lunes, 7 de agosto de 2017

Fragmentos de terror... LOS CAZALOBOS

Cuando los animales llegan, los Cazalobos acuden al rescate...

LOS CAZALOBOS 


“Los Cazalobos” era el nombre de nuestro equipo. Sí, sé que suena algo churriento pero fue lo que se le ocurrió al Pecas y por falta de más opciones se nos quedó. Nuestra misión era muy clara y concreta: cazar al lobo que merodeaba el barrio, y de ser posible rescatar a la prima del Fideos. Y la verdad ni siquiera nos constaba quien se había robado a la niña y como la policía casi cerraba el caso, nosotros habíamos decidido dedicar nuestras tardes de ocio a buscarla. Aquella vez que desapareció, la mayoría de la gente del barrio estábamos en una fiesta que había organizado Don Lupe, el dueño de la tienda de la esquina. Nosotros estábamos jugando con otros niños, y el Tiliches que se la pasa yendo al baño a mear y encontrándose todos los baños ocupados, se fue corriendo a su casa. Dice que cuando llegó al pasillo que conecta las escaleras que llevan al primer piso oyó el grito de un lobo. Si, de un lobo, yo recuerdo haber oído algo así como un gato o un perro pero no un lobo. El caso es que el Tiliches dice que vio la sombra de un lobo que atrapaba a una pequeña. De momento no supo que se trataba de la prima del Fideos y menos porque del susto se meó encima. Él jura que era un lobo y es probable, el problema es que como vivimos en barrios bajos, hay muchos indigentes y bien pudo ser alguno de ellos el que se robara a la pequeña para venderla. 





  Después de que levantaron la demanda sus papás, la policía habló con toda la gente del barrio y solo detuvo a un par de drogadictos porque les encontraron sus churros, pero los soltaron por falta de pruebas contra la desaparecida.

  Las tragedias no acabaron ahí, eso solo fue el inicio. Dos días después uno de los indigentes (un abuelo borracho), apareció muerto y degollado. Nunca había tenido problemas con nadie y era de esos hombres que cuando tomaba eran tranquilos y se la pasaban de llorones, así que no pudo haber sido por alguna riña de borrachos. Todo pareció ir mejor después de eso por casi un mes hasta que, con el inicio de la siguiente luna llena, cinco perros callejeros que deambulaban por el barrio aparecieron muertos. La gente no le tomó importancia y no lo relacionó con la niña perdida (o no lo quiso relacionar para no espantarse) y pasó tal cual.

  Y la última tragedia se dio el penúltimo día de luna llena cuando estábamos en la noche jugando una cascarita y oímos al lobo. Esta vez no me pareció ni un gato ni un perro, era claramente el aullido fuerte e imponente de un lobo. Inés, la tamalera, también lo oyó pero cuando fuimos a que nos lo confirmara, solo se puso nerviosa y nos dijo que no eran horas para unos mocosos estuviéramos jugando. Hasta ella recogió sus cosas a pesar de que siempre se iba más tarde.

  Entonces el panorama era el siguiente: una policía mensa que no encontró nada, unos vecinos que han olvidado todo, una tamalera que dijo no oír nada, y la prima del Fideos perdida. Ante tal situación fue como hicimos nuestro equipo, los Cazalobos. Somos cinco integrantes en total: El Pecas, el Fideos, la Kitti, el Tiliches y yo, su jefa: la Bóxer. Me había auto apodado así pues mi complexión y mi edad me lo hacían merecérmelo. Tengo once años y no soy propiamente una niña delgaducha.

  Habíamos estado toda la mañana siguiente organizando la emboscada contra el lobo y teníamos que aprovechar que era el último día de luna llena. Teníamos celulares baratos para poder estar comunicándonos y hasta tomar una foto de evidencia. Habíamos salido desde las seis con el pretexto de jugar a la pelota, pero en realidad estábamos en varias zonas del barrio escondidos esperando poder ver al lobo. Era una misión peligrosa pues según la sombra que vio el Tiliches era un lobo descomunal, era más bien un hombre lobo. Y tras la investigación de la Kitti, vimos que necesitábamos de alguna arma para defendernos, algo difícil para unos niños como nosotros. Por lo que el Pecas se hurtó de su cocina cinco cubiertos de plata —y esperábamos que lo fueran, y no es que desconfiara del Pecas pero es que su familia es pobre y se me hacía difícil que los tuvieran—, y por si no lo eran, tomé precauciones llevándome “prestadas” cinco monedas de plata que guarda mi papá en su cómoda. Y lo mejor de todo es que esas monedas encajaron perfecto en la pistola lanza dardos del Tiliches (su papá vende juguetes usados en los tianguis), y esa era nuestra arma principal. Después de hacer varias pruebas de puntería entre los “Cazalobos”, yo fui la que mejor tino tuvo, por lo que yo llevaría el lanza dardos.

