mismo estaríamos contigo, y tú no estarías aquí grabando videos estúpidos para internet. Solo acéptalo, amorcito. <br /><br /> Aranda volteó a ver a Aki y a su hija que ya estaban más cerca de él. <br /><br /> — Yo no quería que eso pasase —sollozó—. Las extraño tanto. <br /><br /> — Si tanto las extlañas, ve con ellas —le dijo Aki dándole una palmada en el hombro—. Todo ila mejor ahí. <br /><br /> — No, esto es mi mente —dijo apartándose de ellos y el circulo en el que lo habían rodeado—. El hecho de que yo haya pensado en suicidarme hace tiempo no significa que caeré en el juego oscuro de este sitio. ¡Todo está en mi mente, ustedes no existen! <br /><br /> Katie se acercó con suavidad hacia él, se veía pálida pero hermosa, traía un hermoso vestido rosa que le había regalado él en su quinto aniversario. Amaba como se veía con él, justo como amaba como se veía en ese momento. <br /><br /> — Vamos, amorcito —le dijo acercándose a su rostro para darle un beso. Aranda no lo rechazó, lo sintió emotivo, lleno de amor a pesar de los fríos labios de su mujer—. Te necesitamos. <br /><br /> — Pero yo tengo que demostrar que este parque no tiene nada de sobrenatural, que ustedes no existen y que yo no tengo que suicidarme. <br /><br /> — No todos los mitos se pueden vencel —dijo Aki—. Algunos supelan la ficción. <br /><br /> Hannah y Katie se pusieron junto al árbol con la soga, ambas estaban de la mano, esperándolo. La pequeña estiró su mano. <br /><br /> — Vamos, Pet, ven con nosotras. <br /><br /> Aranda volteó nervioso a ver al japonés, el cual asintió con la cabeza y emitió una cordial sonrisa. Entonces el reportero tomó de la mano a su hija y se puso la soga en el cuello. <br /><br /> — Todo irá bien, papi —le animo la pequeña y Arandas se sumó a las estadísticas del bosque de los suicidios.</span><br />
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Alfonso Padillahttp://www.blogger.com/profile/17395372322828936440noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8561060603582886830.post-4180231510294914162019-05-20T11:37:00.001-07:002019-05-20T11:37:03.943-07:00Fragmentos de terror... MI HERMANO<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="color: red;">¿Cuando no habrá pequeñas diferencias entre los hermanos?..</span></span><br />
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<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif; font-size: large;">MI HERMANO </span></div>
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><br /><br /><br />Yo se lo advertí muchas veces a mi mamá pero nunca me creyó, le dije que Adalberto era malo, que era siniestro y que sus manías y su mirada no eran precisamente los que hace un hermano. A ello mis padres siempre me explicaban que era por su condición especial de él, incluso hasta me llevaban cada quince días a una: “terapia familiar de acoplamiento”, donde intentaba el psicólogo que mi hermano se acoplara a nosotros y a la sociedad. Lo diagnosticaron como autista, un problema que hace que las personas se concentren en sí mismos y se olviden de su mundo exterior; bueno, eso decían los doctores, más yo sabía que mi hermano concentraba su maldad interna para vaciarla sobre mí. Sé que suena ridículo que yo teniendo ya catorce años le tenga pavor a un niño de ocho; más el solo ver cómo se pone en su cuarto sentado rayando y rayando cuadernos con sus colores, diciéndonos que son obras de arte, y viéndome tan fijo y sin parpadear, mientras sigue y sigue su mano iluminando, esto hace que se me pongan los pelos de punta. </span></div>
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<a name='more'></a><span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><br /><br /> Debido a que mi hermano tiene que ir a una escuela de educación especial, solo lo llevan tres veces a la semana unas cuantas horas. El resto del tiempo se la pasa en casa, la mayor parte del tiempo lo cuida mamá o una niñera a la que le pagan; pero a veces mis padres se van de pingos y lo tengo que cuidar yo. Me aterra quedarme a solas con él. Mis padres me exigen que lo vaya a ver cada media hora, así lo hago y siempre está sentado haciendo sonidos extraños de las caricaturas que ve, o veces está meciéndose como una campana o pintando sus cuadernos. Lo único que nunca le falta es su mirada de odio y maldad cuando me ve.<br /><br /> Según el psicólogo Adalberto va mejorando en cada terapia, cosa que no lo creo. Nadie analiza sus dibujos más yo si lo hago, son monstruos y demonios que habitan en su cabeza, y estos han ido volviéndose más feos y violentos. La supuesta socialización de mi hermano en realidad solo significa que está listo para sacar su maldad al mundo.<br /><br /> El día de hoy han pasado cosas muy terribles que no deberían de haber pasado. Mis padres salieron muy arreglados a una fiesta y la niñera dijo que no podría cuidar a mi hermano, por lo que me tocaría cuidarlo. Sabían que no me gustaba quedarme con él, más me dijeron que serían solo unas cuantas horas, el tiempo suficiente para que Adalberto me hiciera algo.<br /><br /> Estuve leyendo mis comics para que se me pasara el rato rápido. Había hecho mis visitas cada media hora, estaba a 10 minutos de la siguiente, cuando oí un ruido fuerte. Muy a mi pesar subí las escaleras y lo vi en el marco de su puerta, en una de sus manos tenía un montón de sus dibujos malvados, y en la otra sus colores bien afianzados como si fueran cuchillos.<br /><br /> — Ven temo —me dijo, solían decirme así todos pues mi nombre es Cuauhtémoc—. Ven temo.<br /><br /> Se me heló la sangre, más me armé de valor para ir con él.<br /><br /> — ¿Qué te pasa? —le dije—. ¿Necesitas algo?<br /><br /> No me contestó, solo me vio con su mirada malvada de siempre y, sin que me diera cuenta, me clavó uno de los colores en mi pierna. Solté un chillido ante el dolor y al tratar de retroceder me resbalé y caí de sentaderas. Mi hermano aprovechó para enterrarme un segundo lápiz en la otra pierna, alcancé a moverla y solo me dio un rozón, entonces le lancé un puntapié que le dio de lleno en la cara lanzándolo hacia atrás.<br /><br /> Fue entonces cuando todos mis recuerdos se vuelven vagos y confusos, solo recuerdo que Adalberto estaba listo para atacarme de nuevo, y yo use el mismo color que me había enterrado para defenderme. Después de eso solo recuerdo que corrí hacia mi cuarto y me encerré.<br /><br /> No sé cuánto tiempo llevó aquí encerrado y mis padres no han regresado. No he querido salir a pesar de que me muero de hambre y necesito curar mis heridas, pues yo sé que mi hermano sigue ahí, en algún rincón, esperándome con sus puntiagudos colores para acabar conmigo. Ahora mismo estoy bien arrinconado en la esquina más alejada de la entrada, pues estoy oyendo ruidos afuera. Alguien está entrando y espero que sean mis padres que han venido a ayudarme.<br /><br /> Entran dos hombres vestidos todos de blanco, uno creo reconocer que es el psicólogo de mi hermano, quizá han venido a por él y toda esta pesadilla ha acabado.<br /><br /> — Llevo tratándolo desde que era pequeño, hace unos veinte años —le dice el psicólogo al otro hombre—. Todo parecía ir bien e ir reaccionando a las terapias de acoplamiento, pero cierto día que se quedó solo con su hermano mayor, lo mató con sus lápices de colores.<br /><br /> — Es terrible —le dijo el otro sin dejar de verme como bicho raro, no entendía de que hablaban, quería advertirles que Adalberto estaba ahí afuera y podía hacerles daño en cualquier momento.<br /><br /> — Así es —siguió diciendo el doctor—. Después de eso volvió a refugiarse en sí mismo pero adaptando otra personalidad, la de su hermano que mató. Como una forma de liberarse de la carga emocional. —Se acercó hacia mí y por un momento pensé que me salvaría de aquel infierno—. ¿Cómo estás, Temo?<br /><br /> — Bien, mi hermano está afuera, y es un peligro —le dije esperanzado—. ¿Ya lo han capturado? Me ha herido —agregué enseñándoles mis heridas sangrantes.<br /><br /> — Si, ya lo hemos hecho, estate tranquilo.<br /><br /> — ¿Y mis padres?<br /><br /> — Pronto vendrán, ahora nos tenemos que ir —dijo retirándose—. Estate tranquilo.<br /><br /> No les creí nada, no sé qué les habría dicho mi hermano pero de seguro puras mentiras. Solo me quedaba esperar a que mis padres llegasen, ellos si me comprenderían y me sacarían de ahí. Así que, para distraerme, tomé un cuaderno y me puse a dibujar, tal cual lo hacía mi hermano, dibujaría y dibujaría hasta que mis padres regresaran, solo esperaba que mi hermano no siguiera por ahí, le tengo tanto miedo.</span></div>
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Alfonso Padillahttp://www.blogger.com/profile/17395372322828936440noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8561060603582886830.post-17729188659938560062019-05-06T15:48:00.001-07:002019-05-06T15:48:52.165-07:00Fragmentos de terror... LAS GAVIOTAS<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><span style="color: red;"><i>Todo viaje de crucero tiene sus riesgos...</i></span><br /><br /></span><div style="text-align: center;">
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<span style="font-family: "Helvetica Neue", Arial, Helvetica, sans-serif;"><b><span style="font-size: large;">LAS GAVIOTAS </span></b></span></div>
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<br /><br /><br />Estaba por regresar a mi tierra, la niebla estaba menos densa y las primeras gaviotas estaban apareciendo. Mi hija se había quedado dormida hace unas horas, estaba muy cansada, era de esperarse; todo esto había sido demasiado para ella, no todos los días se sobrevivía de milagro. <br /><br /> — ¿Ya vio la isla, señito? —me dijo Yevé, el costero, con una sonrisa; su rostro se veía agotado y sus brazos más, después de tanto braseo. Para mi fortuna era un hombre corpulento y de mucha resistencia. <br /><br /> — Si —le dije devolviéndole la sonrisa; le debía tanto, sin su ayuda no podría haber escapado de ese monstruo, ni hubiera podido remar durante tantas horas entre la neblina para llegar al punto en el que estábamos—. Es cuestión de minutos para que todo esto acabe. </span></div>
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg18F-cSxLrnVMrWPdUN6aligc1khaXCcs9tJqiJ-B0PH0UrryM3_p8uOpSxKYv3lKqILXld4-qTwftQR6WnAr3QJxWC1HBH0kDsgb2AxOusVipOq0x6ClF2iJ5OzpJeBDqbeQ68QFNZuzz/s1600/gaviotas.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="417" data-original-width="626" height="212" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg18F-cSxLrnVMrWPdUN6aligc1khaXCcs9tJqiJ-B0PH0UrryM3_p8uOpSxKYv3lKqILXld4-qTwftQR6WnAr3QJxWC1HBH0kDsgb2AxOusVipOq0x6ClF2iJ5OzpJeBDqbeQ68QFNZuzz/s320/gaviotas.jpg" width="320" /></a></div>
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<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span></div>
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<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><a name='more'></a><br /><br /> — Aunque divise cerca la salida, le calculo todavía una hora pa llegar, apenas está amainando la neblina y los pájaros empiezan a asomarse. —El costero soltó un momento los remos para descansar, le hice la seña para suplirlo, pero me negó con la cabeza señalando a mi hija que dormía sobre mis piernas. — El miedo apenas lo estamos dejando atrás. Ya tendrá tiempo de festejar su escapada y contárselo a sus nietos. <br /><br /> Estuvimos así un momento, me recargué sobre el costado de la canoa y fije mi mirada en el camino que estábamos dejando. Por más que no quería seguir recordando lo que acababa de pasar, las imágenes me abrumaron sin cesar… <br /><br /> Habíamos llegado a ese barco gracias a un sorteo que ganamos del aniversario de una vinatera donde solía comprar mi esposo Alex. El premio consistía en un viaje para tres personas por ese crucero en el mar de los Sarzagos, en el océano atlántico. Si bien no era un gran trasatlántico, era un barco grande que nos iba a ofrecer un fin de semana agradable. Con lujos medios, el viaje incluía tres comidas tipo gourmet, centro de juegos y actividades recreativas nocturnas. Mi hija estaba feliz desde el momento en que mi esposo había llegado con el boleto ganador, un mes después habíamos empacado la ropa necesaria para los días que estaríamos fuera. <br /><br /> En el viaje había cerca de doscientas personas, la mayoría eran turistas y vacacionistas que estaban disfrutando de su descanso laboral. El capitán a cargo era un señor que se apodaba a si mismo barba roja, era una tipo gracioso que en varias ocasiones nos hizo reír, su aspecto le iba muy bien con ese nombre: Era de estómago abultado y cabello y barbas rojizas. Llevaba siempre una camisa blanca para representar su jerarquía y, a pesar de que se veía que en ocasiones moría de calor, siempre lo vi pulcro hasta el último de sus momentos. Tenía a su cargo un piloto, algunos oficiales y marineros, entre otra gente más en la cocina y la limpieza. <br /><br /> Partimos de Cuba el viernes en la mañana, para la noche habíamos arribado al mar de los Sarzagos, esa zona pertenecía ya al famoso triangulo de las bermudas. Ese día después de la cena, el capitán nos invitó a la cubierta principal del barco para contarnos las historias acerca del sitio donde estábamos navegando. <br /><br /> — Señores, ya hemos entrado al mar de los Sarzagos —nos dijo con un tono de misterio, usaba un micrófono para que lo pudiera escuchar toda la gente—. Territorio del triángulo de las bermudas. Como ustedes deberían ya de saber, esta es una de las zonas más misteriosas del planeta —acarició sus barbas rojizas para dar una pausa a su relato—. Decenas de barcos perdidos, aviones que han desaparecido del radar. No en balde se han hecho tantas películas y documentales de ello. <br /><br /> — ¿Es un lugar seguro? —le preguntó una señora que llevaba un sombrero bombacho, a su lado recuerdo que estaba una niña que no parecía estar disfrutando mucho la historia. <br /><br /> El capitán se levantó del centro del cuórum, fue hacia uno de los bordes del barco y sujetándose de los barandales guardó silencio moviendo la cabeza negativamente. <br /><br /> — Es un peligro, un peligro… —nos dijo sin dejar de voltear hacia el mar. De repente volteó rápido con cara angustiada, todos nos espantamos; después, puso cara relajada y nos dijo: —es un peligro… no divertirse estimados viajantes —sonrió regresándose a su asiento—. Este mar es conocido como el mar dentro del mar, pues su temperatura es tibia, bien podríamos ahorita darnos un chapuzón en sus aguas, que suelen ser aguas tranquilas y serenas. <br /><br /> — ¿Y que hay entonces de misterioso? —le preguntó un hombre blanco bastante rostizado por el sol de la mañana. <br /><br /> El capitán pareció dudar un instante la respuesta que nos daría, pero tras echar un vistazo al mar, nos dijo: <br /><br /> — ¿Sienten acaso que nos movamos? —la mayoría le contestamos que no—. Pues estamos avanzando, pero la tranquilidad de este lugar nos hace percibir lo contrario. Hay fuertes corrientes debajo de este mar, se junta la fuerza del golfo con el trópico de Cáncer. Ese es justamente uno de las posibles causas de la desaparición de tantos barcos, el surgimiento de remolinos tan fuertes, que logran desaparecer embarcaciones completas. <br /><br /> — Eso me suena a cierta película —dijo un hombre sonriendo, todos nos reímos, había conseguido romper ese ambiente tenebroso que había creado el capitán. <br /><br /> Tras una risa contagiosa, barba roja se limpió un par de lágrimas que se le habían escapado y continuó diciéndonos: <br /><br /> — El barco Rosalien en 1840, desapareció en estos mares y fue encontrado más adelante abandonado. —Acarició su barba unos instantes—. La tripulación del Mary Celeste también desapareció misteriosamente, el barco fue encontrado abandonado, no había rastro alguno de la gente que estuvo en él. El gran misterio es: ¿si el barco no había sufrido ningún percance, que había pasado con la tripulación? <br /><br /> El resto de la velada fue muy interesante, nos platicó unas historias más que consiguieron engancharnos, al final una rica cena con el estrellado cielo, eran muy reconfortantes, en verdad la estábamos pasando muy bien. <br /><br /> El sábado fue un día agradable, participamos en unos juegos de mesa que se organizaron en la tarde, mi pequeña Samanta, estuvo jugando con una empleada que se encargaba de mantener a los “diablitos” entretenidos. Después de la comida, la gente se esparció a lo largo del barco para disfrutar el paisaje. Según el capitán había detenido el barco desde el mediodía, estábamos en el centro del Mar de Sarzagos, en esa quietud y calma inimaginables, el mar se movía a nuestro alrededor con una tranquilidad que me llenaba de paz, era de un azul intenso, un color penetrante que me había hecho soñar, y un aroma delicioso que solo recordaba en los días intensos de lluvia de verano. Recuerdo que en ese momento le agradecí a dios esa maravillosa oportunidad de estar ahí junto con mi familia. Estábamos tumbados en unas sillas, mi esposo, estaba acostado de espaldas terminando su bronceado, mientras mi hija estaba cerca de una de las orillas del barco mirando con sus binoculares. <br /><br /> — Anda Samanta, ¿qué más vez aparte de agua? —le dijo Alex viéndola con gracia. <br /><br /> — A pues… muchos pájaros blancos. <br /><br /> — Gaviotas, nena —le dije mirando al cielo—. Se llaman gaviotas. <br /><br /> El barco empezó a moverse de manera un poco brusca. Pensé que era el efecto provocado por la quietud en la que estaba. El movimiento fue atrabancado y de un lado a otro. Quizá un temblor, me dije un poco nerviosa, pero un temblor en el agua no era muy lógico. El movimiento se repitió una vez más. <br /><br /> — ¿Por qué se mueve el barco y se van las galotas corriendo? <br /><br /> — Gaviotas, se llaman gaviotas —le dije mirando hacia el cielo, tenía razón, las aves estaban volando en grupos lejos de nosotros. —Aléjate de la orilla, ven para acá. <br /><br /> — Solo es un movimiento ligero —dijo mi esposo sin inmutarse, para él nada pasaba nunca, era una de las cosas que me molestaban de él, <br /><br /> El movimiento se repitió, solo que está vez fue muy fuerte, Samanta corrió hasta mí, mientras el resto de personas que estaban cerca de nosotros empezaron a juntarse desesperadas. Los movimientos se hicieron continuos y muy fuertes, al grado que nos tuvimos que sujetar de las sillas para no caernos. <br /><br /> — Mami, ¿qué está pasando? —me dijo mi Sami llorando, el panorama de la gente que estaba desesperada no le ayudaba a tranquilizarse. <br /><br /> Uno de los marineros pasó cerca de nosotros corriendo. Mi marido que para ese entonces ya había visto que algo grave pasaba, lo alcanzó para preguntarle algo, intercambiaron unas cuantas palabras, que debido al ruido que la gente hacia, no pude oír. El hombre se fue hacia el puente de mando con el capitán, mi esposo regresaba hacia nosotros, pero un temblor trepidante se lo impidió, el impacto fue tan fuerte, que el barco se inclinó hacia el lado donde segundos antes había estado mi hija. Mi marido se fue resbalando hacia los barandales de la orilla junto con otras personas que estaban en esa orilla; afortunadamente todos se alcanzaron a sujetar. En esos momentos había pensado lo peor, respiré más tranquila al ver que estaba bien. <br /><br /> El capitán salió corriendo de su lugar de mando, tenía el rostro pálido y la voz entrecortada. Llevaba un altavoz. <br /><br /> — Señores no sé qué está pasando, pero debemos conservar la calma. <br /><br /> Uno de los marineros que estaba en uno de los mástiles vigilando, gritó: —Capitán, Hay una ballena gigante flotando bajo nosotros. <br /><br /> Varias personas, incluido el capitán se acordonaron sobre las orillas del barco, yo me acerqué un poco para ver qué era lo que miraban con tal expectación: una sombra oscura se cernía a solo unos metros debajo del barco, era como si una mancha de petróleo estuviera cubriendo el mar que estaba bajo nosotros. El capitán empezó a recorrer las orillas del barco para ver las dimensiones de esa cosa que estaba ahí. <br /><br /> Uno de los marineros que estaban viendo desde la cofa, le gritó al capitán que no pude oír, mas alcance a ver el movimiento que hacía con los brazos, como indicándole que cubría todo el barco. <br /><br /> Varios hombres empezaron a preguntarle cosas al capitán, que empezó a contestarles, debido a que traía el altavoz prendido y muy cerca de él, pudimos escuchar lo que decía: <br /><br /> — Es un Kraken —de seguro le preguntaron qué era eso, porque el capitán siguió diciéndoles: —Se supone que eso no existe, llevo años navegando por estos mares. <br /><br /> Un sujeto empujó al capitán que estuvo a punto de caer, pero dos de los marineros lo sujetaron, se interpusieron entre el hombre que estaba tan enojado que parecía querer golpear a barba roja. Gritaba e insultaba al capitán. <br /><br /> — Es un pulpo gigante —dijo el capitán. <br /><br /> Y estoy segura de que si no hubieran perdido tiempo en esas explicaciones y peleas, otra cosa hubiera sido. Lo que fuera que estaba bajo nosotros, arremetió en ese momento contra el barco con más fuerza que antes, el golpe que dio fue en el lado contrario donde estaba el capitán con los demás hombres, por lo que el barco se inclinó mucho. Yo me tiré al suelo junto con mi hija, para no salir volando, gracias a que estábamos en el centro, solo alcanzamos a resbalar unos metros hacia la orilla en lo que el barco se estabilizó. Desgraciadamente cuando reaccioné varias personas estaban asomándose hacia el mar buscando a todos los que habían caído al mar, incluido el capitán. Me fije en el mástil, y el marinero que hacia solo unos segundos indicaba la situación, había caído también hacia el océano. <br /><br /> ¡Alex! , me había olvidado de mi esposo, ¿dónde estaba Alex? Empecé a buscarlo pero la gente corría de un lado a otro desesperada. Sujeté a Sami con todas las fuerzas que pude, pensaba buscar como fuera a mi esposo, pero para mí fortuna, en ese momento llegó Yevé, me jaló hacia el extremo contrario del barco, donde estaban las lanchas. <br /><br /> — Espere, mi esposo —le dije intentando zafarme, el hombre pareció entender mi desesperación, pues me soltó. <br /><br /> — No entiende señito, el capitán ya sabía que ese monstruo frecuenta estos lugares. Su afán era buscarlo. <br /><br /> — ¿Pero por qué arriesgándonos a nosotros? <br /><br /> — Ahora no hay tiempo pa explicaciones. —Sujetó de nuevo mi brazo mirando hacia el lugar que nos quería llevar—. Si no corre ahora, morirá igual que todos los que sigan en este barco. <br /><br /> Un mujer muy delgada que estaba muy cerca de nosotros, comenzó a gritar, en uno de los costados había un hombre que estaba siendo levantado por algo, en un principio no pude ver que era lo que lo sujetaba, mas con algo que me dijo Yevé, lo ubique: un tentáculo gigante, era del tamaño suficiente como para alzar al hombre corpulento como si un padre estuviera levantando a su recién nacido. Le tapé los ojos a mi Sami para que no viera más de lo que ya había visto. El costero me jaló de nuevo, esta vez no le opuse resistencia, solo volteaba de vez en cuando para tratar de encontrar a mi Alex, no podía haberlo perdido. <br /><br /> Llegamos hasta la zona de las lanchas, varias de estas estaban siendo bajadas por los marineros, que tiraban de las cuerdas mientras la gente dentro de ellas, veía con ansiedad el mar que los esperaba. Un oficial me señaló para que subiera con mi hija, pero Yevé me detuvo. <br /><br /> — Si se sube ahora —me dijo señalando hacia las lanchas que iban descendiendo—, será de las primeras comidas del Kraken. <br /><br /> Como si hubiera sido un profeta, los marineros empezaron a subir las lanchas ante los gritos de desesperación de la gente que estaba asomada en ese lado. Yevé me llevó a uno de los mástiles más cercanos y me dijo: <br /><br /> — Sujétese señito, aférrese con todas sus fuerzas y que su cría haga lo mismo. <br /><br /> Una nueva embestida sacudió el barco, ladeándolo más que antes, por fortuna, gracias al apoyo que teníamos, soportamos la embestida. Lo triste fue ver que la mayoría de las personas que estaban en la orilla pendientes a las cuerdas salieron volando. Un enorme crujido se oyó a nuestras espaldas, al parecer, el pulpo había roto el barco a la mitad. El hundimiento era inevitable. <br /><br /> Yevé me llevó hasta una de las pocas lanchas que habían quedado sujetas. En ese momento éramos los únicos en esa zona, de haber habido más gente, se hubieran salvado con nosotros. <br /><br /> — Ahora es cuando —me dijo señalando hacia el lugar de donde se había oído el tronido—. El calamar estará muy ocupado devorando el barco. <br /><br /> Desató las cuerdas y empezó a bajar la lancha, para esos momentos, el barco empezaba a ladearse hacia el centro, la inclinación empezó a jugarme una mal pasada, pero la mano bendita del costero me asió para que subiera a la lancha; sujeté con la misma fuerza a Sami. Yevé nos bajó hasta el nivel del mar, entonces saltó cerca de nosotros, y con mi ayuda se subió a la lancha. Desde ese momento empezó a remar lejos del barco, que se había quebrado en su totalidad por la parte de en medio. En el instante que tuve para ver el terror que estábamos dejando, pude ver una parte de aquel ser que estaba cambiando nuestras vidas para siempre: Era lo más parecido a un calamar, con un tono grisáceo y una cabeza que abarcaba todo el ancho del vapor, tenía por lo menos unos veinte tentáculos afianzados a los restos de la embarcación. <br /><br /> Le tapé los ojos a mi Sami, cuando descubrí que había estado viendo desde no se hace cuánto tiempo el espectáculo. También yo me voltee, no podía con ello, no podía con la muerte de mi Alex. <br /><br /> — Eso es una aberración —le dije a Yevé—. Creo que estoy soñando. <br /><br /> — Barba roja murió teniendo lo que quería: la evidencia de ese monstruo. Trate de descansar, es un largo camino. <br /><br /> — Gracias… <br /><br /> — Yevé, soy un costero que ayudaba a los marineros en los cruceros. <br /><br /> No me dijo nada más, le sonreí amargamente, me acurruqué con mi hija y a ratos me iba quedando dormida, solo me despabilaba cuando el monstruo aparecía en mis dormitaciones; volteaba a ver dónde estaba, y solo veía al costero moviendo los remos sin parar con una creciente neblina que nos envolvía… <br /><br /> — ¿Qué es lo que quiere ahora? —oí que dijo Yevé sacándome de mis recuerdos. Me miró palideciendo, soltó los remos y me pidió me acercara hacia ellos—. Sujétese de estos, vaya tratando de remar y pídale a su hija no la suelte. <br /><br /> — ¿Qué pasa? —le dije mientras sujetando los remos, mi hija Sami me sujetó de la cintura tan fuerte que sentí sus unas que se clavaban en mi piel. <br /><br /> — ¡Reme ahora, solo faltan unos metros para que se acabe su zona! <br /><br /> El costero se puso en una de las orillas de la lancha con su cuchillo en la mano, esperaba sigiloso viendo alrededor. <br /><br /> Uno de los tentáculos se empezó a asomar por un costado, se movía con lentitud como si tuviera vida propia, se ondulaba de un lado a otro como si poseyera sus propios ojos. Cuando se alzó un par de metros arriba de nosotros. Yevé me volteó a ver sonriéndome y se lanzó hacia el tentáculo. Se aferró a él sujetándose con una mano, mientras con la otra enterraba su cuchillo con la máxima velocidad que podía. <br /><br /> — ¡Reme! —fue lo último que me alcanzó a decir, antes de hundirse aferrado al tentáculo. <br /><br /> Con todas las fuerzas que me dio la vida de mi hija, remé y remé hasta el cansancio, esperando que a cada braceo, el Kraken saliera y acabará con nosotras… pero no fue así, creo que tomó la vida de Yevé como ofrenda para perdonar las nuestras. <br /><br /> Después de unos cuantos minutos, la neblina cedió y las gaviotas aparecieron como por arte de magia. Mis brazos me dolían pero mi corazón los mantenía moviéndose, la isla más cercana me sonreía, a una nueva vida, una segunda oportunidad, que el costero me h</span>abía brindado.<div id="fb-root">
