sábado, 3 de septiembre de 2016

FRAGMENTOS DE TERROR... V3E



FRAGMENTOS DE TERROR...

Mucho se habla de experimentos, mucho se habla del método científico, pero que pasa cuando todo se sale de control...


V3E


Arrojé la mesa, los estantes y un par de exhibidores por el camino. Todo lo que pudiera estorbarle. Crucé la puerta C5 sin poderla cerrar, solo era corrediza y sin cerraduras. Y al final de cuentas no sabía siquiera si eso pudiera detenerlo. Aunque la opción era retrasarlo, impedir que avanzara y me alcanzara.
  Llegué al final de los laboratorios y cerré la puerta. Intenté bloquearla electrónicamente, pero alguien había establecido el sistema de alerta que impedía se cerraran por sistema, solo se podía hacer manualmente. Busqué el mueble más cercano y pesado que encontré, lo fui arrastrando hasta ponerlo de barrera. Eso me ayudaría a ganar tiempo.




Entré en el área de comedores y sanitarios. Era un lugar sin salida, la escapatoria estaba en el lugar del que venía huyendo, cruzando el laboratorio C1. Pero aquella cosa se encontraba merodeando el cruce de puertas: El V3E, el experimento más ambicioso de nuestras vidas; un experimento que en principio estaba enfocado en poder reestructurar los órganos enfermos. Con ese avance y descubrimiento, se hubieran acabado los enfermos, solo bastaría reestructurar cada órgano enfermo y eliminar las células dañadas. Pero como en todo experimento genético, cualquier variable cambia las condiciones de los resultados. La reestructuración falló y los órganos no crecieron, la dilatación se propagó hacia los miembros del sujeto experimental.
Un golpe se oyó sobre la puerta, el mueble que había empotrado se cimbró. No tardaría en tirarlo.
Saqué de nuevo mi celular pero seguía sin señal. Empecé a buscar algo que me sirviera para defenderme, no quería acabar como mis compañeros. A Jorge, el Ingeniero en biotecnología celular, fue al primero que atacó. La mutación le clavó uno de sus cuatro largos brazos; parecían tan largos y flacos que dudé por un instante que pudieran siquiera sostenerse, pero sí, resultaron ser muy sólidos y tan finos que le servían como espadas. Después, ante la sorpresa, su siguiente víctima fue Roció, la nutrióloga, se quedó pasmada esperando a que la mutación le cortara la cabeza de un tajo. Continuó con el bacteriólogo y la especialista. Ahora estaba sobre mí.
Solo un cuchillo de mediano filo encontré entre las cosas del comedor. Me lo llevé y me esperé a lado del mueble. Esperaría a que alguna de sus extremidades entrara para clavarle el arma. Pero ya no había rastro de que siguiera intentado traspasar el mueble. Quizá no había podido entrar —cosa que dudo— o, quizá, se había ido hacia la salida o, peor aún, estaba en alguno de los laboratorios esperándome.



Solo tenía dos opciones: esperar a que alguien me rescatara o regresarme para intentar escapar. Si no moría a manos de él, terminaría mis días en la cárcel por experimentos ilegales. Prefería morir  que estar prisionero.
Moví el mueble para liberar el paso. Eché un vistazo por lo vidrios. No se veía nada. Nada de mi creación. Abrí la puerta y regresé a los laboratorios.
Con toda la lentitud que pude fui recorriendo el primer laboratorio empuñando mi insignificante arma. En los costados estaban todas las cosas regadas, debía de haberlas tirado la mutación con sus extremidades.
Llegué hasta la puerta C5. Encontré que los objetos que yo había puesto para estorbarle el paso seguían intactos. Por lo que debía de haber pasado con sus largas piernas por arriba de todo esto, ni siquiera a su miembro central le habían estorbado. Su pene era otra de las cosas que se le había desarrollado con bestialidad, se le estiró más de un metro. Ese crecimiento descomunal de su miembro viril (aparte de sorprendernos en su momento), se había prestado a bromas por parte de mis colaboradores. Después, midiendo el potencial de ese desarrollo, visualizamos lanzar un alargador de miembros al mercado. Solo que habría que corregir las deficiencias genéticas que lo habían hecho crecer tan delgado como las piernas y brazos. ¿Qué hombre querría un largo pito tan flaco como un lápiz? Ja, ja, creo que ninguno.
El laboratorio C5 estaba vacío. Crucé el pasillo y las puertas de otros laboratorios hasta llegar al C1. Cruzando ese cuarto solo había un pasillo y las escaleras a la salida. Al parecer si se había escapado el ser.
El C1 tampoco tenía nada. Antes de irme debía rescatar toda la información. Los expedientes del caso valían oro, y bien vendidos y colocados en el mercado negro, me harían millonario ¡Jodidamente rico!
Regresé al laboratorio C3. Todo estaba en calma. No había tiradero ni desorden. Como las computadoras estaban bloqueadas, busqué los respaldos en los discos duros externos. Me dirigí al estante y saqué todos los folders que creí me servirían para mantener el experimento vivo.
Los folders contenían toda la información genética, biocelular, las mezclas de las sustancias estimulo-reactivas, fotos, radiografías y dibujos estadísticos del experimento. Una gota del techo cayó sobre uno de los folders. El papel empezó a desbaratarse.
Aterrado volteé hacia arriba, el mutante estaba anclado sobre el techo, sus extremidades alcanzaban las esquinas de cada pared lográndolo sujetarse y anclarse como una araña en un muro. Su cara era pequeña, carecía de ojos, nariz y oídos, solo tenía una boca filosa. En alguna parte de su cuerpo poseía algún instinto depredador que lo orientaba para moverse en nuestro mundo.


Con su miembro viril que estaba libre, me lanzó un aguijonazo a mi abdomen, fue demasiado rápido su movimiento, no pude reaccionar ni esquivarlo. Vi su filosa cuchilla viril perforando mi estómago, sentí un dolor muy profundo que me fue nublando mi vista. Caí soltando los expedientes del V3E.

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