lunes, 11 de junio de 2018

Fragmentos de terror... NINFOMANA



El terror, el sexo y los excesos al limite...




NINFOMANA 



Siempre le había echado la culpa a su ex novio, lo apodaba el hotter, y en cierto modo él la había orillado a esa manía sexual. El sexo entre ellos había empezado en la segunda cita y fue muy intenso —como buenos jóvenes en su edad—. Pronto llevaron sus experiencias sexuales a probar con juguetes eróticos y ver mucho porno. Y cuando todo esto les cansó (muy pronto), siguieron con sexo duro, intercambios swingers y hasta orgías.

  Los años pasaron y el hartazgo de la relación orilló a que se separaran. Karla se cansó de lo que hotter podía ofrecerle, y quería a alguien más comprometido para casarse. Al poco tiempo conoció a un chico serio y muy formal, era todo un caballero y un príncipe, tanto que no tuvieron sexo hasta que se casaron (y eso que ella le acarició los testículos desde la primera cita). Karla se aguantó y llegada la luna de miel, tuvo una desagradable sorpresa pues su príncipe no tenía ni una décima parte del vigor del hotter. Pensó que con el tiempo eso cambiaría y que la frecuencia sexual la llegaría a complacer.




  Aquel príncipe resultó ser demasiado respetuoso y demasiado novato en la cama. Aparte de que no quiso tener sexo diario con ella; sus encuentros sexuales consistían en unos minutos de controladas caricias, y otros cinco minutos de copulación en la misma posición de siempre. Cuando Karla intentó pedir variantes de posiciones y lugares fuera de la cama para hacerlo, su esposo se negaba rotundamente. Y lo peor fue cuando ella intentó hacerle sexo oral a su esposo, y él la aventó diciéndole que eso era algo asqueroso y que el día que se llevara un pene a la boca, no la besaría el resto de su vida. También la hizo jurar que nunca había tenido sexo oral con ningún hombre pues no la podría volver a tocar.

  Durante su matrimonio Karla se cuidó con pastillas anticonceptivas a escondidas de su príncipe, pues ella no deseaba embarazarse y él, por el contrario, quería cuantos hijos dios les mandase. Eso le sirvió para no embarazarse en aquel tortuoso y único año. Cuando se divorciaron y después de que el príncipe la insultó cuanto pudo: “Desde un principio debí ver que eras una mujer fácil y no caer en tus redes”, “ya decía yo que tus faltas de valores religiosos te dañarían tu moral”, etc; Karla descansó de aquella ausencia de sexo, y declaró su condición de ninfómana extrema. Solía ir a bares y acostarse con los chicos que le invitaban una copa. No faltaban este tipo de hombres, y aparte de que los atraía como moscas en la sopa por sus vestidos escotados y cortos, esos sujetos tenían un sexto sentido para reconocer a las chicas que iban en busca de sexo casual. Después de eso siguió participando en tríos y orgias, más adelante se animó a entrar los hang bang hasta con 10 hombres. Algunas noches en las que no tenía ganas de sentarse en alguna buena polla, veía mucho porno en los canales de paga que tenía. Cierto día vio un comercial en el canal de Hoster tv de una “Clínica de fantasía sexual”, donde su eslogan cantaba que complacían a cualquier mujer.

  Anotó la dirección y fue el fin de semana. La dirección no era más que una sex shop ordinaria, tenía un letrero luminoso de “Clínica de fantasía sexual”. En el interior de la tienda tenían todo lo común que se encontraba en esas tiendas, incluso le pareció menos surtida que otras grandes cadenas de erotismo. Vio algunos juguetes y consoladores interesantes, un baby doll de tigre que de solo pensar como pondría a los hombres cuando se lo vieran puesto, la hizo mojarse. También tenían películas xxx y varias gamas de aceites y lubricantes. Pero a pesar de todo eso, nada fuera de lo común y menos de aquella práctica que tenía tantas ganas de hacer y que en su largo andar nunca había practicado: los llamado Glory Holes. Esa práctica consistía en unos hoyos pequeños ubicados las paredes de los baños, mediante los cuales se podía tener sexo casual con algún desconocido sin siquiera verlo, pues tan solo salía por el hoyo el miembro masculino.

  Cuando terminó de revisar la boutique, se acercó al encargado, era un empleado alto y delgado, tenía marcas de viruela en sus mejillas y desde que Karla había llegado sintió su mirada lujuriosa sobre sus ajustados shorts.

  — Hola—le dijo Karla sonriéndole, el tipo era feo pero por su estatura debía de tener una buena herramienta, eso la excitó más—. Vi su anunció de prácticas sexuales, me interesa el de los Glory Holes.

