lunes, 12 de diciembre de 2016

Fragmentos de terror... Mataunpu.com

Existen ciertos sitios en la red que albergan muchos ideales y pensamientos afines entre sus miembros, no todos son pensamientos positivos, algunos pueden ser de erradicación y de caza...




MATAUNPU.COM

Leonardo tenía el dedo cerca de la tecla enter, había terminado de escribir el mensaje para el líder del grupo social: “Mataunpu.com”. Era un grupo al que había llegado por accidente, ni siquiera recordaba como lo había hecho y ahora aborrecía haberse inscrito a ese lugar. Ese era un declarado sitio homofóbico en el que tenían una ideología de odio extremo contra los gays. Publicaban fotos de homosexuales con una breve explicación de ellos (país y estado en el que vivían) y, si alguno de los miembros deseaba y estaba en posibilidades, le daba clic al botón de “caza”; entonces podía acceder a más información de cómo localizar al homosexual en cuestión.
Leonardo no sabía a ciencia cierta si realmente cazaban a las personas publicadas o solo era una payasada, pero lo que si le constaba era que ese sitio llevaba poco tiempo en la red. Al estar averiguando más, descubrió que el dueño del lugar, así como los miembros, tenían un medio extra de comunicación independiente a la página, pues cada sitio del mismo dueño, solo duraba seis meses (para despistar a la policía cibernética). Después lo daba de baja y abría el nuevo, inscribiéndose enseguida los miembros fieles.
El líder del sitio era alguien que se hacía llamar Extirpador, y su mano derecha un hombre que se hacía llamar: Rompe-putos. Los miembros nunca usaban sus nombres reales ni fotos en sus perfiles, era otra parte del anonimato de los miembros del sitio.




Aparte de la sección de “nuevos putos”, estaba otra sección llamada “resultados de la cacería”. Leonardo recuerda que en cierta ocasión vio las imágenes de esta sección. Las fotos mostraban a un hombre ensangrentado y desnudo. Su cuerpo estaba lleno de moretones y en una de las imágenes estaba de espaldas con un palo enterrado en su ano. El encargado de esa cacería había sido el Rompe-putos, fue el que subió las fotos y las dio de baja al día siguiente. La organización de los miembros era tal, que todos los miembros veían en un solo día las novedades de “los resultados de la cacería” y estas evidencias eran borradas en seguida.
La semana pasada a Leonardo le habían tomado una foto sin que se diera cuenta cuando paseaba con su novio. Y esa foto había sido subida a la página, y durante dos días (el tiempo en que eran expuestas las fotos de los gays) más de cinco mil miembros homofóbicos la habían visto y podido clickear el botón de caza. Cuando Leonardo vio su foto por primera vez y superó su estado de shock, le marcó a su novio, Alexandro, para contarle lo sucedido y viera la imagen. Después, ansioso por saber que tanta información sabían de él, le dio clic a “caza”; un recuadro se le abrió pidiéndole un número de teléfono y el inicio para una vídeo llamada. Y ahí fue donde se acabó su posibilidad de saber que tanto sabían de él. Pensó en pedirles ayuda a alguno de sus amigos, pero no quería meterlos en ese problema, la mayoría de ellos también eran gays y podían ser sujetos a acoso.
Poco antes de que su foto fuera dada de baja ya tenía varios clics en caza. Tampoco podía acceder al Nick de los interesados en él por lo que no tenía ni idea de quienes pudieran ser.
Leonardo quería reclamarle al dueño de la página por violar su intimidad. Por eso estaba a punto de mandarle un mensaje. Lo releyó por última vez y lo mandó:
Leo 20: Oye tú, Extirpador, te exijo que dejes de dañar la imagen de la gente y los dejes vivir en paz”.
Por un momento no pasó nada, solo un recuadro le apareció indicándole que había sido enviado. Nervioso, miró el monitor unos segundos. Él no debía ser el único que pensaba así, por lo que debían de lloverle mensajes de reclamos al dueño. En ese momento decidió darse de baja de los miembros y olvidar todo ese asunto, buscó el botón de “unsubscribe” y cuando estaba a punto de presionarlo, el cuadro de chat se reabrió con una respuesta a su mensaje:
Extirpador: ¿Si? Y tu quien puta madre eres para exigirme a mi…
Una oleada de adrenalina y coraje invadió a Leonardo que, sin pensarlo, contestó:
Leo 20: No puedes estar jodiendo a la gente por sus preferencias, entiendes eso                                                                                                                                                                          ¡MALDITO IDIOTA!
Pasaron unos angustiosos segundos en los que el cuadro de dialogo le indicaban que le estaban escribiendo su respuesta.
Extirpador: Vaya, un maricón infiltrado en nuestro grupo. Así que eres el último gay subido a la cacería.
Leonardo sintió un escalofrío que le recorría el cuerpo. ¿Cómo podía saber que era él? Y fue cuando recordó algo que se le había olvidado por completo, algo que de haberse acordado le hubiera impedido la estupidez de mandarle ese mensaje al Extirpador: cuando había solicitado inscribirse (15 días tardaba en aprobarse), tuvo que poner una foto suya, en ese entonces pensó en poner una falsa, pero decía que se corroboraría vía web cam. Por fortuna no le pidieron confirmación de la foto, pero este sí quedó en el archivo del sitio. Ahora el Extirpador sabía quién era el que lo había insultado, sabía que era gay y sabía en qué país y estado vivía, y sabía quién sabe cuántas cosas más que le haya proporcionado el maldito hijo de perra que le había tomado la foto. A pesar de todos esos “sabías” en su contra, el coraje lo nubló y sin pensarlo de nuevo contestó el mensaje:
Leo 20: Tu eres el verdadero gay, Extirpador, un maldito acomplejado que de seguro lo violaron de chiquito y la tienes tan pequeña como un puto gusano… loser…
Extirpador: Gracias por tu cooperación Leo 20, ahora ya tenemos tu I.P. Se las pasaré a tus cazadores.
Leonardo cerró lo más rápido que pudo la página y apagó la computadora. No podía saber su dirección ni nada de él, todo debía de ser un maldito bullying homofóbico.
Se levantó de su sillón, revisó la charola de comida de su gato y se subió a dormir, estaba muy nervioso para contarle a su novio lo ocurrido, ya mañana lo haría.

