Existen ciertos sitios en la red que albergan muchos ideales y pensamientos afines entre sus miembros, no todos son pensamientos positivos, algunos pueden ser de erradicación y de caza...
MATAUNPU.COM
Leonardo tenía el dedo cerca de la tecla enter, había terminado de escribir el
mensaje para el líder del grupo social: “Mataunpu.com”. Era un grupo al que
había llegado por accidente, ni siquiera recordaba como lo había hecho y ahora
aborrecía haberse inscrito a ese lugar. Ese era un declarado sitio homofóbico
en el que tenían una ideología de odio extremo contra los gays. Publicaban
fotos de homosexuales con una breve explicación de ellos (país y estado en el
que vivían) y, si alguno de los miembros deseaba y estaba en posibilidades, le
daba clic al botón de “caza”; entonces podía acceder a más información de cómo
localizar al homosexual en cuestión.
Leonardo no sabía a ciencia cierta si realmente
cazaban a las personas publicadas o solo era una payasada, pero lo que si le
constaba era que ese sitio llevaba poco tiempo en la red. Al estar averiguando más,
descubrió que el dueño del lugar, así como los miembros, tenían un medio extra
de comunicación independiente a la página, pues cada sitio del mismo dueño,
solo duraba seis meses (para despistar a la policía cibernética). Después lo
daba de baja y abría el nuevo, inscribiéndose enseguida los miembros fieles.
El líder del sitio era alguien que se hacía llamar Extirpador, y su mano derecha un hombre
que se hacía llamar: Rompe-putos. Los miembros nunca usaban sus nombres reales
ni fotos en sus perfiles, era otra parte del anonimato de los miembros del
sitio.
Aparte de la sección de “nuevos putos”, estaba otra
sección llamada “resultados de la cacería”. Leonardo recuerda que en cierta
ocasión vio las imágenes de esta sección. Las fotos mostraban a un hombre
ensangrentado y desnudo. Su cuerpo estaba lleno de moretones y en una de las
imágenes estaba de espaldas con un palo enterrado en su ano. El encargado de
esa cacería había sido el Rompe-putos, fue el que subió las fotos y las dio de
baja al día siguiente. La organización de los miembros era tal, que todos los
miembros veían en un solo día las novedades de “los resultados de la cacería” y
estas evidencias eran borradas en seguida.
La semana pasada a Leonardo le habían tomado una
foto sin que se diera cuenta cuando paseaba con su novio. Y esa foto había sido
subida a la página, y durante dos días (el tiempo en que eran expuestas las
fotos de los gays) más de cinco mil miembros homofóbicos la habían visto y
podido clickear el botón de caza. Cuando Leonardo vio su foto por primera vez y
superó su estado de shock, le marcó a su novio, Alexandro, para contarle lo
sucedido y viera la imagen. Después, ansioso por saber que tanta información
sabían de él, le dio clic a “caza”; un recuadro se le abrió pidiéndole un
número de teléfono y el inicio para una vídeo llamada. Y ahí fue donde se acabó
su posibilidad de saber que tanto sabían de él. Pensó en pedirles ayuda a
alguno de sus amigos, pero no quería meterlos en ese problema, la mayoría de
ellos también eran gays y podían ser sujetos a acoso.
Poco antes de que su foto fuera dada de baja ya
tenía varios clics en caza. Tampoco podía acceder al Nick de los interesados en
él por lo que no tenía ni idea de quienes pudieran ser.
Leonardo quería reclamarle al dueño de la página por
violar su intimidad. Por eso estaba a punto de mandarle un mensaje. Lo releyó
por última vez y lo mandó:
Leo 20: Oye tú, Extirpador,
te exijo que dejes de dañar la imagen de la gente y los dejes vivir en paz”.
Por un momento no pasó nada, solo un recuadro le
apareció indicándole que había sido enviado. Nervioso, miró el monitor unos
segundos. Él no debía ser el único que pensaba así, por lo que debían de
lloverle mensajes de reclamos al dueño. En ese momento decidió darse de baja de
los miembros y olvidar todo ese asunto, buscó el botón de “unsubscribe” y cuando estaba a punto de presionarlo, el cuadro de
chat se reabrió con una respuesta a su mensaje:
Extirpador: ¿Si? Y tu quien
puta madre eres para exigirme a mi…
Una oleada de adrenalina y coraje invadió a Leonardo
que, sin pensarlo, contestó:
Leo 20: No puedes estar
jodiendo a la gente por sus preferencias, entiendes eso
¡MALDITO
IDIOTA!
