lunes, 6 de agosto de 2018

Fragmentos de terror... EL TRAFICANTE

Negocios son negocios...




EL TRAFICANTE

No hay bisne más lucrativo que deje tanta plata y que incluso antes de conseguir la mercancía ya tengas a los clientes dispuestos a pagar lo que sea por la mercancía. Lo que sea. Eso sí, para estar aquí tienes que ser un auténtico hijo de puta sin sentimientos ni debilidades. Los persignados dirán que somos unos asesinos que descuartizamos gente, pero si lo vemos a fondo en realidad hasta el méndigo cielo nos merecemos; pues por cada muertito que nos echamos (en la mayoría menores), salvamos por lo menos tres vidas. No suena tan mal el uno por lo otro, y a pesar de que a mí me vale un cacahuate eso, me sirve para endurecer el corazón de mis trabajadores endebles.

  Algunos de nuestros clientes aun teniendo la necesidad del órgano para salvar a algún familiar, lo piensan por aquello de la maldita ética. A esos también los termino convenciendo con el argumento de que: “Es tu familiar o ese puto extraño. ¿A cuál prefieres? ¿O prefieres esperar cinco años a que el IMSS se lo consiga?” Eso es lo suficiente para convencerlos y terminan soltando la pasta y enriqueciéndome. 





  Lo más común es que una vez que haces negocio con algún riquillo, no lo vuelves a ver en tu vida, a veces te recomiendan y tratas con sus referidos, pero hasta ahí queda el pedo. Como en todo hay ciertas excepciones y tengo una persona que veré por tercera vez. Siempre investigo primero a mis clientes para que no vayan a ser policías y me echen a perder el negocio. Este señor es un millonario que tiene una fábrica de jabón, es soltero y tiene varios parientes de abolengo. Es un tipo cincuentón, más joven de los años que tiene y muy dandi ante todo. Siempre lo he visto bien arreglado y debe de tener mucho pegue en su high class. La primera vez que negocié con él, me pidió un hígado quesque para su sobrina, la segunda vez una cornea y un pulmón (según para un tío lejano), y esta vez me dijo que sería un pedido muy especial y grande.

  Mi visita llegó y el mesero lo condujo hasta mi mesa.

  — Buen día, señor Corona —le dije haciendo un ademan con mi sombrero de papi rey, yo también era el galán de mi barrio entre las sabrositas—. Usted dirá para que soy bueno.

  — Como te lo dije por teléfono, necesito un pedido muy especial. —Se sentó enfrente mío. Le serví un trago de buen coñac, el cual se lo empezó a degustar con mucha clase—. Por el dinero no hay problema. Pero como cliente frecuente le pido un precio especial. Si lo hace bien después le pediré otros.

  Este cabrón debía de estar revendiendo mis órganos o alguna otra mamada, pero le daría el avión mientras me pagara chido. Yo si me tomé mi trago de un solo jalón.

  — Necesito todos los órganos que le sustraiga a una persona en específico.

  — ¿Todos los órganos de la persona? —Era lo más loco que había oído en mi puta vida—. ¿Para que los quiere?

  — Todos. —Me extendió un sobre chico—. Aquí están los datos de la quinceañera que necesito.

  Me chingué otro trago de golpe, la locura de este míster lo ameritaba, mientras él seguía degustando su bebida como si fuera hecha con las últimas uvas blancas del mundo.

  — ¿Puedo tener mi pedido para el próximo martes, señor Montana?

  Ignoró mi pregunta y su extrema petición me dio demasiada curiosidad. Yo tenía el control como el proveedor de mercancía, así que jugué con mi poder.

  — Sí lo puedo tener, pero necesito saber por qué de esta persona en especial —señalé el sobre—, y para qué quiere tanto puto órgano.

  El señor Corona dio otro sorbo elegante al coñac y me clavó una mirada fulminante.

  — ¿Puede tener mi pedido o necesito buscar a alguien más? —Hizo una pausa y me pidió otra copa    —. Para lo que yo quiera esos órganos a usted le debe importar un jodido cacahuate mientras reciba su dinero.

  Si no hubiera sido porque este negocio podía dejarme un buen billete y con ello anticipar mi retiro de toda esta mierda, le hubiera partido su madre a este ricachón pues nadie me habla así, pero solo le devolví una sonrisa hipócrita y le extendí la mano para cerrar el negocio. Ya deseaba retirarme de toda esta jalada, no quería terminar en la cárcel el resto de mis días. A pesar de que tenía contactos en la poli (a los cuales se les pagaba bien por su silencio), tarde o temprano acabaría tras las rejas. Y antes de que eso pasara me retiraría, y por eso soportaría que este míster me hablara así y no me dijera que pedo con su pedido.