2
Después de hablar con su novio, Alexandro tardó un rato en dormirse, solo daba y daba vueltas en la cama pensando en lo mismo. A pesar de que él mismo sabía que esa página de la red era pura basura de mentiras, le inquietaba que Leonardo se hubiera inscrito ahí y, más aun, que esa maldita foto rondara la web. ¿Quién había sido el cabrón que se las había tomado? Deseaba conocer a ese imbécil para enseñarle que los gay también sabían romper caras. Llevaba solo una media hora que había podido pegar los ojos cuando de súbito despertó. Solía tener el sueño ligero y a menudo le pasaba, era como si un amigo imaginario le hablase al oído diciéndole: “despierta Alex”.
Miró su despertador, era la una, había tardado media hora en dormirse y media hora en despertar. Se incorporó con la idea de ver si todavía estaba su novio conectado, pues a pesar de que le había rogado que no le mandara ese mensaje al líder la página, sabía que Leonardo no le haría caso, era tan necio a veces; pero a pesar de todo lo amaba tanto.
Prendió su ordenador, ahora solo debía esperar a que su lentium cargara unos minutos. Si veía que ya no estaba conectado, le hablaría, esta incertidumbre lo tenía en ascuas y no lo dejaría tranquilo toda la noche.
Oyó un ruido en la parte de abajo, tenía un oído muy fino. Imaginó si era alguno de sus padres los causantes. Su madre no podía ser pues sus jaquecas no le permitían pasar el umbral de las once de la noche despierta. Y su padre también debía de estar en cama, solo se desvelaba los lunes de futbol americano nocturno, cosa que no era ese día.
Fue a revisar que había sido aquel sonido. Entró a la cocina y vio que el vidrio de la ventana estaba roto y la puerta estaba abierta.
    Cielos —dijo Alexandro tratando de regresar hacia la sala, debía de llamar a la policía.
Corrió hacia la mesa de centro y desesperado, intentó marcar el número de emergencias, no lo recordaba bien, sabía que debía de haberse grabado un teléfono tan importante como ese, pues algún día lo necesitaría, justo como ese día. Cerró los ojos para ver si así se podía concentrar y recordar el número, quizá de no haber hecho eso, se habría dado cuenta que tres hombres con máscaras infantiles de plástico de animales (de esas mascaras baratas de las papelerías), estaban detrás de él.

