lunes, 15 de febrero de 2021

Fragmentos de terror... Y PENSAR QUE TODO EMPEZÓ CON UNA COMIDA DE MURCIÉLAGO



Y PENSAR QUE TODO EMPEZÓ CON UNA COMIDA DE MURCIÉLAGO




Corro hasta el carro que se encuentra con la puerta medio abierta, entro y con el mayor de los cuidados la cierro, me agacho al lado de los asientos para que no me vean. Espero me funcione, pues de no ser así solito me he encerrado. Oigo que se acercan, sus sonidos guturales y canibalescos son inconfundibles, hasta sus olfateos los logro percibir. Pasan varios por delante del carro corriendo, más uno va arrastrando un pie muy lento, se detiene muy cerca de la puerta. Creo saber quién es: un tipo gordo de barba que cojeaba, su andar lento lo ha hecho poder detectarme con su olor. Entonces me preparo para lo inevitable, en mi incómoda posición trato de hurgar entre mis bolsillos en busca de una navaja que traía, más la he perdido, debió de caer con la persecución. Ahora sí que no sé cómo podré enfrentarlo a puñetazos, quizá si esto fuera una simple pelea entre dos hombres –como antaño- tendría buenas posibilidades aunque el tipo este sea una mole, pero ante la nueva condición genética de los “vacunados” es tarea imposible. Oigo de nuevo que el tipo arrastra su pie alejándose, respiro aliviado, por ahora la he librado.





Me salgo del auto vigilando siempre a mi alrededor, enfrente hay una casa con una bandera azul en la ventana de arriba, ahí debe de haber unos refugiados. Corro hacia allá esperando no ser visto por nadie. Llego a la puerta y hago tres toquidos distanciados por cinco segundos cada uno –tal como se acordó en las redes sociales antes de que todas las comunicaciones se fueran a la mierda, para que sepan que soy una gente normal que busca refugio. No abren pero espero paciente pues sé que si vuelvo a tocar pueden creer que soy un vacunado. Sigo oteando en todo momento y me parece que a lo lejos veo a uno de ellos que anda deambulando buscando una víctima. Se entonces que debo de correr a buscar otro sitio, más en ese momento la puerta se abre y alguien me jala al interior.

Veo a un joven cacarizo y de complexión ancha que me mira con cautela, y enfrente a una linda chica que en otras condiciones bien podría haberme enamorado de ella a primera vista, trae unos jeans desgastados y rotos que le hacen lucir unas bronceadas piernas.

- Gracias –les digo-. Llevo huyendo como dos horas, desde que cayó mi refugio de la calle 8.

- ¿También el de la calle 8? –me pregunta la chica linda, le confirmo y se desploma sobre el suelo llorando-. ¿Es que no tenemos esperanza?

El joven cacarizo se acerca a consolarla, la abraza y ella llora sobre su hombro. Justo en ese momento quisiera ser aquel afortunado. Y sé que estamos en pleno apocalipsis sin saber en qué jodido momento moriremos, más no puedo dejar de ver aquellas lindas piernas que se asoman entre aquellas rasgaduras de los pantalones, excitándome con ello.

- Lo siento –digo aquello sin siquiera saber porque-. Era uno de los mejores refugios pero los vacunados lo encontraron. Al parecer algunos si logran razonar por encima de su rabia, y fueron los que debieron cacharnos.

- Sí, eso dicen –confirma el cacarizo-, según la vacuna que hayan recibido.

¿Y es que quien iba a pensar que todo aquello terminaría de esta forma? Todo empezó como un mal chiste sin sentido de un virus que había transmitido una comida con murciélago y se propagaba con los chinos, se veía como algo tan lejano y gracioso. De ahí el virus corrió y corrió por el mundo al grado de que tuvimos que entrar más de un año en un estado de pandemia. Obvio al principio no creíamos nada y suponíamos que era una payasada más del gobierno para subir impuestos o aprobar más leyes estúpidas y tener a la gente entretenida; pero conforme pasó el tiempo y se vieron la magnitud de aquello, comenzaron los muertos familiares cercanos, la saturación de los hospitales (mitad real mitad manipulada), y además de comprobar que aquel virus era real, el declive de la economía y la manipulación de los comprados medios de comunicación hicieron que la gente estuviera bien controlada obedeciendo cuarentenas constantes sometidas por la OMS. Ante tal panorama solo una vacuna parecía ser el remedio ante tal desgracia mundial.