Pasaron unos angustiosos segundos en los que el
cuadro de dialogo le indicaban que le estaban escribiendo su respuesta.
Extirpador: Vaya, un maricón
infiltrado en nuestro grupo. Así que eres el último gay subido a la cacería.
Leonardo sintió un escalofrío que le recorría el
cuerpo. ¿Cómo podía saber que era él? Y fue cuando recordó algo que se le había
olvidado por completo, algo que de haberse acordado le hubiera impedido la
estupidez de mandarle ese mensaje al Extirpador: cuando había solicitado
inscribirse (15 días tardaba en aprobarse), tuvo que poner una foto suya, en
ese entonces pensó en poner una falsa, pero decía que se corroboraría vía web cam. Por fortuna no le pidieron
confirmación de la foto, pero este sí quedó en el archivo del sitio. Ahora el
Extirpador sabía quién era el que lo había insultado, sabía que era gay y sabía
en qué país y estado vivía, y sabía quién sabe cuántas cosas más que le haya
proporcionado el maldito hijo de perra que le había tomado la foto. A pesar de
todos esos “sabías” en su contra, el coraje lo nubló y sin pensarlo de nuevo
contestó el mensaje:
Leo 20: Tu eres el
verdadero gay, Extirpador, un maldito acomplejado que de seguro lo violaron de
chiquito y la tienes tan pequeña como un puto gusano… loser…
Extirpador: Gracias por tu
cooperación Leo 20, ahora ya tenemos tu I.P. Se las pasaré a tus cazadores.
Leonardo cerró lo más rápido que pudo la página y
apagó la computadora. No podía saber su dirección ni nada de él, todo debía de
ser un maldito bullying homofóbico.
Se levantó de su sillón, revisó la charola de comida
de su gato y se subió a dormir, estaba muy nervioso para contarle a su novio lo
ocurrido, ya mañana lo haría.
2
Después
de hablar con su novio, Alexandro tardó un rato en dormirse, solo daba y daba
vueltas en la cama pensando en lo mismo. A pesar de que él mismo sabía que esa página
de la red era pura basura de mentiras, le inquietaba que Leonardo se hubiera
inscrito ahí y, más aun, que esa maldita foto rondara la web. ¿Quién había sido
el cabrón que se las había tomado? Deseaba conocer a ese imbécil para enseñarle
que los gay también sabían romper caras. Llevaba solo una media hora que había
podido pegar los ojos cuando de súbito despertó. Solía tener el sueño ligero y
a menudo le pasaba, era como si un amigo imaginario le hablase al oído
diciéndole: “despierta Alex”.
Miró su despertador, era la una, había tardado media
hora en dormirse y media hora en despertar. Se incorporó con la idea de ver si
todavía estaba su novio conectado, pues a pesar de que le había rogado que no
le mandara ese mensaje al líder la página, sabía que Leonardo no le haría caso,
era tan necio a veces; pero a pesar de todo lo amaba tanto.
Prendió su ordenador, ahora solo debía esperar a que
su lentium cargara unos minutos. Si veía que ya no estaba conectado, le
hablaría, esta incertidumbre lo tenía en ascuas y no lo dejaría tranquilo toda
la noche.
Oyó un ruido en la parte de abajo, tenía un oído muy
fino. Imaginó si era alguno de sus padres los causantes. Su madre no podía ser
pues sus jaquecas no le permitían pasar el umbral de las once de la noche
despierta. Y su padre también debía de estar en cama, solo se desvelaba los
lunes de futbol americano nocturno, cosa que no era ese día.
Fue a revisar que había sido aquel sonido. Entró a
la cocina y vio que el vidrio de la ventana estaba roto y la puerta estaba
abierta.
— Cielos
—dijo Alexandro tratando de regresar hacia la sala, debía de llamar a la
policía.
Corrió hacia la mesa de centro y desesperado,
intentó marcar el número de emergencias, no lo recordaba bien, sabía que debía
de haberse grabado un teléfono tan importante como ese, pues algún día lo
necesitaría, justo como ese día. Cerró los ojos para ver si así se podía
concentrar y recordar el número, quizá de no haber hecho eso, se habría dado
cuenta que tres hombres con máscaras infantiles de plástico de animales (de
esas mascaras baratas de las papelerías), estaban detrás de él.