  — Es un trabajo que no me reportará ninguna otra ganancia adicional, así que serán tres millones por ello.

  — Bueno, los tendrá, señor Montana. No quiero trampas y debe de ser la jovencita que viene ahí, por eso quiero evidencias. —Volteó hacia los lados para ver si nadie nos oía, solo estaba una pareja de tortolitos muy lejos y arrinconados en la mesa más lejana, yo creo que el güey se la andaba fajando pues la chica estaba ruborizada y hasta con los ojos cerrados, y su mesero correspondiente hacia como que no veía ni maíz. Cuando el míster se cercioró de que nadie estaba cerca, continuó—: Quiero fotos de ella cuando la capturen, cuando la estén abriendo y cuando vayan sacando sus órganos.

  Nunca en mi vida me habían pedido semejante cosa, mis clientes se limitaban a exigir órganos sanos y del tamaño acorde a las necesidades del enfermo. Ya el cirujano les confirmaba la calidad de nuestros productos y en la mayoría de los casos eran exitosas las operaciones. Una que otra incompatibilidad, pero ya eran gajes del oficio. Pero la mamada que había dicho este riquillo nunca me lo esperaba. De plano no era un policía pues ya me hubiera atorado desde la vez pasada, entonces o era un jodido caníbal hambreado, un coleccionista o hasta una tétrica venganza. Sí, eso debía de ser, por eso requería hasta fotos para mandárselas a los padres de la víctima y carcajearse en sus caras. Sacudí mi cabeza sonriendo, al final a mí que diablos me importaba si quería los órganos para limpiarse el culo o ponerlos de adorno en su vitrina de la sala, lo único importante era el millón de pesos que me quedaría al final de pagar tanto sueldo y mordidas.

  — Es usted todo un excéntrico, señor Corona —lo miré con decisión para que le quedara bien claro que no me andaría con mamadas—. Tendrá sus pruebas, pero donde me salga con algo en mi contra y termine en el tambo, mis contactos se encargarán de no solo joderle la vida a usted, sino hasta los tataranietos de sus mascotas. ¿Queda claro?

  — Soy hombre de negocios y de palabra, no un soplón ni un vulgar policía, señor Montana. Usted preocúpese por mi pedido y yo me preocuparé por darle el martes sus dos millones restantes. —Puso sobre la mesa un maletín atascado de dólares que abrió antes de verificar que el mesero no estuviera cerca. La parejita ya no estaba en su mesa, debían de haberse ido al motel más cercano a terminar su aventurilla—. Un millón de anticipo, el resto al entregarme mi pedido. Una última cosa y no menos importante que todas las especificaciones anteriores. No quiero que maltraten a la muchachita y mucho menos la vayan a violar. Quiero mis órganos bien cuidados.

  Estallé en risas hasta que el míster se despidió y se fue con su andar elegante. Abrí de nuevo el maletín para que el olor de los verdes me llegará. ¡Oh bendita jubilación tan cercana a mí! Curiosamente nuestro secuestrador más eficiente, el Meón, era un fanático de las chiquillas, y en más de una ocasión lo cachamos fallándose a la mercancía. Por lo que tenía que advertirle que con esta no se metiera, ya lo tendría que compensar con una adolescente de algún catálogo de escorts. Pagué la cuenta del restaurante y me fui a casa haciendo las llamadas correspondientes para que mi gente efectuara el secuestro el fin de semana.

  El secuestro no fue tan sencillo y les costó trabajo hacerlo, la chica estuvo bien acompañada y resguardada todo el fin de semana. Hasta el lunes cuando salió hacia la escuela fue cuando la secuestraron.

  En un día no se podría operar y tener los órganos al día siguiente, así que me comuniqué con el míster una vez que ya teníamos a la chica, le dije que me tardaría un par de días más. El señor Corona pareció entenderlo (y más le valía pues no pensaba aceptar una cancelación del pedido), pero me pidió las primeras fotos de la evidencia. Ya antes le había yo mandado unas fotos paparazzi que había tomado mi gente cuando la espiaban y con estas últimas imágenes de la quinceañera amagada quedaría de momento convencido. Pensé pedirle las fotos al Meón pero era tan caliente que terminaría violando a la chica. Lo tendría que hacer yo, así que entré al cuarto donde estaba la secuestrada. No me cubrí el rostro como solían hacerlo los secuestradores. ¿Qué más daba si me veía el rostro si ya pronto moriría? La chica estaba amarrada a la cama con su uniforme escolar: un suéter guinda y una falda corta gris de cuadros. La chica era linda, de facciones finas y ojos claros y piernas torneadas. Estaba dormitando pero en cuanto entré se despertó, la mordaza de la boca la dejaba hablar y suplicar para que la soltara.

