lunes, 24 de abril de 2017

Fragmentos de terror... TEMPORADA DE LLUVIAS


Ciertos pactos hay que pensarlos varias veces antes de hacerlos...



TEMPORADA DE LLUVIAS



1
    — Son ya seis semanas sin lluvias y hemos perdido la mitad de cosechas —dijo Onur en medio del comité de vecinos agricultores—. Si no llueve esta semana, con toda seguridad, perderemos todo. No sé si ustedes tengan ahorros, pero yo en lo personal, no podré subsistir todo el año sin dinero. Bien saben que después de la mala siembre del año pasado, este año hemos invertido en buenos abonos y pesticidas que nos lograrían recuperar las pérdidas del año pasado. Y si ustedes se fijan —les señaló hacia los sembradíos que, en medio de aquella calurosa noche de primavera, se mantenían impávidos y secos—, este año los sembradíos venían fuertes y dispuestos a cargarnos de muchas liras turcas nuestros bolsos. Pero la falta de lluvia viene a lanzar todo al carajo.
    — ¿Y el agua de riego del gobierno? —preguntó una de los granjeros.
    — Se ha acabado y es insuficiente. Una siguiente petición tardaría casi un mes. Tiempo que no tenemos.
    — ¿Y qué se supone que vamos a hacer? —preguntó Sila, una mujer viuda de tres hijos que trabajaba los cultivos que le había dejado su difunto esposo.
    — Es necesario invocarlo —dijo Onur mirando hacia los sembradíos.




    Una ráfaga de viento aligeró los 30 grados de temperatura de aquella tarde, las hojas de trigo se movieron debido a su sequedad.
    — Eso es una locura —replicó Sila.
    — Tenemos a dos panaderos —dijo Onur señalando a Erdogan e Ihan—. Ellos se encargarán de saciar el apetito de Batscumbasa.
    Sila se puso en medio del cuórum, su cara estaba pálida y tenía unas lágrimas en sus ojos, miró a todos como pidiéndoles rectificaran. Los hombres la miraban serios e impávidos, entonces les dijo:

   — ¿Y si no podemos saciarla? ¿Se han puesto a pensar en ello? Nos resultará peor que esta sequía.
    Onur se acercó a la mujer y le palmeó el hombro, la miró directo a los ojos (como solía hacerlo con la gente de la comuna, por algo era el líder de ellos), y con voz fuerte y grave le dijo:
    — Desde que yo vi esta tendencia de sequía les pedí a Erdogan e Ihan que fueran guardando harina por si se presentaba este momento. Esta misma noche empezarán a preparar el pan en lo que nosotros hacemos la ofrenda para el ritual.
    Sila no estaba de acuerdo pero el resto de campesinos vitorearon el plan de su líder, sabía que le harían caso y ella no podría hacer nada al respecto.
   Horas después la ofrenda estaba lista. Los seis hombres elegidos estaban vestidos con capuchones negros. Habían formado en una zona árida un circulo con vainas de trigo, y más allá de ellas, en forma de estrella, estaban unas antorchas encendidas alumbrando el área. Cada hombre tenía un atado de hojas con los principales cultivos de la zona, estaban amarrados con hojas de elote.
   Onur se puso en medio del circulo y con un libro comenzó a decretar con su voz grave:

“Luz de la oscuridad, luz de los ayeres y de los pasados, moradores de lo oculto y de los infiernos, dígnense a traer y llamar a Batscumbasa. Sus divinas gracias y sus oscuros poderes son necesitados en esta comuna de Bavik. Aquí y ahora, eres solicitado Batscumbasa.
   El viento empezó a mover los sembradíos, las hojas crujían y armonizaban la melodía del ritual, como danzantes acompasando un baile. El resto de pobladores veían desde fuera de la zona de antorchas, temerosos pero a la vez contentos de que el agua vendría.
   Onur mojó su ramo de hojas con un cuenco de agua y comenzó a rociar el círculo de hojas mientras seguía diciendo:

“Batscumbasa hacedor de lluvias y de buenos sembradíos, ven y riega estas tierras que nosotros sabremos saciar tu hambre de pan y te recompensaremos tus dones brindados”
   Erdogan e Ihan, los panaderos, llegaron con cazuelas con pan recién horneado, el dulce olor a azúcar y mantequilla impregnó el ambiente, los colocaron en el centro del círculo. Se retiraron del área del ritual. Los cinco hombres junto con Onur se situaron a lado de las antorchas formando la estrella y agitando sus ramos de hojas gritaron al unísono: “Batscumbasa tráenos lluvia”
   La primera parte del ritual acabó y todos se fueron a sus casas, ahora debían de esperar a que el demonio hacedor de lluvias aceptara y se presentara. Cada hora estarían dando rondines para ver si aún estaba el pan, mientras tanto Erdogan e Ihan, debían de seguir preparando pan sin descanso, como si tuviesen que surtir todo el pan de todos los restaurantes turcos.