- ¿Y tú sabes cuál de tantas vacunas es la que provocó eso? –me pregunta el cacarizo rompiendo el silencio.

- No, no se más de lo que ustedes antes de que se acabara el internet.

- Bueno, subámonos ya –dice la chica linda parándose-. Arriba podemos platicar mejor, acá abajo es peligroso y nos puede escuchar algún vacunado que pase.

Me llevan por un pasillo largo y oscuro que tiene unas escaleras. Arriba hay varios cuartos, entramos a uno amplio donde hay varias personas que me saludan con una sonrisa fría, nadie puede estar en estos momentos con felicidad interna. Me siento en un cómodo sillón que me reconforta por un momento. En el cuarto hay varios asientos acomodados en toda la orilla de la pared, hay unas ventanas que están tapadas con cartones para pasar desapercibidos en la noche, en medio hay un centro de mesa con algunos libros de literatura clásica y unas velas apagadas. Los chicos que me salvaron les dicen a los demás de dónde vengo y sobre la caída del refugio de la calle 8. Estos comienzan a preguntarme más sobre el asunto.

- En este sitio habíamos cerca de 200 personas –les comienzo a decir-, como bien saben era una unidad habitacional que estaba bien resguardada. A pesar del número de personas que éramos, teníamos suficientes víveres y lugar donde dormir, nos tocaba de 4 a 5 personas por casa, y en la misma unidad había negocios de farmacia, tiendas y recauderías, todo ello nos daba la tranquilidad de poder estar ahí en lo que esperábamos llegara alguna solución mágica. –Miro a todos sacando una de esas sonrisas actuales, sin duda soy el centro de atención de todos-. Incluso nos dábamos el lujo de jugar futbol en los patios internos sin hacer mucho ruido, donde sabíamos no nos escucharían. También solíamos entreternos con juegos de mesa que habíamos buscado entre tanta casa; también disponíamos de ropa de sobra para cambiarnos. El único elemento más escaso era el agua, pues a pesar de que ese lugar tiene unas cisternas y tinacos enormes, la falta de suministro nos tenía en jaque, por lo que la cuidábamos mucho y solíamos cambiarnos de ropa en lugar de lavarla.

- ¿Y no será que por sus juegos les llegaron? –me pregunta un chico de lentes con cara de nerd-. El silencio siempre es un elemento para la supervivencia.

- Estos no son juegos de zombies –le dice una mujer de unos treinta años, sin duda la más grande de todos-. Discúlpalo –me dice-, es que era un gamer que cree que estos son juegos de Resident.

- No fue eso –respondo-, jugábamos al fondo, donde no había contacto con la calle. Aquello debió de ser alguno de los vacunados conscientes, aunque…

No sé si decirles lo que había pasado, aquellos jóvenes se ven con el bastante miedo como para que yo les meta más tortura, aunque quizá ellos ya deben de saberlo.

- ¿Aunque qué? –me cuestiona la chica linda, debo responderle, ¿cómo negarle algo a ella?

- Todo iba en calma y creíamos que estaríamos así un buen tiempo. Si sabíamos que algún día se acabarían los suministros y habría que salir a buscar, pero mientras nos la llevábamos tranquilos y veíamos como pasar los días sin aburrirnos tanto, ya sea intercambiando los libros disponibles. Qué curioso, yo no era de leer más que lo que me obligaban en la escuela, pero en aquel mes leí más que en toda mi vida. Bueno, el caso es que un día estábamos platicando a media tarde después de haber comido, cuando oímos un grito que venía cerca de la entrada que daba a la calle 8, un lugar en el que habíamos acordado no estar cerca para evitar ser oídos. Corrimos esperando que hubiera sido un muchacho que tenía esquizofrenia y solía tener crisis fuertes; mas no era él, la puerta que daba a la calle ocho estaba abierta y al menos unos diez vacunados estaban masacrando a un par de mujeres que no sé qué hacían ahí. Entonces desesperados y sin saber qué hacer, corrimos hacia los edificios a refugiarnos, se supone que ya teníamos un plan por si algún loco se metía a nuestro refugio, pero la sorpresa y el ver a tantos a la vez entrar (mas todos los que seguirían haciéndolo), dieron al trasto toda la planeación y las armas que habíamos apilado en una bodega del patio. Mis compañeros corrieron a refugiarse a las casas que teníamos asignadas para dormir y estar, más un gran amigo que había hecho me llevó hacia la otra salida que daba a la avenida Vargas; al principio creí que era una locura y debíamos atrincherarnos como el resto, pero después le di la razón, pues creo que fuimos de los pocos que lograron salir de ahí vivos.

