lunes, 6 de mayo de 2019

Fragmentos de terror... LAS GAVIOTAS

Todo viaje de crucero tiene sus riesgos...


LAS GAVIOTAS 




Estaba por regresar a mi tierra, la niebla estaba menos densa y las primeras gaviotas estaban apareciendo. Mi hija se había quedado dormida hace unas horas, estaba muy cansada, era de esperarse; todo esto había sido demasiado para ella, no todos los días se sobrevivía de milagro.

  — ¿Ya vio la isla, señito? —me dijo Yevé, el costero, con una sonrisa; su rostro se veía agotado y sus brazos más, después de tanto braseo. Para mi fortuna era un hombre corpulento y de mucha resistencia.

  — Si —le dije devolviéndole la sonrisa; le debía tanto, sin su ayuda no podría haber escapado de ese monstruo, ni hubiera podido remar durante tantas horas entre la neblina para llegar al punto en el que estábamos—. Es cuestión de minutos para que todo esto acabe. 






  — Aunque divise cerca la salida, le calculo todavía una hora pa llegar, apenas está amainando la neblina y los pájaros empiezan a asomarse. —El costero soltó un momento los remos para descansar, le hice la seña para suplirlo, pero me negó con la cabeza señalando a mi hija que dormía sobre mis piernas. — El miedo apenas lo estamos dejando atrás. Ya tendrá tiempo de festejar su escapada y contárselo a sus nietos.

  Estuvimos así un momento, me recargué sobre el costado de la canoa y fije mi mirada en el camino que estábamos dejando. Por más que no quería seguir recordando lo que acababa de pasar, las imágenes me abrumaron sin cesar…

  Habíamos llegado a ese barco gracias a un sorteo que ganamos del aniversario de una vinatera donde solía comprar mi esposo Alex. El premio consistía en un viaje para tres personas por ese crucero en el mar de los Sarzagos, en el océano atlántico. Si bien no era un gran trasatlántico, era un barco grande que nos iba a ofrecer un fin de semana agradable. Con lujos medios, el viaje incluía tres comidas tipo gourmet, centro de juegos y actividades recreativas nocturnas. Mi hija estaba feliz desde el momento en que mi esposo había llegado con el boleto ganador, un mes después habíamos empacado la ropa necesaria para los días que estaríamos fuera.

  En el viaje había cerca de doscientas personas, la mayoría eran turistas y vacacionistas que estaban disfrutando de su descanso laboral. El capitán a cargo era un señor que se apodaba a si mismo barba roja, era una tipo gracioso que en varias ocasiones nos hizo reír, su aspecto le iba muy bien con ese nombre: Era de estómago abultado y cabello y barbas rojizas. Llevaba siempre una camisa blanca para representar su jerarquía y, a pesar de que se veía que en ocasiones moría de calor, siempre lo vi pulcro hasta el último de sus momentos. Tenía a su cargo un piloto, algunos oficiales y marineros, entre otra gente más en la cocina y la limpieza.

  Partimos de Cuba el viernes en la mañana, para la noche habíamos arribado al mar de los Sarzagos, esa zona pertenecía ya al famoso triangulo de las bermudas. Ese día después de la cena, el capitán nos invitó a la cubierta principal del barco para contarnos las historias acerca del sitio donde estábamos navegando.

  — Señores, ya hemos entrado al mar de los Sarzagos —nos dijo con un tono de misterio, usaba un micrófono para que lo pudiera escuchar toda la gente—. Territorio del triángulo de las bermudas. Como ustedes deberían ya de saber, esta es una de las zonas más misteriosas del planeta —acarició sus barbas rojizas para dar una pausa a su relato—. Decenas de barcos perdidos, aviones que han desaparecido del radar. No en balde se han hecho tantas películas y documentales de ello.

  — ¿Es un lugar seguro? —le preguntó una señora que llevaba un sombrero bombacho, a su lado recuerdo que estaba una niña que no parecía estar disfrutando mucho la historia.

  El capitán se levantó del centro del cuórum, fue hacia uno de los bordes del barco y sujetándose de los barandales guardó silencio moviendo la cabeza negativamente.

  — Es un peligro, un peligro… —nos dijo sin dejar de voltear hacia el mar. De repente volteó rápido con cara angustiada, todos nos espantamos; después, puso cara relajada y nos dijo: —es un peligro… no divertirse estimados viajantes —sonrió regresándose a su asiento—. Este mar es conocido como el mar dentro del mar, pues su temperatura es tibia, bien podríamos ahorita darnos un chapuzón en sus aguas, que suelen ser aguas tranquilas y serenas.

  — ¿Y que hay entonces de misterioso? —le preguntó un hombre blanco bastante rostizado por el sol de la mañana.