  La miré con más detenimiento y lejos de tener un cuerpo de adolescente ya era toda una mujer. Yo no era el Meón pero al verla así con esa ropa de colegiala hizo que se me pusiera dura. ¿Y si...? No, debía de hacer mi chamba. Saqué mi cel y le tomé unas fotos. Se las mandé al míster, el cual las recibió y gustoso me dijo que procediéramos a sacarle sus órganos. Ahora tendría hasta el jueves para entregarle el pedido.

  — Eres muy linda —le dije acariciándole la pierna, ese contacto tan suave para mis callosas manos fue devastador—. ¿Sabes que pronto morirás? —La chica estalló en llanto y trató en vano de zafarse, mi mano no me hacía caso y seguía recorriendo sus muslos—. Tranquila, así es la vida. Lástima que te tengas que morir. ¿Sabes una cosa? A mí no me gustan las niñas, yo suelo acostarme con mujeres frondosas y mucho más grandes que tú, pero tú tienes tus encantos; estas rechula —mi mano había llegado a sus chones, le levanté la falda y traía un bóxer tan sexi que me hizo perder la cordura—. Te daré un último momento de felicidad.

  No tendría forma el mister de saber que me había echado a su donadora antes de la operación. Así que me di una buena revolcada con ella. Después de esa aventura, creo que comprendía mejor al Meón. Me salí y le llamé al Garnachas y al Oliver para que la llevaran al quirófano, esos culeros no me dijeron nada pero me vieron raro, de seguro sabían que me había echado un palo con ella; y más les valía no decirme nada. Los apuré. Pronto acabaría todo para ella.

_________________________

Estaba ya dormitando para recuperar batería después de mis inicios de pedófilo, cuando me despertó el Garnachas, estaba preocupado y eso me hizo que no le reclamara nada. Me dijo que le urgía verme a los doctorcillos en el quirófano. Rápido me despabilé y fui a ver que pedo. Me recibieron los médicos, se veían agitados y hasta blancos, y eso que eran más prietos que mi polla.

  — Estaba durmiendo —les dije—, así que espero que sea algo importante. ¿Acaso ya acabaron?

  — No hemos acabado —me dijo el doc Pedro, era chaparro y gordo—. Esto es algo inaudito.

  Pensé en que me dirían que la chica estaba enferma y no le servían varios órganos, pero ya era pedo del míster por querer a esa morra en específico. Me llevaron hasta la adolescente, su torso había sido abierto como pechuga apunto de aplanar, se le veía su torso bien limpio, ya debían de haberla vaciado por completo pues no vi nada adentro.

  — ¿Y cuál es la bronca?

  — Es lo que queremos saber, señor Montana, si esto es una broma —me señaló el cadáver—. ¿Qué significa esto?

  No entendía ni madres, así que les pedí que me lo explicaran. Los doctores se vieron el uno al otro más pálidos que antes, quizá porque veían que no me estaba riendo ni era una puta broma.

  — Esta… chica o lo que sea —me dijo el doctor Isaías, era el más prieto de los dos—. No tiene sangre en su cuerpo. ¿A caso no lo ve, no ha derramado ni una gota al abrirla? —Eso ni lo dudaba, se veía todo su interior limpio como si fuera una maqueta escolar de biología—. Y no tiene ningún órgano en su torso.

  — A ver… a ver. —Hice una pausa, hace rato me había cogido a esa morrita, estaba relinda y re sabrosa, y ahora estos hijísimos de puta me decían que no tenía ningún órgano, como si fuera una pinche marciana o algo así. Esto no me gustaba pues estos cabrones me querían dar baje con los órganos. De seguro los habían escondido y ahora me querían chamaquear—. ¿Ustedes creen que nací ayer?

  Saqué la fusca y encañoné al doc Pedro.

  — ¡Garnachas! —le grité a mi ayudante y casi enseguida llegó el güey poniéndose a las vivas—. Estos cabrones me quieren dar baje con los órganos de la morrilla. ¿Viste si salieron a algún lado?

  El Garnachas se quedó pensando, en eso llegó el Oliver y preparó la fusca también.

  — Desde que entraron a hacer su chamba —me respondió—. No han salido.

  El Oliver confirmó eso. Se me hacia una pendejada pero dejaría que los doctores se defendieran, así que solté a Pedro mientras el Garnachas revisó todo el quirófano. No había ningún órgano ni rastro de sangre por ahí.