Al parecer mi voz comienza a temblar ante tales recuerdos, pues la mujer mayor me acerca un vaso de agua que me supo a gloria, mi boca estaba seca. Le doy las gracias y prosigo:

“ A pesar de que salimos vivos si nos costó trabajo y pensé que todo estaba perdido. Y llevábamos buena ventaja contra los vacunados que iban entrando, pero el gran problema… -hago una pausa pues no sé qué tan mal les pueda caer lo que sigue, lo que suele ser un rumor pero ya es una parte de la realidad. Todos me miran con ansias y sé qué por difícil que pueda caerles debo decírselos-. Dentro de la misma gente que estábamos refugiados se activaron un par de personas que habían sido vacunadas y creían que se habrían librado de los efectos. O sea que teníamos rabiosos dentro y fuera que nos acosaban”



- ¿Pero esas personas que dices que se transformaron como se comportaban antes? –me pregunta la mujer de treinta.

- Normal, ya ven que los síntomas empezaban con alucinaciones y cambios de humor muy bruscos. Pero estas personas a las que les paso esto, eran tan normales, incluso interactué varias veces con ellas haciendo quehaceres o en juegos. Nunca hicieron nada raro y por ello no fueron echadas del refugio, nadie pensaba que pudieran transformarse. Solo en ese momento parecieron activarse y comenzaron a matar a diestra y siniestra a cuanto desafortunado se encontraban.

- ¿Será ellos les que abrieron la puerta para que entraran al resto de vacunados? –pregunta esta vez el chico nerd.

- No lo sé, no tuve el tiempo de averiguarlo. Pero les juro que eran normales como si la vacuna no les hubiese afectado a ellos. Esto solo me llevaría a la conclusión de que todo vacunado tarde o temprano se activará. –Tras mi comentario veo que todos se ponen pálidos y comienzan a verse entre sí, entonces imagino lo peor pero aun si lo pregunto: - ¿Qué pasa?

- Tenemos aquí a dos personas que fueron vacunadas –me dice el cacarizo.

- Y, por cierto, ¿dónde están? –pregunta la chica linda, y en eso se oye que alguien está abajo abriendo la puerta.

Todos se quedan paralizados ante los ruidos, nadie reacciona cuando deben de hacerlo. Entonces me levanto y corro a asomarme hacia la entrada pero ya es demasiado tarde: tal y como nos había sucedido en la calle ocho, aquellos que habían sido vacunados y no tenían síntomas de repente se habían activado y, ante su nuevo instinto asesino y depredador, habían abierto las puertas para que otros vacunados entraran. Corro de nuevo hacia el pasillo, los demás me ven con terror deseando les diga cualquier cosa menos lo que está pasando.

- Ya les abrieron –les grito-. Hay que encerrarnos.

Comienzan a distribuirse entre los cuartos, a mí me toca en la tercera puerta junto con la chica linda, el cacarizo, el nerd y la mujer de treinta. Cierran la puerta con el seguro y la llave, arrastramos una cama, una mesa chica y un buró para empotrarlos y evitar entren tan rápido.

- ¿Porque hacen eso? –me pregunta la chica linda desesperada, como si yo fuera un sabio que sabe la respuesta. Abraza al cacarizo, y yo quisiera que esos brazos se hubieran aferrado a mí. ¿Es posible que aun en estas circunstancias siga entusiasmándome con aquella joven?

- No sé –le digo-. Debe de ser una reacción tardía. Supongo por eso están cayéndose tantos refugios, porque cada uno debe de tener vacunados aparentemente sanos.