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Alfonso Padillahttp://www.blogger.com/profile/17395372322828936440noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8561060603582886830.post-91006024682343124322019-04-15T15:31:00.001-07:002019-04-15T15:31:23.862-07:00Fragmentos de terror... LA CARPA DE LOS SUEÑOS<div class="MsoNormal" style="line-height: normal;">
<span style="color: red; font-family: Times New Roman, serif;"><i><span style="font-size: 12pt;">Todos tenemos sueños que </span>quisiéramos<span style="font-size: 12pt;"> se cumplieran....</span></i></span></div>
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<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></div>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /><br /><div style="text-align: center;">
<span style="font-size: large;">LA CARPA DE LOS SUEÑOS </span></div>
<br /> <br /><br />— Y si ustedes entran a este maravilloso espectáculo, mis queridos —les dijo el hombre barbudo al tumulto de personas que estaban afuera de la carpa del circo de “Los extraños seres”. El sujeto vestía unos pantalones crema de algodón y su flaco y huesudo torso estaba desnudo. Su barba le llegaba al ombligo—. Podrán tener la oportunidad única y exclusiva de que la Madame Levorie les conceda un deseo. El que quieran, el que gusten. —Comenzó a señalar a cada una de las personas que lo veían mientras les iba diciendo—: Usted, buen hombre, bien podría tener toda la riqueza que siempre ha soñado —la persona señalada levantó las cejas y abrió los ojos sorprendido como si le hubiese leído la mente—. O usted mi estimada dama —le dijo a una señora gordinflona que tenia de la mano a un chiquillo—, podría hacer que su esposo fuera fructífero en sus negocios de telas. <br /><br /> Y así continuó el hombre barbudo diciéndoles a los presentes lo que podrían pedirle a la Madame. La mitad de la audiencia entró entusiasmada. El resto se dispersó hacia los demás negocios. Solo tres niños se quedaron pasmados viendo el letrero gigante que decía: “Madame Levorie, la vidente del siglo”. </span><div>
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<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><a name='more'></a><br /><br /> — ¿Aun dudan de los magníficos poderes de la Madame? —les dijo el hombre barbudo haciendo que se sobresaltaran. <br /><br /> Licha y Gustavo se quedaron callados, solo Beto, el más valiente y rechoncho de ellos, se animó a contestar: <br /><br /> — Es que… la verdad… No creemos en esas cosas. <br /><br /> Los niños retrocedieron y se juntaron entre sí ante la mirada seria del hombre. El barbudo cruzó los brazos y soltó una risotada tan fuerte que pareció extenderse por todo el circo. <br /><br /> — Más de la mitad de la gente que sí cree en ella está adentro —les dijo mientras acariciaba su barba con una mano y con la otra señalaba la carpa, la cual era pequeña para la cantidad de gente que había entrado—. Y los zopencos que no creyeron, ahora mismo están en otro espectáculo del circo o comiendo palomas acarameladas. —El hombre estiró su mano hacia ellos pero los niños retrocedieron—. Y ustedes son unos niños muy pero muy inteligentes. —El barbudo retomó su postura y de la parte trasera de su pantalón sustrajo tres boletos que se los extendió a los niños. Licha y Gustavo se quedaron viendo espantados como si trajera un par de víboras en las palmas, solo Beto tomó un boleto y lo estudio con sumo cuidado—. Es un boleto especial para que Madame Levorie les cumpla su más grande deseo. <br /><br /> — Está bonito —dijo Beto moviéndolo de un lado a otro para resaltar sus letras doradas con la luz de las lámparas que alumbraban la carpa. <br /><br /> — De todas las personas que han entrado allá—siguió diciendo el barbudo—, Madame solo le dará un boleto a una sola persona, sin embargo, ustedes tendrán un boleto cada uno. <br /><br /> — ¿Entonces esto te da derecho al deseo? —preguntó Licha tomando su boleto. El hombre asintió —. ¿Y nos cumplirá nuestra más grande aspiración? <br /><br /> — El más grande de tus anhelos —les confirmó—, aunque sea casi imposible de realizar. <br /><br /> — ¿Por qué no los das a nosotros? —preguntó Gustavo frunciendo el entrecejo. <br /><br /> El barbudo miró hacia los lados y luego vio la carpa. Comenzaban a salir las personas. El hombre se agachó hacia ellos y susurrando les dijo: <br /><br /> — Bueno, como les he dicho, son más inteligentes que esa parvada de personas —señaló hacia la gente que se iba dispersando—. Ustedes han dudado y se quedaron afuera esperando ver los resultados, y eso merece que les haya dado sus boletos mágicos. —Gustavo tomó renuente su boleto, el barbudo se enderezó y habló de nuevo fuerte—: Solo recuerden entrar una vez que todos se hayan ido. <br /><br /> El hombre se dio la media vuelta y se fue hacia atrás de la carpa. Los niños esperaron hasta que las últimas personas salían, la mayoría se veían con rostros serios y caras decepcionadas. <br /><br /> — Creo que ya se fueron todos —dijo Lucha viendo su boleto—. ¿Y ahora? <br /><br /> — No lo creo —refutó Gustavo—. Adentro debe estar el que ganó. <br /><br /> — Dijo el barbudo que entráramos cuando ya no hubiera nadie —dijo Beto—. Vamos de una vez. <br /><br /> Y jaló a sus amigos hacia la carpa. <br /><br /> El espacio era más pequeño de lo que habían imaginado, se preguntaron donde había entrado tanta gente. Unas luces muy tenues alumbraban el lugar y una alfombra roja se extendía hacia el interior, donde una cortina negra tenía la función de pared y aislaba a aquel cuarto. Sobre las paredes había cuadros de dioses egipcios, debajo de estos unas sillas acolchonadas en fila para las personas que esperaban entrar con la Madame. Los amigos no pudieron avanzar más, se quedaron pasmados y hasta decepcionados, como si hubiesen querido ver un bosque encantado o a seres mágicos deambulando por ahí. <br /><br /> — ¿Ven?, les dije que esto era pura mentira —susurró Gustavo—. Mejor vámonos. <br /><br /> — Adelante —se oyó una voz del otro lado de la cortina negra—. Madame Levorie los espera. <br /><br /> Beto miró a sus compañeros y se animó a caminar por delante. Tras pasar las cortinas, una pequeña mesa ovalada cubierta con un mantel tenía una bola de adivinación junto con un mazo de cartas. Tres sillas estaban listas esperándolos y, sobre todo, Madame Levorie con una sonrisa cautivadora. Era una mujer ya entrada en años, con un paliacate negro que le cubría la cabeza, sus ojos eran tan grandes que Licha se preguntó si no eran alguna ilusión óptica; tenía las manos cruzadas y los miraba expectante. <br /><br /> — Bueno, tomen asiento ya. —Les dijo y esperó hasta que lo hicieran para seguir—: Veo que el hombre barbudo los ha elegido con boletos mágicos —los niños asintieron—. Y él ha tenido sus razones para escogerlos, tiene un don nato para escoger a los afortunados. <br /><br /> Un gato salió de debajo de la mesa, era negro y de verdes y profundos ojos, soltó un maullido que hizo brincar a los niños. <br /><br /> — ¡Mitsifús, vete de aquí! —ordenó Madame, el gato maulló de nuevo y se salió del cuarto—. Muy bien, ahora es momento de cumplirles sus deseos. Pero piénsenlo muy bien antes de pedirlo. <br /><br /> — El hombre barbudo les dijo a las personas que usted daría un boleto mágico—dijo Tomas—. ¿Ya le ha cumplido su deseo a la persona que ganó? <br /><br /> — Por supuesto —y no solamente eso, ahora ese… hombre está feliz con su deseo cumplido. <br /><br /> Los niños no recordaron haber visto salir a nadie brincando de alegría, ni siquiera salían con una sonrisa. <br /><br /> — ¿Y que pidió? —preguntó Licha. <br /><br /> — El hombre deseaba muchas cosas pero al final lo ayudé a decidir. —Se quedó callada viendo como los niños deseaban más información, mas no se las quiso dar, comenzó a frotar la bola mágica—. Y bien, ¿Quién es el primero? <br /><br /> Los niños se quedaron viendo el uno al otro, y hasta ese momento se hicieron consientes de una cosa: no tenían ni idea de que pedir. Se habían embobado con la idea del discurso y poder cumplir lo que quisiesen, por lo que tenían en mente juguetes, dulces, chucherías, no ir a la escuela; en fin, mil y un cosas; pero ahora que estaban a un paso de tener cualquier cosa de ellas, no sabían que pedir. <br /><br /> — Veo que están indecisos y eso es normal —les dijo Madame—. Muchos pedirían dinero, tesoros o imperios, pero ustedes son tan inteligentes que podrían pedir conocer todo el mundo con nosotros. <br /><br /> — ¿Conocer el mundo? —repitieron al unísono con los ojos brillosos. <br /><br /> — Así es. Nosotros viajamos por todo el mundo, conocemos cada rincón del planeta, y nuestros fenómenos disfrutan siendo vistos por toda la gente de los cinco continentes. <br /><br /> El gato irrumpió de nuevo en el cuarto maullando, parecía querer decir algo. <br /><br /> — ¿Tiene mucho con el gato? —preguntó Licha. <br /><br /> — No, de hecho, solo unos minutos. Él ha decidido conocer el mundo con nosotros. —Le hizo una seña al animal para que se fuera, este maulló y se retiró—. El tiempo se acaba chiquillos —agregó escudriñándolos con sus enormes ojos—. Ahora sí, díganme ya, ¿quién empieza? <br /><br /> — Nosotros quisiéramos ir con ustedes —dijo Tomas—, pero nuestros padres no nos dejarían. <br /><br /> — Por supuesto que no los dejarían, para eso son sus padres, para negarles los permisos. Y también por eso son los deseos, con ellos no habría problema y nosotros los recibiríamos con mucho amor, como parte de nuestra gran familia. Solo necesitan ser parte de nuestro equipo de actuación. <br /><br /> — No entiendo —dijo Gustavo—. En este circo son puros fenómenos. <br /><br /> Madame sonrió y frotó su bola. <br /><br /> — ¿Tenemos que pedir ser una rareza para conocer el mundo con ustedes? —preguntó Licha. <br /><br /> — Así es —les dijo levantando los ojos—. Me imagino que alguna vez han soñado con ser algún fenómeno famoso. ¿Cuál han imaginado ser? <br /><br /> Los tres se quedaron perplejos mirando a Levorie y el humo que empezaba a desprenderse de su bola mágica. <br /><br /> — Bueno, yo siempre quise ser el glotón de espadas —dijo Beto riéndose. <br /><br /> — Y yo la mujer barbuda —añadió Licha simulando con sus manos la barba. <br /><br /> Solo Gustavo se quedó callado y serio. <br /><br /> — ¿Y tú, pequeño, que deseas ser? —le preguntó Madame. <br /><br /> — Creo que nunca he pensado en ser nada de eso. <br /><br /> Levorie comenzó a frotar más su bola, la cual fue adquiriendo matices azules y rojos. <br /><br /> — Por los poderes que me confiere Heliópolis, nuestro Dios creador, yo les concedo su más importante deseo. <br /><br /> — Pero nosotros solo lo dijimos porque nos lo preguntó —dijo Beto pálido, arrejuntándose hacia sus amigos, pero ya era demasiado tarde, las luces de la bola mágica los comenzaron a rodear. <br /><br /> Solo Gustavo no fue cubierto, intentó sacar a sus amigos de aquella bruma, pero viendo que no le era posible se fue aterrorizado hacia una orilla del cuarto. Al medio minuto la luz se fue extinguiendo y descubriendo a sus amigos, solo que Beto ya no era Tomas, ahora era un hombre alto y de cuerpo torneado, su cuerpo estaba lleno de tatuajes de espadas… <br /><br /> — Bienvenido a la familia —gritó Madame levantando los brazos—, tragasables. <br /><br /> …Y Licha ya no era Licha, ahora era una linda y curvilínea mujer que tenía una abultada barba que le cubría todo su largo cuello. <br /><br /> — ¡Bienvenida mujer barbuda! Te ves divina y la gente admirará tu belleza por siempre. <br /><br /> — Ellos no han querido eso —gritó Gustavo—. Solo lo dijeron porque tú se los preguntaste, y te has aprovechado de ellos. <br /><br /> — Nada de eso —contestó la Madame señalándolo con el dedo—. Solo los he orientado. Y ahora tú debes de ser buen amigo para unirte a la familia, y debes de decidir quién quieres ser. <br /><br /> — Bueno… yo… <br /><br /> El gato entró maullando, parecía enojado y veía al niño. <br /><br /> — Mitsifús —le dijo la Madame—. ¡Largo de aquí! <br /><br /> El gato se acercó a Gustavo maullando y jalándole el pantalón, parecía un perro tratando de guiar a su amo hacia algún hueso enterrado. Entonces Gustavo más pálido que antes le dijo a Madame: <br /><br /> — ¿Mitsifús es el señor que se ganó el boleto hace rato? <br /><br /> — Que perspicaz eres, muchachito —dijo la Madame sonriendo—, también quiso ser de nuestra familia —señaló hacia el tragasables y la mujer barbuda—. Y ahora solo faltas tú, anda dinos ya tu deseo. <br /><br /> — ¿Y aquello que yo pida se me concederá? —Madame asintió y Gustavo se quedó callado, después añadió—: ¿Lo que sea, lo que sea? —Levorie asintió de nuevo. El niño dio una vuelta por el cuarto, vio a sus antiguos amigos que ahora eran fenómenos y a Mitsifús, y después muy decidido se sentó frente a Madame y dijo—: Deseo que nunca hayas tenido poderes mágicos. <br /><br /> — ¿Qué? —bufo la Madame. <br /><br /> — Lo que oíste, ahora cúmplemelo. <br /><br /> — No, no puede ser —le apuntó con el dedo. Se levantó y se hizo para atrás el cabello que comenzaba a derretírsele—. Eres un maldito bribón y… <br /><br /> La Madame Levorie se derritió sin más. Gustavo vio que sus amigos estaban de vuelta. También en lugar de Mitsifús había un hombre de bigote abultado que, sorprendido, no dejaba de ver los vestigios de la adivina. <br /><br /> — ¿Qué ha pasado? —preguntó Beto. <br /><br /> — Nada, solo que en el “circo de los extraños seres” ha llegado a su fin. <br /><br /> — Yo solo me acuerdo que la Madame… —dijo Licha. <br /><br /> — Vámonos y en el camino les cuento —dijo Gustavo. <br /><br /> Salieron de la carpa, en el circo ya no había más fenómenos, solo niños y hombres con caras sorprendidas que no recordaban y no sabían que hacían ahí. <br /><br /> — ¿Y tú hiciste todo esto? —le preguntó Beto. <br /><br /> — Digamos que es el poder de los deseos —les sonrió. Volteó a ver a un niño muy delgado sin camisa, debía de haber sido el hombre barbudo—. Bueno, tengo hambre y ganas de jugar parchessi. ¿Nos vamos a casa?</span><div id="fb-root">
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Alfonso Padillahttp://www.blogger.com/profile/17395372322828936440noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8561060603582886830.post-59586453937484906562019-03-25T19:11:00.002-07:002019-03-25T19:11:26.914-07:00Fragmentos de terror... EL PRETEXTO<div id="fb-root">
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<br /><br /><div style="text-align: center;">
<span style="font-family: "Helvetica Neue", Arial, Helvetica, sans-serif; font-size: large;">EL PRETEXTO </span></div>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /> <br /><br />1 <br /><br />Solo hay tres formas de hacerse güey en la oficina: una de ellas es en el coffe break (el cual solo puedes aplicarlo una vez al día); la otra es yendo a sacar copias y eso solo cuando no anda el odioso del “Sánchez” por ahí de entrometido supervisando los tiempos muertos del personal; y la ultima y que puedes aplicar varias veces, es la ir al baño. Esa es la que suelo usar siempre, y más los viernes o cuando ya es casi hora de ir a comer o de la salida. Pero este día no era tanto que me hiciera pendejo en el baño. Y es que todo por andar de marro queriéndome ahorrar diez varos en la comida, me fui dos cuadras más lejos a comer a la fondita que le apodamos: “la chorrilla muerte”, donde encuentras comida corrida bien barata pero con la mala reputación de la poca higiene que tienen. Ya me había advertido el “López” y “el cejas” qué sí comía ahí me daría diarrea y, por no hacerles caso, ahora andaba con una puta diarrea de los mil demonios. Mi jefe parecía que me iba a regañar, pero cuando vio mi cara pálida y chupada, pareció entender mis pesares digestivos y no me la hizo de a pedo cuando veía y veía que iba al baño a cada rato. </span></div>
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<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span></div>
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<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiilfNk-ymEz23anLVNhuad2O9LcU4pHiCCffedKy0629hC-cHTNFGwcmwY6sUeg59uOZONt24gSsbOxOqQGDzObCeSUGTJ4xq2Ec9LuEF4NcayUGLNsdN6fjDkHR1swyeBSpTg25KrEbdf/s1600/el+pretexto.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="500" data-original-width="800" height="200" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiilfNk-ymEz23anLVNhuad2O9LcU4pHiCCffedKy0629hC-cHTNFGwcmwY6sUeg59uOZONt24gSsbOxOqQGDzObCeSUGTJ4xq2Ec9LuEF4NcayUGLNsdN6fjDkHR1swyeBSpTg25KrEbdf/s320/el+pretexto.jpg" width="320" /></a></div>
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<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span></div>
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<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><a name='more'></a><br /><br /> Y ya estaba con el culo ardiéndome por quinta vez, sabía que sería el hazmerreír de todos los de la oficina por toda la semana, o hasta que alguien hiciera alguna nueva pendejada. Pero ni modo, eso me ganaba por tacaño y quererme ahorrar una mísera plata. <br /><br /> El baño era pequeño, solo tenía de ventilación una ventana larga y angosta situada en un costado de las paredes. Estuve así un buen rato esperando a que mi agua intestinal dejara de salir, cuando oí que en la parte de abajo las chavas empezaban a gritar, los ruidos parecían venir de la entrada o algo así. Estaba yo en el segundo piso pero se oía el desmadre abajo, al principio creí que estaban echando cotorreo pero después me di cuenta que eran gritos de auxilio, parecían aterradas y creo que con el susto en ese momento se me cortó la diarrea. <<Ayúdenme>>,<<No, déjame>>, <<corran>>, y otras más decían. Más lo peor fue cuando empecé a oír balazos, debían de ser los polis de la entrada que están vigilando las 24 horas el acceso. Y eso solo podía significar que estaban asaltando a la empresa <br /><br /> — No mames. ¿Ahora qué hago? —dije en voz alta como si el chapulín colorado me fuera a responder. <br /><br /> Los balazos se dejaron de escuchar bien rápido, seguido por los gritos de hombres (¿los policías acaso?), y después solo el puto silencio. No sé si era peor oír a las morras gritando y pidiendo ayuda, o el no escuchar ni madres. Eso solo significaba que los rateros debían de estar subiendo hacia los pisos robando a todos y amordazándolos, por eso no oía a nadie (con que no me maten a la Leslie, pues estaba a punto de darme su tesorito). Aunque también podía ser cierta la versión de que el dueño de la empresa era narco y esta era un ajuste de cuentas donde íbamos a pagar todos sus empleados por él, pues el riquillo ni siquiera estaba hoy. Fuese lo que fuese, tenía que pensar muy bien lo que haría, pues revisarían hasta el último puto rincón de todas las oficinas. Tenía la ventaja de que estaba yo hasta la mera esquina. Debía de decidir y actuar rápido. Me limpié la cola (¡cómo me ardía, cielos!), y pensé en ir a echar un vistazo afuera, mas desistí de inmediato al oír los gritos de mis compañeros de piso. ¡Ya estaban arriba esos hijos de la chingada! Miré a mi alrededor pero no tenía por donde escapar, al menos no ahí adentro. Fue cuando me acordé que saliendo del baño estaba el techo donde comenzaban los ductos del aire. Ya en alguna ocasión estuvimos echándole bullying al “Morales” con que se tiraba allá arriba, en los ductos, a la “Tania” (la más feíta no de la empresa, sino del puto planeta entero). Aquellos tubos parecían lo bastante amplios para poder entrar por ahí (de ahí el coto contra “Morales”), lo malo era que tenía que salir del baño. <br /><br /> Los gritos seguían y lo peor de todo era que identificaba a quienes pertenecían cada uno (no escuché a la “Leslie”), pronto llegarían a por mí. Tomé un palo de escoba como arma (¿contra los narcos que traen armas largas?, jaja, que idiota me vi), lo solté enseguida y mejor salí corriendo hacia el primer escritorio que había. Subí una silla encima de este y, como un malabarista de circo (lo que hace uno por instinto de supervivencia), empecé a golpear la reja, estaba atornillada (mierda, mierda y mierda), y el cuarto de mantenimiento estaba casi al principio de las escaleras, por donde ya debían de haber masacrado a todos. Así que seguí empujando la reja, tenía que zafarse. <br /><br /> Los gritos fueron cediendo, y un solo ruido raro permaneció, no era el silencio sepulcral que me apareció tras la masacre de la entrada, aquí había un ruido como de pisadas de … ¿perro? No, no mames, no podía ser eso, aunque si se oían las patas en el suelo como de los canes, pero muy suavecitas como si fueran más pequeñas que las de un chihuahua (las tenía bien fiscalizadas por la chiquis, mi perrita). Estas mini pisadas eran muchas y venían hacia mí. Seguí golpeando con todas las fuerzas que los atrofiados músculos de un oficinista pueden dar, y no cedía. Continué golpeando y golpeando hasta que la flaca rejilla (benditas oficinas de bajo presupuesto) cedió. Gozando de mi inaudito equilibrio de malabarista y una habilidad digna de un parkour, escalé y me colé en el ducto manteniendo la rejilla en mi poder para sobreponerla y detenerla con mis dedos. Parecía que la suerte estaba de mi lado pues la silla salió volando y así no se darían cuenta de que me había escapado por aquí. Quería seguir deslizándome por los ductos pero temía que si soltaba la reja se dieran cuenta de mi ubicación. <br /><br /> Los ruidos se acercaron a aquel cuarto y pude descartar por completo a los narcos, no era el “señor de los cielos” temporada mil con diminutos perros rastreadores ni nada por el estilo. Lo que había invadido la oficina y posiblemente matado a mi “Leslie” (con ese cuerpo tan comestible, ¡malditos!), no era nada que hubiera visto antes en mi vida. Parecían lagartijas grandes, eran rojizas con manchas verdes y largas lenguas bífidas. Estaban inspeccionando toda la oficina de pe a pa, no sé si contaban con capacidad para olfatearme y si esos animalejos eran los causantes de todo aquel desmadre. ¿Pero si no quién más? Debía de moverme de ahí, así que solo esperé a que se movieran hacia el baño y solté la rejilla y me adentré por los túneles del aire. <br /><br /> <br /><br />2 <br /><br />No tenía ni idea de adonde ir, solo sabía que esa rejilla debió de hacer ruido y ahora esas lagartijas mutantes (o la chingadera que fueran), debían de estar tras de mí. Poca esperanza tenia que no supieran escalar paredes y llegar hasta el ducto, pues con lo rápido que se habían esparcido por todo el edificio no creía que hubieran tomado el elevador esos reptiles. La cuestión aquí era si ellos habían causado todo aquel alboroto, provocado los gritos de las mami ricas y acabado con los policías. Todo aquello sonaba ridículo, y me metí un buen pellizco en el brazo para ver si no me había quedado dormido en el baño a causa de tanta hueva, o me había desmayado de la deshidratación por la diarrea. El caso es que me dolió la apretujada en mi brazo y no desperté. Entonces si era real y no era un buen viaje de los que me aventaba de antaño (un año ya jurado y limpio de tachas). Seguí avanzando y giré a la izquierda, ahí vi una rejilla que conducía al cuarto de contabilidad. <br /><br /> Ahora si la vista se me nubló y nada más porque no tenia forma de caerme al piso, si no me hubiera dando un porrazo. Abajo estaba el Supervisor tirado en el piso y, pegado a él, boca abajo, el López tenía un brazo extendido hacia mi jefe como si se lo estuviera toqueteando. Pero no era así, los dos estaban casi en los huesos. Y aquellos reptiles aún estaban sobre ellos comiéndose sus cuerpos. De no ser porque me acordaba como iban vestidos (mi jefe siempre con su jodido chaleco de pachuco de los años treinta, y López con su ropa recocida), no los hubiera identificado. Olvidándome de aquella escena y sin dudar ya de quienes eran los causantes, seguí desplazándome hacia la siguiente ventanilla. Llegué hasta ella y el panorama era aún peor: el “Cejas” estaba siendo devorado en su escritorio por aquellos bichos, al igual que otros tantos de mis compañeros que estaban en las mismas condiciones. No veía a mi Leslie. ¡Maldición! ¿Qué habría sido de ella? Con todo mi pesar, seguí moviéndome hacia el que sería el último ducto que daba al baño de las mujeres. Me asomé y vi a la fea de Patricia deteniendo la puerta, parecía que estaba conteniendo a aquellos reptiles de las embestidas. No estaba sola, estaba nada más y nada menos que con mi Leslie. Les hablé y sonrientes me vieron, como si el mismito Cristo se les hubiera aparecido <br /><br /> Comencé a empujar la rejilla como podía, aquella posición de gatas no era justamente la más idónea para zafar una reja, pero era mi momento para galardonarme con la Leslie y conseguir aquellas caderonas, claro, si salíamos vivos de aquello. <br /><br /> Las lagartijas arremetieron más contra la puerta del baño, debían de ser cientos las que trataban de entrar, y no tardarían en lograrlo. Golpeé y golpeé con todas mis fuerzas, y por fin la rejilla cedió; ahora el pedo seria subirlas pues no tenían un escritorio ni una silla para hacerla de parkour. Solo contaban con un jodido bote de agua. La Leslie fue la primera se trepó a la cubeta valiéndole madre la Paty y la puerta. Le dije que diera un brinco lo más alto que pudiera, yo por mi parte estaba casi con medio cuerpo fuera para ayudarlas. Y entonces pasó lo increíble: La Leslie (que nunca hace ejercicio pero a pesar de ello tiene un cuerpo de diosa fitness), dio un salto a la Michael Jordan y alcanzó mis manos, y yo con la fuerza de un gimnasta, la fui subiendo. La subí hasta que tenía medio cuerpo adentro del ducto, y para ayudarla terminé por jalarla de las caderas (bueno, la neta me aproveché y fue mitad caderas, mitad nalgas); cuando ya estuvo adentro, me dio un beso en la mejilla y me dijo: <<Gracias>>. Me pasmé un segundo ante aquel beso. Entonces me acordé de la Patricia y me volví a asomar, pero justo en ese momento las lagartijas habían entrado y antes siquiera de que la mujer pudiera gritar, ya estaban mordisqueándosela. La que si iba a gritar era mi Leslie, así que le tapé la boca y le dije que siguiera avanzando por los tubos. Nos seguimos desplazando hacia los ductos del piso de abajo. Ella iba por delante, y yo detrás de ella con la panorámica más grandiosa de toda mi puta vida. El caso es que no sé cómo le hicimos pero llegamos hasta el ducto de la planta baja, muy cerca del ventilador principal. Por ahí había otra rejilla que daba al cuarto de mantenimiento. Empujamos aquella reja y fue bien fácil moverla, después por una escalera de mano bajamos, no sin antes colocar de nuevo el enrejado. Ahí adentro estaba tirado el “Pelines” (el mero mero del mantenimiento), estaba bien muerto y, para nuestra fortuna, estaba tan comido que ya era puro hueso y ni lagartijas tenia. Le dije a Leslie que se esperara en el rincón, me asomé por los pasillos y estaba lleno de animalejos, no era nada seguro salir, debíamos de quedarnos. Entonces nos cubrimos con una manta sucia a esperar a que se fueran. <br /><br /> No se cuánto tiempo pasamos ahí escondidos, hasta que el rechinar de la puerta nos alertó, alguien había entrado, medio me asomé con un ojo y vi a una lagartija grande, era del tamaño de una persona, con su cuerpo rojo y sus manchas verdes. Parecía estar revisando la habitación mientras su lengua bífida salía y entraba con gran rapidez. Pensé que ahí nos encontraría y nos cargaría la chingada, pero Dios nos salvó y se fue. Comencé a oír a los cientos de lagartijas con sus pisadas de perro saliendo hacia la entrada, al parecer estábamos salvados. Nos quedamos todavía hay un buen rato, bien quietecitos y bien pegaditos. Yo ya ni pensaba en toda aquella pesadilla que habíamos vivido, y solo estaba concentrado en mi mano que estaba bien pegadita al pecho de mi Leslie, adorada.</span></div>