3
Leonardo tampoco podía dormir, varias veces se había despertado sobresaltado por pesadillas relacionadas a mataunpu.com. En una de ellas era perseguido por el Extirpador y el rompeputos en la calle, ellos llevaban navajas y palos de madera (como los que tenía clavado en su ano el último de los cazados, según las fotos subidas); en otra pesadilla, había sido absorbido por el monitor al mundo virtual de los homofóbicos, quienes lo habían atrapado y torturado hasta que no resistió el dolor y despertó de la pesadilla. Esta última vez lo que lo había despertado no era ningún sueño, sino el maullido de su gato. Desde que Leonardo se había sincerado con su familia sobre su orientación sexual, su padre lo había corrido de la casa, fue entonces cuando tomó las riendas de su vida y se fue a rentar una modesta casa que su sueldo de contador le permitía. Tenía una sala-comedor, un baño, cocina y dos cuartos en la parte de arriba; más un pequeño patio. No estaba mal para empezar con su vida independiente. Ahora tenía libertad y varias veces había ido su novio, Alexandro, a quedarse a dormir con él. Si, vivir solo significaban más gastos y fugas de dinero, pero nada se compensaba con la sensación de libertad.
Su gato estaba enojado y se oía como se quejaba de algo, quizá algún otro felino había entrado por la ventana y no era precisamente su amigo.
Leonardo se puso sus pantuflas y bajó las escaleras. Mitzi, su gato, estaba encima de la mesa del comedor erizado viendo hacia la ventana en postura defensiva.
    Mitzi —dijo Leonardo— ¿Qué pasa?
Fijó su mirada hacia la calle, afuera había una persona muy cerca de su ventana, estaba pegada casi a ella, llevaba puesta una máscara de cerdo y estaba quieto, como si fuera un maniquí. Leonardo pegó un brinco y esperó a que la persona tuviera alguna reacción al verse descubierta, pero no se inmutó.
Debía de salir de ahí, tomó a Mitzi, y se lo llevó a las escaleras. Se asomó hacia la puerta de entrada para cerciorarse de que estuviese cerrada, pero estaba abierta.
Entonces corrió hacia las escaleras. Para su suerte quien sea que hubiese entrado, no estaba arriba. Entró a su cuarto y atrancó la entrada. Se arrinconó en su cama y esperó callado. Había dejado su celular cargando en la sala. Estaba incomunicado con quien sabe que locos dentro y fuera de su casa.
Oyó unas pisadas pesadas que subían por la escalera, no hacían el menor disimulo por no ser oídas; por el contrario, parecían pisar con más fuerza de lo que harían normalmente. ¿Para qué querían ser sigilosos si lo tenían acorralado?
Los pasos llegaron hasta el borde de su puerta. Hubo un largo silencio. La manivela comenzó a moverse con desesperación. Se quedó quieta y hubo otra pausa sin ruido. Leonardo pensó en salir a revisar, pero un golpe lo sobresaltó, los empellones contra la puerta comenzaron.
    Leo 20 —dijo una voz grave y rasposa—. Yo no suelo hacer el trabajo sucio, pero has cometido un grave error: infiltrarte en mi grupo e insultarme. Por eso he venido con el rompeputos a enseñarte mi concepto de caza. —Alzó más la voz como si no lo oyeran—. Y para que tus fotos follándote con estos palos, sean vistos por mis seguidores.
Los empellones continuaron. Había alguien más con el extirpador hablando.
Lo único que se le ocurrió fue intentar escaparse por la ventana. Abrió la ventana y salió a la marquesina, no era mucha la altura al patio, trataría de irse colgando hasta dejarse caer, de ahí correría hacia la casa de algún vecino y pediría ayuda. Miró hacia el patio y entonces en su panorama apareció el sujeto con la cara de cerdo, llevaba un cuchillo carnicero y fijaba su mirada en él, como esperando a que bajara. Los empellones vencieron a la puerta, lo único que les impedía entrar era el mueble que la atrancaba.
Leonardo calculó sus posibilidades. En el patio solo estaba el tipo de la máscara de cerdo, pero en lo que caía al suelo y se recuperaba, estaría a la merced del sujeto, no tendría tiempo a defenderse; entonces, no tenía otra opción, tendría que defenderse arriba. Buscó a su alrededor cualquier objeto que le sirviese.
El peso de afuera arrastró un poco el mueble, lo suficiente como para que alguien entrase de lado. Entonces un rostro con una máscara de borrego se asomó. Leonardo aprovechó para arrojarle un pesado trofeo de ajedrez que tenía desde su infancia. Dio en el blanco y el rostro borrego se salió aullando del dolor.
    ¡Maldito hijo de perra! —se oyó decir—. Te violaré mil veces con un árbol.
Continuaron arrastrando el mueble hasta que el paso era el suficiente para entrar sin problemas. Y como lo adivinó Leonardo, otro sujeto entró rápido sin vacilar, llevaba una pistola en la mano. Mitzi se le abalanzó desde el closet, el sujeto vaciló un momento y de un certero manotazo lanzó por los aires al animal.  Cuando apuntó su arma de nuevo hacia Leonardo, este ya había arrojado un abrecartas —el mismo que había usado en la mañana para abrir su correspondencia—, sobre el torso del hombre, lográndoselo clavar en el pecho.
