lunes, 21 de agosto de 2017

Fragmentos de terror... ¿ACASO TENGO YO LA CULPA?




Nuestras acciones quedan eximidas cuando no es nuestra culpa...



¿ACASO TENGO YO LA CULPA? 



Seis mil seiscientos poros le había contado, eran los suficientes para ganarles a todos los demás especímenes, y quizá tenía más poros pero los maullidos de mi gato Hitler me habían distraído un par de veces; en la primera vez tuve que volver a contar de nuevo los poros, y en la segunda, opté por seguir la cuenta en el último número que recordaba.

  Y es que mi gato anda bien alocado con una perrita de la vecina, no recuerdo bien como la llaman pero yo la he apodado la Judía. Y es que esto es cosa de locos, imaginad a mi gato Hitler en amoríos con la perrita Judía. Es escabroso y más lo son los incontables poros de estos especímenes. 








  La verdad no cuento todos los poros de cada ejemplar, eso me llevaría todo el día, pero tomo de muestra la cara y la cabeza y con mi lupa los voy contando. Antes deben de estar bien rasurados y sin moverse para que me dejen hacer bien el conteo.

  Tomé una etiqueta y anoté el número estimado de poros, se lo pegué en el cuerpo y procedí a revisar por última vez sus signos vitales. Todo indicaba que seguía bajo el efecto de la anestesia, entonces podía seguir mi trabajo y además mi rasurada había sido perfecta. Ahora solo debía de plantar las semillas en cada poro, esas pequeñas pepitas irán germinando y algún día crecerían ramitas. Eso estaba comprobado con mis especímenes de tres años de antigüedad que tienen ya varias ramitas de pasto en sus poros, y pronto serán grandes bonsáis que me darán un hermoso jardín único y exclusivo.

  La parte más difícil es que aguanten la implantación de las semillas. Si, sé que es algo difícil para ellos, pero nadie les mandó tener poros tan grandes. ¿Acaso tengo yo la culpa de ello? ¡Claro que no! Es como si mi Hitler tuviera la culpa de que la Judía se le ofreciera.

  Esparcí un poco de agua caliente en la zona afeitada del espécimen, por fortuna no despertó, el poro se dilató con el calor y sin que saliera demasiada sangre implanté la primera semilla. Pareció encajar bien, así que aproveché para poner otras dos en otros poros.

  Todo iba de maravillas hasta que Hitler hizo de las suyas y maulló muy fuerte, entonces el espécimen despertó.

  — Déjeme en paz, por favor —me dijo con el ojo entrecerrado por la sangre que escurría de la implantación de la semilla—. Juro que no le diré nada a la policía.

  
— ¿Policía? No me haga reír —le dije señalándole al espécimen del alguacil que estaba en el suelo, rapado y con varias semillas germinando en su rostro. Sí que era graciosa mi vecina, por eso no me enfadé, ahora debía de dejar a mi gato fuera, si no, no me dejaría trabajar a gusto—. ¿Cómo dice que se llama su caliente perrita? Está busque y busque a mi Hitler. 

  — ¡Me está buscando a mí, tarado! —me gritó la muy insolente—. Sabe que estoy aquí y pronto sabrán todos y vendrán a buscarme.

  Enojado tomé más agua caliente y se la eché al rostro. La mujer aulló del dolor.

  — Basta, por favor.

  — Le hice una pregunta —dije con serenidad, un espécimen no podía descontrolarme—. ¿Cómo se llama su perrita caliente?

  — Cleopatra —me sollozó.

  — Que pésimo nombre. Mi Hitler apareándose con una egipcia ¡Este mundo está de cabeza por ustedes!

  Abrí la puerta y Hitler salió disparado tras su presa. Un estorbo menos.

  — Bueno, ya —dije tomando otra semilla. La vecina espécimen me miró aterrada lloriqueando—. Esto será rápido no me hagas anestesiarte de nuevo, te puedes morir antes de tiempo. ¿Acaso tengo yo la culpa de que tengan tantos poros fértiles para crear mis bonsáis? ¡Claro que no!

  Visualicé mi lindo jardín de bonsáis. Dicen que debes de imaginar tus metas para conseguirlas. Sonreí y me apuré a poner las semillas. Tenía otros dos especímenes a los que cont
arles los poros.

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