  El capitán pareció dudar un instante la respuesta que nos daría, pero tras echar un vistazo al mar, nos dijo:

  — ¿Sienten acaso que nos movamos? —la mayoría le contestamos que no—. Pues estamos avanzando, pero la tranquilidad de este lugar nos hace percibir lo contrario. Hay fuertes corrientes debajo de este mar, se junta la fuerza del golfo con el trópico de Cáncer. Ese es justamente uno de las posibles causas de la desaparición de tantos barcos, el surgimiento de remolinos tan fuertes, que logran desaparecer embarcaciones completas.

  — Eso me suena a cierta película —dijo un hombre sonriendo, todos nos reímos, había conseguido romper ese ambiente tenebroso que había creado el capitán.

  Tras una risa contagiosa, barba roja se limpió un par de lágrimas que se le habían escapado y continuó diciéndonos:

  — El barco Rosalien en 1840, desapareció en estos mares y fue encontrado más adelante abandonado. —Acarició su barba unos instantes—. La tripulación del Mary Celeste también desapareció misteriosamente, el barco fue encontrado abandonado, no había rastro alguno de la gente que estuvo en él. El gran misterio es: ¿si el barco no había sufrido ningún percance, que había pasado con la tripulación?

  El resto de la velada fue muy interesante, nos platicó unas historias más que consiguieron engancharnos, al final una rica cena con el estrellado cielo, eran muy reconfortantes, en verdad la estábamos pasando muy bien.

  El sábado fue un día agradable, participamos en unos juegos de mesa que se organizaron en la tarde, mi pequeña Samanta, estuvo jugando con una empleada que se encargaba de mantener a los “diablitos” entretenidos. Después de la comida, la gente se esparció a lo largo del barco para disfrutar el paisaje. Según el capitán había detenido el barco desde el mediodía, estábamos en el centro del Mar de Sarzagos, en esa quietud y calma inimaginables, el mar se movía a nuestro alrededor con una tranquilidad que me llenaba de paz, era de un azul intenso, un color penetrante que me había hecho soñar, y un aroma delicioso que solo recordaba en los días intensos de lluvia de verano. Recuerdo que en ese momento le agradecí a dios esa maravillosa oportunidad de estar ahí junto con mi familia. Estábamos tumbados en unas sillas, mi esposo, estaba acostado de espaldas terminando su bronceado, mientras mi hija estaba cerca de una de las orillas del barco mirando con sus binoculares.

  — Anda Samanta, ¿qué más vez aparte de agua? —le dijo Alex viéndola con gracia.

  — A pues… muchos pájaros blancos.

  — Gaviotas, nena —le dije mirando al cielo—. Se llaman gaviotas.

  El barco empezó a moverse de manera un poco brusca. Pensé que era el efecto provocado por la quietud en la que estaba. El movimiento fue atrabancado y de un lado a otro. Quizá un temblor, me dije un poco nerviosa, pero un temblor en el agua no era muy lógico. El movimiento se repitió una vez más.

  — ¿Por qué se mueve el barco y se van las galotas corriendo?

  — Gaviotas, se llaman gaviotas —le dije mirando hacia el cielo, tenía razón, las aves estaban volando en grupos lejos de nosotros. —Aléjate de la orilla, ven para acá.

  — Solo es un movimiento ligero —dijo mi esposo sin inmutarse, para él nada pasaba nunca, era una de las cosas que me molestaban de él,

  El movimiento se repitió, solo que está vez fue muy fuerte, Samanta corrió hasta mí, mientras el resto de personas que estaban cerca de nosotros empezaron a juntarse desesperadas. Los movimientos se hicieron continuos y muy fuertes, al grado que nos tuvimos que sujetar de las sillas para no caernos.

  — Mami, ¿qué está pasando? —me dijo mi Sami llorando, el panorama de la gente que estaba desesperada no le ayudaba a tranquilizarse.

  Uno de los marineros pasó cerca de nosotros corriendo. Mi marido que para ese entonces ya había visto que algo grave pasaba, lo alcanzó para preguntarle algo, intercambiaron unas cuantas palabras, que debido al ruido que la gente hacia, no pude oír. El hombre se fue hacia el puente de mando con el capitán, mi esposo regresaba hacia nosotros, pero un temblor trepidante se lo impidió, el impacto fue tan fuerte, que el barco se inclinó hacia el lado donde segundos antes había estado mi hija. Mi marido se fue resbalando hacia los barandales de la orilla junto con otras personas que estaban en esa orilla; afortunadamente todos se alcanzaron a sujetar. En esos momentos había pensado lo peor, respiré más tranquila al ver que estaba bien.

  El capitán salió corriendo de su lugar de mando, tenía el rostro pálido y la voz entrecortada. Llevaba un altavoz.

  — Señores no sé qué está pasando, pero debemos conservar la calma.

  Uno de los marineros que estaba en uno de los mástiles vigilando, gritó: —Capitán, Hay una ballena gigante flotando bajo nosotros.

  Varias personas, incluido el capitán se acordonaron sobre las orillas del barco, yo me acerqué un poco para ver qué era lo que miraban con tal expectación: una sombra oscura se cernía a solo unos metros debajo del barco, era como si una mancha de petróleo estuviera cubriendo el mar que estaba bajo nosotros. El capitán empezó a recorrer las orillas del barco para ver las dimensiones de esa cosa que estaba ahí.