2
Toda la madrugada estuvieron poniéndole charolas de pan al demonio cada hora. La ultima puesta fue a las cinco de la mañana, antes de que aparecieran los primeros rayos de luz matutina. Las dos noches siguientes repitieron el proceso de cada hora ponerle su ofrenda de pan.
   A las doce del día de cuarto día, la lluvia empezó y la felicidad llegó.
   Los hombres se reunieron en la casa de Onur (la más grande) y bebieron raki (licor anisado turco) toda la tarde.
   — Ahora rescataremos este año —dijo Onur levantando su tarro de bebida para brindar—. Y los siguientes nos llenaremos de liras y hasta euros, con la ayuda de nuestro demonio miador de agua. —Soltó una carcajada junto con sus colegas—. Nunca más faltará plata y provisiones para nuestra comuna.
   Sila entró en la habitación y le dijo a Onur:
   — Mira cómo has emborrachado a tus panaderos. Bien sabes que Batscumbasa nunca se sacia, y debes de seguirle dando dosis de pan mientras que estén las lluvias. ¿Ya tienen los panes de hoy?
   Onur miró a los panaderos, estaban dormitando con tarros de raki en la mano.
   — Dile a sus mujeres que los hagan, ya le saben.
   — Eso es lo que te quiero decir, pues estos borrachos —dijo Sila señalándolos—, debían de habértelo mencionado desde la mañana. Ya no hay harina para preparar más pan.
   Dejó su tarro Onur y se puso de pie, aguantó el mareó inicial y tras confirmar que era el más sobrio de los hombres, jaló a Sila del brazo mientras le decía: Vamos a comprar más harina al pueblo.
   Llegaron alrededor de las nueve de la noche a la casa del mercader de las materias primas. Era un sujeto gordo y de barba grisácea llamado Murat. Le explicaron la urgencia de costales de harina.
   — Tu mejor que nadie sabes —le dijo Murat a Onur— que la sequía no solo azota Turquía, si no a la mitad de Asia. Todas las cosechas de nuestro país están jodidas y los suministros agotados, hoy en la mañana he vendido los últimos costales de harina a unos comerciantes búlgaros, ¡Si, búlgaros! ¡La puta hostia! ¿Te fijas hasta donde llegan la falta de provisiones?
   — Pero se pueden comprar de occidente. Allá les llueve mucho.
   — Los suministros ya se han pedido, pero media Asia y parte de Europa también lo necesitan, tardarán dos o tres meses en abastecer la demanda. —Murat hizo una pausa para escudriñar a sus interlocutores, se llevó la mano al mentón y les dijo—: ¿Para qué quieren esa harina con tanta urgencia, no creo que no puedan estar sin ella un mes? Dale a tus panaderos otras ocupaciones.
   — Es Batscumbasa —confesó Sila ante la mirada de reproche de Onur.
   Murat se hizo para atrás y esta vez él fue el que palideció.
   — Has jugado con fuego, Onur, y yo no puedo hacer nada por ti. Ni siquiera nuestro presidente podría. Ahora ve y negocia con ese demonio. Te voy a donar medio costal de harina que tengo para mí uso personal. De algo te servirá. Que Alá los proteja.
   Onur y Sila se despidieron y partieron con medio costal de harina y un demonio insaciable que los esperaba con su pan de cada día.