Alfonso Padillahttp://www.blogger.com/profile/17395372322828936440noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8561060603582886830.post-50785090299602227332019-02-25T19:04:00.000-08:002019-02-25T19:05:11.145-08:00Fragmentos de Terror... EL DESEMPLEADO<br />
<span style="color: red;"><i>¿Cómo saber cual es el mejor trabajo para un desempleado?..</i></span><br />
<br />
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<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;"><br /></span></span></div>
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<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">EL DESEMPLEADO </span></span></div>
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><br /> <br /><br />Aarón dejó el periódico de clasificados en la mesa de centro, se inclinó hacia atrás mientras recordaba sus tiempos de gloria y fortuna. Apenas tenía cuarenta años y nunca imaginó que fuera a perder su empleo tan joven. ¡Joder, había otros actores de más años y seguían en la productora, y mientras tanto él padeciendo del desempleo y la limitación de sus gastos! Se sentía como un deportista que a sus treinta es jubilado por ser ya un anciano para esa profesión; siendo que podían dar más de sí, al igual que él, aún tenía muchos años para aportar a su trabajo y a la industria xxx. <br /><br /> Le conocían como “el Burro” y había filmado decenas de películas y cortometrajes para la productora xxhot.com, tenía bastante fama en el medio y hasta memes hacían en las redes por su grande polla de veinte centímetros. Pero la causa para prescindir de sus servicios fue un nuevo joven de 22 años y 22 centímetros de herramienta. Sí, aquel mocoso tenía un miembro descomunal, y para colmo era joven y guapo (más bien para Aarón tenía cara de puto maricón). Aunado a eso el muchacho tenía el vigor y la recuperación que solo la juventud brinda (cuando por accidente se corría aquel joven, a los diez minutos ya la tenía de nuevo parada). En cambio, Aarón en sus últimos filmes había perdido la erección en pleno rodaje, ya no aguantaba tanto sin eyacular y, cuando se venía, tenía que recurrir a pastillas, bombas y demás artilugios para levantarla rápido. Solo era cuestión de años y de pasar por cientos de mujeres para que a aquella nueva promesa del porno le pasase lo mismo y fuera sustituido por otro, pero mientras ese relegado era Aarón. </span><br />
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<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjnqVb9lZ-SAAaaiAv39CqdOmwOBVVPZi0oVBkxvTVitW0luIjXG0vPS12nK05oOs3QkSaM7VHz1H6i7t9d2O19izm2VqYhtYkFrWsa9Bnc5JsrtE5Q94KC_aVHFReEEO2y0qH08bZYIWpx/s1600/desempleado.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="168" data-original-width="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjnqVb9lZ-SAAaaiAv39CqdOmwOBVVPZi0oVBkxvTVitW0luIjXG0vPS12nK05oOs3QkSaM7VHz1H6i7t9d2O19izm2VqYhtYkFrWsa9Bnc5JsrtE5Q94KC_aVHFReEEO2y0qH08bZYIWpx/s1600/desempleado.jpg" /></a></div>
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<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><br /></span></div>
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<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><br /></span></div>
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<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<a name='more'></a><span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><br /><br /> Lo primero que hizo fue mover a sus muchos contactos para hablar con los dueños de las otras productoras, los cuales ya lo conocían y concordaron que sus mejores tiempos ya habían llegado a su fin. Al final el cine porno al carecer de trama, se basaba en esculturales e insaciables chicas, y aguantadores y dotados hombres; por lo que necesitaban nuevas caras que refrescasen su repertorio. Incluso ni siquiera en el porno gay lo quisieron, era como si todo el mundo se hubiera puesto en su contra. Después de esa búsqueda infructuosa entre los directores, decidió por primera vez en su vida buscar un trabajo normal. El problema era que ni siquiera la educación media había concluido y no tenía experiencia en nada que no fuera follar mujeres. Por lo que solo estuvo un par de días buscando en portales de empleo, dándose cuenta de que no cubría los requisitos de ninguna vacante (ni siquiera para lava loza), y que los sueldos no le alcanzarían ni para cubrir sus gastos de media semana. Después de eso entendió que tenía que repasar sus contactos para hablar con alguien más. Fue cuando encontró el teléfono de Eliazar, un enano con el que filmó la película de: “Caputita y los siete enanos cogelones”. Después de rodar aquella película nunca más supo de él. Le marcó al teléfono de la tarjeta que le había dado pero no contestó; era lógico, después de tantos años era difícil que tuviera el mismo móvil. En la tarjeta venia una página donde el enano le dijo que trabajaba, era una productora alternativa llamada: “terrorpornx.com”. <br /><br /> Puso en el navegador la dirección del sitio y le saltó una vistosa y gótica página que, de no ser por los títulos de los videos, juraría que era una web de pelis de terror o gore. La página era 100% de paga (y nada barata) y solo se podían ver los trailers del material que hacían. Muchos de ellos estaban basados en clásicos del terror: desfilaban hospitales abandonados, asesinos seriales conocidos y demás remakes de éxitos de Hollywood. Aarón estuvo viendo varios videos y quedó fascinado por la caracterización de los actores y el montaje en general, todo estaba muy bien editado. Buscó en el menú pero no había ningún medio de contacto, por lo que optó por pagar un mes con su tarjeta de crédito para ver si dentro encontraba cómo contactarlos. La suscripción fue inmediata y comenzó a navegar en el sitio sin restricciones. Le picó la curiosidad y vio la primera película que encontró: era de un hospital con enfermeras sexis y doctores deformes que se follaban hasta el cansancio a un grupo de tres curiosos que entraban a investigar el sitio abandonado. Duró casi una hora y era bastante bizarro, pero muy bien hecho y hasta excitante, tanto que a Aarón se le había puesto dura y estuvo a punto de pajearse. Deseó ver otra más, pero recordó el verdadero motivo de su entrada a ese sitio. Buscó en el menú y encontró una liga a “trabaja con nosotros”, entró ahí y le arrojó a un video corto más bizarro y grotesco aún. Unos actores con varios brazos, piernas y falos, follaban a unas mujeres que habían raptado en una nave extraterrestre. Al final venia un mensaje de que, si aun así estaban interesados en querer trabajar para terrorpornx, marcaran a un número. <br /><br /> Aarón lo dudó un momento, pues ese último video era más perturbador que los del menú tradicional, pero al final necesitaba mucha plata y solo tenía una polla grande para conseguirla. Marcó el número y tras unos segundos una mujer le contestó, le hizo unas preguntas sobre su experiencia y su edad, le pidió le mandara por correo fotos de su cara, cuerpo y miembro. Después de unos diez minutos recibió una respuesta dándole una cita para el día siguiente. El sitio no estaba tan lejano de ahí, era en las afueras de la ciudad. “El burro” sonrió, tendría trabajo de nuevo y sus antiguos jefes productores se arrepentirían de haberlo despedido cuando vieran el éxito que tendría en aquella nueva productora. <br /><br /><br /><br />2 <br /><br /> Aarón se alistó con sus mejores ropas, no poseía un cuerpo atlético pero su genética era ancha y se cuidaba; eso le daba una apariencia “apetecible” para las películas. Llevaba sus gafas oscuras (las del toque enigmático) y su Camaro rojo. La dirección estaba en las periferias de la ciudad, sobre una carretera pegada a un cerro mocho. El acceso era de pura terracería y a lo largo de este se veían casas de lujo en aquella soledad. Le pareció más una zona de narcos que una pequeña mancha urbana. Ninguna de aquellas lujosas casas tenía ni número ni indicación del nombre de la calle o colonia; ni siquiera el “Dios Google” tenía rastro de aquel sitio. Para su fortuna en el cuerpo del correo venia una foto de la fachada. Tras seguir un rato manejando y adentrándose en quién sabe dónde, dio con el lugar. Eran los dos portones negros que se elevaban varios metros, y cada uno de esto tenía pintada una “X” roja. El resto de las paredes estaba lleno de enredaderas. Bajó de su auto, tocó el conmutador, y desde el interfono le hicieron unas preguntas confirmando su identidad. Las puertas se abrieron y condujo su auto hasta un estacionamiento en un colorido y hermoso jardín con árboles frutales. Era un lugar hermoso para pasar un fin de semana. Bajó de su Camaro y se dirigió hacia un edificio de puertas de cristal. Ahí lo revisaron unos policías, se registró y lo condujeron hasta el primer piso donde una escultural secretaría trigueña lo atendió, supuso que era la mujer con la que había hablado por teléfono. Se sentó en un cómodo sofá a esperar. En esa misma estancia estaba esperando una chica que tendría cuando mucho unos veinte años, llevaba una minifalda azul metálico que le entornaba sus blancas piernas, traía un saco que dejaba entrever una blusa escotada. <<Esta zorrita viene a casting>>, pensó Aarón viéndole las piernas, <<ojalá y me pongan a follar con ella>>. La chica pareció intimidarse y se arrinconó hacia la esquina del sillón. También estaba un hombre muy delgado y demacrado, no parecía estar ahí por gusto ni ser un actor porno, su mirada estaba perdida sobre una pintura de animales que estaba en la pared de enfrente. <br /><br /> Aarón estuvo esperando media hora más en lo que pasaba el hombre flaco y la linda jovencita. Ninguno de los dos volvió a salir, quizá los iban a pasar a algún casting. <<Y eso significa que la jovencita me podría estar esperándome con las piernas bien abiertas>>. <br /><br /> Al fin salió un hombre güero con intensos ojos azules y un fino traje negro. Le emitió a Aarón una sonrisa de comercial de pasta dental, lo condujo hacia una oficina con más cuadros de animales y sillas metálicas. Lo invitó a sentarse y le dijo: <br /><br /> — Mi nombre es Ryan, soy el gerente comercial, y es un honor tener al Burro aquí queriendo trabajar para terror porn —le hizo un ademán de cortesía—. Usted aparte de ser todo un ícono del medio, trae la recomendación directa de uno de nuestros ex trabajadores, algo muy bueno. <br /><br /> — Gracias. ¿Ya ha renunciado el enano Eliazar? <br /><br /> — Digamos que falleció aquel buen actorcito —le contestó clavándole su intensa mirada—. Toda una pena, pero el mundo sigue y los filmes también. Ahora volviendo a lo que nos compete, mi estimado Aarón —le extendió una carpeta—, lo siguiente es que lea a detalle este contrato. Y como usted ya tiene una muy pero muy ligera idea de lo que aquí hacemos, le comento que nuestros filmes son más una producción de cine que un barato filme pornográfico, como el de su antigua productora. Aquí es un cine bizarro y espectral. —Se levantó y se fue hacia la salida de la oficina— Lo dejo para que lea con calma el contrato, regreso en diez minutos. <br /><br /> Aarón sintió un escalofrió al recordar el último video que había visto con aquellos actores tan magníficamente maquillados como seres grotescos. No le cabía duda de que era algo bizarro y … ¿espectral? Nunca leía los contratos pues las letras y él eran acérrimos rivales, ya suficiente tenía con leer y aprenderse los pobres libretos de sus filmes (dos hojas como máximo). Más en esta ocasión lo fue leyendo detenidamente pues no sabía exactamente porqué, pero deseaba salir corriendo de ahí y seguir pepenando entre las productoras xxx menores, quizá alguna por un modesto contrato si le gustarían sus servicios de veinte centímetros. Y a pesar de sus miedos siguió leyendo. En el contrato mencionaba que tendría un seguro de vida y unos honorarios mucho más elevados que en su antiguo empleo. Esto emocionó a Aarón, solo habló de algunas dudas con el gerente cuando regresó, y firmó el contrato y recibió un firme apretón de manos y un abrazo del gerente. <br /><br /> — Sabe nos gustaría empezar ya a filmar un mini cortometraje —le dijo el gerente con su sonrisa perfecta—. ¿Ha desayunado bien? <br /><br /> — Bueno si, pero no pensé que hoy mismo empezaría. <br /><br /> — No se preocupe. Mire en lo que terminan de preparar a los nuevos actores —le dijo abriendo una puerta y señalándole hacia un largo pasillo—. Vaya a comer y beber algo ligero que le de energía. Al final del corredor verá una puerta con un tenedor y una cuchara, ahí es. No le recomiendo entre al otro cuarto de comidas. No es propiamente para humanos. —Se quedó con cara seria esperando ver la reacción de Aarón, cuando vio que este tenía cara de intriga, soltó una carcajada y agregó—: Solo entre donde le dije —vio su reloj—. En veinte minutos voy por usted. <br /><br /> Aarón no tenía hambre y por un momento pensó en decirle que no era necesario, pero recordó sus últimos “problemas técnicos de erección”, y pensó en que encontraría alguna bebida isotónica que lo ayudase. Se dirigió hacia el pasillo. <br /><br /> El pasillo era largo y lo bastante estrecho como para que no cupieran más de dos personas a la vez. Las primeras puertas solo tenían un número que las identificaba, todas estaban cerradas. A Aarón le entró curiosidad de que había en cada interior, volteó hacia la puerta del director la cual seguía cerrada, pero siendo un estudio de televisión y viendo la cantidad de seguridad que tenían, en alguna de las esquinas de la pared (o camuflajeadas en los cuadros de animales sobre las paredes), debía de haber cámaras con un circuito cerrado y en algún cuarto un policía dedicado en cuerpo y alma a vigilarlos. Por fin llegó a las últimas dos puertas, encontró la que dijo Ryan con la imagen de los cubiertos y, para su sorpresa, la puerta de enfrente también tenía el símbolo de los cubiertos pero con una imagen de un alienígena arriba. Aquello picó demasiado su curiosidad y olvidándose de si había o no cámaras, y de si perdería o no su trabajo por metiche; se fue hacia la puerta del alienígena y entró. <br /><br /> Abrió muy despacio esperando ver a alguien adentro, y si eso ocurría, diría que se había equivocado con el pretexto de que la puerta tenía también cubiertos, pero no había nadie a simple vista. Miró con atención: el espacio era amplio y estaba iluminado a media luz, al principio le recordó a un buffet de comida china. Un mueble grande de baño maría con varios compartimientos se veía en medio, alrededor estaban varias sillas y mesas. Aarón echó otra ojeada y no encontró a nadie, entonces empezó a ver que había de platillos en el mueble. <br /><br /> Fuera de que le abrieran el apetito le dieron un profundo asco, había ojos en una charola, lenguas en otra y orejas y manos en otras más. Aquello debía de ser utilería para los filmes, quizá iban a filmar ahí alguna película de caníbales o algo así. Más animado por esa idea tocó una lengua, su textura era idéntica a la suya. <<Wow, increíble, son unos genios estos tíos>>. A lado había otro mueble idéntico, tenía partes de animales como hígados, sesos, trompas de cerdo, etc. Tocó con la punta del dedo un hígado y corroboró que si era real y no de utilería. Siguió avanzando para encontrar un tercer mueble baño maría, era del doble de tamaño y cada compartimento estaba asimétrico contra los demás; ahí encontró órganos extraños como ojos gigantes y con varios iris, manos y garras de muchos dedos, alas carnosas, y demás partes que no había visto en ninguna especie humana. <br /><br /> << ¿Qué puta madre son todas esas cosas? <br /><br /> Al fondo del cuarto estaba una puerta amplia, y a lado en el suelo, bien acolchonado y quieto, estaba un animal que bien podía ser un perro o hasta un lobo. Estaba quieto y viéndolo directo, no podía distinguir bien que era por la escasa luz que ensombrecía algunas partes de la estancia. <br /><br /> — Me largo de aquí —se dijo, el animal empezó a gruñirle y avanzar hacia él—. Sususu perrito, lo siento. ¿Estabas comiendo? No quise interrumpir, solo me retiraré y tú sigue en lo tuyo. <br /><br /> El animal entró en una área más iluminada y Aarón pudo verlo mejor, no era ni un perro ni un lobo, de hecho, no supo distinguir que tipo de animal era. Tenía dos hocicos largos que apuntaban hacia los lados de su rostro, y arriba de estos tres ojos lo miraban con el sigilo de un cazador antes de lanzarse contra su víctima. Su torso era más grande que el de un lobo y sus patas estaban musculosas y peludas. <br /><br /> Aarón siguió retrocediendo de espaldas, sin perderle la vista, entonces chocó contra uno de los baños maría. Nervioso se quedó inmóvil sin saber qué hacer. El animal estaba ya muy cerca y podía oler sus fétidos hocicos que mostraban unos colmillos bien afilados. <br /><br /> La puerta de entrada se abrió y se oyó al gerente Ryan decir: <br /><br /> — Señor Aarón, no es recomendable molestar a los actores cuando recuperan energías. —Se acercó hasta él, y aquel animal retrocedió hasta el rincón donde estaba al principio y siguió masticando lo que fuera que estuviese masticando antes—. No todos son tan amables cuando comen. <br /><br /> — Lo siento, creo que me he equivocado de puerta. <br /><br /> — Sí, claro —le respondió con su sonrisa perfecta—. Relájese no pasa nada, si viera su aspecto fantasmal que tiene en este momento. ¿Entonces me imagino que no ha comido nada? —Aarón le confirmó y el gerente agregó—: Bueno, no se preocupe. De todas maneras le daremos una ayuda para que haga proezas sexuales. <br /><br /> Salieron del cuarto y fueron hasta la puerta de enfrente. Ahí el espacio era más pequeño y había solo un mueble baño maría con guisos normales: albóndigas, huevo, arroz, patatas y postres. El gerente sirvió de una garrafa dos vasos de agua de sabor, le dio una Aarón que se la bebió de un trago, era limonada con poca azúcar, le cayó como gloria después de aquel susto pues tenía la boca seca. <br /><br /> — ¿Qué se supone que era esa cosa que estaba en el comedor? —preguntó Aarón. Aun sentía la piel chinita al recordarlo—. Y toda esa comida de aquel cuarto me imagino que era utilería para sus filmes. <br /><br /> El gerente se quedó un rato viéndolo mientras seguía bebiendo su bebida, después respondió: <br /><br /> — Como le dije es una de nuestras estrellas de la productora, el decirle que es exactamente es… digamos algo complicado. Y referente a los platillos, digamos que hay de todo y para todos gustos y necesidades. Ya muy pronto sabrá a que me refiero. —Ryan sacó otra ronda de bebidas, del bolsillo de su saco sustrajo dos capsulas, una era azul y la otra roja, se las extendió hacia Aarón—. Primero la roja y luego la verde —agregó cerrando un ojo. <br /><br /> — ¿Qué es esto? No suelo drogarme y… <br /><br /> Ryan soltó una risotada. <br /><br /> — Para empezar, mi estimado Burro, esto no es una droga y, para continuar, las jornadas en esta productora son largas y muy demandantes, más que en su antigua productora, y para finalizar usted sabe que como machos necesitamos muchos recursos para poder estar produciendo y derramando tanta leche. —Se quedó callado como esperando una confirmación de su anfitrión, entonces Aarón movió la cabeza y el gerente continuó—: En su contrato en la cláusula veinte menciona que la productora podrá darle los complementos necesarios para su óptimo desempeño. Y bueno, siendo esto así, la capsula azul son macronutrientes que necesitara para no morir tras tanta corrida y corrida —sonrió para aligerar su comentario, pero el Burro permaneció serio—, y la roja es para que tenga tanto vigor y deseo que quiera coger a cualquier hoyo existente a su paso durante varias horas. <br /><br /> Aarón no recordaba esa cláusula, aunque cuando leyó todo a lo que le prestó más atención fue al sueldo, al final era lo que le interesaba. Esas cápsulas se veían igual de extravagantes que el comedor alienígena, de hecho, le recordó a la película de Matrix; pero si todo era cierto, solucionarían sus problemas de erección y recuperación. Tomó la primera cápsula y se la pasó con la limonada, después hizo lo mismo con la roja. <br /><br /> — Muy bien —dijo Ryan. Se dio la media vuelta y se dirigió a la puerta—. Descanse unos diez minutos en lo que hacen efecto las cápsulas, no vaya a comer nada, aunque dudo que tenga hambre, y sobre todo deje de curiosear por ahí. Ya después tendrá tiempo para conocer todo y conocerá a Líbrido y, quizá, hasta filmar algo con él. <br /><br /> Hasta que el gerente se marchó y cerró la puerta, Aarón se animó a echar un vistazo a aquel cuarto, en este no había nadie y sobre todo no había libri… animales raros. ¿Sería una especie desconocida de las amazonas, o un maravilloso efecto de la tecnología de cine? Fuera lo que fuera le dio otro escalofrío. <br /><br /> <br /><br /> <br /><br />3 <br /><br />No pasó mucho tiempo antes de que Aarón se sintiera más vigoroso y excitado que nunca. No sabía qué tipo de pastillas eran esas, pero estaba seguro que sí su efecto era duradero podría filmar todo el resto del día sin problemas. El gerente lo llevó hasta el set de filmación (la puerta número uno). Era un lugar bastante grande: un camino de terracería que fungía como carretera conducía hacia una pradera donde muchas grutas escondidas se veían al fondo. Todo estaba tan perfectamente representado, que el Burro se preguntó si no había sido transportado a ese hábitat de verdad, fue tocando las plantas y la tierra, no eran de utilería, era la naturaleza en verdad. <br /><br /> — ¿Cómo le hacen para crear escenarios tan reales? —preguntó mientras el olor a hierbas frescas lo impregnaba—. No me pareciera que estoy dentro de un set. <br /><br /> — Todo esto es real —confirmó Ryan levantando un puñado de tierra—. Ahora lo importante es que le explique su papel para esta película. Hoy solo haremos el trailer, para que los cibernautas nuevos pueden ver el avance y se animen a pagar la membresía. <br /><br /> Un hombre se acercó a ellos, era alto y muy ancho, tenía una barba larga y era casi calvo, le extendió la mano a Aarón. <br /><br /> — Mi estimado Burro —le dijo haciéndole una reverencia—. Mi nombre es Melquiades, yo soy el director de producción y me encargo de que todo salga bien y a la perfección. <br /><br /> — Un gusto. <br /><br /> — Bueno los dejaré solos, tienen mucho que grabar —anunció Ryan retirándose. <br /><br /> Melquiades comenzó a describirle la historia. El filme trataría de un famoso explorador (Aarón) que llegaría en su jeep a esa zona como parte de su investigación para su último documental, encontraría las grutas y de ahí saldría un anciano que entablaría una conversación rara (por su mal dominio del idioma español), y le pediría que se fuera al explorador; el cual decepcionado y viendo la actitud del anciano se va de momento. Ya por la noche regresa y empieza a escondidas a investigar las grutas. Ahí encuentra al anciano dormido más es sorprendido por una mujer primitiva quien lo seduce. Termina el explorador haciéndole el amor excitado por el minúsculo taparrabo que lleva la mujer. Pronto llegan otras mujeres de la misma apariencia quienes buscan también ser saciadas por el explorador. Después el anciano despierta y gustoso se une a la orgia. <br /><br /> Para Aarón la historia sonaba interesante tomando en cuenta la calidad de sus películas, y sobre todo con las excelentes caracterizaciones. El productor le fue explicando detalles adicionales sobre las cámaras, los capítulos y los diálogos que le darían con un apuntador (cosa que le fascinó a Aarón pues no tendría que estar horas y horas leyendo para aprenderse los diálogos). Nunca vio a los otros actores pero Melquiades le explicó que estaban en la cueva y aparecerían en su momento. <br /><br /> El rodaje comenzó y Aarón fue filmando las escenas de la llegada y la exploración inicial. Después fue la escena del ermitaño corriéndolo, aquel personaje estaba muy encorvado y tenía la cara deforme, un ojo era más bajo que otro y la mejilla derecha estaba quemada. Se le hizo conocida aquella cara pero no recordó donde. La siguiente escena continuó con la irrupción del explorador en la cueva. La actora primitiva salió solo con un diminuto taparrabo, tenía unos pequeños pero firmes senos y unas torneadas piernas que le hacían juego. Su cara era como la del ermitaño, con un ojo deforme y la mitad del rostro quemada. Aquel detalle no le importó al Burro y siguió el rodaje haciéndole el amor a la chica, terminó viniéndose en su cuerpo. Hicieron una pausa. <br /><br /> — Yo los conozco —le dijo al director—. Esos actores como que los he visto en algún lado. <br /><br /> — Si son nuevos, fueron contratados minutos antes que tú y enseguida se les preparó para el rodaje. <br /><br />Aarón recordó que Ryan le había dicho que estaban preparando a los nuevos actores en lo que el comía algo, también se acordó del tipo de la recepción con cara angustiada y mirada perdida, y de la linda jovencita de minifalda que lo había excitado; los cuales habían entrado a la oficina del gerente pero nunca habían salido. Y aquel ermitaño era el tipo cabizbajo, y aquella mujer primitiva era la chica… <<sabía que me la cogería>>, pensó y eso le gustó como hace mucho no recordaba hacerlo. Al principio de su carrera se emocionaba de poder montarse a tal o cual actora, pero conforme pasaba el tiempo el encanto terminó, y ni siquiera la mujer más buena o más guapa del medio le emocionaba ya, todo se había vuelto rutina y obligación. Hasta que había visto a aquella chiquilla y sus lindas piernas, y su deseo y su lívido por alguna mujer había vuelto. <br /><br /> — Pero esas caracterizaciones —le dijo aun embelesado en sus recuerdos. <br /><br /> — Porque Ryan no les dice bien todo —suspiró el director—. Bueno supongo que es mejor que lo vivan en acción a que salgan corriendo al solo contárselos. No son maquillajes, son las pastillas los que los transforman. Y algunos digamos…que no son humanos propiamente —agregó y se levantó hacia su lugar. <br /><br /> La nueva escena empezó. La chica primitiva se puso en la misma posición en la que se habían quedado, entonces llegaron varias mujeres. Todas tenían de vestimenta solo un taparrabo, y sus caras eran aún más deformes. Algunas tenían tres brazos, o cuatro senos, o incluso dos labios vaginales. Aarón empezó aquella orgia y, ante el constante estimulo de varias mujeres a la vez, se corrió enseguida, pero para su sorpresa, su miembro estuvo enseguida de pie, listo para otra eyaculación. <br /><br /> Una mujer de dos vaginas se le montó encima, brincaba sobre su miembro en una cavidad y luego se salía para montarse en la otra entrada; emitía un gemido más que humano, como un aullido salvaje de alguna hembra apareándose con su macho. Aarón volteó a ver al anciano que con tres penes muy separados entre sí, lograba complacer a tres mujeres salvajes al mismo tiempo, una de ellas recibía gustosa un semen verdoso del anciano. <br /><br /> Entonces Aarón se vino por tercera, cuarta o quizá quinta vez, había perdido la cuenta de las veces que había eyaculado. Entonces decidido a saber la verdad, se levantó y le jaló a una mujer un tercer brazo que consideraba era falso. No consiguió nada, solo el quejido de la primitiva, aquel era un brazo real <br /><br /> — ¿Qué es esto? —gritó Aarón interrumpiendo el film—. ¿Quiénes son estos seres? <br /><br /> El director sonrió y les pidió a los seres se formarán. <br /><br /> — Bueno, señor Burro, como usted verá ellos no son humanos. —Se acercó a una chica de tres senos y se los fue tocando—. Y no te voy a explicar el origen de cada uno, tú solo limítate a actuar que para eso se te contrató. <br /><br /> Aarón recordó el comedor alienígena con partes humanas, animales y … ¿extraterrestres? <br /><br /> — ¿Entonces el comedor ese es para ellos? <br /><br /> — La gente ama el terror —se oyó una voz detrás, era Ryan, Aarón lo agradeció pues en cierta medida era al que más conocía y le tenía más confianza, y, si él corroboraba toda aquella mierda, entonces sería cierta—. Les encanta ver asesinos, sangre y seres grotescos y fantasmagóricos —dijo señalando a los actores—. El cine está tan avanzado que la gente concibe nuestros filmes como grandes producciones, y claro que lo son, pero nadie se imagina que estos seres existen y no son obras hollywoodenses. <br /><br /> Melquiades se fue hacia su silla y gritó: —¡Todos a sus puestos, que siga el rodaje! <br /><br /> Ryan le hizo una seña a Aarón para que ocupara su lugar, este se colocó en su sitio. <br /><br /> Las chicas deformes se abalanzaron sobre él, una de ellas comenzó a mamársela con tal pericia que pronto se vino en su rostro; entonces lo tiraron de nuevo y otra mujer se le subió para montárselo. Así Aarón supo el verdadero poder de las capsulas, ahora él era también un sobrehumano que podía tener orgasmos y eyaculaciones una tras otra sin parar. Y mucho más allá de eso descubrió que lo estaban mutando: de su ombligo salió una protuberancia que poco a poco fue creciendo, y tomando la forma de otro pene tan grande como el de veinte centímetros que tenía en las piernas. Sin pensarlo, una mujer de cuatro senos se metió en una vagina que tenía por el codo el nuevo miembro de Aarón. <br /><br /> — Genial, genial —oyó decir al director mientras seguía disfrutando doblemente.</span><br />
