lunes, 15 de marzo de 2021

Fragmentos de terror... SEGURO DE VIDA

Hay cosas que ni un seguro de vida puede prever...


SEGURO DE VIDA

- ¿Y cómo funciona exactamente? - me dijo el señor Domínguez en el marco de su puerta, se supone que me había logrado ganar su confianza para que aquella cita, más me tenía afuera aun, con mis piernas heladas por aquella falda ejecutiva que tenía que usar para dar mejor imagen ante los prospectos

- Claro, con gusto le diré bien todos los detalles, ¿puedo pasar? -le dije con la mejor de mis sonrisas.

El señor hizo un intento de sonrisa que no me agrado, después me barrió con la mirada y cerró la puerta para quitar la cadena y abrirme. Su casa era peor por dentro que por fuera: tenía muchos muebles con excesos de cosas encimadas y una gran cantidad de polvo y suciedad se veía por todos lados, parecía que en esa vivienda no se les daba mucho la limpieza e higiene. Me dijo me sentara en un sofá lleno de pelos, aquellos se pegarían a mi falda y tendría que regresar a mi casa a cambiarme para la cita de la tarde. Solo esperaba que todo esto valiera la pena.






- Disculpa el desorden pero misifus -me dijo señalando hacia un cuadro que estaba colgado en la pared de un gato feo tuerto.

- No se preocupe, tiene una linda mascota –le mentí, pues era el mínimo más feo y repulsivo que había visto en mi vida. Y además no me gustaban los michis, solo esperaba que no se apareciese por ahí.

- Nooo quee - contestó sentándose frente a mí. Saque una carpeta con unos papeles y se los extendí para que los viera. El señor Domínguez tardo más en recibirlos que en regresármelos.

- No sé leer pero mi hijo si -miró hacia un pasillo gritando el nombre de Carlos. Después de varios gritos y me creciente incomodidad, apareció un joven igual de desalineado que el padre, debía de tener unos veinte años. Le explicó porque estaba ahí y le pidió le leyera la hoja. El muchacho puso cara como si estuviese tratando de descifrar un antiguo códice

- Él terminó la primaria, es mi orgullo –dijo Domínguez-. Luego el chamaco quería seguir estudiando pero no lo dejé. ¿Para qué si no nos hace falta? No tiene caso que lo hiciera pues al final terminaría manejando un taxi como todos los profesionistas.

“O vendiendo seguros”, pensé, según los datos aquel señor era dueño de una flotilla de taxis

- La mayor parte de mis empleados son ingenieros licenciados y doctores –agregó-. Y lo chistosos es que yo ni siquiera sé leer.

Pensaba en algo que decir para empatizar con sus ideas y poder avanzar rápido con esto, me incomodaba no solo esas personas, sino el lugar.

- No le entiendo ni jota –dijo Carlos-. Mejor que te lo explique ella.

No esperé más excusas, rápido le tome la palabra mencionándole lo que era un seguro de vida y todos los beneficios que tendría con ellos. Después me hizo unas preguntas básicas que fui contestándole; ya al final me preguntó el precio. Había pensado en meterle una póliza más cara pues el dinero lo tenía, pero dado el perfil del hombre no me convenía pues corría el riesgo de que se me cayera la venta, así que le mencioné una póliza intermedia.

- Por un pago único de $15,000 -le dije -, o en mensualidades de 1500 pesos.

- ¿Pero mi hijo recibiría medio millón si yo me muero?

- Es correcto, Señor Domínguez.

Se quedó un rato intercambiando su mirada entre su hijo y el cuadro del gato.

- Carlos – dijo al fin-, tráeme el dinero.

- Oh no, señor Domínguez –le dije corroborando que el hombre tenía tanto dinero que debía de guardarlo entre el mugrerío de aquella vivienda- Ahorita no me tiene que dar el dinero, esto lo pagará una cuenta bancaria o con un cargo a su tarjeta de crédito.

- Nooo quee, señorita, yo todo lo hago en efectivo. Si quiere venderme el seguro ese, debe ser así y ahora mismo.

Ahora era yo la que estaba en duda de que hacer, pues estaba en una colonia fea y llevar esa cantidad de mi bolso no me hacía ninguna gracia, aunque podría pedir un Uber o que alguno de sus taxistas me llevará directo a la oficina. Le hubiera metido una póliza más cara.

- Está bien -le dije- pero necesito pedir un taxi para llegar bien.

Su hijo se metió por el pasillo y regresó con tres fajos de billetes que puso sobre la mesa de centro. Conté el dinero varias veces ya que no tenía cualidades de cajera. Cuando vi que era la cantidad correcta llené los documentos y le indiqué al señor Domínguez donde debía de ponerme su firma y sus huellas para validarlos.

- Muy bien, ingresaré la póliza junto con su dinero y usted quedará asegurado. Gracias por su excelente decisión, señor Domínguez – le dije levantándome, recordé los pelos del gato en el sillón, e imaginé como debía de estar mi falda. Por lo menos había valido la pena- Me retiro, no tuve la dicha de ver a misifus.

- ¿Le gustaría verlo? -me dijo entusiasmado el señor Domínguez. Había preguntado por mera cortesía para sellar bien la venta, no para ver a ese animal, mas ahora tendría que aguantarme.

- Claro, si anda por aquí, está bien.

- Tráelo -le dijo a su hijo, al cual pareció no gustarle la idea, pero después de varias miradas fulminantes se fue hacia el pasillo.

- Tome siento -me dijo el señor Domínguez, a misifus le gustaba que lo acariciaran en el siento.

Mi falda ya debía estar llena de pelos, así que poco importaba unos más, solo debería fingir amar a los gatos, acariciarlo un par de minutos, tolerar su ronroneo y salir huyendo de ahí.

En cuanto Carlos regresó con el gato una pestilencia inundó la sala. Al principio pensé que debía de estar tan sucio como el resto de la casa y como seguramente no lo bañaban, olía a cañería; me dio mucho asco pensar que me había sentado en el mismo lugar donde ese maloliente mínimo se echaba a dormir. Carlos se acercó más, el olor era insoportable, me puso al gato sobre las piernas. Horrorizada vi que aquello no era más que un putrefacto cadáver felino, de sus ojos salían gusanos que debían de estarlo degustando desde hace mucho tiempo, las moscas volaban voraces a su alrededor.

- ¿Qué es esto? –grité tirándolo al suelo-. ¡Esto es asqueroso!

Me di la media vuelta pensando en dejar todo, pero aquella barbarie debía de valer algo por lo menos, así que tomé mi portafolios y mi bolso.

- Hay cosas que el dinero ni los seguros suplen, señorita –me dijo el señor Domínguez sujetando mi brazo.

- Esto es enfermo… Tener un cadáver –le contesté soltándome. -Les regresaré su dinero y…

- Así, déjelo, señorita. Tómelo como una compensación de misifus.

No me importó entender en ese momento que me decía, solo salí corriendo. A partir de esa noche tengo pesadillas con el gato, el señor y su hijo todos los días. Lo malo de ello es que cada que despierto sobresaltada, afuera de mi ventana puedo ver y oler a misifus, el cual me maúlla para que lo deje entrar.