3
Leonardo
tampoco podía dormir, varias veces se había despertado sobresaltado por
pesadillas relacionadas a mataunpu.com. En una de ellas era perseguido por el Extirpador
y el rompeputos en la calle, ellos llevaban navajas y palos de madera (como los
que tenía clavado en su ano el último de los cazados, según las fotos subidas);
en otra pesadilla, había sido absorbido por el monitor al mundo virtual de los
homofóbicos, quienes lo habían atrapado y torturado hasta que no resistió el
dolor y despertó de la pesadilla. Esta última vez lo que lo había despertado no
era ningún sueño, sino el maullido de su gato. Desde que Leonardo se había
sincerado con su familia sobre su orientación sexual, su padre lo había corrido
de la casa, fue entonces cuando tomó las riendas de su vida y se fue a rentar
una modesta casa que su sueldo de contador le permitía. Tenía una sala-comedor,
un baño, cocina y dos cuartos en la parte de arriba; más un pequeño patio. No
estaba mal para empezar con su vida independiente. Ahora tenía libertad y
varias veces había ido su novio, Alexandro, a quedarse a dormir con él. Si,
vivir solo significaban más gastos y fugas de dinero, pero nada se compensaba
con la sensación de libertad.
Su gato estaba enojado y se oía como se quejaba de
algo, quizá algún otro felino había entrado por la ventana y no era
precisamente su amigo.
Leonardo se puso sus pantuflas y bajó las escaleras.
Mitzi, su gato, estaba encima de la mesa del comedor erizado viendo hacia la
ventana en postura defensiva.
— Mitzi —dijo Leonardo— ¿Qué
pasa?
Fijó su mirada hacia la calle, afuera había una
persona muy cerca de su ventana, estaba pegada casi a ella, llevaba puesta una máscara
de cerdo y estaba quieto, como si fuera un maniquí. Leonardo pegó un brinco y
esperó a que la persona tuviera alguna reacción al verse descubierta, pero no
se inmutó.
Debía de salir de ahí, tomó a Mitzi, y se lo llevó a
las escaleras. Se asomó hacia la puerta de entrada para cerciorarse de que
estuviese cerrada, pero estaba abierta.
Entonces corrió hacia las escaleras. Para su suerte
quien sea que hubiese entrado, no estaba arriba. Entró a su cuarto y atrancó la
entrada. Se arrinconó en su cama y esperó callado. Había dejado su celular
cargando en la sala. Estaba incomunicado con quien sabe que locos dentro y
fuera de su casa.
Oyó
unas pisadas pesadas que subían por la escalera, no hacían el menor disimulo
por no ser oídas; por el contrario, parecían pisar con más fuerza de lo que harían
normalmente. ¿Para qué querían ser sigilosos si lo tenían acorralado?
Los
pasos llegaron hasta el borde de su puerta. Hubo un largo silencio. La manivela
comenzó a moverse con desesperación. Se quedó quieta y hubo otra pausa sin
ruido. Leonardo pensó en salir a revisar, pero un golpe lo sobresaltó, los
empellones contra la puerta comenzaron.
— Leo 20
—dijo una voz grave y rasposa—. Yo no suelo hacer el trabajo sucio, pero
has cometido un grave error: infiltrarte en mi grupo e insultarme. Por eso he
venido con el rompeputos a enseñarte mi concepto de caza. —Alzó más la voz como
si no lo oyeran—. Y para que tus fotos follándote con estos palos, sean vistos
por mis seguidores.
Los
empellones continuaron. Había alguien más con el extirpador hablando.
Lo
único que se le ocurrió fue intentar escaparse por la ventana. Abrió la ventana
y salió a la marquesina, no era mucha la altura al patio, trataría de irse
colgando hasta dejarse caer, de ahí correría hacia la casa de algún vecino y pediría
ayuda. Miró hacia el patio y entonces en su panorama apareció el sujeto con la
cara de cerdo, llevaba un cuchillo carnicero y fijaba su mirada en él, como
esperando a que bajara. Los empellones vencieron a la puerta, lo único que les impedía
entrar era el mueble que la atrancaba.
Leonardo
calculó sus posibilidades. En el patio solo estaba el tipo de la máscara de
cerdo, pero en lo que caía al suelo y se recuperaba, estaría a la merced del
sujeto, no tendría tiempo a defenderse; entonces, no tenía otra opción, tendría
que defenderse arriba. Buscó a su alrededor cualquier objeto que le sirviese.
El
peso de afuera arrastró un poco el mueble, lo suficiente como para que alguien
entrase de lado. Entonces un rostro con una máscara de borrego se asomó.
