LA
LEYENDA DE ALEJANDRA
Dicen que todo imperio vampírico tiene un origen...
Alexa (Alejandra cuando vivía) es una de las
más temidas hechiceras líderes de la legión vampírica de la región Zelta. Es
muy conocida por su maldad sin precedentes, tanto así, que la gente de
Zacatecas la tiene más que como leyenda, como una diosa de la maldad de la que
hay que estar siempre protegido. En la casa de cada pueblo, sobre las puertas
de madera, reposa una cruz que tiene que ser bendecida por tres sacerdotes para
funcionar. La cruz debe de estar envuelta de un círculo de ajos y especies con
un espejo hexagonal encima. La gente sabe que si en algo falla su amuleto de
protección, en las noches —o hasta en pleno día—, Alexa puede entrar y hacer de las suyas en
su hogar.
Dicen que con su mirada penetrante es capaz de
hipnotizar —y hasta enamorar— a los hombres para que hagan lo que les pide. Perdidos
de su voluntad, las personas le entregan a sus hijos y nunca más los vuelven a
ver. Se dice que la malvada vampira Alexa, se lleva a su guarida a los raptados
para hacerse su baño con la sangre infantil consagrado a Lilith (la diosa de
los vampiros) y poder conservar su belleza y poder.
Han sido muchas las veces que grupos de hombres han emprendido su
búsqueda para cazarla. Organizados con estacas, armas de fuego, crucifijos y
acompañados hasta por sacerdotes, han salido en plenas noches de luna llena
(cuando ella más ataca), a intentar encontrar su escondite; el cual se dice está
más allá de los montes, entre las grutas, después de pasar el rio y el
cementerio. Pero pocas veces esos grupos han podido siquiera llegar hasta esa
zona. Siempre sorpresivas tormentas, neblinas y hasta perros negros del tamaño
de toros, han impedido que los hombres sigan avanzando y encuentren su morada.
Cuenta la leyenda que cierta ocasión un hombre llamado César, que vivía
en el pueblo de Fresnillo Zacatecas; fue engañado con los ojos de Alexa, esta
le hizo entregarle al único hijo que el hombre tenía. El hombre embobado no se
percató de lo que había hecho hasta que su mujer lo sacó del idílico sueño en
el que había entregado a su primogénito. Encolerizado, se armó con la cruz de
su puerta (según la cual no les había
funcionado porque solo tenía la
bendición de dos sacerdotes) y una hacha. No pidió ayuda a nadie del pueblo ni
la iglesia. Partió a medianoche —una hora después del botín de la vampiresa—, y
su esposa desesperada fue a avisarle a su compadre. Este, valentón y con gran
empatía por ellos, salió tras él con una antorcha y una escopeta. La esposa fue
corriendo con el cura para que tocara la campana y convocara a los hombres para
iniciar la caza.
El compadre apresuró el paso hasta que lo alcanzó a ver a lo lejos. Según
cuenta este hombre, vio como César pudo atravesar el rio y el panteón hasta
llegar a los montes y a la zona de las grutas, donde empezó a escalar y llegó a
una planicie donde estaba la entrada a una cueva. El compadre se agazapó tras
un árbol y gracias a la luz de la luna llena, pudo ver como su amigo se quedó
un rato quieto viendo hacia la entrada cavernosa; entonces, apareció Alexa. Debía
de haber hipnotizado a César, porque este se quedó petrificado, tiró el
crucifijo y el hacha que llevaba en las manos y, según jura el compadre, se
besó con la vampira. Después, tomados de la mano, se adentraron en la gruta y
nunca más se volvió a ver a César ni a
su hijo.
La leyenda cuenta que aquel hombre se convirtió en vampiro y logró escalar
en la jerarquía de la sangre hasta llegar a ser el emperador de la legión Zelta.
Ahora se hace llamar Cesar Van Nistelroy y, junto a Alexa la gran vampira
hechicera, siembran el terror entre todos los pueblos de Zacatecas.
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