Dicen que los espejos tienen poderes mágicos y nos pueden transportar a otros mundos, pero ¿ qué hay de las lupas?
EL VIGILANTE
Elena bajó las amplias escaleras que conducían
a la salida de la casa. Era ridículo el tamaño de estas para la pequeña
vivienda. Arriba solo había dos cuartos habitación y uno de servicio. Abajo
había una pequeña sala, un baño y una cocina igual de grande y estorbosa como
las escaleras mismas. Dejó sobre una mesa el quinqué, ya no lo necesitaría; con
él había encontrado la lupa que en un principio creyó que iba a ser muy grande,
pero era tan diminuta como su mano. En el mango del objeto tenía un símbolo
raro que la distinguía. Quitó el tablón que atrancaba la puerta y la abrió, un
chirrido rompió el silencio y le indicó lo averiada que estaban aquellas
maderas. Miró por última vez la casa y su penumbra y salió.
El bosque
era un sitio no menos tétrico y lúgubre que la casa, eran finales de otoño y en
días nublados como ese, solía verse oscuro inclusive en el día. Los arboles
eran grandes y gruesos y estaban lo bastante espaciados como para que Elena
pudiese andar libremente entre ellos.
Siguió
avanzando, iba despacio, no sabía en qué punto encontraría lo que buscaba. La
lupa debía de darle alguna indicación de que su objetivo estaba cerca. Llevaba
un amplio vestido grisáceo y un sombrero
tipo cloche que le cubría todo
su cabello. Abajó, llevaba un corsé que se le había pegado como una segunda
piel debido a que estaba bañada en sudor. Empezaba a sentirse agotada por todo
el tiempo que estuvo buscando la casa y la lupa.
El bosque
presentaba una gran monotonía, la mayoría de los arboles tenían el mismo grosor
y apariencia, eran casi idénticos, le
parecía estar caminando una y otra vez
por el mismo camino. Estuvo así durante un rato hasta que llegó a un grupo de árboles
alerce, eran de troncos altos y escazas ramas que iniciaban en la parte más
alta del tronco, estaban formados y
alineados como marcando un camino o la entrada a otro sitio. Se fue por en
medio de ellos.
La lupa se
puso caliente, La miró con intriga y pensó que era el calor corporal de sus
manos; la puso sobre su antebrazo, pero corroboró que era el mango el que
estaba casi ardiendo.
Esa era la
indicación que esperaba.
Caminó más
despacio y cuando terminó el último de los arboles alerce, había una periferia
casi redonda sin árboles, solo con un pasto irregular que cubría la circunferencia.
Sintió un cambio del ambiente, percibió una energía diferente. Al final de este
círculo, había un árbol mucho más grueso
que cualquier otro que hubiera visto en su vida. Era de un café muy oscuro
(casi negro) y rugoso. Parecía tan viejo como la vida misma, Elena se preguntó
si era quizá el primer árbol de la humanidad y de la existencia misma. Si ese
roble había estado en el mismo Génesis y en las mismas profecías bíblicas y
mitológicas más antiguas. Se acercó un poco más a él, contemplándolo en su
totalidad: sus hojas y ramas eran tan oscuros como el tronco mismo, pero con
una tonalidad más violeta. Le daban una apariencia de un cabello pintado que
matizaba y remarcaba la imponencia del tronco.
La lupa se calentó
hasta tal punto que la tuvo que soltar. Elena temió que se le hubiera quebrado
con el impacto sobre el suelo, pero no fue así, la lupa seguía ardiendo y
sacando humo sobre el suelo. La miró desconcertada sin saber qué hacer. El gran
árbol seguía quieto e impávido, mostrando su grandeza en aquel grisáceo bosque.
La lupa dejó
de arder y volvió a su color negro. Cuando Elena estaba a punto de agacharse a
recogerla, empezó a crecer y a crecer, hasta llegar a un tamaño mucho más
grande que el de la mujer. Con trabajo la levantó y la puso frente al gran
árbol.
Entonces El
Vigilante apareció.
Del gran
tronco oscuro y, solo visible a través del lente de la lupa, emergió un ojo
gigante que la veía fijamente. No se movía ni parpadeaba, solo clavaba su
energía en Elena con su oscuro iris y
sus parpados saltones.
—
¿Por qué acudes a mí? —le habló el
vigilante por medio del pensamiento, aunque Elena captó una voz pastosa y grave
que se le metía en su cerebro, la voz propia de un árbol.
—
Patricio, mi esposo y señor, ha
caído presa de un hechizo de una bruja llamada Maibelina. Y yo sé que solo tú,
el gran vigilante, puedes arrebatarle el mal.