  El tipo que de por si tenía cara de menso, abrió la boca y sin apartar la vista del escote de la chica, le respondió:

  — Hola, buen día, me llamó Andrés y es correcto. Manejamos dos tipos de servicio: el normal y el extremo. El normal consiste en dos niveles y tiene un costo de $1000. El extremo es gratuito y tiene tantos niveles como las personas lo aguanten. Eso sí, para acceder al nivel extremo debe de pasar por el gratuito. Si sigue al extremo, no se le cobrarán los mil pesos

  Eso debía de tener algún truco, no creía que fuera gratis el nivel avanzado, de seguro era muy difícil acceder a él. Pensó en salir de ahí, mejor averiguaría antes por otro lado, pero estaba ya muy excitada, probaría haber hasta donde llegaba.

  — Muy bien. Probaré hasta donde llego. ¿Le pago de una vez?

  Andrés confirmó y esperó a que Karla le pagara. Se quedó un rato en silencio viéndola, más que viéndola, la desnudaba con la mirada, aquel tipo no tenía ni el más mínimo deparo en disimular. Anotó en su caja registradora y le extendió su tiquet.

  — No damos factura y si logra llegar al nivel extremo y salir satisfecha completamente, le reembolsaré su dinero.

  Le pidió la siguiera por una puerta con un letrero de: “Prohibida la entrada a cualquier persona ajena a este establecimiento”. Había un pasillo largo con varias puertas. Karla fue por delante y a propósito fue meneando más las caderas sabiendo que Andrés debía irla viendo. Estaba excitada y entusiasmada no por los posibles 17 centímetros de Andrés (quizá después se acostaría con él en otra ocasión o hasta alguna de las pollas que salieran de los hoyos serían de él), sino porque aquella experiencia que estaba a punto de tener podía llegar a ser su mayor placer sexual hasta ahorita. Intentaría llegar al nivel extremo (cosa que estaba segura que lo haría), pues si había podido estar hasta con 10 hombres en una sesión, esos Glory Holes, no la vencerían. Llegaron hasta una puerta con un letrero de “Nivel 1-2”.

  — Aquí están los dos primeros niveles —dijo Andrés—. Si quiere acceder al nivel extremo, aquí mismo encontrará otra puerta que la conducirá a él, para que no se tenga que… —carraspeó mirándole sus torneadas piernas enmarcadas por sus tacones— Desvestirse. ¿Tiene alguna duda?

  — Si, una duda —le dijo acercándosele al oído—. ¿Cuánto te mide cuando la tienes bien parada?

  Karla no esperó una respuesta, le bastó ver como el chico se sonrojaba al límite. Entró al cuarto y la puerta la cerró el encargado con llave. Adentro pareció un sanitario común. Enfrente estaba un inodoro y hasta arriba una pantalla prendida con porno interracial. En las paredes de los lados había cuatro hoyos de unos veinte centímetros de circunferencia. A su lado derecho estaba una puerta, la cual debía de conducir al nivel extremo. No vio ninguna cámara, pues no deseaba que la grabaran y su video terminara en el mercado negro. Más tranquila por ello, se sentó en el excusado, estaba limpio.

  De uno de los hoyos no tardó en salir un pene grande y blanco, Karla pensó que hasta podía ser del mañoso de Andrés, o hasta le recordó a su ex el hotter, algo así lo tenía él pero más prieto. Sin posponerlo más comenzó a chuparlo. Ya mas excitada se fue desvistiendo hasta quedar desnuda y acomodarse en el hoyo para penetrarse con aquel miembro. Así estuvo cerca de 15 minutos hasta que eyaculó aquella polla en su interior.

  Se limpió el semen y se quedó un rato sentada reposando.

  — Muy bien ha pasado el nivel uno—se oyó una voz en algún punto del cuarto. Si había una bocina de seguro debía de haber cámaras, pero ya estaba en eso, ¿qué más daba? pediría por lo menos una copia de su propio porno—. ¿Desea continuar?

  — Si, adelante.

  — Perfecto, recuerde que en la Clínica de Fantasía sexual complacemos a cualquier mujer.

  De los hoyos salieron dos penes, eran todavía un poco más grandes. Karla extasiada se abalanzó sobre ellos, la distancia entre las paredes le permitió poder besar a uno en lo que el otro la montaba. Acabó su nivel a los treinta minutos. Se sentó unos minutos y esperó a que la voz misteriosa sonara:

  — Muy bien, has completado el segundo nivel. ¿Deseas frenar aquí o pasar al nivel extremo?

  Seguramente seguirían cuatro pollas al mismo tiempo, probaría un nivel más y luego se iría a casa, muy pero muy satisfecha.

  — Aceptó.

  — Te recuerdo que a partir de este nivel extremo, el juego acaba cuando estés completa y absolutamente satisfecha. No es necesario que te vistas, solo pasa a la puerta de al lado y empieza tu prueba.

  Karla entró al siguiente cuarto. Era casi idéntico al primero solo que este tenía unos hoyos del triple de tamaño y sobre una pared había una tabla que fungía de mesa y una compuerta a lado. En esta mesa había un coctel.