No me dicen más como si aquella respuesta les fuese suficiente. Se quedan quietos mirando a la puerta. Debo de hacer algo.

Corro hacia la ventana que está tapiada y comienzo a quitar aquellos cartones, antes de que me reclamen algo les digo que debemos de salir de ahí pues no tardarán en entrar los vacunados, son decenas y unos cuantos muebles no los detendrán. El cacarizo me ayuda a dejar la ventana limpia, para nuestra fortuna es de estructura nueva y no tiene protección soldada, solo es corrediza. Es lo bastante amplia para que podamos salir por ahí, el problema es que estamos a unos cuatro metros de altura, eso nos rompería las piernas con la caída dejándonos a merced de los vacunados que estuvieran fuera.

- Si pudiéramos caer en el colchón –dice el nerd viendo la cama empotrada.

- Imposible, no cabría por ahí –contesta la treintona-, pero si podemos hacer como en los cuentos de hadas, haciendo una cuerda con las sabanas.

Empezamos a quitarle todo a la cama para empezar a enrollar cobijas y sabanas e ir haciendo un lazo. En eso se oye gritos de auxilio en los cuartos de al lado. Por un momento parece que quieren que ir a ayudar a sus compañeros que deben estar siendo masacrados por los vacunados.

- Es imposible, no tenemos armas –les digo-. Debemos de pensar ahora solo en sobrevivir nosotros. Apurémonos con esto.

Seguimos haciendo la cuerda. Los gritos del otro cuarto han cesado, ya solo se oyen los sonidos guturales que vienen hacia nuestra puerta.

- Empujen los muebles en lo que amarramos esto –les digo al cacarizo y al nerd. Con la ayuda de las mujeres empezamos a amarrar la cuerda de sabanas al marco de la ventana. La sujeto lo más que puedo agradeciendo aquellos años de pubertad que fui a los scouts-. Ya está, hay que bajar.

Doy una última revisada abajo para ver que no ande ningún vacunado, no se ve nada, todos deben de estar amontonados en la entrada del edificio, como perros esperando su porción de carne fresca.

- Ve tu primero –le digo al nerd que está igual de flaco que mi chica linda pero cuidará que las mujeres caigan bien.

Para nada que le gusta la idea pero ante las primeras embestidas de la puerta parece no dudarlo. Me quedo en su lugar empujando los muebles en lo que él baja. Parece que llega bien y les hace una señal de que bajen. Le toca a la chica linda que también tiene éxito. Luego la mujer de treinta hace lo propio. Ahora solo quedamos dos por bajar.

La puerta se vence y solo los empotrados nos separan de los feroces vacunados, debe de estar todo abarrotado de ellos pues se oye una fuerte canción en todo el pasillo de sus gemidos caníbales.

- Ve tu primero –me dice el cacarizo-. Yo soy más fuerte y puedo sostener esto en lo que bajas.

Le tomo la palabra y trato de bajar lo más rápido que puedo, un metro antes de llegar la cuerda se rompe, debió de irse debilitando con tanta tensión. Queremos gritarle para que se apure pero eso solo los atraería, entonces busco alrededor y encuentro unas llantas y unos cartones, armamos una improvisada base para que pueda caer sobre algo más blando.

El cacarizo se ha tardado mucho en bajar, por fin veo su cabeza asomándose por la ventana. Nos mira con tristeza, al principio pienso que es porque la cuerda se ha roto, más no es así, nos hace un adiós con la mano antes de que unas manos lo jalen hacia el cuarto, los vacunados han vencido la tapia de muebles y ahora lo mataran.

La chica linda llora, supongo ha de estar muy encariñada con él. Pienso que yo hubiera estado en su lugar pues él me pidió me dejo bajar primero, más no hay tiempo de lamentaciones, debemos de escapar.

Hemos caído en un pasillo lateral a la avenida principal, se alcanza a ver todo el tumulto de vacunados que están esperando entrar en otro refugio que cae, por desgracias entre tantos que esperan algunos nos han visto y están corriendo hacia nosotros.

- Vamos –les digo jalando a la chica linda de la mano-. Ahí vienen.