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Alfonso Padillahttp://www.blogger.com/profile/17395372322828936440noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8561060603582886830.post-44635055614802886262019-01-28T19:23:00.001-08:002019-01-28T19:23:50.522-08:00Fragmentos de terror... MÁS AÑOS-<div id="fb-root">
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<span style="color: red; font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><i>¿Quién dice que la diferencia de edades es un impedimentos para amar?</i></span></div>
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<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><b><span style="font-size: large;">MÁS AÑOS </span></b></span></div>
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<br />No siempre las cosas fueron así, antes me consideraba una chica normal. De adolescente siempre me derretía al ver a los chicos más guapos de la escuela. No fui muy noviera pues siempre he sido muy seria, pero siempre me gustaron de mi edad. Mi primer novio lo tuve hasta los 16 años, cuando iba en el bachillerato. Cuando entré a la universidad a estudiar Medicina, tuve un profesor de Farmacología que era diez años mayor que yo, tenía solo 30 años, era muy joven para ser profesor y pronto se convirtió en mi primer amor platónico. Sus clases eran dinámicas, hacia bromas y en general era todo un encanto. Eso hacía que no solo yo estuviera enamorada de él, todas las de la clase se embobaban por el profe Pepe. También se rumoraba que le gustaban las universitarias y que ya había tenido amoríos por ahí con una que otra. </span><br />
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<a name='more'></a><span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><br /><br /> Rompiendo mis paradigmas poco a poco me fui acercando a él mostrando más interés en sus clases (participaba en todo). Nos empezamos a encontrar en todos lados: en los pasillos, en la biblioteca y hasta en la cafetería. De las sonrisas al vernos, pasamos a los saludos, después a los breves comentarios, al intercambio de whats; hasta llegar a una cita un sábado por la tarde. Esa vez después de una interesante platica y comida yucateca, terminamos en su depa haciendo el amor. Después seguimos viéndonos como novios fuera del colegio (aunque nunca faltaba un rápido beso o manoseo al final de la clase). Duré con el cerca de seis meses y lo quise mucho, tanto que me hubiera gustado seguir con él de no ser porque entré a trabajar por las tardes y conocí a Lalo. Era un enfermero quince años mayor que yo, quien me sedujo con su pelo entrecano y sus rasgos de treintón. No tardé en tener amoríos con él, resultó ser muy experimentado en la cama y me llevó a nuevos niveles de placer. Y hubiera seguido con él, pero fue cuando empezó mi vicio. Un día en una reunión familiar me presentó a uno de sus hermanos mayores, se llamaba Jacinto y tenía 50 años. Ese mismo día, el hermano terminó follándome a escondidas en el patio trasero. Fue la única vez que estuve con él, la culpabilidad me venció y terminé con el enfermero. <br /><br /> Mas nada de eso sirvió pues mi cuerpo y mi mente me pedía hombres más y más grandes. Comencé a buscar a hombres mayores de sesenta, ya no tenían la fogosidad ni el poderío sexual de los jóvenes, pero el simple hecho de verlos canosos y arrugados, me excitaba. Y aquella desviación mía me condujo a trabajar en un asilo, repleto de ancianos. Sí, hombres que bien podían ser hasta mis bisabuelos, pero que de solo verlos me hacían que me mojase. Solamente me metí una vez con uno, y eso porque era un viejito rabo verde que me coqueteaba; terminé haciéndole un rico oral en su dormitorio cuando todos veían una película en la sala. <br /><br /> Descubriendo que yo sufría de gerontofilia, me salí de aquel lugar y traté de enmendar el camino saliendo con chicos de mi edad (¡dios, como me aburrían!). Mas no sé si para mi desgracia (o para mi fortuna), conocí a un anciano de ochenta años, se llamaba Moisés y era un gran bailarín de danzón; poseía una linda sonrisa, su pelo era totalmente cano y su rostro lleno de hermosas arrugas. A los dos meses nos casamos muy felices. Él gustoso por mi juventud y mi terso cuerpo, trataba en lo posible de complacerme en la cama, pero mis necesidades eran demasiadas y yo requería de dos a tres orgasmos diarios; por lo que comenzó a tomar viagra en demasía. Por desgracia un día en pleno sexo murió de un ataque al corazón. Sobra decir que me retiré y ni siquiera acudí a la lectura de su testamento, no quería problemas con su familia que siempre me vieron como la aprovechada que quería su fortuna. Estaban equivocados y yo solo buscaba saciar mi sed sexual. <br /><br /> Aquello fuera de ser el final de mi obsesión, fue el parteaguas de una nueva afición: los cadáveres. Conseguí un trabajo en un anfiteatro, donde podía encontrar a ancianos ya muy entrados de edad. Como yo era la encargada de arreglar los cuerpos, me quedaba a solas con ellos, y era donde me saciaba con sus arrugados cuerpos. Y eso me llevó a querer más años aun, por eso me uní a un grupo de paleros profanadores de tumbas. Mientras ellos iban a buscar esqueletos para sus rituales de magia, yo buscaba cuerpos cada vez más viejos y deteriorados. Ahora mismo estoy con una linda lencería sexy negra apunto de acostarme con mi nuevo amante: en la cama está un cadáver que si viviera tendría ya unos 110 años, yo sé qué me está viendo y que está igual de excitado que yo. ¡Es tan sexi que de solo verlo ya estoy empapada!</span></div>
Alfonso Padillahttp://www.blogger.com/profile/17395372322828936440noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8561060603582886830.post-89689952766254422312019-01-15T19:07:00.000-08:002019-01-15T19:24:38.189-08:00Fragmentos de terror... EN BUSCA DE PAPÁ NAVIDAD<br />
<span style="color: red;"><i>Papá Navidad tiene oscuros secretos...</i></span><br />
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<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;"><br /></span></span></div>
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<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">EN BUSCA DE PAPÁ NAVIDAD </span></span></div>
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><br /><br />1 <br /><br />Sí, ya sé que tengo ya catorce años y no debería estar metido en esto, pero después de haber visto al gordo barbón en su trineo, estoy seguro que sí existe. Sí, yo sé que me dirán que es una tradición para que los niños sean felices y los papás puedan ilusionarlos hasta sus diez años, y yo hubiera jurado que así era pues mis padres me dijeron la verdad cuando cumplí once años, cosa que yo ya suponía pues una vez pillé a mi padre en la madrugada poniendo nuestros regalos en el árbol navideño. No fue novedad cuando me confesaron que ellos dejaban los regalos y Santa Claus era solo una fantasía. Lo bueno es que no me dolió tanto corroborar la verdad, lo malo fue que dejé de recibir regalos y solo mi pequeña hermana Zoe, era la privilegiada que cada año escribe su carta y recibe sus regalos. <br /><br /> Y todo hubiera quedado así de no ser porque vi a Santa saliendo de una chimenea. Estaba sobre la humilde casa de los Jassen, unos hermanos que cada año recibían excelentes regalos a pesar de que sus padres eran los más pobres de Thorn, nuestro pueblo. Antes mis padres me decían que era porque aquellos hermanos se portaban mejor o porque Papá Navidad empezaba ahí a repartir regalos y les tocaban los mejores; y después cuando yo sabía la verdad, mis padres se limitaban a decir que sus padres debían de ahorrar mucho todo el año como para darles tan buenos regalos el fin de año; versión que ni ellos mismos creían pues todos sabemos que aquella familia con trabajos podía cubrir sus gastos y frecuentemente recibía apoyos del gobierno para medio salir adelante. Los años pasaron y cada navidad veía como los hijos de los Jassen seguían recibiendo los mejores regalos de Thorn, fue entonces cuando decidí averiguar aquel misterio y saber la verdad. </span><br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhvBf8DOqllkipge3IMDL4BADt4k5q2vIl3eyNonHJR7YghKNoQwb1DI8wg79zgz2GnWDPiC1ee1NEtVU6pIuCVVPx_3cRq77zK1jQDYTVPfhITWzXhosT_L0dHrB-pxCAEaaoFR6m9QOAT/s1600/papanavidad2.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="497" data-original-width="968" height="164" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhvBf8DOqllkipge3IMDL4BADt4k5q2vIl3eyNonHJR7YghKNoQwb1DI8wg79zgz2GnWDPiC1ee1NEtVU6pIuCVVPx_3cRq77zK1jQDYTVPfhITWzXhosT_L0dHrB-pxCAEaaoFR6m9QOAT/s320/papanavidad2.jpg" width="320" /></a></div>
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<a name='more'></a><span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><br /><br /> Me salí de mi casa en plena víspera de navidad con el pretexto de que iría a cenar a casa de mi amigo Yani, el cual dijo en su casa que estaría en la mía. Sí, era una sarta de mentiras, pero eran necesarias para que dos chamacos pudieran librar un día tan familiar como ese y estar en las calles. <br /><br /> Eran ya como las tres de la mañana en una noche no tan fría como otras, gracias a que había dejado de nevar desde ayer. Estábamos abrigados hasta de la cara y eso nos permitía tolerar el clima. Nos acurrucamos en una banca que estaba en un parque, desde ahí podíamos ver bien la casa de los Jassen. No sé exactamente que quería yo ver espiando ahí, quizá a algún millonario extranjero llegando con esos grandes regalos para donárselos a los niños; o quizá a los Jassen llegando con los regalos tras muchos ahorros todo el año. El caso es que nada de eso vimos, fue algo que nunca imaginamos. Yo había estado atento en todo momento pero el sueño comenzó a ganarme y estaba dormitando cuando Yani me dio un codazo. <br /><br /> — Mira, mira —me dijo con los ojos tan grandes que parecía se le saldrían—. Si existe. <br /><br /> Después de desaturdirme, miré hacia donde me señalaba y enseguida comprendí su asombro: sobre la casa de los Jassen estaba el trineo de Papá Navidad con todo y renos y duendes ayudantes, estaba quieto como si estuviera estacionado. <br /><br /> Miré con los binoculares para ver a más detalle. Ocho renos estaban en la parte de enfrente atados como caballos en carroza, el asiento del conductor estaba vacío y el asiento de atrás estaba lleno de regalos; donde varios duendes estaban envolviendo juguetes apurados, debían de estar ya sobre la hora antes de que amaneciera. <br /><br /> — Esto es un sueño —dije. <br /><br /> Sentí un terrible dolor en el brazo, Yani me había dado un pellizco para que viera que no estaba soñando, pensé en regresárselo pero no podía perder detalle de nuestro descubrimiento. <br /><br /> — Sí existe Papá Navidad —exclamó mi amigo. <br /><br /> De repente de la chimenea vimos que salía Papá Navidad, iba arrastrando dos bolsas negras con dificultad, los duendes le ayudaron a sacarlas de la chimenea y subirlas al trineo. Se supone que eso debería ser al revés, Papá Navidad deja regalos, no se los lleva. <br /><br /> — ¿Se habrá equivocado de regalos y por eso se los llevó? —me preguntó Yani. <br /><br /> — Quizá es un ladrón. <br /><br /> — Si claro, un ladrón con un trineo mágico. <br /><br /> No dije más, mi amigo tenía razón, aquella no era una persona, era un ser mágico. Después de que acomodaron bien las bolsas negras debajo de los regalos, se sentaron todos en sus lugares y el gordo barbón movió sus cuerdas para que sus renos echaran a andar. <br /><br /> — Vamos a seguirlos —dije. <br /><br /> — Pero… <br /><br /> — ¿Acaso no quieres saber a dónde van y que llevaban en esas bolsas? <br /><br /> Mi amigo asintió, y gracias a la baja velocidad del trineo pudimos irlos siguiendo. Fueron haciendo una que otra parada en las casas de nuestra aldea, justo arriba de las chimeneas. Sin embargo, contrario a lo que vimos en la casa de los Jassen, ahí se bajaba un duende con regalos y regresaba rápido sin nada de regreso. Eso nos llevó a la conclusión de que Papá Navidad se había robado algo de esa casa de los Jassen, ¿pero con lo pobres que eran que podía quitarles? Les seguimos la pista como una hora más hasta que acabaron con los límites de nuestro pueblo de Thorn, y el trineo siguió por la orilla del congelado rio hacia las montañas. <br /><br /> — Hasta aquí llegamos —me dijo Yani, estaba espantado y había comenzado a caer aguanieve. Tenía razón, estaba oscuro y no llevábamos ni una lámpara ni botas gruesas para el bosque. <br /><br /> Seguimos con la mirada al trineo hasta donde nuestros binoculares nos permitieron, lo vimos perderse entre dos montañas no muy lejos de ahí. <br /><br /> — Bueno, vayámonos a dormir —dije—. Al rato que haya más luz iremos a buscarlo. <br /><br /> Yani que siempre era más miedoso que yo puso cara angustiada, pero la curiosidad le picaba tanto como a mí, así que no me alegó nada y asintió. Nos fuimos a nuestras casas para dormir un rato y quitarnos el frio que nos calaba los huesos. <br /><br /> A la mañana siguiente nos quedamos de ver en el parque donde toda la investigación había comenzado, mi hermana quería acompañarme para que jugaramos con los juguetes que mis padres ( ¿ O Papá Navidad? ¡Cielos, ya no se quien le llevaba los juguetes en realidad!) le habían traído; me costó trabajo convencerla para que se quedara en casa pues era una misión peligrosa y no quería arriesgarla. <br /><br /> Fuera de la casa de los Jassen encontramos a muchos vecinos y gendarmes hablando. Nos acercamos a ver qué pasaba y un gendarme mal encarado nos cerró el paso antes de que pudiéramos llegar a la entrada de la casa. <br /><br /> — Niños, fuera de aquí —nos dijo—. Vayan a sus casas. Pronto se dará toque de queda. <br /><br /> — ¿Que ha pasado? —pregunté pero el gendarme no me hizo caso, regresó hacia la casa. <br /><br /> — Una tragedia —dijo alguien a nuestras espaldas. Era la señora Neske, vecina de esa calle—. Los niños de los Jassen han desaparecido, es terrible. <br /><br /> Yani y yo nos vimos, debíamos de estar pálidos pues la señora Neske nos abrazó y con lágrimas en los ojos nos dijo: <br /><br /> — Otra vez pasó, esto es terrible. Váyanse a casa chicos, esta navidad es peligrosa. <br /><br /> — Otra vez pasó —repitió Yani. <br /><br /> La señora Neske se limpió las lágrimas con su mano cubierta por unos gruesos guantes y nos dijo: <br /><br /> — Si, cada seis años pasa algo así. <br /><br /> — Pero… ¿Quién puede ser? <br /><br /> — Nadie sabe, ni siquiera la policía lo sabe. Los gendarmes harán preguntas y nunca llegarán a nada, así pasa cada vez en nuestra aldea desde que tengo uso de razón. Váyanse ya a sus casas —nos intentó apretar las mejillas con sus guantes—. Son días difíciles. <br /><br /> Jalé a Yani hacia el parque, nos quedamos callados sin saber que decir, pero si sabíamos que hacer. Nosotros sabíamos quien se había llevado a los niños Jassen, había sido Papá Navidad en aquellas bolsas negras. No sabíamos para que ni porque, pero lo averiguaríamos. Rodeamos la calle para salir hacia las montañas, pues si el gendarme tenía razón, no tardarían en declarar toque de queda en Thorn al anochecer, debíamos de apurarnos a encontrar la guarida del gordo barbón. <br /><br /> <br /><br />2 <br /><br />Llegamos al límite de las montañas, la tarde era menos fría que anoche. No parecía que fuera a nevar por lo que teníamos tiempo para investigar bien antes de que anocheciera. En el camino nos encontramos a Drika, un gran amigo de Yani que, por supuesto, no teníamos contemplado fuera con nosotros, pero dadas las circunstancias y el lugar al que nos dirigíamos (en medio de un posible toque de queda y dos adolescentes yendo hacia las montañas, no había mucho que inventar para excusarse), tuvimos que decirle nos acompañara y al ser dos años más grande que nosotros y practicar alpinismo, nos serviría de algo. No nos creyó ni jota de lo que le dijimos (obvio), pero al final no puso peros para seguirnos pues ya conocía el territorio. <br /><br /> — ¿Y dicen que se les perdió de vista el trineo entre aquellas dos montañas? —nos preguntó señalándonos el camino, estábamos más cerca de lo que ayer habíamos caminado. <br /><br /> — Si, hasta donde los binoculares nos permitieron ver —le dije—. Era noche y no quisimos arriesgarnos sin lámpara. <br /><br /> — He hicieron bien, les pudo salir algún ratón de campo hambriento o hasta parvada de murciélagos. —Nos miró como si él fuera un adulto y nosotros solo un par de crías—. Pisen con cuidado que puede haber algún barranquillo y la nieve lo tapa —agregó poniéndose hasta el frente de nosotros—. Mejor yo iré al frente. <br /><br /> Y así seguimos caminando hasta lidiar con las dos montañas, eran grandes y estaban unidas de forma que un solo camino conducía hasta ellas. Vimos que sería difícil el acceso hasta ellas, igual nos explicó que lo que fuera que hubiéramos visto debía de andar por ahí, pues para ir mas adelante hubiera tenido que subir mucho el vuelo por la altura de las cordilleras. De plano tenía razón y de plano había sido buena idea llevarlo con nosotros, ahora el problema era trepar. <br /><br /> — Miren por ahí hay un camino por el cual se puede ir subiendo hasta cierto nivel —dijo Drika—, iremos hasta donde el piso nos lo permita, no quisiera resbalar y caer, o provocar una mini avalancha que podría enterrarnos, y con el jaleo del pueblo ahorita nadie vendría a ayudarnos ni se percataría del desprendimiento. <br /><br /> Sonaba muy rudo pero tenía razón, no alegamos nada y anduvimos como si fuera un camino lleno de mierdas de perro y pudiéramos pisarlas. El pasaje era una pendiente un poco inclinada que nos iba conduciendo entre las dos montañas. Así anduvimos un rato y la escasa luz del día nos permitía bien ir viendo por donde pisar y hasta donde llegar. La pendiente se hizo más alta y requería empezar a escalar por las salientes de roca de la montaña. Drika nos indicó que hasta ahí era seguro llegar sin el equipo necesario y el piso tan congelado. <br /><br /> — Solo un poco más —le suplicamos. Estaba seguro que pasando la intersección de las dos montañas podía estar la guarida de Papá Navidad—. Debe de estar pasando esta unión, puedes ayudarnos a subir. <br /><br /> — Bueno pero solo hasta ahí iremos—nos dijo Drika tras unos segundos de pensarlo—. Porque más adelante si requeriríamos mosquetones y piolet. Los ayudaré a subir. <br /><br />Fue subiendo por unas piedras salientes que servían de escaleras y tras comprobar que eran firmes, se situó en la intersección de las montañas y desde ahí nos dijo a dónde ir pisando; después nos extendió la mano para que pudiéramos llegar. Cuando estábamos los tres en aquella parte, todo el esfuerzo y el frio que teníamos (en las montañas el clima era más frio que en Thorn) había valido la pena: enfrente estaba una cueva con luz en su interior. <br /><br /> — Ves, ahí esta —le dijo emocionado Yani a su amigo—. Y tú no nos creías. <br /><br /> — Falta ver que hay ahí —nos dijo algo serio, en verdad era muy maduro para su edad, o quizá estaba asumiendo su papel de hermano mayor protector ante nosotros—. Hay que andar con cuidado, puede haber animales salvajes. <br /><br /> — ¿Y usan luz? —dije. <br /><br /> — O vándalos —agregó. <br /><br /> Tomamos unas varas que vimos y nos fuimos acercando con mucho cuidado. La entrada a la cueva era más amplia de lo que nos habíamos imaginado. Su interior estaba muy iluminado, en un principio creíamos que eran cientos de antorchas u hoyos naturales de las paredes por los cuales se filtraba tanta luz, pero, para nuestra sorpresa, eran lámparas como si de una casa normal se tratase. Drika nos susurró algo de que podía ser una empresa minera, y si el vigilante nos descubría nos podía tomar de ladrones. Anduvimos con más cuidado por el camino que conducía hacía varias cavernas. En la primera de ellas vimos el trineo ya desarmado. Quisimos gritar de júbilo y asombro pero nos quedamos calladitos pues nos podían descubrir. Seguimos avanzando por el camino de en medio, a los lados había pequeñas grutas que parecían ser dormitorios con gruesos cobertores y almohadas. Llegamos hasta la entrada a un gran espacio donde una máquina sacada de una película de ficción estaba funcionando. Era metálica y me recordaba a un gran sistema de calefacción de la Plaza Magna en Ámsterdam, donde solíamos ir de vez en cuando. Emitía un rugido bajo, débil e intermitente. Nos escondimos tras unas piedras que estaban en una de las esquinas. <br /><br /> — ¿Qué es esa cosa? —preguntó Yani. <br /><br /> — No lo sé —susurró Drika, igual o hasta más maravillado que nosotros—. Esta cueva no estaba aquí. Apenas hace unos quince días vine con mis tíos a escalar. La hubiera visto o por lo menos me habrían contado de ella; Mis tíos son grandes alpinistas y conocen mucho la zona. <br /><br /> Iba yo a decir algo, pero me callé al ver a los duendes de Papá Navidad que salían de una gruta de los costados, con nada más y nada menos que los niños de los Jassen. ¡Sí, los niños que los gendarmes tan apurados andaban buscando en la aldea! Y Yani estuvo a punto de gritar pero su amigo le tapó la boca a tiempo. <br /><br /> — Muy bien —se oyó decir a alguien desde atrás, su voz era grave y autoritaria—. Ha sido un año de mucha labor y demasiados juguetes pedidos por los niños. Cada vez nos piden más y hacen que nuestra Drome Maken se forcé. <br /><br /> Los duendes se habían formado alrededor de la inmensa máquina y confirmaban con la cabeza lo que les decía aquella voz. <br /><br /> — Como cada seis años las reservas de la Drome se han acabado —siguió diciendo—, y ahora nos veremos en la necesidad de darle el doble de material para sus reservas. <br /><br /> Uno de los duendes dijo algo en lo que me pareció ser Lenguas Frisonas, no estoy muy seguro pues solo en la escuela nos habían enseñado algo de aquella lengua casi perdida. Algo dijo de juguetes. <br /><br /> — Para nuestra Dromen no es lo mismo que antes —siguió diciendo la voz que se acercaba hacia el grupo de hombrecillos—. No es igual hacer carritos de madera, muñecas de porcelana y pelotas; que hacer consolas de videojuegos, tablets y demás cosas de tecnología. —Llegó hasta el frente: ¡Era Papá Navidad! No era gordo como nos lo pintaban los dibujos, pero si tenía una larga barba blanca. Estaba vestido con un suéter y pantalones ligeros. No me había percatado que dentro de la montaña el clima era más caluroso—. Yo tampoco quisiera hacerlo, pero muchos niños en todo el mundo, esperarán con ansias muchos más juguetes que los del año pasado. <br /><br /> Los duendes empezaron a discutir entre ellos en Lenguas Frisonas y al final terminaron por decirle algo a Papá Navidad que pareció no gustarle del todo pues frunció la frente e hizo una mueca. Los hombrecillos cogieron a los niños de Jassen que no estaban ni amarrados ni nada por el estilo, pero parecían como adormilados. Los llevaron hasta una compuerta de la máquina y los metieron dentro. Se aseguraron de que la compuerta cerrara y un duende que estaba desde arriba en lo que parecía ser un teclado apretó un botón, y volteó a ver a Papá Navidad, el cual miró con tristeza a sus colaboradores y le dio una señal al duende operario; entonces este apretó otro botón y la máquina comenzó a rugir, a emitir un sonido espantoso que asemejaba al de una licuadora funcionando. Todos nos llevamos las manos a los oídos hasta que el ruido cesó; entonces la máquina comenzó a moverse y rugir más fuerte y constante, como si hubiera despertado. <br /><br /> — Lista para andar y comenzar a producir juguetes —dijo Papá Navidad—. Descansaremos un par de meses y luego a trabajar. —Se dio la media vuelta para regresar por donde había llegado—. Y asegúrense de cerrar el portal y… <br /><br /> Drika nos jaló hacia la salida, no me dejó oír que más les decía, pero fue mejor, no quería ser descubierto y terminar en la Dromen Maken como material. Corrimos de regreso a la aldea, para fortuna de nosotros aun no empezaba el toque de queda y pudimos irnos a nuestras casas. Sobra decir que nunca le contamos nada a nadie pues ni nosotros mismos lo creíamos, y a pesar de que regresamos al día siguiente nunca encontramos ninguna cueva. Era como si sí hubiera habido un portal que nos permitió ver lo que les pasó a los niños de los Jassen, que obviamente nunca los encontró la Armada Militar. No sé si algún día pueda superar esta vivencia, más de lo que si estoy seguro es que cuando tenga hijos no les inculcaré le pidan nada a Papá Navidad; quizá a los reyes magos, aunque pueden tener el mismo origen sus juguetes… no lo sé, sería cosa de investigar…</span><br />
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Alfonso Padillahttp://www.blogger.com/profile/17395372322828936440noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8561060603582886830.post-60878050024219633202018-12-10T19:40:00.000-08:002018-12-10T19:40:54.387-08:00Fragmentos de terror... LA MEJOR ÉPOCA<br />
