lunes, 20 de febrero de 2017

Fragmentos de terror... EL SUICIDA

Hay vídeos virales que es mejor no abrir...



EL SUICIDA


Pedro estuvo dando vueltas y vueltas toda la noche, en los breves momentos en que los empezaba a dormir, la imagen del video se le metía en el sueño como un ladrón en una casa, y lo hacía despertar sobresaltado y empapado en sudor.
   No sabía porque coño tenía que haber visto ese maldito video compartido en las redes. Si bien se la pasaba toda la tarde en Internet —después de hacer la tarea, ayudar en la casa e ir a perder el tiempo ligando chicas en el gimnasio—, y veía cada día decenas de memes y babosadas; nada lo había sorprendido tanto como ese video, tanto que lo había visto más diez veces. Sabía que debía ser algo editado como toda la mierda de la red, pero lo que lo tenía en ascuas era el parecido del sujeto del video con su vecino.
   En el video se podía apreciar a un hombre maduro, delgado y de ojos rasgados. El sujeto se ponía a llorar varios segundos (una actuación que para Pedro parecía real) y después decía casi balbuceando y con la voz entrecortada por las lágrimas: “Lo siento, lo siento, perdónenme”. En seguida tomaba un revolver y llevándoselo a la boca se daba un balazo. Su cabeza quedaba caída al frente alcanzándose a ver solo el hoyo que había dejado la bala calibre 28; mientras la pared quedaba escurrida de sangre.