3
Onur intentó despertar a los panaderos para que hicieran pan con el medio costal que Murat le había regalado, pero fue inútil. Recurrió a las esposas quienes empezaron la faena. El pan estuvo hasta la tarde del día siguiente. En cuanto se ocultó el sol, pusieron el pan en el altar y esperaron un par de horas para ir todos hasta el altar.
   El pan estaba todo en su sitio, no había comido el demonio y eso era mal indicio.
   Onur empezó el ritual para llamar a Batscumbasa. La noche que hasta entonces estaba tranquila (después de tres días de lluvias intensas), se vio interrumpida con fuertes vendavales. La gente se cubría y sabía que el demonio estaba escuchando el llamado.
   De entre los sembradíos llegó un hombre encapuchado, su caminar era lento y con un estilo único. Se acercó hasta el altar y se bajó la capucha: Era Batscumbasa. Tenía una cara larga y nariz aguileña, unos enormes cuernos extendidos hacia atrás, y una barba de chivo le bajaba varios centímetros más allá de su mandíbula. Su cabeza era calva.
   Onur se hincó ante él y le dijo:
   — Batscumbasa, demonio proveedor de lluvia, es un honor tenerte aquí. Te estamos muy agradecidos por estos tres días de lluvia tan intensos, y tal como te lo prometimos, hemos hecho todas nuestras provisiones con el mejor pan. Nuestros magníficos panaderos —señaló hacia su gente, donde estaban Erdogan e Ihan—. Te han brindado el mejor pan de Turquía, deleite para humanos y deidades, como tú.
   Batscumbasa permanecía serio e impávido. Miró la charola y tomó con sus manos afiladas un gevrek (pan típico turco). Abrió su descomunal boca con colmillos de depredador y engulló el pan. Se lamió los labios con su lengua morada, y como un perro rabioso se lanzó sobre el resto del pan.
   En cinco segundos había acabado con todo. Los pobladores admirados veían aterrados el espectáculo.
   — Y te hemos llamado para solicitar una tregua —dijo Onur intentando mantener postura, aunque su voz denotaba nerviosismo—. Tenemos un problema de desabasto del material necesario para hacer más pan. Y eso no solo es problema de aquí, sino de toda Asia y Europa.
   Batscumbasa terminó de lamerse su barba con su larga lengua morada. Miró a Onur como si fuese la primera vez que veía a un humano, y soltó una risotada hueca y aguda.
   — ¿Tú crees que puedes sacarme de las profundidades del abismo —dijo con una voz muy aguda y chillona, al grado que cada palabra era lastimera a los oídos humanos—, despertar mi hambre atroz de tus suculentos manjares, para después decirme que me controle?
   Onur volteó a ver a las otras personas que estaban disfrazados con él, como solicitando ayuda. Uno de ellos pareció captarlo y le dijo al demonio.
   — Hemos cumplido en tiempo y forma mientras tuvimos provisiones, por ello creemos merecer una tregua.
   — ¿Tú sabes lo que significa negociar con Dios y la naturaleza? —respondió el demonio acercándose con su dedo garra hacia el hombre que había hablado, este empezó a temblar—. Son favores y negociaciones divinas para que el agua obedezca. No creas que solo es decirles a los ángeles que echen una meada desde las nubes y ya.
   Batscumbasa se retiró hacia el centro del altar y lanzó un garrotazo tirando la charola, la mitad de las vainas de trigo y las antorchas.
   — Ustedes me han fallado y tal como dicen, no haremos una tregua, pero si un pacto.
   — ¿Qué es lo que deseas? —preguntó Onur—. Retíranos la lluvia hasta que podamos abastecerte de nuevo.
   — Siempre hay panes que se pueden hacer más ricos que otros, todo depende del material con el que se hagan—. Se quitó su ropaje para mostrar su cuerpo peludo y larguirucho, como el de un hombre prehistórico que no hubiera evolucionado—. Toda mi existencia he probado miles de ingredientes en la repostería y hay un ingrediente que hace único a los panes. Ese ingrediente es… —agregó acercándose a otro de los hombres que empezó a temblar como un crio—. La carne humana.
   Un grito de horror se oyó entre los pobladores.
   — Acaso quieres tu…—balbuceó Onur.
   — Estás loco —gritó el hombre que había hablado antes.
   Batscumbasa soltó otra risotada aguda. Acarició sus barbas y al fin dijo:
   — Es un trato justo, en lugar de tus polvos blancos, ponedle carne humana y sazonarlo como tus panes. Quiero degustar a tres personas de tu comuna.
   — Esto es aberrante —dijo Sila saliendo entre la multitud—. No estamos dispuestos a darte nada.
   — Ustedes han invocado a la oscuridad y ahora tendrán que atenerse. Ni siquiera Alá podrá detenerme. Es un trato justo, si quisiera en este momento —dijo mostrándoles sus garras—, podría matarlos a todos. Pero solo deseo pan humano a cambio de lluvias el resto del mes.
   Se hizo un silencio profundo, todos se veían entre sí.
   — Necesitamos hablarlo —dijo Onur rompiendo el silencio.
   — No hay mucho que decir ni que pensar —prorrumpió Batscumbasa con tono irritado—. ¡No estoy diciendo que escojan quienes de ustedes morirán, idiotas! La carne de adultos humanos es rancia y dura. Yo quiero específicamente a los niños de ella —señaló hacia Sila.
   La gente lanzó un grito de sorpresa, mientras la pobre mujer casi se desmayaba, fue sujetada por dos hombres de cada lado. Sila recobró la postura y tomó una pala, se lanzó hacia el demonio, pero Onur se le puso en medio y otros dos hombres la desarmaron y sujetaron.
   — ¿Estás loca? —rugió Onur— ¿Pretendes que te mate?
   — ¿Yo soy la loca? —dijo Sila tratando de zafarse de los hombres—. Esa maldita cosa pretende comerse a mis hijos. ¿Y yo soy la loca?
   Onur volteó hacia el demonio que sonreía viendo aquel dramático espectáculo.
   — Pídenos otra cosa, Batscumbasa. Eso es demasiado para nuestra comuna.
   — La mujer es joven y hermosa —argumentó—, cualquiera de tus aldeanos la podrá volver a preñar y tendrá más vástagos.
   Onur parecía que le iba a responder, pero el hombre que estaba al lado de él, le comentó algo. El líder volteó a ver al resto de su pueblo que aterrorizado veían agazapados desde la esquina más alejada que podían, y después miró a Sila, que había dejado de intentar zafarse de los hombres.
   — Son las ocho —le dijo al demonio—. Danos una hora para hablarlo entre todos.
   — No hay nada que hablar. Tienen dos horas para traerme mi pan infantil, si no, será mejor que huyan de estas tierras antes que los maté a todos. Aunque poco les servirá, pues los iré cazando hasta el fin del mundo a cada uno de ustedes y a sus descendientes, por el fin de los tiempos.
   Batscumbasa se vistió de nuevo y con su andar con el que llegó, desapareció entre los sembradíos.