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LA MEJOR ÉPOCA <br />
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1 <br />
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Aquella iba a ser la mejor época del año. La economía era prospera y la gente tenía más dinero proveniente de sus aguinaldos y sus cajas de ahorro; el cual estaban dispuestos a gastarlo en muchos regalos y regalos. Eso lo sabía Anastasia quien colgaba su letrero de “Los mejores conjuntos para dama” sobre la parte externa de su puesto ambulante en el tianguis navideño. Había pedido un préstamo para comprar un mejor lote de prendas íntimas femeninas; el dinero se lo habían dado con un módico interés mensual. Pero toda aquella inversión bien valdría la pena pues la lencería estaba lindísima y ese mismo mes recuperaría el dinero y pagaría todo. El tianguis cerraba el 7 de enero, sin embargo, Anastasia esperaba acabar con todo para el 31 de diciembre, pues pasando esas fechas las compras se vertían solo en juguetes para los reyes magos. Terminó de poner su letrero y se hizo para atrás para ver el panorama general de su negocio: todo lucia muy bien desde el anuncio luminoso, hasta los maniquíes con los conjuntos rojos y amarillos para atraer el amor y el dinero el fin de año. Acabaría con toda la mercancía y ganaría un buen dinero para la cuesta de enero. Sí, acabaría con todo, no le cabía la menor la idea duda que aquella iba a ser la mejor época.<br />
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Entre todos los comerciantes habían formado una asociación de tianguistas de temporada, recorrían todo el año diferentes zonas del país cambiando solo las mercancías a vender de acuerdo a la época del año. La forma en que la que se surtían cada locatario era diferente. La mayoría compraba su mercancía en el centro de la ciudad; algunos optaban por mercancía china barata mientras otros adquirían mercancía nacional de mejor calidad; otros menos importaban mercancía a mayor costo. Y de entre todos ellos había un locatario que siempre tenía cosas raras fuese la vendimia que fuese. Su mercancía le llegaba de Europa, y solían ser las cosas más caras y extrañas del tianguis. Los clientes ya lo conocían y esperaban ansiosos en cada puesta sus novedades y artículos exóticos de cada temporada. Cosas como corazones de metal que cambiaban de color de acuerdo al amor de los enamorados; gafas de sol que cambiaban su nivel de protección de rayos ultravioleta de acuerdo a cada día; rosas artificiales que iban creciendo como si fueran naturales; unos chalecos inflables; etc. El caso es que cada temporada sorprendía no solo a los clientes, sino a todos sus compañeros comerciantes. <br />
<br />
Entre los locatarios lo conocían como el “Emo” por su singular aspecto. Era un joven de veinticinco años, vestido siempre de negro y con un fleco que le tapaba los ojos. Pocas veces platicaba con la gente y mientras no estaba atendiendo clientes o acomodando mercancía, lo veían siempre oyendo su música metal y leyendo revistas góticas europeas. De entre las escasas veces que contaba sus cosas, se sabía que sus mercancías procedían de varios países del viejo continente, nunca revelaba a sus proveedores argumentando cosas raras de que: “eran mercaderías seleccionadas que requerían de pactos oscuros de sociedades secretas”, o cosas por el estilo. En definitiva, era un joven muy raro al cual evitaban salvo para ver sus novedades de cada año. <br />
<br />
La señora Anastasia era la que mejor hablaba con el extraño comerciante. Cuando terminó de acomodar su negocio fue al local del Emo para ver que tenia de novedad, lo encontró acomodando su puesto; al fondo tenía unas cajas negras pequeñas donde debía de estar su nueva adquisición. <br />
<br />
— Hola, chico —lo saludó, el joven levantó una mano e hizo una extraña mueca la cual era su saludo. No era una sonrisa pero tampoco era un gesto de disgusto, era simplemente su “saludo raro”—. ¿A poco esas cajas tan pequeñas es toda la mercancía que vas a vender esta temporada? <br />
<br />
El Emo se detuvo un momento en sus acomodos, volteó a ver sus escasas cajas negras del fondo y, después, vio a la mujer. <br />
<br />
— No necesitaré más, hoy mismo acabaré con todo —movió su fleco para destaparse los ojos y mirar a Anastasia con extrañeza—. Ya los clientes son los que necesitaran mucho espacio en sus casas para desenvolver la mercancía. <br />
<br />
— ¿No serán esta vez abrigos inflables para elefantes? <br />
<br />
— No —respondió con una sonrisa forzada—. Yo hoy acabo todo y me voy de nuevo a mi Europa, después de tantas décadas. —Se dio la media vuelta. <br />
<br />
Anastasia levantó los ojos mientras movía la cabeza. <br />
<br />
— Muchacho, tu siempre con tus historias, creyendo que eres un anciano milenario que ha recorrido el mundo. <br />
<br />
El Emo no contestó y le dio la espalda. La mujer supo que hasta ahí acababa la plática, pues el chico no ahondaría más. Con el tiempo había aprendido a conocerlo; podías estar platicando bien con él pero si de repente se daba la media vuelta significaba que no hablaría más, fin de la conversación. <br />
<br />
El Emo siguió acomodando sus rejas y antes de sacar la mercancía de sus cajas, colgó decenas de letreros que decían: “Prohibido tocar”. <br />
<br />
<br />
<br />
2 <br />
<br />
Al día siguiente el tianguis abrió oficialmente al público. La gente se fue dispersando por los pasillos y un trio de adolescentes entraron directo al negocio del Emo. Una chica de lindos ojos verdes fue la pionera curiosa que solo vio un montón de esferas navideñas traslucidas colgadas, todas se veían iguales y estaban esparcidas pobremente por las rejas. <br />
<br />
— Hola —le dijo un tanto desilusionada—. Estoy buscando algo que regalar para el intercambio navideño de mi escuela. Mis amigos me han contado de todas las cosas raras que traes cada año. ¿No traes algo diferente… que no sean esferas navideñas? —El Emo no contestó, así que la chica extendió un dedo para tocar una de las esferas <br />
<br />
— No se pueden tocar hasta que se paguen —dijo el joven encargado haciendo su rara sonrisa. En su exhibición de mercancía había más letreros de no tocar que esferas para vender—. Este año solo me han asignado esta mercancía, temo desilusionarte si buscabas algo más vistoso. Pero créeme que es lo mejor que he vendido en años. —Se acercó hacia la muchacha, la cual se arrejuntó hacia sus amigos que nerviosos veían las fallidas esferas—. Pueden parecer muy sencillas por fuera, pero lo importante está por dentro. Tienen una sorpresa que solo hasta el 24 de diciembre descubrirán. <br />
<br />
— Sorpresa —dijo uno de los amigos sin gran entusiasmo—. ¿Sera acaso un lindo y tierno juguete? <br />
<br />
— Mucho más que eso —respondió el Emo quitándose el fleco para descubrir sus ojos—. Adentro hay genio que te concederá tus deseos la madrugada del 25 de diciembre. <br />
<br />
— ¿Será acaso un exótico peluche robot? —dijo entusiasmado el otro joven—. ¿Cuánto cuestan tus esferas Transformer? <br />
<br />
El Emo hizo una pausa para mirar al grupo de jóvenes, su mirada era profunda y hubieran querido que mejor el fleco le tapase los ojos. Tras un rato de silencio les dijo: <br />
<br />
— Si te toca un genio Djinn te cumplirá un deseo bueno y noble; pero si te toca un Dao solo te concederá tu más oscuro deseo, algo malo y destructor. Cuesta $500 cada esfera… en realidad está casi regalada dado su contenido. <br />
<br />
Los chicos sonrieron y cuchichearon algo entre ellos, no parecían haberle creído ni jota, pero a pesar de ello cada uno le compró una esfera. <br />
<br />
— Solo espero no nos defraudes pues cada año te compro algo —le dijo uno de los jóvenes. <br />
<br />
— Mi producto es lo que he dicho. Lo que sí podría decepcionarte seria el deseo que se te cumpla en la víspera de Navidad. <br />
<br />
Los chicos se fueron y el Emo se quedó vendiendo el resto de sus esferas con la fila de clientes que ya se le había juntado. Para antes de la medianoche ya había acabado con toda su escaza mercancía. <br />
<br />
<br />
<br />
3 <br />
<br />
A la señora Anastasia le estaba yendo excelente, sus conjuntos se le vendían como pan caliente e inclusive ya tenía el dinero para pagar su préstamo, el resto de sus siguientes ventas ya serían puras ganancias. El día 24 en especial tuvo mucha venta y acabó agotada, cerró rápido su puesto y se fue a su casa. Ahí sus dos pequeñas hijas la esperaban listas para la cena, no tenía mucho ánimo para ello pero les había inculcado a sus nenas la tradición de la navidad. Puso la comida en el horno, mientras estaba lista se fue a poner algo de ropa cómoda olvidándose de los protocolos de glamour de ese día; antes si solía vestirse lo mejor para festejar con su esposo, pero a partir de su muerte se dedicó en cuerpo y alma solo a ellas, olvidándose de esas pequeñeces. Siempre solía añorarlo con toda su alma, no entendía porque había dejado a sus pequeñas tan chicas, tan solas y desamparadas; debían de haberse idos todos juntos en aquel aparatoso accidente automovilístico. Estos días es cuando más lo recordaba, se le salió una lagrima de los ojos, se la limpió dispuesta a estar con la mejor cara para sus niñas, ellas la necesitaban. <br />
<br />
Bajó a la cocina para supervisar la comida, casi estaba lista. Su hermana le había dejado un recado en una pegatina sobre el refrigerador: “Felices cenas ya que no quisiste acompañarnos, nos vemos el domingo”. Sonrió al imaginar a su hermana en ese momento con su esposo, disfrutando una rica cena horneada. Ella era la que le cuidaba a las niñas a cambio de una pequeña retribución. <br />
<br />
Anastasia se sentó en el sillón, respiró profundo y cerró los ojos. Todo pintaba bien: estaba por disfrutar una cena con sus hijas e iba a ganar el suficiente dinero para poder pagar las futuras colegiaturas de las niñas y librar la cuesta de enero de paso. Después del Emo ella había sido la comerciante de mayores ventas. ¡El Emo!, con todo el ajetreo de esos días se había olvidado de él por completo. Al día siguiente de que vendió todas sus esferas “mágicas”, recogió su puesto y se despidió de Anastasia dándole una esfera de recuerdo. Aquel chico loco le dijo que se iría a Europa después de décadas de no ir. Anastasia sabía que aquel muchacho estaba chiflado y solo le agradeció el presente, aunque supuso que para la siguiente temporada de los comerciantes en febrero lo vería ahí de nuevo, con alguna otra estrafalaria mercancía. En lo que respectaba a las esferas de este año no se le hacían nada sorprendentes, el muchacho había dicho que en la víspera de navidad se abrirían y un genio cumpliría su más íntimo deseo. ¿Su más íntimo deseo? Si, en definitiva, ese Emo estaba tocado de la cabeza al creer que de esas esferas surgirían seres mágicos. Su esfera estaba en la cómoda de su cuarto. <br />
<br />
La curiosidad venció a su cansancio y fue a buscarla. Donde la había dejado no estaba, revisó en los alrededores e incluso en los cajones de su tocador. No encontró nada, entonces debían de haberla colgado en el árbol navideño sus hijas o su hermana. Regresó hasta el árbol que estaba en la sala, a las niñas les encantaba adornarlo cada año. Buscó de entre todos los adornos y la encontró hasta abajo y pegada a la pared. Estaba abierta a la mitad y era sostenida solo por su hilo que pendía de una rama. <br />
<br />
— Estas niñas la quebraron y por eso lo pusieron ahí para que no las cachara —se dijo levantando los ojos. La descolgó para verla más a detalle, en realidad no parecía haberse quebrado, solo estaba dividida exactamente a la mitad como si hubiera sido partida con un cuchillo, o … abierta desde adentro. <br />
<br />
No, eso no era posible… o ¿sí? El Emo le aseguró que la víspera de navidad se abriría y saldría un genio. Ese chico estaba loco y se creía algún viejo vampiro milenario europeo, pero su mercancía siempre había sido de una calidad igual de grande que su excentricidad, por lo que no dudaba que aquella esferita tuviera algún mecanismo avanzado para que se abriera en ese día y saliera algún muñequillo chistoso. Entonces las niñas debieron de sacarlo, y ahora estaría por ahí perdido con el resto de sus juguetes. Cuando bajara les preguntaría sobre él, ahora era momento de servir la cena. <br />
<br />
Ya olía a pechugas empanizadas y espagueti rojo. Apagó el horno, sacó los refractarios para ponerlos sobre la mesa la cual ya estaba arreglada con la cristalería, los manteles navideños, las velas rojas encendidas y la cascada artificial. Todo lucia tan lindo que sonrió más animada. <br />
<br />
— Josefina, Lucia —les gritó—. Ya bajen a cenar, todo está listo. <br />
<br />
Las tres se sentaron y comenzaron a servir la ensalada de manzana y el espagueti. <br />
<br />
— Antes de que se me olvide —le dijo Anastasia—. ¿Qué ha pasado con mi esfera rota? <br />
<br />
Las niñas se vieron entre si, y después de vacilar, Lucia dijo: <br />
<br />
— La tia Ema la encontró en tu cuarto, la colgó en el árbol desde ayer, y hace rato que jugábamos un oímos que algo caía del árbol. <br />
<br />
— Si, y cuando vimos ya estaba rota —añadió Josefina con la boca aun llena de comida—. Que mira que no le hemos hecho nada. <br />
<br />
— Se ha roto sola. <br />
<br />
— Bueno, ya no importa. Era un regalo pero la verdad —les susurró— no me ha gustado mucho. <br />
<br />
Las niñas sonrieron. Después arrullaron al niño Dios y se dieron sus regalos de intercambio. Estuvieron solo un rato más pues Anastasia tenía que trabajar al día siguiente, era un buen día pues muchas personas compraban sus regalos para el fin de año. <br />
<br />
<br />
<br />
4 <br />
<br />
Anastasia se levantó casi a las once, era muy tarde y debía de estar a las doce en el tianguis. Con trabajos tendría tiempo para bañarse y arreglarse para llegar a tiempo. Sintió el calorcito de las sabanas y pensó en que podía pasar el resto del día jugando con las niñas, disfrutando el recalentado y un ponche casero. Pero la idea de poder acabar con toda la mercancía antes del 31 de diciembre era más tentador, así podría pasar todo enero con sus hijas. <br />
<br />
Al fin venció la perspectiva de enero, se levantó y se echó un regaderazo. No tardó y se puso la primera muda de ropa decente que encontró en el closet. No tendría tiempo de desayunar pero les dejaría listo todo a las niñas para que recalentaran la comida en el horno. Tomó su bolso y fue al cuarto de Josefina a despedirse de ellas. <br />
<br />
Las niñas estaban riéndose bajo las sabanas, al oír que su madre entraba guardaron silencio. <br />
<br />
— Ya las escuché, traviesas. Salgan de su escondite que ya me tengo que ir. <br />
<br />
— No podemos —dijo Lucia—. Nuestro invitado te va a espantar. <br />
<br />
— Ya ha pasado Halloween, no me espantarán. Salgan de su escondite. <br />
<br />
Las niñas asomaron las cabezas de entre las sabanas, pero justo en medio de ellas había un tercer bulto oculto. Anastasia pensó que lo habían formado con las almohadas para darle un buen susto, les encantaban los espantos. <br />
<br />
— ¿Y quién es ese invitado grosero que no quiere salir y saludarme? <br />
<br />
Las niñas se rieron y cuchichearon algo. <br />
<br />
— Es papá, ha regresado —dijo Lucia—. Santa Claus nos lo trajo de vuelta. <br />
<br />
— Niñas, basta de bromas, saben que no me gusta que jueguen con la memoria de su padre —se acercó y jaló la sábana. <br />
<br />
Su esposo estaba ahí, en medio, acurrucado entre las sábanas, mostrando lo que podría ser una grata sonrisa de no ser porque la mitad de su cara estaba descarnada, y sus dientes se veían bien adheridos a la mandíbula carente de piel. <br />
<br />
— Leonardo… —dijo Anastasia sujetándose del barandal de la cama, la vista se le estaba nublando—. Tu no… puedes… <br />
<br />
Su esposo se llevó su huesuda mano a la boca para pedirle se callará. <br />
<br />
— Papá vino por nosotras, viene a llevarnos a todas —dijeron las niñas al unísono—. Juntas como una familia. <br />
<br />
Anastasia recordó al Emo y su esfera. ¿Qué tipo de genio había contenido en su interior? Ahora estaba ahí su esposo, medio zombi y medio espíritu. Después de todo si iba a ser la mejor temporada y al fin podría estar con su esposo. Se sentó en la cama, todos se tomaron de la mano y pronto una luz los comenzó a cubrirlos hasta que fueron desapareciéndose hacia la eternidad. <br />
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Alfonso Padillahttp://www.blogger.com/profile/17395372322828936440noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8561060603582886830.post-12728525931073200832018-11-12T19:47:00.000-08:002018-11-12T19:48:09.786-08:00Fragmentos de terror... DEMONIO EN EL HIGADO<div id="fb-root">
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<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><i><span style="color: red;">Hay ciertos males que están fuera de lógica de la medicina...</span></i><br /></span><br />
<div style="text-align: center;">
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">DEMONIO EN EL HÍGADO </span></span></div>
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;">
<br /> <br /><br />1 <br /><br />Siempre he sido una rigurosa científica desde que tengo uso de razón, en la escuela mis dieces se vertieron sobre las asignaturas de biología, física y química. Si bien no estudié nada de eso, si me enfoqué en la medicina y acabé con grados y menciones honoríficos. Mis prácticas profesionales fueron tan perfectas que en el hospital donde las realicé, no dudó en contratarme en cuanto obtuve mi cedula profesional. Desde entonces me he desempeñado como médico general y en tan solo un par de años he sido considerada como la mejor doctora de esta institución. La verdad no me ha extrañado pues mi esfuerzo y dedicación me llevaron a ello, incluso mis colegas que son doctores veteranos con años en este sitio, han visto bien mi nombramiento a pesar de mi corta edad. <br /><br /> En mi andar diario he tenido que ver casos de gente muy enferma o muy mal herida. Nuestra área de urgencias es un verdadero reality show capaz de hacer desmayar a cualquier persona susceptible. Tanta gente que ha llegado acuchillada, baleada, quemada o hasta mutilada, es duro de ver y creer. A pesar de que yo tengo mis consultas en el área de citas programadas, con frecuencia me piden mi apoyo para cubrir algún turno del área de urgencias. </span><br />
<div>
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div>
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhAzvh-3qxpMy419Ts7B8botmmOlhFhTSJqJUy2zvpTSdALubReHTyVtMO7b1QYgdUtzrsBDu-l_N6ATNIoF7b4t7spVtka_tWNKwmQWU_VXnLkZC-0goU2Oclyj7Sj84Uk5DhwDq428dxQ/s1600/demonio+en+el+higado.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="198" data-original-width="256" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhAzvh-3qxpMy419Ts7B8botmmOlhFhTSJqJUy2zvpTSdALubReHTyVtMO7b1QYgdUtzrsBDu-l_N6ATNIoF7b4t7spVtka_tWNKwmQWU_VXnLkZC-0goU2Oclyj7Sj84Uk5DhwDq428dxQ/s1600/demonio+en+el+higado.jpg" /></a></div>
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<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><br /></span></div>
<div>
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<a name='more'></a><span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><br /><br /> Recuerdo el domingo pasado en la noche (si, ser doctor es no tener vida propia) estaba yo haciendo la guardia de urgencias, había sido un día aburrido y casi sin gente (milagroso para ser domingo pues pareciera que ese día todos se enferman o se accidentan), al grado que habíamos tenido todo el tiempo para que el camillero nos contara toda su triste vida sentimental. Cuando era ya cerca de la una de la mañana y el sueño estaba venciendo mis tazas de café, oímos a una persona que llegó pegando unos gritos horribles. El enfermero llamado Esteban, fue a ver qué pasaba y después de unos minutos regresó a solicitar mi apoyo pues la persona no dejaba de berrear. <br /><br /> — ¿Qué le pasa a ese pobre paciente? —le pregunté. <br /><br /> — Es una mujer, dice que tiene un dolor insoportable en el hígado. —Se veía un poco pálido y sacado de onda, cosa rara en un enfermero pues este trabajo te vuelve frio y hasta insensible—. Dice que si no le extirpamos ahorita mismo su hígado, se le expandirá en todo el cuerpo y morirá. <br /><br /> Aquello parecía ilógico y le pedí me explicara más. <br /><br /> — Dice que su hígado en si no es el que está mal —prosiguió—, sino que está poseído por un demonio. Creo que está deschavetada esa tía. <br /><br /> — Quizá tiene un trastorno mental, le duele el hígado y por eso dice tal disparate. ¿Ya hablaste con su familiar? <br /><br /> — Viene sola. ¿Qué hago, doctora? <br /><br /> Le dije que la pasara al cuarto de revisión para que le diera una pastilla paracetamol para el dolor y se calmara. Así lo hizo Esteban y después de unos delirantes minutos de oír los quejidos de la mujer (dignos de un Oscar), por fin se calmó y fui a verla. La mujer era delgada y de tez casi negra, su cabello era ondulado y poseía facciones toscas. No parecía ser mexicana, o por lo menos debía de tener descendencia africana. <br /><br /> — Señora… Ashanti —le dije leyendo su nombre en el expediente, me senté frente a ella—, que bueno que está usted mejor. ¿Se le ha quitado ya su dolor de hígado? —No me respondió, así que acerqué mi mano en lo que le decía—. La voy a tocar su zona hepática para situar bien su malestar. <br /><br /> La mujer se hizo para atrás y me dijo muy molesta: <br /><br /> — ¿No entendieron o qué? —su español era claro pero tenía un fuerte acento extranjero, quizá afro—. Mi hígado está poseído por un demonio, por Asmodeo, y si usted me toca se le puede pasar también. <br /><br /> La mujer comenzó a respirar con dificultad, no tardaría en volver a quejarse, sus ojos se movían de un lado a otro como si estuviera en medio de una carretera siguiendo coches con la mirada. No dudé en que sufría algún tipo de esquizofrenia o paranoia. <br /><br /> — Le haremos análisis para ver su estado de salud, pero es importante que le llame a algún familiar suyo. ¿Trae celular para contactarlo? <br /><br /> — A todos los ha matado, Asmodeo —me respondió con la cabeza agachada—. Solo yo he logrado sobrevivir y he venido para acá. <br /><br /> — Bueno en seguida vendrá el enfermero a tomarle una muestra de sangre —le respondí ignorando su comentario—. Mientras trate de recordar el teléfono de algún vecino o amigo. <br /><br /> — ¡Estúpidos son todos ustedes! —Se levantó de su silla y se llevó la mano a la altura de su hígado—. Asmodeo está en mi hígado y no tardará en pasarse a todo mi cuerpo, y moriré —me señaló con su dedo—, y será su culpa. <br /><br /> Aquello era lo más raro que había pasado en mi corta carrera. Por primera vez no supe que hacer ni cómo reaccionar, me había bloqueado; así que recuerdo que me levanté y me fui con Esteban, el cual nada más me vio mi semblante me dijo que me sentara y me ofreció un vaso con agua, me preguntó si me sentía bien como si yo fuera la paciente recién llegada a urgencias. <br /><br /> — Tienes razón, si le falta un tornillo en la cabeza —le dije olvidándome del protocolo verbal médico—. Necesitamos sedarla para hacerle estudios. La vas a sujetar en lo que yo la inyecto. <br /><br /> — Me da miedo —me confesó Esteban y al ver su mirada le creí. A pesar de lo alto y fornido que era, tenía miedo de aquella mujer escuálida—. ¿Y si mejor pedimos apoyo de vigilancia? <br /><br /> — Es solo una mujer indefensa —le dije más que para darle valor, para dármelo a mí misma, también estaba nerviosa—. Estas confundido por lo que te dijo y eso es todo. Vamos. <br /><br /> Llegamos hasta la mujer, yo me puse enfrente y simulé que todo iría bien en lo que el enfermero se acercaba. <br /><br /> — Escúcheme, Ashanti, todo irá bien. Confié en mí. <br /><br /> Ernesto la detuvo, la mujer empezó a intentar zafarse y aproveché para aplicarle el calmante. Cuando se durmió le sacamos sangre y la llevamos al cuarto de rayos x para que le sacaran una radiografía de su hipocondrio derecho y una ecografía abdominal. Le suplique a Ricardo, el encargado del laboratorio, se apresurará con las placas, me dijo que las tendría en un par de horas. <br /><br /> <br /><br />2 <br /><br />Alrededor de las tres de la mañana la mujer despertó, la habíamos puesto en una cama especial amarrada de las manos y las piernas, solíamos usar esa cama para pacientes que se podían hacer daño solos, o ancianos que podía moverse mientras dormían y caer. Fui a verla y a decirle que se calmara, que sus estudios estaban por dárnoslos y con ello sabríamos lo que tendría y sabríamos cómo ayudarla. <br /><br /> — Suéltenme, vine a que me ayudaran no a que me ataran para que Asmodeo me poseyera a placer. <br /><br /> Iba a seguir tratando de pedirle que se calmara pero Ricardo fue a buscarme, me llevó al cuarto de rayos X y me fue enseñando los resultados de los estudios. Su sangre estaba bien y no tenía ninguna anomalía aparente. Prendió el negatoscopio y colocó la primera radiografía. <br /><br /> — En esta primera toma su hígado, vesícula y páncreas están tan bien como los de un niño —me dijo señalándomelas—. Carajo, ni siquiera tiene una sola piedra biliar, ya quisiera yo unos órganos tan sanos. —Le hice una revisión a la placa y en efecto se veía en perfecto estado—. Bueno, esa ha sido la primera —continuó diciéndome, quitó esa radiografía y colocó otra de la misma parte—. ¿Ahora que ves? <br /><br /> — Veo un hígado cirroso de un alcohólico empedernido a punto de morir. <br /><br /> — Exacto, doctora —dijo Ricardo—. Ahora vea esta tercera placa. <br /><br /> Colocó la tercera radiografía, esta mostraba al hígado sano y reluciente como el de la primera placa, pero con una sombra encimada, como si la mano del paciente se hubiera atravesado. <br /><br /> — ¿Qué es esa sombra que se postra sobre el hígado? —pregunté. Me pidió la viera a más detalle, entonces me acerqué un poco más a la imagen. A pesar de que era una simple sombra tenia forma y acción, en la parte de arriba se le formaban unos cuernos y en medio unas manos (o más bien unas garras) que abrazaban al hígado—. Parece un demonio abrazando al órgano. <br /><br /> Ricardo se rio y pensé por un momento que mi prestigio de doctora caería hasta el suelo, por lo menos con él, hasta que me confirmó mi teoría. <br /><br /> — Así es, suena muy loco y sé que no es posible, pero en mis veinte años de interpretar placas nunca he visto nada parecido. Te juro que he visto cientos de tumores de todos tamaños y ninguno se ve así, ni siquiera repasando todas las posibles fallas que puede tener la máquina de rayos x, ninguna trastornaría la imagen así. —Se limpió el sudor de su frente, estaba nervioso y eso me produjo un fuerte escalofrío, aunado a que él no sabía nada de lo que la mujer había dicho de su hígado—. Realmente pareciera que hay algo vivo pegado ahí, y eso no es todo, si miras con más atención unas sombras más fuertes que bien podrían parecer sus ojos parecen estar viéndonos. <br /><br /> Le eché otro vistazo a la imagen y vi que tenía razón, aquel …¿Asmodeo? Parecía vernos <br /><br /> — ¿Pero como la primera placa salió tan bien y las segundas ya no? <br /><br /> — No pude haberlas confundido o revuelto con las de otro paciente, hoy bien sabes que no tomo placas, no entiendo que pasó. Quisiera hacerle unas nuevas tomas. <br /><br /> — Si, tienes razón, enseguida la traigo. <br /><br /> Me dirigí con Esteban para que me ayudara a llevar a la mujer al laboratorio de nuevo. Ashanti estaba en su cama quieta, parecía dormida. Le dije al enfermero nos acercáramos con cuidado, uno de cada lado, estaba amarrada y no representaba ningún peligro, pero le teníamos pánico y creíamos que era como un oso que se zafaría y nos mataría a zarpazos. Él llegó por su lado y yo por el mío, la mujer no se inmutó y la tomé de su mano, al momento de sentir su piel sentí una descarga sobre mi mano. Quizá los cabellos de la mujer junto con las sabanas habían creado una estática y eso había provocado esos toques sobre mí. <br /><br /> — ¿Sentiste? —le dije al enfermero pero este no entendió. Estaba claro que yo fui la única que lo había sentido, así que no le repetí nada, solo le tomé el pulso a la mujer pero no sentí nada—. No tiene signos, debió de darle un paro, hay que reanimarla. <br /><br /> Esteban fue a por el desfibrilador en lo que yo seguía tratando de sentirle algún signo vital, no tenía señales de que siguiera viva, debía de haber muerto en lo que estábamos viendo las placas. Esteban dejó todo prendido y comenzó a darle la primera descarga. El cuerpo de Ashanti se levantó y se quedó sentada, estirando al máximo las correas que la sujetaban. Supuse que la reanimación había surtido efecto pero la mujer tenía los ojos en blanco, su cuerpo tembló como si estuviera sufriendo una convulsión epiléptica y luego cayó de nuevo, quieta e inmóvil como al principio. El enfermero aplicó otro par de descargas que no sirvieron de nada. La mujer ya había muerto. <br /><br /> Entonces procedimos a hablarle al encargado de la morgue y a hacer todos los trámites necesarios para que se llevaran el cuerpo, y trataran de localizar a algún familiar suyo que se hiciese cargo de su difunto. <br /><br /> Al día siguiente pedí un día de descanso pues todo aquello me había dejado muy débil e inquieta. No pude dormir bien pues me la pasé soñando una y otra vez a la mujer y todo lo que había pasado: sus gritos desgarradores, todo lo que hablado con ella y lo que vimos en sus placas. Recordaba muy bien la advertencia que me dijo de que no la tocara pues Asmodeo se me pegaría, eso aunado a la descarga solo yo sentí al tocarla, cuando ya estaba muerta. <br /><br /> Hubiera querido que todo aquello hubiese sido solo una pesadilla, o mejor haber estudiado para veterinaria y cuidar animalitos, no creo que las mascotas lleguen con demonios poseídos en sus cuerpos. <br /><br /> Me disponía averiguar un poco más sobre Asmodeo en mi computadora, para ver si la locura de aquella mujer tenía algún fundamento étnico o religioso, pero un creciente dolor en mi zona hepática no me ha dejado hacerlo. Nunca he sufrido del hígado ni la vesícula, tendré que ir a urgencias pues ya no aguanto el dolor, solo espero que no sea cierto lo que le pasó a aquella mujer y todo sea producto de mi subconsciente y el estrés reciente. No quiero tener un demonio en mi hígado y morir tan joven.</span></div>