   A pesar de que la gente decía no temer nada, desde esos acontecimientos se retiraban de los patios del barrio más temprano y los niños dejaban de jugar en cuanto la noche llegaba. Ese día eran ya las ocho y solo las hermanas fresas estaban por ahí, al parecer se habían cansado de jugar al té con las muñecas (que cursis), y estaban recogiendo sus juguetes. Yo estaba cerca de la entrada, tendría el tiempo suficiente para avisarle al grupo y poder acorralarlo. Ahora debía de ver que las hermanas fresas llegaran bien a su casa.

  Le marqué al Pecas.

  — ¿Pecas alguna novedad? Aquí todo bien.

  — Todo bien mi Bóxer, pero mi cel está por descargarse.

  — Pero si lo acababas de cargar. ¿Has estado jugando con él, verdad?

  — Si, esto es muy aburrido.

  — Bueno, solo márcame si es necesario.

  Colgué. Las hermanas fresas se habían ido, su casa quedaba hasta el extremo del barrio, debían de cruzar todos los pasillos y subir por las escaleras al primer piso.

  — ¿Kitti, todo bien?

  — Todo bien, Bóxer.

  — Van para allá las fresas, vigila que lleguen bien.

  — Oh si, ya las veo con sus juguetes ridículos.

  Quien mejor que la Kitti para odiar a esas niñas, eran todo lo contrario a ella. Su apodo solo era lo contrario a como era: ruda, con cara de pocos amigos, nunca vestía de rosa ni con colitas ridículas y solo jugaba a cosas de niños. El Fideos decía que de grande, la Kitti, sería un marimacho inminente.

  — Bueno no las pierdas de vista en tu zona —le dije.

  Le colgué y me disponía a marcarle al Tiliches para que siguiera con la vigilancia de las hermanas, cuando el silencio se rompió con el aullido del lobo. Debo de confesar que estando ahí sola y con el miedo a lo desconocido, mi fortaleza de bóxer se vino abajo, y es que el silencio en el barrio era total, tal parecía que todos los vecinos se habían puesto de acuerdo para no hacer ruido, incluso ni el pesado vecino regguetonero tenía su mugre puesta.

  El aullido se repitió de nuevo y juro que mi cabello se me erizó como nunca.

  Sonó mi cel, era la Kitti.

  — ¿Todo bien? 

  — ¿Lo has oído, Bóxer? —su voz sonaba aterrada—. Larguémonos a nuestras casas.

  ¿Kitti con miedo? Eso sí era una terrible noticia.

  — Escúchame —le dije tratando de sonar lo más tranquila que podía, cosa que no estaba  —. Vamos a reunirnos hacia las escaleras. Háblale al Pecas y yo le aviso a los demás.

  Le hablé al Tiliches y al Fideos, sobra decir que también tenían miedo. ¡Carajo, todos estábamos como nenas asustadas!

  Llegamos al pie de las escaleras, el Tiliches me informó que las hermanas fresas habían entrado a sus casas poco antes de que el primer aullido sonara. Por lo menos ese día no cobraría una nueva víctima el lobo. Aunque faltaban cinco chicos por llegar a sus casas: nosotros.

  — Vámonos —me dijo Kitti, se veía con miedo, nunca creí que la vería en ese estado—. Si es real esa cosa.