   En los comentarios añadidos al video, se mencionaba que se viera el video completo hasta que se cortara, por lo que Pedro lo siguió viendo hasta el final. Después se seguía viendo la sangre escurriendo por la pared y el borde la cabeza baleada del hombre algunos segundos. Y como en todos los videos de este tipo, por sorpresa, el hombre se levantó con unos ojos brillosos viendo a la cámara y tras un ruido salvaje, desapareció de la visión del video.
   Pedro ya había oído hablar de los videos snuff que presentaban a homicidios, suicidios y torturas reales en el mercado negro del cibermundo. Pero este no era el caso, el jodido tipo no se hubiera levantado tras el plomazo, nadie sobreviviría a eso. Y a pesar de eso, el video era tan crudo y brutal, que eso lo hizo repetirlo tantas veces y no poder dormir en toda la noche. Entre vuelta y vuelta, pesadilla y pesadilla en la cama, decidió que al día siguiente que no tenía clases, iría a buscar al viejo vecino.
   En la mañana se apresuró a desayunar y con el pretexto de ir a gimnasio se fue hacia la colina, en donde vivía el hombre. Lo ubicaba muy bien pues era un chacharero que vendía fierros viejos y baratijas. Cuando llegó a la casa del hombre, un moño negro estaba en la puerta. Tocó varias veces pero nadie abrió.
   Un vecino que estaba con la puerta de su casa entreabierta y estaba mirándolo desde que había llegado, le preguntó:
          —        ¿A quién buscas, muchacho?
   Pedro dudó en que contestar, no sabía ni el nombre del hombre, solo con su dedo señalo hacia la casa sin saber que más hacer.
          —      El señor Gumaro tiene una semana que se murió —agregó el hombre persignándose—. Bueno más bien… se mató.
          —      ¿Se suicidó? No es posible.
          —      Me imagino que tú eres de la colonia de abajo, ¿verdad?  —preguntó el hombre y esperó a que Pedro le confirmara, después emitió una sonrisa amarga y le dijo—: No puedo creer que no hayas visto el video. Gumaro grabó su suicidio y quien sabe cómo, el video ahora está en los celulares de todo el mundo. Hasta mi hija lo tiene.
         Pedro se sintió mareado, no era posible que ese video fuera de aquel hombre y, menos aún, que se levantara después y…
          —      ¿Pero el señor está muerto?
El hombre soltó una carcajada y miró incrédulo al joven.
          —      Si serás chaquetero. Si se mató, ¿cómo puta madre no va a estar muerto? —El hombre se volvió a reír, pero al ver la cara seria y pálida del chico, se calló. Se asomó hacia su casa y le gritó a alguien. Una adolescente salió y tras intercambiar unas palabras con el sujeto, le extendió su celular a Pedro.
Con ansiedad el chico lo vio. Era el mismo video pero aquí el suicida al final no se levantaba, tan solo se cortaba la grabación.
           —      ¿Está completo el video? —les preguntó regresándoles el celular—. ¿No hay más grabación?
           —      ¿Qué más debía de haber? —dijo el hombre riéndose—. Después de tremendo hoyo en la jeta.     Pedro se retiró y se fue al gimnasio para platicar con sus amigos. Al parecer el video se había vuelto tan viral que la mayoría lo habían visto, inclusive pudo verlo en un par de celulares. El suicida tampoco se levantaba después del balazo.
          Regresó a su casa y después de la comida obligada de su mamá, se encerró en su cuarto a buscar el video. Lo puso una primera vez y se admiró al ver que el vecino tampoco se levantaba después de muerto.
¿       Entonces todo ha sido mi imaginación?
         Probó una segunda reproducción y hubo un ligero cambio: después de unos segundos que el suicida quedaba con la cara caída al frente, su cabeza vibraba un poco, como si quisiera levantarse.
         Pedro se levantó de su silla y fue a tomar un poco de agua, miró a través de la ventana el cerro por donde había vivido el señor Gumaro. ¿Qué le había llevado a quitarse la vida y, peor aún, a grabar ese momento?
         Regresó a su computadora y puso de nuevo el video. Esta vez el hombre tras unos segundos se levantó y se le quedó viendo a la cámara. Pedro se quedó helado, sentía como si lo estuviera viendo directo a él, deseaba mover su mouse para cerrar la ventana, pero estaba petrificado. El video se cortó solo.
           —      Haber Pedrito, haber Pedrito —se dijo en voz alta una vez que pudo recuperar el habla y el movimiento—. Esto no está pasando, seguramente es una broma editada. Sí, eso es. —Sonrió y se sentó de nuevo preparando el cursor para activarlo de nuevo—. Mandan esto viral y encadenado para que algún hijo de puta, como yo, caiga y se cague del miedo. Pero esto no será conmigo.
          Le dio play.
          El hombre se suicidaba y tras unos segundos quieto, se levantaba como en la primera vez que lo había visto. El video no se cortaba ahí, seguía corriendo.
           —      Muy bien, ¿ahora qué?
          De repente el suicida apareció frente a la cámara. Pedro brincó.
           —      Esa fue muy buena —le dijo Pedro al monitor—. Ahora dime editor viral: ¿Qué más tienes para espantarme?
           El hombre suicida se quedaba quieto viendo a la cámara. Su rostro era igual que el de su vecino, no había duda de que era el mismo. Sus ojos tenían un brillo animal, eran de un rojo enfermizo y posesivo.
           —      Pedro —dijo el suicida en el video, con voz hueca y cavernosa—. Pedro.
        El chico apagó el video.
           —      Esto ha ido demasiado lejos. Y voy a parar esta broma ahora mismo.
        Mandó el video a su celular. Se puso una chamarra y percatándose de que su mamá estuviera tomando su siesta de la tarde-noche, se fue al cerro.
        Llegó hasta la casa del suicida, la puerta seguía cerrada y solo estaba el moño negro colgado, pensó en tocar pero todo se veía oscuro en el interior. En cambio en la casa del vecino si había luces. Se acercó y notó que la puerta estaba entreabierta. Tocó con fuerza mientras gritaba: “Buenas noches”.       Lo hizo varias veces, pero nadie salió, ni siquiera en las casas contiguas se asomaban o mostraban señales de vida. Pedro empujó un poco la puerta y entró al patio.
            —      Perdón, señor, soy el joven de la mañana. ¿No sé si me recuerda? Deseaba preguntarle algo de su vecino que se mató.
          Solo silencio. Pedro avanzó un poco más al interior, pegada a la puerta de entrada estaba una casa de perro, se alcanzaba a ver al animal que estaba echado con la cola hacia afuera. Debía de estar dormido. Pedro pensó en salir pitando de ahí pues les tenía pavor a los perros, pero algo que vio debajo del animal lo detuvo, se acercó con sigilo. Era un charco de sangre que lo cubría.
          ¿Qué te ha pasado?, pensó tocándolo con reservas, no se movió; en definitiva, estaba muerto.
          La puerta de entrada a la casa también estaba abierta, se acercó a ella y tocó con fuerza.
             —      Señor, escúcheme. A su perro le ha pasado algo.
          Solo silencio.
          Pedro asomó su nariz al interior. De espaldas, sentados en un sillón, estaban tres personas frente al televisor apagado. Reconoció la cabeza del hombre con el que había platicado, la de alado debía de ser la de su hija.
          Menuda estupidez. ¿Qué estoy haciendo aquí?, pensó, han de estar durmiendo y cuando despierten creerán que yo he matado a su perro.
          Se dio la vuelta dispuesto a largarse de ahí cuando un gemido lo detuvo, era como si alguien con la boca cerrada tratara de hablar y pedirle ayuda. No parecía provenir de las personas sentadas del sillón. Debía de despertarlos, algo raro pasaba ahí.
             —      ¿Están bien? 
          Se acercó al sillón rodeándolo. El hombre con el que había hablado, su hija y un muchacho estaban abrazados el uno al otro, con sus cuerpos ensangrentados y sus vientres entre comidos. Pedro estuvo a punto de vomitar cuando el gemido apareció de nuevo. Venia de uno de los cuartos.
             —      ¿Quién está ahí?
          Avanzó al cuarto y vio a una mujer que estaba acostada sobre la cama con los ojos bien abiertos y viéndolo a él, tenía la boca abierta e intentaba decirle algo, pero no se le veía lengua, solo emitía los sonidos de un mudo.
          Sobre el regazo de la mujer, estaba un hombre comiéndole y succionándole el vientre. El sujeto volteó hacia Pedro —que estaba inmóvil del miedo—, era el vecino suicida con los mismos ojos rojos enfermizos, su boca estaba llena de sangre y restos de vísceras. Dejó aquel festín de entrañas para acercarse a Pedro, y con la misma voz cavernosa del video le dijo:
             —      Pedro, sabía que vendrías.
         Y se le aventó.

No hay comentarios:

Publicar un comentario