Alfonso Padillahttp://www.blogger.com/profile/17395372322828936440noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8561060603582886830.post-7926199899463454882018-10-29T20:35:00.000-07:002018-10-29T20:35:29.252-07:00Fragmentos de terror... EL TEJECAL<div id="fb-root">
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</div>
<br />
<i><span style="color: red;">Una leyenda del día de muertos...</span></i><br />
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<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
<div style="text-align: center;">
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">EL TEJECAL</span></span></div>
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;">
<br /><br />Tres hombres cubiertos de unos gruesos gabanes disfrutaban de un caliente café de olla, con sus sombreros de paja alcazaban a cubrir hasta la mitad de sus heladas orejas y usaban de vez en vez un pañuelo para limpiarse el agua que les escurría de la nariz por el frío de noviembre. Estaban sentados sobre unas sillas de madera en un pequeño parque enfrente de sus casas, en un pueblo llamado el Tejecal, en Oaxaca. Era un dos de noviembre donde se acostumbraba a recordar a los santos difuntos con una gran ofrenda que era montada por todos los hombres y jovenzuelos sobre la entrada de la única capilla de la cual disponían. Todas las frutas y platillos eran puestos por las familias —que juntas no ascendían a más de cuarenta—. Ya por las tardes oraban y recordaban tristemente a los que partieron. Durante las noches todos se retiraban a sus casas y se resguardaban bien en sus hogares, dejando todas las calles solitarias pues existía la creencia de que la muerte rondaba ese día buscando incautos a los que llevarse. La excepción eran aquellos tres hombres que disfrutaban una amena charla sobre leyendas y espantos. </span><br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhdhfqEYHYdEdXrg1mgrOdr7emcS5C1U7cazAT_Y53EmgraDK4_Ei6KFTwLHLCwMhwWK7vbQq-VYWpY-ONf2HWQeU2meXw-q67Ggxn5k5psOs44Q0Y-S2_5Myu-lWoJdiN8dYN-O19_lWme/s1600/El+tejecal.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="233" data-original-width="311" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhdhfqEYHYdEdXrg1mgrOdr7emcS5C1U7cazAT_Y53EmgraDK4_Ei6KFTwLHLCwMhwWK7vbQq-VYWpY-ONf2HWQeU2meXw-q67Ggxn5k5psOs44Q0Y-S2_5Myu-lWoJdiN8dYN-O19_lWme/s1600/El+tejecal.jpg" /></a></div>
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<a name='more'></a><span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><br /><br />— Y ahora les contaré la mejor leyenda de todos —dijo Cenesio, tenía 60 años y era el mayor del grupo—. Hace un chorro de tiempo existía una vieja tradición de platicar con los recién difuntitos. <br /><br />— ¿Y pa que querían hablar con los difuntitos? —preguntó Oferino. <br /><br />— Porque según se cuenta les respondían las dudas que tenían sobre algo. Cosas como si sus hembras les eran infieles, o quien les robaba el ganado, o hasta les decían donde había tesoros enterrados por allí. <br /><br />— ¿Entonces el difuntito les decía todo? —dijo Rutilio. <br /><br />— Mismamente —asintió con la cabeza Cenesio— entons iban al cementerio acompañados de un chilpayate menor de doce años para que los protegiera de las almas en pena que vagaban por allí —hizo una pausa mientras observaba a los alrededores, respiró y continuó—: Llegaban a la tumba del recién enterra´o y se preparaban para hablar con él. <br /><br />— ¿Y qué hacían allí? —preguntó Oferino. <br /><br />— Lo primero era hacer un hoyito en la tierra, a la altura de donde creyeran que estuviera la frente del enterrado pues él estaba tres metros bajo tierra. Después ponían velas a la altura de los brazos y el corazón. Y todo estaba listo pa preguntar. <br /><br />Hicieron una pausa para chocar sus tarros como si de cerveza se tratase, bebieron y como retomando el hilo de la conversación continuó: <br /><br />— Y resulta que por el hoyito de la frente preguntaban y el difuntito les contestaba. <br /><br />— Un día deberíamos hacerlo —dijo Rutilio—, para saber si nuestras hembras son fieles. <br /><br />— Pero lo interesante —siguió diciendo Cenesio—, es que las velas que ponen no se les deben de apagar —los miró siniestramente—. ¡Pos si no se les aparecía la huesuda, y se los cargaba pifas! <br /><br />— ¡A jijos! —dijo Oferino— ¿Y eso por qué? <br /><br />— Pus porque lo que hacían estaba mal. Para respuestas solo dios y eso si te las quiere dar. Los muertos, muertos deben de estar, y naiden debería de despertarlos. Con las velas y el menor de edad se protegían de cierta manera. Ya al acabar las apagaban una a una en el mismo orden que las habían prendido, entonces recogían todo y salían despavoridos. Si todo salía bien, vivían para contarlo y gozar o sufrir con las respuestas que les habían dado. Dicen que así muchos apedrearon a mujeres pécoras, otros tantos se hicieron ricos con tesoros desenterrados, en fin. <br /><br />Se callaron un momento mientras seguían tomando su café. Debido al silencio sepulcral, a lo lejos les pareció oír una carroza que venía a la par con unos pasos. El sonido llegaba aun en forma de eco, por lo que parecía estar distante. Se miraron el uno al otro y se apuraron a ingerir sus bebidas. El sonido se fue acercando y estaba próximo a la entrada del pueblo, confirmaron que era alguien que conducía una carroza. Los tres al unísono se levantaron, con la voz un poco temblorosa y cortada Rutilio comentó—: ¿Quién viene a estas horas por acá? <br /><br />— Pos como que ya es hora de irnos a nuestros jacales —dijo Cenesio—, no vaya a ser cierto y … <br /><br />Los tres recogieron sus jarros y casi corriendo se fueron hacia sus casas. Mientras tanto afuera del pueblo, quizá a la muerte se le habían escapado tres incautos de El Tejecal.</span></div>
Alfonso Padillahttp://www.blogger.com/profile/17395372322828936440noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8561060603582886830.post-39857149722586216992018-10-08T19:57:00.000-07:002018-10-08T19:57:38.049-07:00Fragmentos de terror... LOS LENTES<div id="fb-root">
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<span style="color: red;">Hay dones que hay que aprovecharlos y saberlos usar, o ...</span></div>
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<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">LOS LENTES</span></span></div>
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><br /><br />I</span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;">La primera vez que Daniel necesitó lentes fue a los seis años, desde ese momento y por recomendación del oftalmólogo, los usaba todo el día. Conforme pasaron los años fuera que su visión se le corrigiera, cada vez requería mayor graduación; hasta que a los veintiún años tenía ya unas gafas de fondo de botella. La única solución posible era una operación que le corrigiera sus miopía y astigmatismo. Como sus padres no le pudieron costear sus estudios, dejó su licenciatura trunca y ahora que trabajaba, pensaba juntar dinero para operarse sus ojos. Tenía tal apego a sus anteojos que en cuanto despertaba era lo primero que se ponía, los usaba todo el día y hasta para ducharse, pues no veía bien a más de 20 centímetros de distancia. </span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"> La misma inseguridad con la que había crecido desde su primer par de anteojos, lo hicieron ser un chico tímido y de baja autoestima, nunca había tenido novia y solo había visto en su vida pasar lindas chicas con las que le hubiera encantado salir, pero rara vez había intentado esas proezas de acortejarlas, pues nadie quería andar con un “cuatro ojos”. La última decepción amorosa fue con una compañera de trabajo llamada Tifany, era muy delgada, de cabello chino y coloradas mejillas. Daniel intentó acercarse más a ella e invitarla un café, pero ella fue sincera y le dijo que no le gustaba como se veía con esos lentes, que usara lentes de contacto y quizá saldrían. Aquello fue devastador para el pobre de Daniel, que triste y melancólico veía pasar sus días aburridos y grises a través de sus fondos de botella.</span><br />
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<a name='more'></a><span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"> Cierto día de verano al salir de noche de su trabajo (todos los fines de mes por cierres contables debía de hacerlo), caía un aguacero épico y obvio como buen “Godínez” tenía que viajar en transporte público. El sufría en las noches pues su visión se bajaba aún más y ni siquiera sus lentes le servían, eso aunado a la lluvia y los charcos hacían que maldijese esos días. Se fue despacio tratando de recordar donde había hoyos y coladeras, debía de caminar tres cuadras hasta la parada del camión. </span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"> Ya estaba en la última cuadra que tenía muchos desniveles pues los vecinos los hacían en sus banquetas para meter sus carros. Se iba deteniendo de la pared sintiéndose como un maldito ciego que requería ya de un perro guía o un por lo menos un bastón, cuando tropezó con algo frente a él. No pudo detenerse y cayó de bruces pudiendo apenas medio poner una mano para no romperse los dientes. El impacto lo dejó medio aturdido y cuando reaccionó y abrió los ojos, vio todo tan nublado que enseguida se dio cuenta de que sus lentes habían salido volando con la caída.<br /> </span><span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"> Se fue caminando en cuclillas tanteando con las manos todo el piso para encontrar las gafas, así estuvo recorriendo toda la periferia por donde según él debían de estar, mas no encontró nada. Estaba desesperado y no sabía qué hacer. De lo que si estaba seguro era que no podría llegar a la esquina y parar el autobús correcto que lo llevara a su casa. La solución más lógica era buscar un taxi que lo dejara frente a su domicilio, cosa que significaría que se quedaría sin dinero para sobrevivir hasta pasado mañana que llegara la quincena, vivía a más de media hora. Necesitaba que alguien lo ayudase.</span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"> — Buenas noches —empezó a decir en voz baja—. ¿Hay alguien por ahí que me pueda ayudar? —Nadie le contestó, así que fue subiendo el tono hasta gritar—. Alguien que me ayude por favor.<br /> Ningún vecino acudía a su llamado, lo más probable es que con la lluvia sus gritos se apagaran. Desesperado comenzó a llorar hasta que se le ocurrió intentar regresar a su trabajo, esperando su jefe siguiera ahí y pedirle con toda la pena del mundo lo llevara a su casa.<br /> — ¿Joven, está usted bien? —oyó una voz de hombre detrás, por fin alguien lo sacaría del apuro—. Lo escuche gritar.</span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"> — Gracias a Dios —respondió Daniel tratando de no sonar con voz llorosa—. Me he resbalado y mis lentes han salido volando por ahí, tengo ceguera nocturna y necesito encontrarlos. ¿Cree que usted…<br /> — Soy tu ángel guardián que ha mandado Dios a ayudarte —dijo sonriendo el hombre—. Justo estuve a punto de pisarlos pero el brillo de los cristales con las lámparas me hizo detenerme a tiempo. Le extendió los lentes hasta sus manos para que los tomara—. Póntelos.<br /> — Mil gracias —dijo Daniel poniéndoselos enseguida. Vio todo su derredor raro como si la noche se hubiese ido y en su lugar el día llegara, todo se veía brilloso y con más vida. Volteó a ver al hombre, era un anciano de tupida barba blanca, de baja estatura y con una amplia sonrisa. Traía un paraguas y un impermeable negro con botas grandes, todo lo necesario para no empaparse—. Estos no son mis lentes —agregó quitándoselos y escudriñándolos a solo diez centímetros de sus ojos: para empezar, no eran circulares como los suyos, estos estaban con forma de llamaradas—. Y veo muy raro con ellos.<br /> Se los quitó varias veces y comprobó que seguía siendo de noche, solo cuando se los ponía todo se iluminaba y el día aparecía.<br /> — Son los únicos que hay por aquí —dijo el anciano—. Si gustas podemos revisar alrededor. Te ayudaré.<br /> El hombre sacó una pequeña linterna de sus bolsos y comenzó a revisar la zona. Daniel no necesitaba la lámpara, veía tan claro como si estuviese en un parque en un día de primavera. No encontraron nada.</span><span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"> — No lo entiendo, no pudieron volar tan lejos, y según yo nadie ha pasado por aquí como para llevárselos.</span><br />
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"> — La lluvia pudo arrastrarlos hacia una coladera —dijo el anciano levantando los hombros—. O bien puede que si sean tus anteojos, y con el golpe y la oscuridad crees que no lo son. ¿Pero puedes ver bien con ellos y caminar?<br /> — Veo mucho mejor que con los míos.<br /> — ¿Bueno entonces cuál es el problema? Ahora vete a tu casa que estás empapado y ya mañana será otro día. —El hombre sonrió, ahora se le veía una luz roja en torno a su cuerpo, como si el aura existiera y lo estuviese cubriendo—. ¿Qué más da si no son tus anteojos? Quédatelos y si no te gustan mañana te compras otros.<br /> Eso le parecía lógico, lo único que quería era ir a casa y ducharse, tenía un par de lentes viejos que si bien no tenían toda la graduación que necesitaba, le servirían en lo que se mandaba a hacer otros. Se despidió del anciano y le agradeció por su ayuda.<br /> — Recuerda, hijo, que la vista es un don —le dijo el anciano ya retirándose—. No lo desperdicies.<br /> La media cuadra restante hacia el camión fue muy fácil para Daniel, era como si no necesitara anteojos. Esperó a que pasara el camión, llegó uno y le hizo la parada pero conforme se iba deteniendo lo vio en muy mal estado: tenía todo el frente chocado y hasta fuego le salía del cofre. Asustado pensó que aquella gente del bus necesitaba auxilio y pensó en axiliarlos, antes de eso se quitó las gafas y el fuego desapareció.<br /> — ¿Vas a subir o me voy? —le dijo el chofer tocándole el claxon.<br /> Daniel se puso sus gafas y el fuego apareció de nuevo en el cofre, se quedó perplejo ante la posibilidad de que se incendiara ese camión y explotara. ¿Qué acaso el chofer y el resto de los pasajeros no veían el peligro inminente? Pensó en advertirle del peligro de que anduvieran así, pero el autobús ya había arrancado. Siguió esperando. Cuando llegó otro camión y corroboró que este no estaba incendiándose, se subió y se sentó en una banca sola, dormitando.<br /> Los ruidos de la gente lo despertaron, el camión se había parado y todos los pasajeros estaban a conglomerados al frente viendo hacia la avenida.<br /> — ¿Qué ha pasado? —se acercó preguntándole a una anciana que estaba pálida y se tocaba con una mano el corazón. Daniel podía ver a través de su ropa como el corazón de la señora se movía cada vez más lento.<br /> — Ese camión se ha volteado y se está incendiando del frente —dijo la anciana sin quitarse la mano del pecho, hacía gestos de dolor—. Yo estuve a punto de subirme a ese, es el que iba adelante y…<br /> El corazón de la señora se detuvo, Daniel lo podía ver tan claro como que aún era de día con esos lentes que traía puestos. La anciana intentó asirse de algo pero cayó desmayada.<br />Un par de personas corrieron a asistirla mientras otro bajaba a pedir ayuda a la ambulancia que trataba de socorrer a los accidentados. Daniel quería hacer algo y ayudar pero ahora veía el cuerpo de la anciana como un esqueleto, una fuerte luz salió de él y esta se fue difuminando hacia el cielo. Se quitó los lentes y todo volvió a ser oscuro y nubloso. Se acercó a la anciana y ya no vio un esqueleto, solo veía el cuerpo de la anciana y dos personas a su alrededor tratando de ayudarla. Entonces se puso de nuevo los anteojos y el cadáver de la anciana apareció de nuevo, subió la vista y vio como la luz que había salido de ella seguía subiendo hacia un tubo de luz.<br /> ¿Qué tipo de lentes son estos?, se dijo y salió corriendo del autobús, afuera todo era un caos: la policía acordonaba el lugar y los bomberos estaban apagando el bus antes de que explotara. Varias de las personas que llevaban los paramédicos en sus camillas, eran cadáveres como los de la anciana, algunos otros traían las costillas rotas y con derrames internos. Y todo eso Daniel lo veía a través de sus nuevos anteojos.<br /><br /><br /><br /><br />II <br /><br />Solo se duchó al llegar a su casa y se fue a la cama, no tenía hambre y a pesar de su cansancio le costó trabajo quedarse dormido. Las imágenes del autobús, el corazón de la señora deteniéndose y las múltiples auras de las personas llegaban como una película de permanencia voluntaria. <br /> No supo cuánto tiempo durmió, su despertador sonó como siempre a las siete y sin recordar todo lo ocurrido ayer, se puso los lentes. Pronto la gran luminosidad de estos le hicieron recordar todo lo ocurrido. Se fue a la ducha y al verse en el espejo su cuerpo estaba rodeado de un azul apagado. <br /> — Menuda aura, tío —le dijo a su reflejo—. ¿Así como te puede querer Tifany? <br /> Se preparó un desayuno rápido de huevo con queso, desechó las salchichas pues les vio pequeñas células negras que se expandían poco a poco, en ese momento entendió un reportaje que había visto de que los embutidos eran cancerígenos. Desayunó y salió a tomar su bus. Este pasó rápido, se sentó y en lugar de quedarse dormido como siempre, se fue entreteniendo con las auras de las personas. Cuando acabó de ver a todos los pasajeros se le quedó viendo a un hombre cuarentón, de papada abultada y pronunciada calva; estaba sentado en una banca doble junto a una linda niña de secundaria. Por un momento solo vio el aura roja ceniza del hombre, pero conformé se fue concentrando en él una serie de imágenes rodearon al hombre, como si un proyector de su vida lo rodeara. Daniel al ver esas imágenes supo que no era la vida del hombre, eran sus pensamientos o intensiones: pudo ver como el tipo acariciaba lentamente el brazo de la niña y poco a poco su mano se deslizaba por su pierna, le iba besando el cuello y su cara; la niña parecía responderle acariciándole la entrepierna. <br /> Daniel sorprendido ante esos pensamientos pedófilos de aquel cuarentón, se quitó los lentes y apretó sus ojos para ver si eso pasaba en realidad: nada, el hombre solo veía con lascivia a la adolescente. <br /> Entonces no solo puedo ver el aura y el futuro, pensó maravillado con los lentes en sus manos como si fueran el tesoro más grande del universo, sino también los pensamientos. <br /> Olvidando al hombre lujurioso, centró su atención en un joven de melena rockera y piercings en los labios y orejas. Pronto pudo ver al chico rodeado de una banda de rock con una linda chica a lado, parecía que acababa de terminar el concierto pues la jovencita lo felicitaba y abrazaba mientras el público ardía en aplausos. <br /> Lindo sueño, chico, ojalá y seas todo un futuro rockstar <br /> Así pasó el resto del trayecto viendo pensamientos y deseos de los pasajeros hasta que llegó a su destino. Se fue a su oficina. <br /> — Lindos lentes— dijo un compañero de trabajo riendo entre dientes. Otro grupito de compañeros cuchicheó algo, se rieron y continuaron sus labores. Daniel en otras circunstancias hubiera apurado el paso apenado por las burlas de sus compañeros, pero se sentía poderoso con su nuevo don, era como Dios que todo lo sabía y podía. Si seguían molestándolo tarde o temprano usaría sus dones divinos contra ellos. Llegó y saludó a su jefe, el licenciado Tapia, estaba platicando con su secretaria. Ambos se rieron también de sus lentes, cosa que a Daniel no le importó pues él se sintió más divertido al ver como ambos se entendían cuando se quedaban solos en las noches. <br /> La rutina del día transcurrió y a la primera oportunidad que tuvo fue a ver a Tifany, ella tenía un aura roja y su rostro se veía más radiante que nunca. <br /> — Hola, te ves hermosa —le dijo sonriendo. <br /> — Gracias —dijo seria—, no podría decir lo mismo de ti y tus nuevos lentes. <br /> — Son un nuevo diseño, pensé que estos te gustarían. <br /> Tifany movió la cabeza negativamente. <br /> — Mira Daniel tu sabes que soy muy sincera y la verdad te ves fatal con esos lentes, no sé si te perdió la playa o qué. Gracias por venir a saludarme pero ya no quiero que me vean tratandote, menos ahora que eres el hazmerreír de la oficina. —Daniel se quedó serio viendo, ella desvió la mirada y volteó la mirada hacia su monitor para continuar su trabajo y agregó—: Lo siento pero mejor de una vez que te hagas a la idea y dejes de hacerte chaquetas mentales en tu cabeza conmigo. <br /> — Y la verdad es que no te gusto no porque sea un cuatro ojos —dijo levantando tanto la voz que todos los empleados voltearon, era una oficina sin paredes (salvo la del gerente)—, sino porque en realidad eres lesbiana y la que te gusta es la secretaria nuestro jefe. <br /> Tifany mas que ofendida estaba sorprendida y su cara se puso tan roja como la de un tomate. <br /> — ¿Pero sabes que, mi querida Tifany? Te tengo malas noticias —siguió gritando ahora en el centro de la oficina, todos habían dejado sus asientos y lo rodeaban ante el espectáculo que estaba dando—. La secretaria se la monta nuestro jefe en su escritorio casi diario. ¿Por qué crees que es la que más gana de todos? —Un sonido de exclamación se oyó en la oficina—. Sus méritos bucales tiene. <br /> — ¿Qué te pasa a ti, jodido imbécil? —le dijo el Licenciado Tapia sonrojado—. De donde sacas tanta estupidez. <br /> Daniel miró el vientre de la secretaria que ruborizada lo veía con odio. <br /> — Siempre nos ha tachado de imbéciles a todos, mi querido jefe —le fue diciendo mientras caminaba en medio del circulo que habían hecho todos, traía una pluma con la cual señalaba a su jefe—. Pero usted es el grandísimo estúpido pues ya lo embarcó su adorable secretaria, está embarazada, tiene nueve semanas y piensa exigirle deje a su esposa para casarse con ella. <br /> Por un instante el licenciado pensó en debatirle a Daniel pero en lugar de eso volteó fúrico hacia su secretaria. <br /> — ¿Es eso cierto, Laura? —La secretaria estalló en llanto—. Ni creas que yo me haré cargo de ese malnacido. Vete a saber con cuantos te has acostado por dinero. <br /> — Cuantos… —dijo sonriendo Daniel—. Por lo menos con el contador y el mensajero sí. —Volteó hacia Tifany y le dijo—: Ves amorcito, nunca podrás estar con la secre, no le gustan las mujeres como a ti. Ella lo que busca es quien le dé más dinero. <br /> — Ya basta cuatro ojos —dijo un hombre de tez blanca y barba rala, se llamaba Jorge, era el técnico en informática—. Respeta a Tifany. <br /> Daniel se le quedó mirando un rato en silencio, después añadió: <br /> — Muy bien, yo la respeto el día que tu quites la cámara que pusiste bajo su escritorio—. Javier palideció y volteó hacia todos lados como buscando una salida—. Te encanta mirar sus piernas cuando trae esas faldas tan cortas. ¿No es así? <br /> Uno de los empleados se agachó hasta el lugar de Tifany y con su celular alumbró. <br /> — Es cierto, hay una cámara funcionando. <br /> — Ya ha sido suficiente —rugió el licenciado Tapia—. Lárgate de aquí, Daniel. No regreses nunca, mas. <br /> Daniel tomó sus cosas, vio por última vez a su jefe y percibió como su corazón se estaba deteniendo. <br /> — Gusto en conocerlos a todos —les dijo haciendo un ademan—, y por cierto háblenle rápido a la ambulancia. <br /> Se salió azotando la puerta (siempre soñó con hacer eso), mientras adentro al licenciado se le empezaba a adormecer su brazo izquierdo, el inicio de un ataque cardiaco fulminante. <br /><br /> <br /><br />III <br /><br />Daniel se fue el resto del trayecto despacio, disfrutando el recuerdo de su venganza, como una tablilla de fino chocolate que vas degustando poco a poco. Por primera vez amaba usar lentes y sus beneficios exclusivos que le otorgaban. Pensó en irse a su casa a buscar un nuevo trabajo, pero eso sería aburrido, quería primero chismear a la gente, así que se fue a la plaza central y ahí se puso en medio donde más gente pasaba. <br /> — Atención señoras y señores —dijo tratando de sonar enigmático e interesante—. Soy un gran mago y clarividente. Por solo doscientos pesos les leeré su futuro y les diré algo clave de su pasado. <br /> La gente volteó de momento a verlo pero no le hicieron caso, algunos solo se rieron y un chico que iba con sus amigos dijo: “¿Y tú capa, payaso?”