  Miré el lanzadardos con la moneda de plata lista y toqué el resto de monedas en mi bolsillo, sería un desperdicio irnos y perder la oportunidad de vencerlo. Observé a mi equipo y tratando de calmar mi miedo, les dije:

  — Escúchenme, debemos de enfrentarlo si no cada luna llena será lo mismo y sabemos que la policía no hará nada, solo protege a la gente de dinero e importante. Así que tenemos que hacerlo nosotros, sé que podemos juntos y…

  El aullido resonó de nuevo, tan cerca que el Fideos salió corriendo hacia las escaleras pero para su desgracia el lobo llegó por ahí. Despavorido regresó hacia nosotros y de no ser porque el Pecas le arrojó su tenedor, el lobo lo hubiera alcanzado. El animal se hizo para atrás, y tal cual lo sospechamos, era en un hombre lobo enorme y de pelo gris claro y un hocico monstruoso y lleno de baba espumosa, como el de un perro rabioso. Aulló de nuevo más fuerte y enojado.

  La buena noticia era que los cubiertos si eran de plata, la mala era que aventándoselos no le haríamos nada, y eso sin contar que el Pecas ya no tenía el suyo.

  El lobo dio un brinco y cayó en donde estábamos, con trabajos nos hicimos a un lado, yo me tuve que aventar hacia un lado y me pegué con una maceta, eso me aturdió e hizo que el lanza dardos saliera disparado hacia debajo de las escaleras.

  El lobo se dirigió hacia el Tiliches.

  — ¡Dispárale, Bóxer! ¡Ayúdame!

  — Se me fue la pistola.

  La Kitti reaccionó y le aventó su cuchillo, este no logro herirlo, solo le pegó y rebotó. El lobo se hizo para atrás saltando otro aullido, al parecer le quemaban.

  Corrí a por mí pistola pero el lobo reaccionó y con otro brinco se puso delante de mi mostrándome sus afilados dientes.

  — Atáquenlo —les grité.

  El fideos y el Tiliches le aventaron sus cubiertos haciéndolo retroceder un poco, entonces me escabullí bajó las escaleras y saqué el lanzadardos, y como un buen pistolero le disparé un balazo. El disparo le dio en su pecho y le sacó un poco de humo, se le había enterrado.

  Saqué mi siguiente moneda para incrustarla en la pistola pero el lobo me dio un zarpazo que me hizo tirar de nuevo el lanza dardos y caer. El hombre lobo se montó sobre mí y levantó su garra dispuesto a atacarme, me acordé de mi cuchillo y se lo enterré en su panzota. El arma entró y el animal aterrado se quitó de mi aullando como un perro lastimado.

  El pecas tomó el lanzadardos y le disparó el siguiente monedazo. Como me había hecho un rasguño en mi brazo lo mejor era que él siguiera disparando, así que le arrojé la otra moneda. Preparó el siguiente disparo mientras el lobo se retorcía con el cuchillo aun enterrado.

  Recuerdo bien clarito que el lobo me miro por última vez y me pareció como me estuviera sonriendo, y de un brinco huyo por las escaleras y las paredes. El pecas disparó sin acertarle ante la velocidad sorprendente del animal.

  — Se va —gritó el Tiliches.

  — Dame otra moneda —me pidió el Pecas.

  Era ya tarde, se había escapado.

  Los vecinos salieron ante el ajetreo pero ya no había nada, solo salimos regañados y ningún adulto nos creyó nuestra historia (obvio, los adultos tienen un cerebro muy pequeñito) y para colmo nos tacharon de fantasiosos.

  Después de que se acabaron los castigos de nuestros padres (si, castigos, a si nos pagaron después de salvar a la gente del barrio), nos pusimos a investigar y ningún vecino se había ido ni apareció lesionado; eso no hizo pensar que el hombre lobo no era nadie del barrio. Ya habían pasado cincuenta días de eso y no había habido otro acontecimiento trágico, pero con la entrada de la luna llena, ayer por la tarde que me reuní con mis amigos, me contaron que apareció un gato carcomido y sin cabeza. Yo no me había enterado de nada pues estos días me he sentido muy mal y no he salido a jugar. Les dije que tendríamos que volver a montar nuestro equipo de Los Cazalobos. El plan era vernos en la noche para ver si lo encontrábamos, solo que me volví a sentir muy mal y no salí de nuevo, les pedí a mi equipo investigaran por su cuenta. Incluso no cené y me fui a mi cuarto. Saqué una caja de zapatos que tenía bajo la cama, adentro estaba la cabeza del gato.

  Comencé a temblar, no era fiebre, solo eran los efectos de la transformación.


No hay comentarios:

Publicar un comentario