Nos adentramos hacia el pasillo, este tiene salida hacia otra avenida principal donde debe de estar también lleno de salvajes, pero no tenemos otra opción, por ahí debe haber donde escaparse. Empezamos a correr buscando alguna puerta o sitio donde refugiarse, no hay nada. Llegamos entonces a la avenida Quiroga donde el caos es aún mayor, carros chocados y volteados, cadáveres regados y cuantos objetos y basura se pueda uno imaginar. Los vacunados que nos siguen están ya cerca, deben ser más de cinco.

- Miren parece que hay un carro prendido allá –nos dice el nerd apuntando hacia el norte-. Podríamos empujar al resto de carros que están ahí y salir.

Parece que después de todo sus videojuegos de Resident le ayudaran en algo. Corremos hacia allá. Es una Suburban que está prendida, en su interior no hay nadie, el dueño debió de salir huyendo de algo. Nos metemos sin pensarlo. Solo entonces me doy cuenta de que la mujer de treinta no viene con nosotros, no sé en qué punto se ha perdido.

- ¿Y Eva? –pregunta histérica mi chica linda.

- No… no se –dice el nerd-. Venia atrás.

Se oye un grito desgarrador de mujer, entonces tomo una decisión, hay que hacerlo en esta situación. Cierro las puertas con el seguro (gracias a dios es eléctrica y parece que funciona bien) y arranco. Me comienzan a reclamar que la esperemos, pero bien sabemos que ya está muerta.

- Ellos no tienen piedad –sentencio-, eran muchos y no hay nada que hacer.

- Si, como no era tu amiga –me dice la chica linda y eso me duele, tan bien que íbamos.

Nadie dice nada más, logro empujar bien a los carros que estorbaban y logró tomar la avenida a velocidad baja, debo ser cauteloso contra cualquier cosa que se atraviese. Además me permite ir viendo el panorama: todo es desolador, tal como en las películas apocalípticas, las pocas personas que nos vamos encontrando en realidad son vacunados que intentan en vano correr hacia nosotros.

El tanque de gasolina tiene más de la mitad, así que seguimos hasta salir de la ciudad, voy más despacio pues tengo que ir esquivando carros varados. Pasamos por un pequeño grupo de casas donde unos vacunados nos miran e intentan correr para atraparnos. Lo más tétrico de aquel hallazgo es que varios niños estaban en ese grupo.

- ¿Qué nadie se salvó esto? –pregunta el nerd?

- Parece que no –digo a la par de mi estómago que se queja por la falta de alimento, debemos de buscar donde refugiarnos antes de que se oscurezca y se nos acabe el combustible-. La aplicación de vacunas fue masiva, y el miedo infundado a la gente tal, que todos hacían filas y filas por horas para poder salvarse del virus, sin saber que eso era lo mejor que les podía haber pasado.

- ¿Y creen que a nosotros ya nos haya dado? –pregunta la chica linda, en su mirada parece que ya no hay rencor hacia mí, quizá haya comprendido porque me fui de ahí sin esperar a la mujer.

Supongo que sí pero fuimos asintomáticos, y eso o nuestra incredulidad o resistencia a creer lo que nos decían y vacunarnos, nos salvó.

- ¿Y realmente nos salvó? –dice el nerd señalando hacia unas casas incendiándose que están en medio de un sembradío-. Ahora deberemos escondernos cada día de nuestra puta vida.

- No, debe de haber algún refugio donde podamos estar.

- ¿Tal y como en las películas de zombis? –me pregunta el nerd, debe de ser solo un crio de no más de 18 años.

- Si, y lo encontraremos.

- ¿Seguro? –me pregunta la chica linda rosando mi mano, eso me electrifica todo mi cuerpo, espero no me haya visto la piel chinita.

- Sí, yo los cuidare.

Y sin desearlo y teniendo yo solo 28 años, asumo el rol de su cuidador y guía, vaya destino. Tan solo tres años después de un estúpido rumor de una sopa de murciélago, ahora el mundo estaba colapsado. Incluso quiero pensar que hasta las mentes siniestras que planearon todo esto también han caído, ojalá y así sea, pues todavía quiero creer que hay un dios justo en algún maldito lado, eso quiero creer… Tomo la mano de la chica y la miro con ternura.

- Ahora busquemos donde pasar la noche –y sigo manejando en busca de opciones.