El hombre que llevaba una máscara de perro, volteó incrédulo a ver el abrecartas en su cuerpo, después volteó a ver a Leonardo para dispararle, pero el chico ya estaba sobre él golpeándole el brazo. La pistola rodó hacia debajo de la cama. Entonces alguien empujó al hombre perro cayendo sobre Leonardo, el tipo era pesado y casi lo aplastaba, pero Leonardo puso sus codos para evitar que el otro lado del abrecartas se le enterrase.
A través de la máscara del perro, vio la mirada cristalina de aquel hombre, estaba al borde de la muerte, lo empujó hacia un lado. De pie tenia al hombre borrego con un mazo, debía de estar aturdido aun por el golpe con el trofeo, porque tardó en reaccionar y lanzarle un golpe.
Leonardo se rodó hacia un lado y logró casi esquivarlo. Sintió un dolor agudo en una pierna, pero con la otra logró asestar un golpe sobre la rodilla del sujeto, haciéndolo caer estrepitosamente sobre su compañero.
Leonardo se levantó lo más rápido que pudo para continuar el combate, su pierna le dolía y un agudo dolor lo hizo doblarse. Aguantó y esperó a su contrincante, pero este seguía acostado sobre su compañero. Tras un quejido lastimero, el hombre borrego se levantó con trabajos y se llevó la mano hacia su abdomen, estaba lleno de sangre, se había enterrado la otra parte del abrecartas. Su compañero yacía muerto en el suelo. El hombre vio incrédulo el chorro de sangre que brotaba de su herida.
    ¿Tú eres el extirpador? —preguntó Leonardo sujetando el mazo. El hombre asintió con mirada inexpresiva—. Bueno pues es un gusto saber que un maldito homofóbico como tú, dejará de chingar a la humanidad.
El hombre trató de ponerse en guardia, pero Leonardo le asestó un golpe con el mazo en la cabeza. El Extirpador salió volando y no sé movió más.
Leonardo respiró con fuerza, acababa de matar a dos hombres y eso cambiaría su vida. Unas lágrimas rodaron por sus mejillas. Sintió que la vista se le nublaba y sus rodillas se le doblaron, pero recordó al hombre con mascara de cerdo que aún lo esperaba abajo. Buscó la pistola y salió hacia el pasillo. Se cercioró de que no hubiese nadie en la otra habitación. Fue bajando las escaleras y vio a alguien de espaldas que estaba en su sillón, frente al televisor, este estaba prendido y a todo volumen.
“Y el pronóstico para hoy —decía alguien en los noticieros— es de lluvias y fríos torrenciales, mejor no salgan de casa. Puede ser peligroso”
Miró hacia su alrededor para cerciorarse de que no hubiera una cuarta persona. En el sillón seguía la persona sentada viendo la televisión.
“Toda la semana habrá vendavales… vaya que habrá un clima frio…”
    Tengo una pistola —dijo Leonardo apuntándole—. Sube las manos donde te pueda ver. —La persona no se inmutó. Leonardo se acercó más y afianzó el arma—. Dije que pongas las manos arriba.
La persona no se inmutó.
“Les recomendamos abrigarse pues este frente frio numero diez pegará en gran parte del país…”
Leonardo se acercó rodeando el sillón por si el sujeto intentaba hacer algo. Conforme se acercó, vio a la persona sentada de perfil, era Alexandro. Bajó su arma y se acercó.
    Mi amor.
Alexandro estaba sin vida sentado en el sillón, tenía moretones a lo largo de su cuerpo.
    Malditos perros —gritó acariciándole su mejilla morada—. ¿Qué te hicieron?
    Ustedes son los malditos malparidos —le dijo alguien desde atrás.
Leonardo retomó su pose con el arma, era el hombre con la máscara de cerdo el que le había hablado, llevaba su cuchillo carnicero y estaba en la entrada de la sala.
    … ustedes son los que defraudan a sus padres —siguió diciéndole— sin importarles el daño que nos causan haciendo sus puterias en todos lados.
Leonardo bajó el arma, reconocía esa voz, no podía estar equivocado.
    ¿Padre? No puedes ser tú.
El hombre cerdo levantó su máscara.
    Tú ya no eres mi hijo desde el día en que te corrí de la casa. —Lo señaló con el cuchillo—. Desde ese día te odié y por eso subí tu foto a la página.
Leonardo le apuntó de nuevo, las lágrimas le escurrían sin que pudiera contenerlas.
    Tú ya no serás mi padre, pero yo no soportaría ver a mi madre sufrir porque tú te vayas a la cárcel por matar a su hijo.
    Solo veamos quien muere de los dos —dijo su padre poniéndose la máscara y dando un paso al frente—. De todas maneras, alguno de los dos morirá y tu madre lo tendrá que llorar.
    ¡No, basta! Lárgate de aquí. —Tomó su celular que había dejado cargando—. Vete antes de que llegué la policía.
El hombre cerdo se le quedó viendo con la mirada inexpresiva y salió de la casa.

