LA FOTO PANORÁMICA
Era un domingazo familiar después de una semana pesada en la vinatería y exámenes escolares de los niños, todos los integrantes merecíamos un descanso. Estábamos visitando las ruinas arqueológicas del Templo Mayor, a un lado del zócalo. Era nuestra penúltima parada del día, solo faltaba la comida del bufet chino. La familia era numerosa y corpulenta, por lo que necesitábamos mucha comida y barata.
Mi hija me pidió le tomara una foto a toda la familia frente a la catedral, y para no alejarme tanto de ellos y que cupieran todos en la lente, decidí usar la panorámica. Tomé la imagen y después fuimos al buffet. Mi cuñado me pidió la cámara para revisar las fotos del día. Sonreía y se divertía viendo las caras y gestos de toda nuestra tribu.
— Mira, en la panorámica frente a la catedral—me dijo dejando su galleta de la suerte y ampliando la imagen—, hay un restaurante hasta arriba, en el edificio de atrás de la catedral.
Vi que amplió más la imagen y se acercó a mí. Se puso nervioso y volteó a ver a nuestra familia que estaban sirviéndose otra ronda de comida. Nos habían dejado solos en la mesa.
— ¿Qué es esto? —me dijo mostrándome la cámara—. Mira que pedo.
Observé la imagen de la panorámica, la pantalla estaba ampliada y situada en el restaurante del edificio; gracias a la resolución del aparato, la imagen se mostraba nítida: sobre el restaurante, estaban unas personas de blanco (quizá los meseros), sobre otras personas… ¿Pegándoles?