Una risa llegó como primera
respuesta del árbol a la cabeza de Elena, después le dijo:
—
¿Maibelina?
Claro que sé quién es, yo la he
iniciado. ¿Y por qué debería yo ayudarte?
Elena reflexionó un poco antes de
contestar.
—
Yo sé que tú eres el
líder y creador de las hechiceras. Tú puedes revertir los efectos de la maldad
hecha por tus brujas.
—
Yo puedo hacer todo,
yo puedo colapsar este planeta con un solo parpadeo de mi ojo. ¿Porque crees
que nunca parpadeo? Pero, dime tú, mujer insignificante —le dijo
entrecerrando su ojo— ¿qué me darías a
cambio de mi ayuda?
Elena dio un paso hacia atrás sin
soltar la lupa, la hizo a un lado y descubrió que sin ella, solo había enfrente
el gran árbol, no veía al vigilante; entonces, la colocó de nuevo y respirando
profundamente le contestó:
—
A cambio te doy mi
alma, voy a ser una de las tuyas.
Otra risa llegó a la mente de
Elena.
—
¿Tanto te importa tu
esposo y señor como para cederme tu esencia y poder?
—
Mi corazón será tuyo —dijo Elena afirmando
con la cabeza, se llevó una mano al corazón y agregó—: ¿Lo harás?
El Vigilante se quedó un buen
rato callado, su ojo no parpadeaba ni emitía ningún sonido o movimiento como
respuesta. Elena pensó que rechazaría su respuesta, al fin y al cabo, solo era
una abnegada esposa buscando recuperar a su esposo.
—
Lo haré —dijo al fin el gran árbol—,
pero tarde o temprano Maibelina se dará cuenta y entonces tendrás que arreglar
cuentas con ella. —Entrecerró el ojo—. Sea pues tu alma mía.
Elena soltó la lupa porque esta
volvió a calentarse, pero para su sorpresa está no se cayó, se había anclado al
suelo. Del ojo de El Vigilante salió una luz que se proyectó a través del cristal en forma de fuego. Fue
una llamarada que envolvió a la mujer en su totalidad. No la quemaba, solo
sentía un calor reconfortante. A pesar de que no le dolía, su piel comenzó a
despellejarse, se le fue arrancando en las brasas hasta desaparecer; entonces,
los músculos desnudos cedieron en el calor y comenzaron a derretirse dejando
solo el esqueleto de Elena.
La mujer se quedó quieta
esperando una desintegración total, pero esta no llegó. El fuego cesó y comenzó
a rodearla una capa de luz violeta (como la de las hojas del gran árbol). La
luz comenzó a regenerarle sus músculos desbaratados, dándoles la misma
tonicidad antes de que se derritieran; después, la piel terminó por adherirse
por completo a su cuerpo formando de nuevo íntegramente a Elena. Solo la ropa
se había ido, estaba desnuda y sobre su coxis —en el inicio de su
columna—, estaba el mismo símbolo de la lupa.
Ahora había quedado marcada como una bruja, como perteneciente a la
legión de El Vigilante.
—
Ahora ya eres mía —dijo el gran árbol—,
Ya puedes quitarle la magia a tu antiguo esposo y señor. Él podrá rehacer su
vida y cuidará de tus hijos. Pero tú
desde ahora, ya eres mía y te iniciaré con los nuevos niveles de placer que jamás
habías imaginado.
El gran árbol comenzó a abrirse
en dos. En su interior había carne, carne rosada y fresca, eran trozos
acoplados en un hermoso collage perfectamente adheridos a su tronco. Era carne
viva, palpitante y húmeda, que estaba bañada en un sudor que despertó la libido
de Elena.
—
Ven al éxtasis —le dijo el gran
árbol abriendo más su compuerta, como un gran amante incitándola a una
copulación—. Siente un orgasmo mágico, siente el primer orgasmo que sintió Dios
al crearme.
Elena se metió con la misma
delicadeza con que lo haría en su bañera. Sintió un vapor tibio que la inundó.
Sus pies rosaron las carnes que empezaron a agitarse y segregar fluidos
transparentes. La nueva bruja se dejó fundir en el placer inmediato; ya después,
se encargaría de salvar a su antiguo esposo y despedirse de sus hijos y, lidiaría
con la furia de Maibelina. Ahora solo deseaba sentir el éxtasis de las carnes
vibrantes del árbol y fusionarse con la totalidad de la vida.
El vigilante se cerró con Elena
adentro. La lupa volvió a su tamaño original y regresó a la casa, esperando a
la siguiente candidata a bruja de El Vigilante.
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