  — No tiene ni pulmones, ni riñones —me dijo el doctor Isaías arrejuntándose con su colega—. Es mas no tiene ni columna vertebral.

  Esto solo me olía a una cosa: el Oliver y Garnachas eran compinches de estos doctores. Todos me estaban traicionando y creían que me iba a creer algo tan estúpido como eso.

  — Pero si tiene un aparato reproductor —dijo el doc Pedro—. Con toda la forma del de una mujer, pero tiene… — Negó con la cabeza y me miró con los ojos vidriosos, de no ser por las babosadas que estaba oyendo, les hubiera creído—. Tiene cientos de Ovarios.

  El Garnachas y el Oliver estallaron en risa, yo lo iba a hacer pero estaba más emputado al ver como mi negocio se podía perder. Me imaginé hablándole al míster y diciéndole que la chica que había seleccionado era una maldita extraterrestre y que no le podría dar más que cientos de ovarios, el míster me mentaría la madre, me exigiría su dinero y perdería un millón de pesos. Y todo por la idiotez de estos médicos.

  — Eso no es todo —dijo ahora el doctor Isaías—. Todos sus ovarios parecen estar en periodo fértil y han soltado a sus óvulos.

  Tuve suficiente con toda esa estupidez. Tendría que conseguir a una niña muy parecida y mandarle los órganos al míster, al fin que ya le había mandado la foto de la quinceañera amagada.

  — Ultima oportunidad —les dije apuntándolos—. ¿Denme los órganos y quizá les perdone la vida?

  Los doctores me suplicaron que no los matara y que decían la verdad. Y no los maté, para eso tenía a mi gente. Les dije a mis empleados que lo hicieran y que se deshicieran de los cuerpos, incluyendo el de la morrita. De nuevo moví a toda mi gente para que ese mismo día me consiguieran a la primera quinceañera que se encontraran.

__________________________

Todo estas jaladas me hicieron me sintiera mal. Me fui a mi cantón cuando vi que el Garnachas sacaba los cuerpos bien muertitos de los doctores. Me tomé un buen tequila en mi sillón favorito, tenía un malestar, me sentía raro y tenía mi vientre más abultado que de costumbre. De seguro la barbacoa de la ñora de la esquina me había caído mal. Ya le estaría mentando la madre mañana, mientras me tomaría un té y me iría a dormir. Solo esperaba que aquellos inútiles hicieran su trabajo y mañana me tuvieran a una nueva mocosa.

  No pude dormir bien pues soñaba puras cosas raras. En la última vez que me desperté mi vientre me dolía mucho. Me lo toqué y me espanté: estaba tan inflado como si me hubiera tragado un balón. Eso no podía ser un malestar estomacal. Me levanté preocupado para irme al doctor. Prendí la luz y me ví frente al espejo: parecía una enorme mujer apunto de parir. Mi panza no estaba aguada, estaba dura y pequeños grumos se me hacían en toda su amplitud, era como si algo se moviera, adentro. En eso pensé los doctores y las mamadas que habían dicho.

  Le marqué al míster.

  — Señor Corona, esto se ha salido de control. ¿Quién era la niña a la que me ha pedido vaciar?

  — ¿Qué es lo que ha hecho, señor Montana? —se le oía muy preocupado—. Dígame que ha pasado.

  Y le conté lo de la morrita y su cuerpo raro.

  — Fui muy claro diciéndole que quería todos sus órganos, To-dos. Por lo raro que haya encontrado, no pregunte, por eso le estoy pagando tan bien.

  — Eso es lo de menos, el problema es que…

  — No la habrán violado, ¿verdad? Sería la peor estupidez.

  Tenía que echarle una mentira al míster, me daba pena confesarle que yo era el que me la había parchado.

  — Bueno, tengo un empleado que no aguanto y como era tan linda la chiquilla.

  — ¡Es usted un imbécil! Ahora mismo deme la dirección del idiota que tuvo sexo con ella para ir a buscarlo, aunque no creo llegar a tiempo para salvarle la vida, pero por lo menos para matar a sus crías.

  Y mi estómago empezó a dolerme más, tenía cientos de movimientos que se veían en mi piel.

  — Es que no entiendo nada, señor Corona.

  — El que la violó en realidad le sirvió a ella para que le depositara todos sus óvulos fecundados, tal y como lo hacen los caballitos de mar que depositan sus crías en el macho. Ahora mismo deben de estar a punto de nacer…

  Y mi estómago reventó, cientos de pequeños seres fueron saliendo de él. El miedo y la sangre empezaron a hacerme perder el conocimiento, solo a lo lejos alcanzaba a oír como el señor Montana gritaba mi nombre por el auricular.

No hay comentarios:

Publicar un comentario