  — Recuperé sus energías con una Conga —dijo la voz del micrófono—. Y recuerde que en la Clínica de Fantasía sexual complacemos a cualquier mujer.

  Karla bebió su bebida y se sentó en el excusado.

  De los hoyos salieron cuatro penes negros, eran grandes (más de veinte centímetros) y bien erectos.

  — Interracial —susurró acariciando uno de ellos—, esos negros sí que calzan grande.

  Y la chica gozó como pocas veces lo había hecho. Se tardó más de una hora en acabar con ellos. Se limpió y cuando logró recuperar el aliento y dejar de sudar. Sonrío, aquello había sido una gran experiencia, pero estaba exhausta, sentía curiosidad por el siguiente nivel pero probaría en otra ocasión.

  — Muy bien, felicidades, eres una zorra insaciable —le dijeron a través del micrófono—. Ahora bienvenida al nivel cuatro. Y recuerda que en la Clínica de Fantasía sexual complacemos a cualquier mujer.

  — Y ya lo han hecho esas moles negras, en verdad, estoy cansada. No deseo continuar pero estoy tan satisfecha que les pagaré el servicio.

  — Tú no estás aun completamente satisfecha. Que empiece tu cuarto nivel.

  De uno de los hoyos, salió un pene más grande que el de los negros y tenía el doble de grueso, hubiera jurado que era de algún animal por el colosal tamaño; pues ni siquiera en las películas porno donde usaban trucos cinematográficos, o los actores se operaban para mostrar miembros muy grandes, pero aquel tamaño y grosor era imposible para un humano. Sin embargo no era de un animal, tenía la misma forma y textura del pene masculino. Podría ser un juguete robótico sexual ¿Qué se sentiría hacerlo con esa descomunal cosa? La curiosidad la invadió pero su cansancio era mayor, otro día quizá.

  — Gracias pero deseo irme a casa.

  Se levantó y trató de abrir, pero estaba cerrada la puerta.

  Se sentó y esperó. La compuerta pequeña se abrió y otra bebida salió junto con una barra de chocolate, y un lubricante.

  — Paris de noche y una chocolatina para que recuperes energía —dijo la voz—. No tardes que tu polla te espera.

  Karla pidió la sacaran de ahí pero no hubo respuesta, bebió su bebida y se comió su chocolate, le ayudó a recuperar un poco la energía perdida.

  — Lo haré con esa verga operada y me iré. Si no me dejan ir, los demandaré. ¿Entendido?

  Pasó cerca de dos horas para acabar con ese miembro, tuvo que hacer acopio de fuerzas para poderlo hacer. Al final estaba rosada y no podía ni mover sus piernas, supuso que ese dolor era el que tenía una mujer al tener un hijo.

  — Ya fue suficiente, déjenme ir.

  — Muy bien, felicidades, has pasado la cuarta etapa —le respondió—. No estas lo suficientemente satisfecha, así que bienvenida a la quinta etapa…

  — Maldita sea, déjenme salir de aquí.

  La compuerta se abrió y salió una jarra de agua, varios chocolates y otro lubricante.

  — Suficiente agua para que no se te seque la garganta de tanto mamar —dijo la voz riéndose—. Y muchas calorías necesarias. Y recuerde que en la Clínica de Fantasía sexual complacemos a cualquier mujer.

  — Estoy satisfecha, por favor…

  — ¡No lo suficiente, una zorra como tú nunca lo está, ahora a gozar!

  De los primeros hoyos salieron unos penes todavía más grandes y gordos que el anterior, no podían ser humanos. Si se metía eso, la quebraría. Y de los hoyos restantes salieron dos penes muy largos y delgados, debían de medir más de un metro cada uno.

  — ¿Qué es esto? —chilló—. Esto no es humano, no pienso moverme ni hacer nada. ¡Déjenme salir ahora!

  Solo hubo silenció.

  Karla estuvo varias horas esperando a que algo ocurriera, se acabó el agua y los chocolates, los penes seguían erectos, esperándola. Y no teniendo otro remedio, les hizo el amor a aquellas monstruosidades.

  No supo en qué momento se desmayó después de hacer terminar a los miembros. Cuando se despertó, estaba muy adolorida, le dolía su matriz, se llevó la mano a sus labios vaginales y vio que estaba sangrando, debían de haberle desgarrado su útero con aquellos grosores. Sobre la tabla estaba otra jarra de agua, más chocolates y lubricantes y unas pastillas de diclofenaco para el dolor.

  — Por favor estoy herida, estoy sangrando, necesito un doctor. Déjenme salir.

  — Muy bien, felicidades, has pasado al nivel seis. Y aun así puedes y necesitas más placer.

  Karla no había notado que ahora eran seis hoyos los de la pared, de ella empezaron a salir los mismos penes descomunales, estos goteaban un líquido negro y viscoso y se movían de un lado a otro como serpientes que buscan una presa.

  — Y recuerda que en la Clínica de Fantasía sexual complacemos a cualquier mujer…


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