. Siguieron su recorrido, así que Daniel se le quedó viendo a la pareja que tenía más cercana y le gritó al hombre para acaparar no solo su atención si no volver a recuperar a la gente que se dispersaba. <br /> — Usted, el señor de la camisa roja que va con su esposa, le daré gratis su predicción. <br /> — No me interesa —dijo el señor viéndolo con desprecio, levantó la mirada y movió la cabeza—. Gracias, chico. <br /> — Usted sabe muy bien que por esas donas que se come todas las noches al salir de su trabajo, a escondidas de todos y sin que su esposa sepa, no puede bajar de peso. Y por ello la dieta que le mandó el nutriólogo y que tanto esmero pone su mujer para que siga, no le funciona. <br /> El hombre que estaba en un principio alejándose junto con su esposa, se detuvo, esta le dijo algo e intercambiaron unas palabras que Daniel no alcanzó a escuchar, ella parecía molesta y el con cara de culpa. Entonces el hombre se acercó al clarividente de raros lentes, por un momento la gente pensó que aquello acabaría mal, incluso el chico que iba con sus amigos comenzó emocionado a decir que habría pelea; pero para sorpresa de todos, incluso del mismo Daniel, el hombre obeso le dijo al llegar junto a él: <br /> — Dime todo mi futuro, maldito lunático. <br /> Cuando Daniel terminó de decirle su futuro tenía ya por lo menos una fila de veinte personas esperando sus predicciones. Gustoso los fue atendiendo y antes de que terminara con las últimas personas, llegó un policía que le dijo que no podía estar lucrando en ese sitio sin permiso y que se lo tendría que llevar detenido. Entonces Daniel tomó su tiempo para mirarlo, y le dijo en secreto sobre los negocios turbios que tenía con un narcomenudista y lo penoso que sería que sus superiores se enterasen. Entonces el policía lo dejó acabar con las personas que aun esperaban su predicción pero le advirtió que nunca más lo quería ver por ahí pregonando sin permiso. <br /> Cuando acabó había ganado más dinero que en toda su raquítica quincena de godinez. Feliz se fue a su casa no sin antes pasar por una pizza que le salió gratis al amenazar al encargado de la sucursal de revelarle a todos que era un travesti de closet. Ya en su casa disfrutando de su pizza hawaiana con orilla de queso y una coca cola, sentía toda la emoción de su nueva vida, nadie nunca más lo volvería a humillar ni a despreciar; ahora él como un Dios humano seria venerado y todos se pelearían por sus nuevas predicciones. <br /> Ya por la noche lo primero que hizo fue ir con una excompañera de la preparatoria que vivía cerca de él y en múltiples ocasiones lo había despreciado. Ella lo recibió extraña y con sorpresa pues creía que nunca lo iba a volver a ver; pero después de una indagación de Daniel y sus respectivos chantajes de secretos, terminó obligándola a acostarse con él a cambio de su silencio. Para Daniel fue su primera vez y a pesar de que sintió que faltó la chispa del amor que debía de estar en esa “primera vez de sexo”, quedó satisfecho y deseoso de haber poseído a esa chica. <br /> Así transcurrieron varios días en los que Daniel se fue haciendo conocer por sus dotes de adivino y hasta curandero. No solo le decía a la gente su futuro sino les prevenía de sus posibles enfermedades. Ganó mucho más dinero del que hubiera ganado en meses en su antiguo empleo y su fama lo llevó a salir en una nota de periódico, y al parecer ya lo estaban contactando de una estación local de radio para que fuera a una entrevista. Como ya tenía suficiente dinero dejó de extorsionar a la gente para que le diera las cosas gratis, pues ahora las podía comprar y se daba los lujos de pagar por muy buenas cosas. Su vida se había transformado y se concebía como el gran vidente del mundo. <br /> Un jueves estaba en la alameda y tenía contemplado que sería su último día ahí, pues ya era una gran personalidad que no debía andar visionando en la calle, rentaría una lujosa oficina donde contrataría a una linda chica de secretaria (mucho más bella que Tifany) y desde donde atendería a la gente que quisiera saber su futuro, eso sí, ya no por doscientos mugrosos pesos, si no por miles. Sus dones bien lo valían. <br /> De pronto vio a un hombre mayor que de momento se le hizo conocido, no logró recordar pero le hizo pasara frente a él y se sentara: <br /> — Buen día, tomé asiento y enseguida le daré su predicción —le dijo acomodando el turbante que usaba en su cabeza, era su look comercial y le daba el toque místico que tanto quería dar—. Aproveche pues será el último día que por solo $200 podrá saber su destino. ¿Ahora dígame que quiere saber? <br /> — ¿Quisiera saber por qué no has hecho buen uso de tus dones y solo los has usado para vanagloriarte? <br /> Entonces Daniel recordó a aquel hombre: era el anciano que en el día de la tormenta le había dado los anteojos. <br /> — Yo solo he cambiado mi vida, ahora todos me respetan y puedo tener lo que antes no pude. —Lo miró con desprecio—. Si ha venido porque cree que le voy a regresar los lentes, pierde su tiempo, y ni intente quitármelos porque le hablaré a los policías que rondan por aquí y se lo llevaran preso. <br /> El anciano sonrió amargamente y miró a la gente que esperaba en la fila les dijeran sus predicciones. <br /> — Es triste por ti, tu orgullo te conducirá a un lugar peor por donde estabas. <br /> El anciano se retiró sin volver a voltear. Daniel lo ignoró y terminó de atender a las últimas personas. Después paseó un rato por la plaza y comió en un restaurante de lujo comida italiana. Algunas gentes lo abordaron pidiéndole sus videncias pero él les dijo que ya no estaba atendiendo y que la siguiente semana abriría su oficina. Se fue hacia la parada del camión sabiendo que sería la última vez que tendría que rebajarse y tomar un bus, pronto compraría un buen carro (al nivel de sus dones únicos), y no tendría más que viajar acompañado de tanta gente indeseable. <br /> Le iba a hacer la parada al camión cuando recordó al anciano y sus malas palabras, deseo nunca habérselo encontrado y que sus palabras de acusación por haber hecho mal uso de los lentes no haberlas oído. No creía en lo que le había dicho y para Daniel el uso que le había dado a las gafas era el más correcto para transformar su vida, pero a pesar de eso se sentía raro e incómodo. Recordó aquella primera visión que tuvo del camión incendiándose, este que venía no estaba así pero decidió mejor caminar, no deseaba subirse. <br /> Siguió caminando y la lluvia y la noche lo sorprendieron. Apresuró el paso y cuando ya estaba por entrar a su colonia, un sujeto se le puso enfrente: Era Jorge, su excompañero de trabajo. <br /> — Jorge. ¿Cómo te ha ido? <br /> — Mi vida es un infierno gracias a ti. <br /> — Yo solo dije lo que hacías, tu voyerismo. <br /> Jorge lo aventó. <br /> — Gracias a ti, Tifany no quiso saber nada de mí, de milagro no me denunció por acoso; y eso porque en cuanto te fuiste el licenciado Tapia le dio un infarto por tus malditas palabras. Todos nos quedamos sin empleo y dejaste a una familia sin su padre. <br /> — Yo… yo no quise hacerlo. —Y por un momento Daniel se sintió mal y supo que su rabia y frustración por tantos años acumulados, le habían hecho hacerles daño a todos. Pensó en pedirle perdón y en remediar todo aquello, usando los dones que le brindaban sus lentes solo para bien, pero todo aquel poder y dinero en demasía era más tentador, y él se lo merecía. ¿No por eso había sido elegido entre los hombres para usarlos? —. Ustedes se lo merecían. <br /> Y Jorge le soltó un gran derechazo en su mandíbula, Daniel salió disparado hacia atrás y sus lentes salieron volando como hace apenas un mes. <br /> — Con eso es suficiente y me he desquitado de ti—le dijo Jorge—. No te haré mas, aunque te lo merezcas. <br /> — Espera —le dijo Daniel no intentando continuar la pelea ni pretendiendo disculparse, ni siquiera sentía el dolor a pesar de que sabía que por lo menos un par de dientes los tenia flojos y su boca sangraba, lo único que le interesaba eran sus anteojos—. Mis lentes salieron volando y no puedo ver lo suficiente para encontrarlos. Ayúdame… <br /> — ¿Ayúdame? —dijo divertido Jorge—. Espero no volverte a ver nunca, adivino de mierda. <br /> Y se fue, y Daniel tal y como hace un mes empezó a tantear la zona buscando sus lentes, y cuando no los encontró comenzó a pedir ayuda a gritos. Nadie acudía hasta que una voz familiar le dijo: <br /> — Toma, muchacho, tus lentes. <br /> Se los puso, pero vio que las cosas no eran luminosas como antes. Los revisó y vio que eran sus antiguos anteojos de fondo de botella. Miró a la persona que se los había dado y era aquel misterioso anciano. Pensó en gritarle, en reclamarle, en exigirle, y hasta en buscar y buscar sus anteojos, pero sabía que ya no estarían, así como habían aparecido mágicamente ahora habían desaparecido. Solo se dio la media vuelta y triste y melancólico se fue sabiendo que su antigua vida había regresado pues no supo aprovechar su oportunidad de brillar y salir adelante. Eso si, se iba agarrando de la pared pues su ceguera nocturna no le permitía ver bien ni con sus lentes de fondo de botella.</span></div>
Alfonso Padillahttp://www.blogger.com/profile/17395372322828936440noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8561060603582886830.post-8235490499192516732018-09-17T19:29:00.000-07:002018-09-17T19:29:07.925-07:00Fragmentos de terror... MIS MUJERCITAS<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><br /><span style="color: red;"><i>¿Qué hombre no quisiera a una asiática, a una rubia y a una morena para él solito?</i></span></span><br />
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<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;"><br /></span></span></div>
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<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;"><br /></span></span></div>
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<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;">Mis mujercitas </span><br />
<span style="font-size: large;"><br /></span></span><span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;">— ¿De este vestido tiene talla extra? —le dije a la empleada y regresó con un vestido muy ancho. No le había especificado que me refería a talla extra de busto y no de cintura. Le iba a hacer la simulación con mis manos pero capaz que no lo tomaba muy bien, así que solo le especifiqué en voz baja—: Me refería a que tiene mucho busto mi pareja. <br /><br /> La empleada me miró incrédula como si no mereciera yo a una pechugona; está bien que estoy feo pero no era pa tanto. <br /><br /> — ¿Sabe que talla es? —me preguntó. <br /><br /> Le miré discreto sus bubis, también estaba dotada la lady pero no tanto como mis mujercitas. <br /><br /> — Tiene más que usted —le dije directo y esperé una cachetada de su parte, pero la empleada solo se sonrojó y me dijo que enseguida me traía otro. Se tardó un poco más y regresó con un vestido más chico que el extra. Le di una revisada y supuse que este si le quedaría. </span><span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: large;"><br /></span>
<span style="font-size: large;"><br /></span>
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgMFdJsjIv4pojmGBYxR23CbvGI4f0saAtc-H4Ddokbh550TuVZcyg5chX1rzlXjOz2HM132Enq9ASHwt_JrzkcnUZP6DQeSgbOh1DXbIiwluwiEnTHLhp9iBYD1mPco5NivhdfP4Rq1c_O/s1600/mujercitas.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; display: inline !important; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em; text-align: center;"><img border="0" data-original-height="183" data-original-width="275" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgMFdJsjIv4pojmGBYxR23CbvGI4f0saAtc-H4Ddokbh550TuVZcyg5chX1rzlXjOz2HM132Enq9ASHwt_JrzkcnUZP6DQeSgbOh1DXbIiwluwiEnTHLhp9iBYD1mPco5NivhdfP4Rq1c_O/s1600/mujercitas.jpg" /></a></span></div>
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"></span><br />
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<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><br /></span></div>
<span style="font-family: "helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif;">
<br /><a name='more'></a><br /> — Perfecto, ahora otro más en rojo y en rosa de la misma talla. <br /><br /> La empleada me lanzó otra mirada inquisitiva y fue por ellos. <br /><br /> Al fin me dieron mi mercancía, pagué y me salí de ahí; ya ni quise preguntarle de las tangas, las compraría en otro lado. Busqué en un local donde hubiera una empleada más simpática y entré en un negocio con una chiquibaby de senos pequeños pero tremendas sentaderas. Y más amable que la empleada anterior, me atendió y me vendió tres pares de tangas del color de los vestidos. Al final pensé en pedirle su whats a la muchacha pero solo de pensar en las noches desenfrenadas que me esperaban con mis mujercitas, desistí, aunque agendé en mi mente ir luego a conquistar a ese nalgoncita. Pasé antes a comer unos tacos del “Viquingos” y me chingué una caguama, debía de tener fuerzas para complacerlas. <br /><br /> Llegué a mi house y saqué la ropa y lencería, ya antes estaban listas mis mujercitas en el cuarto. Ahí estaban tal cual las había dejado y no se habían desinflado. Esas sí eran muñecas sexuales de calidad, no las porquerías que había comprado antes. Al año que mi esposa me dejó por un tipo bien guay de su trabajo, me compré mi primera muñeca inflable pero tan chafa que parecía un salvavidas; terminé por tirarla al poco tiempo, sentía que le hacia el amor a una pelota. Después compré unas mejores pero seguía sintiendo que eran plásticos. Hasta que un día viendo videos del face, vi a una muñequita que la neta parecía tan real que se flexionaba como si tuviera articulaciones, su piel era suave y tenía infinidad de orificios para hacerle el amor hasta por el ombligo. El caso es que averigüé y en Amazon encontré infinidad de muñecas sexuales reales, eso sí, estaban carísimas pero bien sabrosas. Y ese día la suerte me acompañó y encontré a un tipo que remataba un trio de muñecas: una rubia, una morena y una asiática, al precio de una sola. No tenía la publicación ni comentarios ni calificaciones previas, pero había una garantía de devolución de mi dinero, y además era Amazon, así que me animé y las compré. Eran importadas de… Dinamarca, creo, por lo que tardaron más de quince días en llegar. La espera valió la pena y tal cual estaban en las fotos y en la descripción, así eran ese trio de mujercitas del placer. Solo faltaba ver que no se deformaran cuando mis noventa marranotes kilos les cayeran encima. <br /><br /> Conforme les iba poniendo su ropa y sus ajustados vestidos (que bien que le calculó el tamaño la empleada mamona), me excité solo de irlas viendo. Las acomodé en poses sexis y les tomé varias fotos para verlas de luego. En su catálogo de instrucciones venían aparte de sus cuidados y limpieza, un decreto para iniciarlas antes del sexo, decía que se dijera tres veces. Sonaba a brujería, pero ya bien excitado y de loquera me chuté la frase: <br /><br /> “En mi placer me llevaran al éxtasis total, yo su nuevo dueño, les exijo que me enseñen el límite del amor y el placer hasta mis últimos días de vida”. <br /><br /> Y después de eso jugué a que me ligaba a las tres mujeres, terminé montándome a la asiática, haciéndole el oral a la rubia y viniéndome en la cara de la morena. Fue una sesión exquisita y estaba tan fascinado con el parecido tan real con una mujer, que me aventé otro palo con mis mujercitas. Y así estuve otros días jugando con ellas, siempre fascinado y preguntándome porque no había mandado a mi exmujer al carajo por estas mujercitas desde hace mucho. Ellas no se quejaban, no te repelaban, no te pedían dinero ni te hacían enojar. <br /><br /> Después de una semana empezaron a pasar cosas raras. Yo juraba que dejaba a las muñecas en una posición y cuando regresaba las encontraba en otra, siempre viéndose entre ellas como si hubieran estado platicando y platicando como viejas chismosas. Al principio creí que era un alucín mío por tanto alcohol y sexo de los últimos días, pero a veces me quedaba en silencio en el comedor y oía como cuchicheaban entre ellas. Me acercaba sigilosamente y aun pegado a la puerta las seguía oyendo, no entendía lo que decían, debía de ser algún lenguaje europeo. Entonces abría la puerta de golpe y ellas tan quietas como lo que eran: unas muñecas sexuales. Eso me consternó y me hizo que varios días no las tocara, no las quería ni ver. Las seguí oyendo platicar y cambiarse de lugar, supuse que era algún circuito que tenían que se les había averiado con las sesiones salvajes que tenía con ellas, y por eso hacían ruidos que a mí me parecían platicas. Y de que se movieran no le hallaba explicación pero así lo dejé. El caso es que un día llegué con mis copas de más, estaba excitado y había dejado a mis mujercitas con unas minifaldas con medias y ligueros, de solo verlas se me puso bien dura. Tomé el catalogo y me puse a recitar como un sacerdote en medio de una misa el dialogo del catálogo: <br /><br /> “En mi placer me llevaran al éxtasis total, yo su nuevo dueño, les exijo que me enseñen el límite del amor y el placer hasta mis últimos días de vida”. <br /><br /> Lo dije tres veces. Me fui con la asiática y le envestí mi pene directo en su boca, la jalé hacia mí para simular su succión y comencé a gritarle que era una maldita zorra y cuanta leperada le dice un borracho a una mujerzuela. <br /><br /> Estaba yo sintiendo bien rico esa chupada, cuando me pareció que la asiática parpadeó, supuse que era por los jalones que le daba hacia mí, pero entonces se rio. Su risa fue fuerte y clara a pesar de que tenía toda mi herramienta en su boca. Como estaba yo bien tomado la ignoré y la seguí moviendo hacia mí. Volteé a ver a las otras dos mujercitas para ver adentro de cual me vendría… Lo malo era que ya no estaban en el sillón. Vi de reojo sus sombras, estaban detrás de mí. Eso sí me dio terror y traté de quitarme a la asiática pero estaba como trabada; la solté pero más que trabada ahora ella se movía sola, como una mujer viva. Se siguió moviendo a tal velocidad que hizo que me viniera. Ella seguía riéndose y moviéndose, me estaba lastimando y mucho. <br /><br /> — ¡Déjame, perra! —no podía apartarla. Se seguía riendo junto con sus compañeras que seguían atrás de mí. <br /><br /> Entonces un dolor que nunca hubiera imaginado sentir en la vida me hizo casi desmayarme. La asiática de un cuajo me arrancó mi miembro, un chorro de sangre salpicó todo. Horrorizado vi como mi pene estaba cortado y en su boca. <br /><br /> Me sentí mareado y me sujeté con un brazo del ropero, entonces sentí una mordida en mi antebrazo: la morena estaba mordiéndome y sacándome mis venas como espaguetis de un plato. La rubia estaba frente a mí, aun con su sexi falda y su exquisito cuerpo y rostro, me sonreía con unos colmillos largos y muy filosos. Lo último que sentí fue como mis mujercitas se me aventaban y me acribillaban.</span><br />
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Alfonso Padillahttp://www.blogger.com/profile/17395372322828936440noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8561060603582886830.post-57243858567507298232018-09-03T20:28:00.000-07:002018-09-03T20:28:23.495-07:00Fragmentos de Terror... EL MENSAJERO<div id="fb-root">
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<span style="color: red;"><br /></span></div>
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<span style="color: red; font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;">Los paquetes deben de ser entregados a tiempo...</span></div>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><span style="color: red;"><br /></span><br /><br /><br /><br /><div style="text-align: center;">
<span style="font-size: large;">EL MENSAJERO </span></div>
<div style="text-align: center;">
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<br /><br />Uriel llevaba trabajando medio año en la empresa de mensajería. Era Ingeniero en Electrónica y había estado trabajando en radio bases durante mucho tiempo para una importante empresa, le iba muy bien y a pesar de que se hizo de sus ahorros, los problemas empezaron cuando una transnacional compró su empresa y en los reajustes, lo despidieron. De ahí todo vino de mal a peor, pues más de medio año estuvo buscando trabajo en su ramo, pero no encontró nada pues todos querían jóvenes, y en los que cubría el perfil, los sueldos eran demasiado bajos. Optó entonces por ampliar sus horizontes y al ver acabados sus ahorros (entre gastos y útiles escolares de sus dos hijos), terminó por quedarse en ese empleo de mensajero. El sueldo era mucho más bajo que lo que ganaba antes, y era una joda pues tenía que andar todo el día en la moto entregando paquetes por toda la ciudad, pero podía aspirar a crecer dentro de la empresa. <br /><br /> Llegó al número 33, era un edificio gris y bastante viejo, ubicado en la colonia Roma, parecía haber sido dañado con los últimos grandes temblores. Tenía que entregar un paquete al piso 7. Tocó el timbre para que el visitante le abriera, pero no se veía a nadie en la recepción, tocó de nuevo. Un inquilino bajó por las escaleras y salió del edificio, tenía la cara pálida y enfermiza, casi se veía como aliviado de salir de ahí. </span><div>
<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgysGh1ZmeGQNJYdfyldIS45X9J8A25V1BpWcbnh27px9AWp82ih4RwSzpZy0-SdV51BXoksP0HUA5mS9IIhn44xychJQQO7BdKnGDh1GoXDmXjzZqGxop6ySWp9mrvCW-Cw936ee7RuMJA/s1600/mensajero.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="183" data-original-width="275" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgysGh1ZmeGQNJYdfyldIS45X9J8A25V1BpWcbnh27px9AWp82ih4RwSzpZy0-SdV51BXoksP0HUA5mS9IIhn44xychJQQO7BdKnGDh1GoXDmXjzZqGxop6ySWp9mrvCW-Cw936ee7RuMJA/s1600/mensajero.jpg" /></a></div>
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<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span></div>
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<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span></div>
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<span style="font-family: Helvetica Neue, Arial, Helvetica, sans-serif;"><a name='more'></a><br /><br /> — Disculpe, señor —le dijo Uriel— traigo un paquete para el piso siete. ¿Puedo pasar? Le he tocado a la recepción y nadie ha salido. <br /><br /> — No tenemos ni vigilante ni conserje —respondió el hombre—. Siempre se nos van. Usted ya sabe, son miedosos. —Comenzó a caminar de nuevo y siguió hablando—: pero cierre la puerta. <br /><br /> Uriel le iba a dar las gracias pero aquel raro tipo ya iba a media cuadra. Estacionó bien la moto y entró. Sobre la mesa de recepción estaba una libreta para registrarse. Parecia que hace tiempo que nadie se registraba. El último dato era de un tal Pedro Poderes el 16 de marzo de 1977, hacía más de 40 años. Eso era ilógico, de seguro alguien bromeó anotando eso. Siguió revisando y los demás registros eran aún más viejos. Movido por la curiosidad e inspeccionando que no hubiera cámaras de seguridad que lo estuvieran viendo (cosa que dado el edificio tal viejo y en tan mal estado, era casi impensable), se sentó un momento en la silla para hojear aquella libreta de registros de visitas: “María Donceles, 16 de abril de 1950”, “Ignacio Vázquez, 16 de febrero de 1920”, “Jesús Hidalgo, 16 de diciembre de 1850”. Aquella libreta era una locura, la colonia Roma era vieja pero no para tanto. Aquel ultimo vigilante debió de haberse puesto a jugar con aquellos registros. Tomó el bolígrafo que estaba ahí y se anotó: “Uriel Martínez, 16 de Julio”. También era 16 como el resto de los registros. Se levantó y se apresuró al elevador pues algún vecino podía bajar, o el que lo había dejado entrar podía regresar, y no les gustaría encontrar a un mensajero desconocido fisgoneando en la recepción. <br /><br /> Tomó su paquete y se dirigió al ascensor. Apretó el botón y en la pantalla apareció que el elevador estaba en el piso 10. Comenzó a bajar y por un instante se preguntó si no era mejor subir por las escaleras o hablarle al dueño para que bajara por su paquete. El ascensor bajaba muy lento y parecía detenerse en cada piso varios segundos. Le marcó al dueño del paquete pero la llamada no entraba, no tenía señal. El elevador se detuvo en el número 8, esperó y esperó pero no avanzaba. Estaba cansado y tendría que subir por las escaleras. Cuando llegó al descanso del primer piso, una anciana venia bajando, se veía pálida y se ayudaba de un viejo bastón de madera. <br /><br /> — Perdón, señora. ¿Sabe si el elevador sirve? <br /><br /> La anciana siguió bajando y ni siquiera volteó a verlo, como si no existiera. Uriel supuso que por su edad ya no oía bien y no lo había escuchado… ¿ni visto? <br /><br /> Antes de seguir subiendo miró el piso, vio un largo pasillo a media luz, estaba bastante descuidado y desalineado. Nada agradable para ver, así que apresuró el paso, el segundo piso estaba en iguales condiciones. De no ser porque había visto ya a dos personas en ese edificio hubiera jurado que estaba abandonado. Llegó el tercer piso y tuvo que hacer una pausa, estaba cansado ya y eso le indicaba que tenía que hacer ejercicio, comer menos y más sano, y dejar el tabaco. La puerta del elevador se abrió. Debía de ser un sistema viejo que iba haciendo parada en cada piso hasta llegar a la base, por eso hasta la anciana prefirió bajar por las escaleras. Ahora podría detener su bajada y hacerlo subir. <br /><br /> Entró al ascensor, pulsó el número ocho pues solo tenía numero pares, tendría que bajar un piso por las escaleras, aunque era mejor que tener que subir siete pisos por la escalera. Pensó que el elevador seguiría bajando pero no fue así, comenzó a subir y de manera rápida, no hacía parada en cada piso, de seguro el botón de la planta baja no había registrado su petición. Llegó hasta el octavo piso, las puertas permanecían cerradas. Uriel empezó a ponerse nervioso y apretó varias veces el botón para que lo dejaran salir. Miró el botón de emergencia y acercó su dedo para presionarlo, aunque desistió, debía de calmarse y esperar a que abriera solo. <<Es un edificio viejo, recuérdalo>>. El sistema pareció oler su miedo y las puertas se abrieron. Uriel salió de prisa, el elevador no se cerró y se quedó abierto. Le pareció mejor así, pues lo esperaría para largarse de ahí cuanto antes, era un lugar deplorable y enfermizo. <br /><br /> Bajó hacia el séptimo piso pero las escaleras lo conducían al sexto piso, revisó ese pasillo y vio que efectivamente las puertas estaban marcadas con el “601”,”602”, etc. Volvió a subir pensando en que la numeración del elevador estaba mal y aquel piso si era el séptimo. El ascensor seguía ahí con su luz prendida, como esperándolo. Las puertas de ese piso estaban marcadas con los números: “801”,”802”, etc. <br /><br /> La dirección de este paquete, está mal, grandioso. No existe el piso 7 <br /><br /> Su teléfono seguía sin señal. Se acercó a la primera puerta y tocó. Tocó y tocó y nadie salió. Fue con a la siguiente puerta e hizo lo mismo. Nada. Su entrega era en el número 707. El pasillo se hacía más oscuro pues las lámparas estaban fundidas, solo la luz del rellano del piso y la del elevador alumbraban. En un principio lo que era un largo pasillo ahora lo veía muy corto. Llegó a la última puerta, la 806. Ni siquiera llegaban a los números siete, si todos los pisos eran iguales, debía de tener solo seis departamentos por piso. <br /><br /> Se regresó fastidiado y subió al elevador, no deseaba bajar más escaleras y prolongar su estancia en aquel lugar. El elevador cerró en cuanto Uriel entró. Le apretó el botón de PB. El descenso comenzó vertiginoso