Leonardo aprovechó para arrojarle un pesado trofeo de ajedrez que tenía desde
su infancia. Dio en el blanco y el rostro borrego se salió aullando del dolor.
— ¡Maldito
hijo de perra! —se oyó decir—. Te violaré mil veces con un árbol.
Continuaron
arrastrando el mueble hasta que el paso era el suficiente para entrar sin
problemas. Y como lo adivinó Leonardo, otro sujeto entró rápido sin vacilar,
llevaba una pistola en la mano. Mitzi se le abalanzó desde el closet, el sujeto
vaciló un momento y de un certero manotazo lanzó por los aires al animal. Cuando apuntó su arma de nuevo hacia
Leonardo, este ya había arrojado un abrecartas —el mismo que había
usado en la mañana para abrir su correspondencia—, sobre el torso del hombre,
lográndoselo clavar en el pecho.
El hombre que llevaba
una máscara de perro, volteó incrédulo a ver el abrecartas en su cuerpo,
después volteó a ver a Leonardo para dispararle, pero el chico ya estaba sobre
él golpeándole el brazo. La pistola rodó hacia debajo de la cama. Entonces
alguien empujó al hombre perro cayendo
sobre Leonardo, el tipo era pesado y casi lo aplastaba, pero Leonardo puso sus
codos para evitar que el otro lado del abrecartas se le enterrase.
A través
de la máscara del perro, vio la mirada cristalina de aquel hombre, estaba al
borde de la muerte, lo empujó hacia un lado. De pie tenia al hombre borrego con
un mazo, debía de estar aturdido aun por el golpe con el trofeo, porque tardó
en reaccionar y lanzarle un golpe.
Leonardo
se rodó hacia un lado y logró casi esquivarlo. Sintió un dolor agudo en una
pierna, pero con la otra logró asestar un golpe sobre la rodilla del sujeto,
haciéndolo caer estrepitosamente sobre su compañero.
Leonardo
se levantó lo más rápido que pudo para continuar el combate, su pierna le dolía
y un agudo dolor lo hizo doblarse. Aguantó y esperó a su contrincante, pero
este seguía acostado sobre su compañero. Tras un quejido lastimero, el hombre
borrego se levantó con trabajos y se llevó la mano hacia su abdomen, estaba
lleno de sangre, se había enterrado la otra parte del abrecartas. Su compañero yacía
muerto en el suelo. El hombre vio incrédulo el chorro de sangre que brotaba de
su herida.
— ¿Tú
eres el extirpador? —preguntó Leonardo sujetando el
mazo. El hombre asintió con mirada inexpresiva—. Bueno pues es un gusto saber
que un maldito homofóbico como tú, dejará de chingar a la humanidad.
El
hombre trató de ponerse en guardia, pero Leonardo le asestó un golpe con el
mazo en la cabeza. El Extirpador salió volando y no sé movió más.
Leonardo
respiró con fuerza, acababa de matar a dos hombres y eso cambiaría su vida.
Unas lágrimas rodaron por sus mejillas. Sintió que la vista se le nublaba y sus
rodillas se le doblaron, pero recordó al hombre con mascara de cerdo que aún lo
esperaba abajo. Buscó la pistola y salió hacia el pasillo. Se cercioró de que
no hubiese nadie en la otra habitación. Fue bajando las escaleras y vio a
alguien de espaldas que estaba en su sillón, frente al televisor, este estaba
prendido y a todo volumen.
“Y el pronóstico para hoy —decía alguien en los noticieros— es de lluvias y fríos torrenciales,
mejor no salgan de casa. Puede ser peligroso”
Miró
hacia su alrededor para cerciorarse de que no hubiera una cuarta persona. En el
sillón seguía la persona sentada viendo la televisión.
“Toda la semana habrá
vendavales… vaya que habrá un clima frio…”
— Tengo una pistola
—dijo Leonardo apuntándole—. Sube las manos donde te pueda ver. —La persona no
se inmutó. Leonardo se acercó más y afianzó el arma—. Dije que pongas las manos
arriba.
La persona no se inmutó.
“Les recomendamos abrigarse pues este frente frio numero diez pegará en
gran parte del país…”
Leonardo se acercó rodeando el sillón por si el
sujeto intentaba hacer algo. Conforme se acercó, vio a la persona sentada de
perfil, era Alexandro. Bajó su arma y se acercó.
— Mi
amor.
Alexandro estaba sin vida sentado en el sillón, tenía
moretones a lo largo de su cuerpo.
— Malditos perros —gritó
acariciándole su mejilla morada—. ¿Qué te hicieron?
