lunes, 8 de octubre de 2018

Fragmentos de terror... LOS LENTES



Hay dones que hay que aprovecharlos y saberlos usar, o ...




LOS LENTES


I

La primera vez que Daniel necesitó lentes fue a los seis años, desde ese momento y por recomendación del oftalmólogo, los usaba todo el día. Conforme pasaron los años fuera que su visión se le corrigiera, cada vez requería mayor graduación; hasta que a los veintiún años tenía ya unas gafas de fondo de botella. La única solución posible era una operación que le corrigiera sus miopía y astigmatismo. Como sus padres no le pudieron costear sus estudios, dejó su licenciatura trunca y ahora que trabajaba, pensaba juntar dinero para operarse sus ojos. Tenía tal apego a sus anteojos que en cuanto despertaba era lo primero que se ponía, los usaba todo el día y hasta para ducharse, pues no veía bien a más de 20 centímetros de distancia.
  La misma inseguridad con la que había crecido desde su primer par de anteojos, lo hicieron ser un chico tímido y de baja autoestima, nunca había tenido novia y solo había visto en su vida pasar lindas chicas con las que le hubiera encantado salir, pero rara vez había intentado esas proezas de acortejarlas, pues nadie quería andar con un “cuatro ojos”. La última decepción amorosa fue con una compañera de trabajo llamada Tifany, era muy delgada, de cabello chino y coloradas mejillas. Daniel intentó acercarse más a ella e invitarla un café, pero ella fue sincera y le dijo que no le gustaba como se veía con esos lentes, que usara lentes de contacto y quizá saldrían. Aquello fue devastador para el pobre de Daniel, que triste y melancólico veía pasar sus días aburridos y grises a través de sus fondos de botella.