y sin escalas. Cuando llegó al destino, las puertas se abrieron. Uriel respiró aliviado, por fin podría salir de ahí. Avanzó esperando encontrar la mesa de recepción y la bendita puerta de salida, pero para su sorpresa solo encontró que estaba en un piso más, a su lado estaban las escaleras y a la izquierda otro oscuro y descuidado pasillo. Sobre la pared estaba el número siete. Esto no puede ser, pensó, ni el elevador ni el mismo edificio tienen este piso, y además bajé lo suficiente en el ascensor para llegar hasta el sótano. —Se llevó la mano al mentón—. Solo que el piso siete este en el sótano. <br /><br /> Bueno, era el piso que buscaba, que más daba si estaba en el sótano o revuelto entre los números, ahora entregaría ese maldito paquete y se largaría de ahí; eso sí, por las escaleras. No quería meterse más a ese viejo elevador que se había quedado fijo y abierto, esperándolo. <br /><br /> Avanzó por el pasillo, estaba aún más oscuro que los demás y las luces del rellano del piso y del elevador no servían para el alumbrarle el paso. Usó la linterna de su celular para abrirse paso, aunque la oscuridad era tal no le iluminaba más de un metro delante. Llegó a la puerta 701 y de ahí siguió caminando hacia la 702, el trayecto de una a otra le pareció una eternidad. ¿Será que ya estaba tan cansado como para que le pareciera tanta distancia? Después de la segunda puerta, el piso se puso arenoso, estaba aquello en obra negra y esto le costaría una muy buena propina al dueño de ese paquete. Recorrió otro tramo bastante extenso para llegar a la tercera puerta. No podía ser su percepción, sí era demasiada la distancia entre puertas, cosa que era imposible, aquel edificio no era tan largo ni abarcaba toda la cuadra, además todo el piso de arriba lo había recorrido en solo un minuto. Aquí juraba que entre cada puerta tardaba hasta cinco minutos en llegar de una a otra. <br /><br /> Decidió hacer la última prueba y avanzar. Esta vez el piso estaba peor, ya no era ni tierra ni arena, ahora era lodo. Tuvo que irse sujetando de la pared para no resbalar, no tomó el tiempo pero supo que cada puerta estaba más lejana que la anterior. Aunado a eso el sitio era cada vez más oscuro y asfixiante. Pensó en regresar, no valía la pena ninguna propina ni sueldo extra por aquellas inmundas circunstancias. Eso le trajo a su mente sus gloriosas épocas y jornadas laborales de Ingeniero. Al final decidió entregar el paquete, no había perdido tanto tiempo en balde. Conforme siguió avanzando el fango era aún más espeso y le llegaba a la mitad de las rodillas, era ilógico que alguien pudiera vivir en ese piso ¿Cómo llegarían y podrían siquiera abrir su puerta y vivir en ese lugar tan asqueroso? A medio camino se arrepintió de no haberse regresado, el miedo se estaba apoderando de él. Cada vez se hundía más en el fango, sentía como si aquello fuera un… pantano. <br /><br /> — ¡Auxilio! —comenzó a moverse más rápido pero solo se hundía cada vez más—. ¡Auxilio! <br /><br /> El lodo le llegaba ya al abdomen y cuando sintió que la desesperación lo desbordaba, llegó a la puerta 705. Intentó brincar pero no pudo, no alcanzaba la manija. Se quedó un rato quieto, pensando, pues sabía que entre más se moviera, más se hundiría. Y ahora que lo pensaba, aquello era otra de las tantas cosas ilógicas, la loza de ese piso no podía medir más de medio metro, a menos que el piso de abajo fuera puro fango y de esa forma, seguirá siendo tragado. Si estaba en el sótano aquello era probable. Se le ocurrió la idea de usar su petaca para lanzarla y atorar sus tirantes a la manivela, tras unos intentos, lo consiguió y empezó a jalarse para salir de aquel fango. Cuando parecía que empezaba a subirse, la asa se rompió y salió proyectado hacia atrás hundiéndose más. <br /><br /> Uriel supo que ese era su final pero el impulso hizo que la puerta se abriera, con sus escazas fuerzas de supervivencia, se sujetó de los marcos de la puerta y fue impulsándose hacia dentro de la habitación. Logró entrar y quedó exhausto en el suelo. <br /><br /> Cuando se reincorporó, se levantó y revisó la habitación, no era más que un cuarto que no debía de medir más de 3x3. Este estaba vacío y en obra negra, solamente había una silla de madera infantil y un oso de peluche alado. Aquel peluche era tétrico, estaba sucio con lodo y le faltaba un ojo. Revisó las paredes buscando algún falso o puerta secreta pero no encontró nada. <br /><br /> Así estuvo un buen rato buscando en el cuarto, tocaba y tocaba cada rincón de las paredes y el techo, se asomaba una y otra vez al pasillo por si el fango había descendido, cosa que no sucedió. Pensó en romper la silla para amarrarla y hacer un palo largo, pero las maderas eran tan delgadas que se romperían al cargar sus ochenta kilos. Y como era de esperarse, seguía sin señal. Cansado y fastidiado dejó la silla en el mismo lugar donde estaba y sentó al oso de peluche. Un rayo de luz salió del peluche y cegó a Uriel que salió disparado hacia atrás pegándose la cabeza. Perdió el conocimiento. <br /><br /> Muchos ruidos lo despertaron, abrió los y de momento no sabía dónde estaba. Cuando sus ojos enfocaron bien vio el cuarto donde recordaba estar pero ya no estaba vacío, ahora era un lindo cuarto infantil de niña con muebles, las paredes estaban pintadas de rosa con mariposas garabateadas en todo su alrededor. La silla seguía a su alrededor junto con el peluche, solo que ahora se veían limpios y en buen estado. Recordó y recordó aquella habitación hasta que su mente le trajo el dato exacto: era el cuarto de su pequeña hija, de Lore; el mismo lo había pintado con ese rosa cursi y le había dado los crayones a su hija para que lo decorara con las mariposas que solo una niña de cinco años puede hacer. No entendía que hacia ahí, lo último que recordaba era él atrapado en ese cuarto con el fango afuera y … <br /><br /> Oyó las voces de unas personas que iban por el pasillo, platicaban de las compras del super para surtir la despensa. También oyó a un niño que iba cantando por el pasillo. Afuera había gente normal y no una obra negra hundida en el pantano. Ese era el edificio de la Roma que buscaba, entonces todo lo otro lo había alucinado. Con cautela abrió la puerta para ver un pasillo iluminado y en buen estado, las señoras que había oído estaban esperando el elevador y el pequeño niño cantor, las saludaba cordialmente. No había fango ni oscuridad. Se frotó los ojos pero todo seguía igual. Debo de tomarme un descanso, pensó, esto ha sido demasiado. <br /><br /> — Papá —oyó a una niña muy cerca de él, estaba sobre el pasillo casi enfrente de él. <br /><br /> — ¿Lore, tu qué haces aquí? <br /><br /> Su hija lo miró extrañado como si fuera un extraterrestre. <br /><br /> — ¡Hay papá sí que serás distraído! ¿Tú mismo me trajiste para que viera tu trabajo? <br /><br /> — Si, eso debe ser —se limpió el sudor de la frente, sudaba a chorros—. Vamos a casa, nena. <br /><br /> — Pero papá primero entrega tu paquete —le dijo dándole la petaca—, dijiste que era el 707, solo faltan dos puertas. <br /><br /> — Si, tienes razón —respondió tomando la petaca y sacudiendo la cabeza—. Entreguemos eso y después nos iremos a comer un helado doble. ¿Quieres? <br /><br /> — Si papi, pero de chocolate con chispas —respondió Lore tomándolo de la mano, comenzaron a caminar hacia la puerta—. Te quiero mucho. <br /><br /> — Y yo a ti, preciosa. <br /><br /> Llegaron a la puerta marcada con 707, Uriel volteó a ver a su hija para sonreírle pero ella ya no estaba, el oso de peluche era el que estaba sujeto a su mano. Espantado lo soltó y el peluche cayó en el suelo, donde se empezó a hundir en un charco de agua. <br /><br /> — Lore, cuidado, hay agua por aquí. <br /><br /> Uriel se hundió en el agua, era lo bastante profundo como para ahogarse, no sabia nadar pero solo flotar. Se elevó hasta que su cabeza salió a la superficie y pudo respirar, había tragado algo de agua pero estaba bien. Volteó a su alrededor pero aquel pasillo vivo y bien cuidado, era de nuevo el pasillo oscuro y asfixiante. La puerta 707 estaba cerrada frente a él. Se acercó hacia ella y comenzó a tocarla. <br /><br /> — ¡Auxilio, ayúdenme, mi pequeña estaba conmigo, temo que se haya hundido! <br /><br /> Y algo jaló a Uriel desde abajo hundiéndolo, tomó el poco aire que pudo antes de sumergirse. <br /><br /> — Papi, ven, es por aquí para entregar tu paquete —oyó decir a Lore debajo de él. <br /><br /> Uriel no podía percibir quien lo jalaba, pero no podía ser su hija pues tenía una fuerza descomunal y por más que trataba él de elevarse, no podía. No podía ser su hija, ¿o sí? <br /><br /> La fuerza lo siguió jalando hasta que el aire se le acabó y el agua llenó sus pulmones.</span></div>
Alfonso Padillahttp://www.blogger.com/profile/17395372322828936440noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8561060603582886830.post-9149645871434663912018-08-06T20:21:00.004-07:002018-08-06T20:21:55.693-07:00Fragmentos de terror... EL TRAFICANTE<div id="fb-root">
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<span style="color: red;">Negocios son negocios...</span><br /><br /><br /><br /><br /><div style="text-align: center;">
<b><span style="font-size: large;">EL TRAFICANTE</span></b></div>
<br />No hay bisne más lucrativo que deje tanta plata y que incluso antes de conseguir la mercancía ya tengas a los clientes dispuestos a pagar lo que sea por la mercancía. Lo que sea. Eso sí, para estar aquí tienes que ser un auténtico hijo de puta sin sentimientos ni debilidades. Los persignados dirán que somos unos asesinos que descuartizamos gente, pero si lo vemos a fondo en realidad hasta el méndigo cielo nos merecemos; pues por cada muertito que nos echamos (en la mayoría menores), salvamos por lo menos tres vidas. No suena tan mal el uno por lo otro, y a pesar de que a mí me vale un cacahuate eso, me sirve para endurecer el corazón de mis trabajadores endebles. <br /><br /> Algunos de nuestros clientes aun teniendo la necesidad del órgano para salvar a algún familiar, lo piensan por aquello de la maldita ética. A esos también los termino convenciendo con el argumento de que: “Es tu familiar o ese puto extraño. ¿A cuál prefieres? ¿O prefieres esperar cinco años a que el IMSS se lo consiga?” Eso es lo suficiente para convencerlos y terminan soltando la pasta y enriqueciéndome. <div>
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<a name='more'></a><br /><br /> Lo más común es que una vez que haces negocio con algún riquillo, no lo vuelves a ver en tu vida, a veces te recomiendan y tratas con sus referidos, pero hasta ahí queda el pedo. Como en todo hay ciertas excepciones y tengo una persona que veré por tercera vez. Siempre investigo primero a mis clientes para que no vayan a ser policías y me echen a perder el negocio. Este señor es un millonario que tiene una fábrica de jabón, es soltero y tiene varios parientes de abolengo. Es un tipo cincuentón, más joven de los años que tiene y muy dandi ante todo. Siempre lo he visto bien arreglado y debe de tener mucho pegue en su high class. La primera vez que negocié con él, me pidió un hígado quesque para su sobrina, la segunda vez una cornea y un pulmón (según para un tío lejano), y esta vez me dijo que sería un pedido muy especial y grande. <br /><br /> Mi visita llegó y el mesero lo condujo hasta mi mesa. <br /><br /> — Buen día, señor Corona —le dije haciendo un ademan con mi sombrero de papi rey, yo también era el galán de mi barrio entre las sabrositas—. Usted dirá para que soy bueno. <br /><br /> — Como te lo dije por teléfono, necesito un pedido muy especial. —Se sentó enfrente mío. Le serví un trago de buen coñac, el cual se lo empezó a degustar con mucha clase—. Por el dinero no hay problema. Pero como cliente frecuente le pido un precio especial. Si lo hace bien después le pediré otros. <br /><br /> Este cabrón debía de estar revendiendo mis órganos o alguna otra mamada, pero le daría el avión mientras me pagara chido. Yo si me tomé mi trago de un solo jalón. <br /><br /> — Necesito todos los órganos que le sustraiga a una persona en específico. <br /><br /> — ¿Todos los órganos de la persona? —Era lo más loco que había oído en mi puta vida—. ¿Para que los quiere? <br /><br /> — Todos. —Me extendió un sobre chico—. Aquí están los datos de la quinceañera que necesito. <br /><br /> Me chingué otro trago de golpe, la locura de este míster lo ameritaba, mientras él seguía degustando su bebida como si fuera hecha con las últimas uvas blancas del mundo. <br /><br /> — ¿Puedo tener mi pedido para el próximo martes, señor Montana? <br /><br /> Ignoró mi pregunta y su extrema petición me dio demasiada curiosidad. Yo tenía el control como el proveedor de mercancía, así que jugué con mi poder. <br /><br /> — Sí lo puedo tener, pero necesito saber por qué de esta persona en especial —señalé el sobre—, y para qué quiere tanto puto órgano. <br /><br /> El señor Corona dio otro sorbo elegante al coñac y me clavó una mirada fulminante. <br /><br /> — ¿Puede tener mi pedido o necesito buscar a alguien más? —Hizo una pausa y me pidió otra copa —. Para lo que yo quiera esos órganos a usted le debe importar un jodido cacahuate mientras reciba su dinero. <br /><br /> Si no hubiera sido porque este negocio podía dejarme un buen billete y con ello anticipar mi retiro de toda esta mierda, le hubiera partido su madre a este ricachón pues nadie me habla así, pero solo le devolví una sonrisa hipócrita y le extendí la mano para cerrar el negocio. Ya deseaba retirarme de toda esta jalada, no quería terminar en la cárcel el resto de mis días. A pesar de que tenía contactos en la poli (a los cuales se les pagaba bien por su silencio), tarde o temprano acabaría tras las rejas. Y antes de que eso pasara me retiraría, y por eso soportaría que este míster me hablara así y no me dijera que pedo con su pedido. <br /><br /> — Es un trabajo que no me reportará ninguna otra ganancia adicional, así que serán tres millones por ello. <br /><br /> — Bueno, los tendrá, señor Montana. No quiero trampas y debe de ser la jovencita que viene ahí, por eso quiero evidencias. —Volteó hacia los lados para ver si nadie nos oía, solo estaba una pareja de tortolitos muy lejos y arrinconados en la mesa más lejana, yo creo que el güey se la andaba fajando pues la chica estaba ruborizada y hasta con los ojos cerrados, y su mesero correspondiente hacia como que no veía ni maíz. Cuando el míster se cercioró de que nadie estaba cerca, continuó—: Quiero fotos de ella cuando la capturen, cuando la estén abriendo y cuando vayan sacando sus órganos. <br /><br /> Nunca en mi vida me habían pedido semejante cosa, mis clientes se limitaban a exigir órganos sanos y del tamaño acorde a las necesidades del enfermo. Ya el cirujano les confirmaba la calidad de nuestros productos y en la mayoría de los casos eran exitosas las operaciones. Una que otra incompatibilidad, pero ya eran gajes del oficio. Pero la mamada que había dicho este riquillo nunca me lo esperaba. De plano no era un policía pues ya me hubiera atorado desde la vez pasada, entonces o era un jodido caníbal hambreado, un coleccionista o hasta una tétrica venganza. Sí, eso debía de ser, por eso requería hasta fotos para mandárselas a los padres de la víctima y carcajearse en sus caras. Sacudí mi cabeza sonriendo, al final a mí que diablos me importaba si quería los órganos para limpiarse el culo o ponerlos de adorno en su vitrina de la sala, lo único importante era el millón de pesos que me quedaría al final de pagar tanto sueldo y mordidas. <br /><br /> — Es usted todo un excéntrico, señor Corona —lo miré con decisión para que le quedara bien claro que no me andaría con mamadas—. Tendrá sus pruebas, pero donde me salga con algo en mi contra y termine en el tambo, mis contactos se encargarán de no solo joderle la vida a usted, sino hasta los tataranietos de sus mascotas. ¿Queda claro? <br /><br /> — Soy hombre de negocios y de palabra, no un soplón ni un vulgar policía, señor Montana. Usted preocúpese por mi pedido y yo me preocuparé por darle el martes sus dos millones restantes. —Puso sobre la mesa un maletín atascado de dólares que abrió antes de verificar que el mesero no estuviera cerca. La parejita ya no estaba en su mesa, debían de haberse ido al motel más cercano a terminar su aventurilla—. Un millón de anticipo, el resto al entregarme mi pedido. Una última cosa y no menos importante que todas las especificaciones anteriores. No quiero que maltraten a la muchachita y mucho menos la vayan a violar. Quiero mis órganos bien cuidados. <br /><br /> Estallé en risas hasta que el míster se despidió y se fue con su andar elegante. Abrí de nuevo el maletín para que el olor de los verdes me llegará. ¡Oh bendita jubilación tan cercana a mí! Curiosamente nuestro secuestrador más eficiente, el Meón, era un fanático de las chiquillas, y en más de una ocasión lo cachamos fallándose a la mercancía. Por lo que tenía que advertirle que con esta no se metiera, ya lo tendría que compensar con una adolescente de algún catálogo de escorts. Pagué la cuenta del restaurante y me fui a casa haciendo las llamadas correspondientes para que mi gente efectuara el secuestro el fin de semana. <br /><br /> El secuestro no fue tan sencillo y les costó trabajo hacerlo, la chica estuvo bien acompañada y resguardada todo el fin de semana. Hasta el lunes cuando salió hacia la escuela fue cuando la secuestraron. <br /><br /> En un día no se podría operar y tener los órganos al día siguiente, así que me comuniqué con el míster una vez que ya teníamos a la chica, le dije que me tardaría un par de días más. El señor Corona pareció entenderlo (y más le valía pues no pensaba aceptar una cancelación del pedido), pero me pidió las primeras fotos de la evidencia. Ya antes le había yo mandado unas fotos paparazzi que había tomado mi gente cuando la espiaban y con estas últimas imágenes de la quinceañera amagada quedaría de momento convencido. Pensé pedirle las fotos al Meón pero era tan caliente que terminaría violando a la chica. Lo tendría que hacer yo, así que entré al cuarto donde estaba la secuestrada. No me cubrí el rostro como solían hacerlo los secuestradores. ¿Qué más daba si me veía el rostro si ya pronto moriría? La chica estaba amarrada a la cama con su uniforme escolar: un suéter guinda y una falda corta gris de cuadros. La chica era linda, de facciones finas y ojos claros y piernas torneadas. Estaba dormitando pero en cuanto entré se despertó, la mordaza de la boca la dejaba hablar y suplicar para que la soltara. <br /><br /> La miré con más detenimiento y lejos de tener un cuerpo de adolescente ya era toda una mujer. Yo no era el Meón pero al verla así con esa ropa de colegiala hizo que se me pusiera dura. ¿Y si...? No, debía de hacer mi chamba. Saqué mi cel y le tomé unas fotos. Se las mandé al míster, el cual las recibió y gustoso me dijo que procediéramos a sacarle sus órganos. Ahora tendría hasta el jueves para entregarle el pedido. <br /><br /> — Eres muy linda —le dije acariciándole la pierna, ese contacto tan suave para mis callosas manos fue devastador—. ¿Sabes que pronto morirás? —La chica estalló en llanto y trató en vano de zafarse, mi mano no me hacía caso y seguía recorriendo sus muslos—. Tranquila, así es la vida. Lástima que te tengas que morir. ¿Sabes una cosa? A mí no me gustan las niñas, yo suelo acostarme con mujeres frondosas y mucho más grandes que tú, pero tú tienes tus encantos; estas rechula —mi mano había llegado a sus chones, le levanté la falda y traía un bóxer tan sexi que me hizo perder la cordura—. Te daré un último momento de felicidad. <br /><br /> No tendría forma el mister de saber que me había echado a su donadora antes de la operación. Así que me di una buena revolcada con ella. Después de esa aventura, creo que comprendía mejor al Meón. Me salí y le llamé al Garnachas y al Oliver para que la llevaran al quirófano, esos culeros no me dijeron nada pero me vieron raro, de seguro sabían que me había echado un palo con ella; y más les valía no decirme nada. Los apuré. Pronto acabaría todo para ella. <br /><br />_________________________ <br /><br />Estaba ya dormitando para recuperar batería después de mis inicios de pedófilo, cuando me despertó el Garnachas, estaba preocupado y eso me hizo que no le reclamara nada. Me dijo que le urgía verme a los doctorcillos en el quirófano. Rápido me despabilé y fui a ver que pedo. Me recibieron los médicos, se veían agitados y hasta blancos, y eso que eran más prietos que mi polla. <br /><br /> — Estaba durmiendo —les dije—, así que espero que sea algo importante. ¿Acaso ya acabaron? <br /><br /> — No hemos acabado —me dijo el doc Pedro, era chaparro y gordo—. Esto es algo inaudito. <br /><br /> Pensé en que me dirían que la chica estaba enferma y no le servían varios órganos, pero ya era pedo del míster por querer a esa morra en específico. Me llevaron hasta la adolescente, su torso había sido abierto como pechuga apunto de aplanar, se le veía su torso bien limpio, ya debían de haberla vaciado por completo pues no vi nada adentro. <br /><br /> — ¿Y cuál es la bronca? <br /><br /> — Es lo que queremos saber, señor Montana, si esto es una broma —me señaló el cadáver—. ¿Qué significa esto? <br /><br /> No entendía ni madres, así que les pedí que me lo explicaran. Los doctores se vieron el uno al otro más pálidos que antes, quizá porque veían que no me estaba riendo ni era una puta broma. <br /><br /> — Esta… chica o lo que sea —me dijo el doctor Isaías, era el más prieto de los dos—. No tiene sangre en su cuerpo. ¿A caso no lo ve, no ha derramado ni una gota al abrirla? —Eso ni lo dudaba, se veía todo su interior limpio como si fuera una maqueta escolar de biología—. Y no tiene ningún órgano en su torso. <br /><br /> — A ver… a ver. —Hice una pausa, hace rato me había cogido a esa morrita, estaba relinda y re sabrosa, y ahora estos hijísimos de puta me decían que no tenía ningún órgano, como si fuera una pinche marciana o algo así. Esto no me gustaba pues estos cabrones me querían dar baje con los órganos. De seguro los habían escondido y ahora me querían chamaquear—. ¿Ustedes creen que nací ayer? <br /><br /> Saqué la fusca y encañoné al doc Pedro. <br /><br /> — ¡Garnachas! —le grité a mi ayudante y casi enseguida llegó el güey poniéndose a las vivas—. Estos cabrones me quieren dar baje con los órganos de la morrilla. ¿Viste si salieron a algún lado? <br /><br /> El Garnachas se quedó pensando, en eso llegó el Oliver y preparó la fusca también. <br /><br /> — Desde que entraron a hacer su chamba —me respondió—. No han salido. <br /><br /> El Oliver confirmó eso. Se me hacia una pendejada pero dejaría que los doctores se defendieran, así que solté a Pedro mientras el Garnachas revisó todo el quirófano. No había ningún órgano ni rastro de sangre por ahí. <br /><br /> — No tiene ni pulmones, ni riñones —me dijo el doctor Isaías arrejuntándose con su colega—. Es mas no tiene ni columna vertebral. <br /><br /> Esto solo me olía a una cosa: el Oliver y Garnachas eran compinches de estos doctores. Todos me estaban traicionando y creían que me iba a creer algo tan estúpido como eso. <br /><br /> — Pero si tiene un aparato reproductor —dijo el doc Pedro—. Con toda la forma del de una mujer, pero tiene… — Negó con la cabeza y me miró con los ojos vidriosos, de no ser por las babosadas que estaba oyendo, les hubiera creído—. Tiene cientos de Ovarios. <br /><br /> El Garnachas y el Oliver estallaron en risa, yo lo iba a hacer pero estaba más emputado al ver como mi negocio se podía perder. Me imaginé hablándole al míster y diciéndole que la chica que había seleccionado era una maldita extraterrestre y que no le podría dar más que cientos de ovarios, el míster me mentaría la madre, me exigiría su dinero y perdería un millón de pesos. Y todo por la idiotez de estos médicos. <br /><br /> — Eso no es todo —dijo ahora el doctor Isaías—. Todos sus ovarios parecen estar en periodo fértil y han soltado a sus óvulos. <br /><br /> Tuve suficiente con toda esa estupidez. Tendría que conseguir a una niña muy parecida y mandarle los órganos al míster, al fin que ya le había mandado la foto de la quinceañera amagada. <br /><br /> — Ultima oportunidad —les dije apuntándolos—. ¿Denme los órganos y quizá les perdone la vida? <br /><br /> Los doctores me suplicaron que no los matara y que decían la verdad. Y no los maté, para eso tenía a mi gente. Les dije a mis empleados que lo hicieran y que se deshicieran de los cuerpos, incluyendo el de la morrita. De nuevo moví a toda mi gente para que ese mismo día me consiguieran a la primera quinceañera que se encontraran. <br /><br />__________________________ <br /><br />Todo estas jaladas me hicieron me sintiera mal. Me fui a mi cantón cuando vi que el Garnachas sacaba los cuerpos bien muertitos de los doctores. Me tomé un buen tequila en mi sillón favorito, tenía un malestar, me sentía raro y tenía mi vientre más abultado que de costumbre. De seguro la barbacoa de la ñora de la esquina me había caído mal. Ya le estaría mentando la madre mañana, mientras me tomaría un té y me iría a dormir. Solo esperaba que aquellos inútiles hicieran su trabajo y mañana me tuvieran a una nueva mocosa. <br /><br /> No pude dormir bien pues soñaba puras cosas raras. En la última vez que me desperté mi vientre me dolía mucho. Me lo toqué y me espanté: estaba tan inflado como si me hubiera tragado un balón. Eso no podía ser un malestar estomacal. Me levanté preocupado para irme al doctor. Prendí la luz y me ví frente al espejo: parecía una enorme mujer apunto de parir. Mi panza no estaba aguada, estaba dura y pequeños grumos se me hacían en toda su amplitud, era como si algo se moviera, adentro. En eso pensé los doctores y las mamadas que habían dicho. <br /><br /> Le marqué al míster. <br /><br /> — Señor Corona, esto se ha salido de control. ¿Quién era la niña a la que me ha pedido vaciar? <br /><br /> — ¿Qué es lo que ha hecho, señor Montana? —se le oía muy preocupado—. Dígame que ha pasado. <br /><br /> Y le conté lo de la morrita y su cuerpo raro. <br /><br /> — Fui muy claro diciéndole que quería todos sus órganos, To-dos. Por lo raro que haya encontrado, no pregunte, por eso le estoy pagando tan bien. <br /><br /> — Eso es lo de menos, el problema es que… <br /><br /> — No la habrán violado, ¿verdad? Sería la peor estupidez. <br /><br /> Tenía que echarle una mentira al míster, me daba pena confesarle que yo era el que me la había parchado. <br /><br /> — Bueno, tengo un empleado que no aguanto y como era tan linda la chiquilla. <br /><br /> — ¡Es usted un imbécil! Ahora mismo deme la dirección del idiota que tuvo sexo con ella para ir a buscarlo, aunque no creo llegar a tiempo para salvarle la vida, pero por lo menos para matar a sus crías. <br /><br /> Y mi estómago empezó a dolerme más, tenía cientos de movimientos que se veían en mi piel. <br /><br /> — Es que no entiendo nada, señor Corona. <br /><br /> — El que la violó en realidad le sirvió a ella para que le depositara todos sus óvulos fecundados, tal y como lo hacen los caballitos de mar que depositan sus crías en el macho. Ahora mismo deben de estar a punto de nacer… <br /><br /> Y mi estómago reventó, cientos de pequeños seres fueron saliendo de él. El miedo y la sangre empezaron a hacerme perder el conocimiento, solo a lo lejos alcanzaba a oír como el señor Montana gritaba mi nombre por el auricular.</div>
Alfonso Padillahttp://www.blogger.com/profile/17395372322828936440noreply@blogger.com0