— Ustedes son los
malditos malparidos —le dijo alguien desde atrás.
Leonardo retomó su pose con el arma, era el hombre
con la máscara de cerdo el que le había hablado, llevaba su cuchillo carnicero
y estaba en la entrada de la sala.
— …
ustedes son los que defraudan a sus padres —siguió diciéndole—
sin importarles el daño que nos causan haciendo sus puterias en todos lados.
Leonardo bajó el arma, reconocía esa voz, no podía
estar equivocado.
— ¿Padre?
No puedes ser tú.
El hombre cerdo levantó su máscara.
— Tú ya
no eres mi hijo desde el día en que te corrí de la casa. —Lo señaló con el
cuchillo—. Desde ese día te odié y por eso subí tu foto a la página.
Leonardo le apuntó de nuevo, las lágrimas le
escurrían sin que pudiera contenerlas.
— Tú ya
no serás mi padre, pero yo no soportaría ver a mi madre sufrir porque tú te
vayas a la cárcel por matar a su hijo.
— Solo
veamos quien muere de los dos —dijo su padre poniéndose la máscara
y dando un paso al frente—. De todas maneras, alguno de los dos morirá y tu
madre lo tendrá que llorar.
— ¡No,
basta! Lárgate de aquí. —Tomó su celular que había dejado
cargando—. Vete antes de que llegué la policía.
El hombre cerdo se le quedó viendo con la mirada
inexpresiva y salió de la casa.
4
No
había sido fácil lidiar con los tribunales y rendir las declaraciones, pero
Leonardo había logrado comprobar su inocencia y el sitio mataunpu.com había
sido cerrado y la ciberpolicía estuvo un tiempo buscando sitios similares para
cerrarlos. A pesar de que la noticia pudo haberse propagado y salir en todos
lados, la policía dejó que todo fuera con bajo perfil, por lo que no se
difundió y Leonardo logró conservar su empleo y su integridad social.
Extrañaba mucho a Alexandro y sobre todo a su madre,
mas después de saber el monstruo con el que vivía, pero a pesar de querer ir a
verla, sabía que no podría ver a su padre sin escupirle encima la verdad a su
progenitora. Decidió mantenerse a raya y no verla. Pero lo que no pudo dejar de
hacer, fue seguir buscando sitios homofóbicos donde cazaran a los homosexuales.
Extirpador y rompeputos estaban muertos, pero sabía que era todo un grupo, todo
un clan celuloide bien organizado y estructurado. Se supone que la ciberpolicía
estaría al pendiente, pero él sabía que eso solo sería un par de meses en lo
que duraba la euforia del caso o se les asignaba una nueva tarea más importante.
El ultimo sitio que había estado rastreando era un
lugar llamado: “hazpatriaymatalo.com”. operaba de manera muy parecida a las
anteriores, por lo que no le extrañaba que fuera de algún seguidor del
Extirpador. Tenía una semana que se había inscrito y tuvo que subir una foto y
corroborarla con web cam. Antes de eso, se había dejado la barba y había usado
unas gafas de fondo de botella (el sitio no permitía ni gorros ni lentes
oscuros que tapasen el rostro). No había tenido actividad la página desde ese
entonces, quizá los homofóbicos tenían aun miedo a la ciberpolicía y por eso
estaban apagados. Era noche y Leonardo estaba cansado, revisaría rápido la
página y se iría a dormir. Vio una nueva publicación. Eran dos nuevas fotos de
homosexuales. El primero era un sujeto obeso que caminaba en un parque con otro
hombre delgado. Abrió la segunda foto y vio su rostro, era la misma foto que
había dado de alta para inscribirse. El grupo que parecía tan inactivo, de
repente revivió con varios cuadros y clics en “caza”. Un recuadro de dialogo
apareció en la pantalla, era un mensaje del administrador para Leonardo.
Mesías:
Esta vez no habrá escapatoria Leo 20, esta vez sí serás cazado. Lo siento, pero
los putos se deben de erradicar del planeta.
Leonardo se le quedó viendo al monitor, leyó un par
de veces más el mensaje y contestó:
Vigilante
10 (el Nick que se había inventado): ¿Y cuándo vendrás por mi… padre?
Mesías:
Ya estoy aquí….
Un golpe se oyó sobre la puerta de entrada. Leonardo
salió al borde de las escaleras y vio en la entrada a seis personas con
máscaras de animales. En medio de ellos estaba el de la máscara de cerdo
dirigiendo el ataque de los demás.
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