4
Ser dirigente no era fácil y menos de una comuna. Onur lo sabía y también sabía que había ciertas decisiones que se debían de tomar con la sangre fría. A veces los sentimentalismos estorbaban y entorpecían el bien común, por lo que se debía de decidir solo en base a las prioridades y el máximo beneficio.
   Terminó de acomodar la lona del carruaje y revisó una vez más que todo estuviera bien amarrado y tapado. Echó a andar hacia Bavik. Tardó más de dos horas en llegar y cuando lo hizo, fue recibido por tres granjeros que le ayudaron a descargar la carreta.
   — ¿Cuántos fueron hoy? —le preguntó uno de ellos.
   — Cinco, no he podido traer más.
   — ¿Fue fácil?
   — Cada vez es más difícil y lo sabes —contestó Onur pensando en lo cómodo que era ya para él, matar niños; contrario a las primeras veces cuando mató a los hijos de Sila—. Ya tenemos los ojos de las autoridades encima.
   — ¿Y qué haremos cuando no sea posible ya conseguirlos? —dijo otro hombre cargando uno de los costales más pesados.
   — O terminamos linchados por la autoridad del islam, o mutilados por Batscumbasa —respondió viendo los costales—. Mientras, hay que disfrutar toda esta abundancia —agregó señalando hacia las huertas que rebosaban de provisiones.
   Bavik se había convertido en el último año en la zona más productiva del país.
   Los hombres terminaron de descargar los costales y se los llevaron a Erdogan e Ihan. Estos los abrieron con gusto y sacaron a los niños, estaban ya verdosos por las horas que llevaban muertos.
   — Apúrense a preparar el pan —les dijo Onur—. ¿Han visto a Sila? ¿Está bien?
   — Bien en lo que cabe —dijo Erdogan—. Ya solo come de este pan.
   — Loca, loca y requete loca —dijo Onur jalándose un pedazo de pan que estaba en la repisa, lo mordió y escupió un pedacito de hueso—. Guarden bien el resto de cuerpos y apúrense, Batscumbasa quiere una cena abundante.


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