4
No había sido fácil lidiar con los tribunales y rendir las declaraciones, pero Leonardo había logrado comprobar su inocencia y el sitio mataunpu.com había sido cerrado y la ciberpolicía estuvo un tiempo buscando sitios similares para cerrarlos. A pesar de que la noticia pudo haberse propagado y salir en todos lados, la policía dejó que todo fuera con bajo perfil, por lo que no se difundió y Leonardo logró conservar su empleo y su integridad social.
Extrañaba mucho a Alexandro y sobre todo a su madre, mas después de saber el monstruo con el que vivía, pero a pesar de querer ir a verla, sabía que no podría ver a su padre sin escupirle encima la verdad a su progenitora. Decidió mantenerse a raya y no verla. Pero lo que no pudo dejar de hacer, fue seguir buscando sitios homofóbicos donde cazaran a los homosexuales. Extirpador y rompeputos estaban muertos, pero sabía que era todo un grupo, todo un clan celuloide bien organizado y estructurado. Se supone que la ciberpolicía estaría al pendiente, pero él sabía que eso solo sería un par de meses en lo que duraba la euforia del caso o se les asignaba una nueva tarea más importante.
El ultimo sitio que había estado rastreando era un lugar llamado: “hazpatriaymatalo.com”. operaba de manera muy parecida a las anteriores, por lo que no le extrañaba que fuera de algún seguidor del Extirpador. Tenía una semana que se había inscrito y tuvo que subir una foto y corroborarla con web cam. Antes de eso, se había dejado la barba y había usado unas gafas de fondo de botella (el sitio no permitía ni gorros ni lentes oscuros que tapasen el rostro). No había tenido actividad la página desde ese entonces, quizá los homofóbicos tenían aun miedo a la ciberpolicía y por eso estaban apagados. Era noche y Leonardo estaba cansado, revisaría rápido la página y se iría a dormir. Vio una nueva publicación. Eran dos nuevas fotos de homosexuales. El primero era un sujeto obeso que caminaba en un parque con otro hombre delgado. Abrió la segunda foto y vio su rostro, era la misma foto que había dado de alta para inscribirse. El grupo que parecía tan inactivo, de repente revivió con varios cuadros y clics en “caza”. Un recuadro de dialogo apareció en la pantalla, era un mensaje del administrador para Leonardo.
Mesías: Esta vez no habrá escapatoria Leo 20, esta vez sí serás cazado. Lo siento, pero los putos se deben de erradicar del planeta.
Leonardo se le quedó viendo al monitor, leyó un par de veces más el mensaje y contestó:
Vigilante 10 (el Nick que se había inventado): ¿Y cuándo vendrás por mi… padre?
Mesías: Ya estoy aquí….
Un golpe se oyó sobre la puerta de entrada. Leonardo salió al borde de las escaleras y vio en la entrada a seis personas con máscaras de animales. En medio de ellos estaba el de la máscara de cerdo dirigiendo el ataque de los demás.

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