  Uno de los marineros que estaban viendo desde la cofa, le gritó al capitán que no pude oír, mas alcance a ver el movimiento que hacía con los brazos, como indicándole que cubría todo el barco.

  Varios hombres empezaron a preguntarle cosas al capitán, que empezó a contestarles, debido a que traía el altavoz prendido y muy cerca de él, pudimos escuchar lo que decía:

  — Es un Kraken —de seguro le preguntaron qué era eso, porque el capitán siguió diciéndoles: ­—Se supone que eso no existe, llevo años navegando por estos mares.

  Un sujeto empujó al capitán que estuvo a punto de caer, pero dos de los marineros lo sujetaron, se interpusieron entre el hombre que estaba tan enojado que parecía querer golpear a barba roja. Gritaba e insultaba al capitán.

  — Es un pulpo gigante —dijo el capitán.

  Y estoy segura de que si no hubieran perdido tiempo en esas explicaciones y peleas, otra cosa hubiera sido. Lo que fuera que estaba bajo nosotros, arremetió en ese momento contra el barco con más fuerza que antes, el golpe que dio fue en el lado contrario donde estaba el capitán con los demás hombres, por lo que el barco se inclinó mucho. Yo me tiré al suelo junto con mi hija, para no salir volando, gracias a que estábamos en el centro, solo alcanzamos a resbalar unos metros hacia la orilla en lo que el barco se estabilizó. Desgraciadamente cuando reaccioné varias personas estaban asomándose hacia el mar buscando a todos los que habían caído al mar, incluido el capitán. Me fije en el mástil, y el marinero que hacia solo unos segundos indicaba la situación, había caído también hacia el océano.

  ¡Alex! , me había olvidado de mi esposo, ¿dónde estaba Alex? Empecé a buscarlo pero la gente corría de un lado a otro desesperada. Sujeté a Sami con todas las fuerzas que pude, pensaba buscar como fuera a mi esposo, pero para mí fortuna, en ese momento llegó Yevé, me jaló hacia el extremo contrario del barco, donde estaban las lanchas.

  — Espere, mi esposo —le dije intentando zafarme, el hombre pareció entender mi desesperación, pues me soltó.

  — No entiende señito, el capitán ya sabía que ese monstruo frecuenta estos lugares. Su afán era buscarlo.

  — ¿Pero por qué arriesgándonos a nosotros?

  — Ahora no hay tiempo pa explicaciones. —Sujetó de nuevo mi brazo mirando hacia el lugar que nos quería llevar—. Si no corre ahora, morirá igual que todos los que sigan en este barco.

  Un mujer muy delgada que estaba muy cerca de nosotros, comenzó a gritar, en uno de los costados había un hombre que estaba siendo levantado por algo, en un principio no pude ver que era lo que lo sujetaba, mas con algo que me dijo Yevé, lo ubique: un tentáculo gigante, era del tamaño suficiente como para alzar al hombre corpulento como si un padre estuviera levantando a su recién nacido. Le tapé los ojos a mi Sami para que no viera más de lo que ya había visto. El costero me jaló de nuevo, esta vez no le opuse resistencia, solo volteaba de vez en cuando para tratar de encontrar a mi Alex, no podía haberlo perdido.

  Llegamos hasta la zona de las lanchas, varias de estas estaban siendo bajadas por los marineros, que tiraban de las cuerdas mientras la gente dentro de ellas, veía con ansiedad el mar que los esperaba. Un oficial me señaló para que subiera con mi hija, pero Yevé me detuvo.

  — Si se sube ahora —me dijo señalando hacia las lanchas que iban descendiendo—, será de las primeras comidas del Kraken.

  Como si hubiera sido un profeta, los marineros empezaron a subir las lanchas ante los gritos de desesperación de la gente que estaba asomada en ese lado. Yevé me llevó a uno de los mástiles más cercanos y me dijo:

  — Sujétese señito, aférrese con todas sus fuerzas y que su cría haga lo mismo.

  Una nueva embestida sacudió el barco, ladeándolo más que antes, por fortuna, gracias al apoyo que teníamos, soportamos la embestida. Lo triste fue ver que la mayoría de las personas que estaban en la orilla pendientes a las cuerdas salieron volando. Un enorme crujido se oyó a nuestras espaldas, al parecer, el pulpo había roto el barco a la mitad. El hundimiento era inevitable.

  Yevé me llevó hasta una de las pocas lanchas que habían quedado sujetas. En ese momento éramos los únicos en esa zona, de haber habido más gente, se hubieran salvado con nosotros.

  — Ahora es cuando —me dijo señalando hacia el lugar de donde se había oído el tronido—. El calamar estará muy ocupado devorando el barco.

  Desató las cuerdas y empezó a bajar la lancha, para esos momentos, el barco empezaba a ladearse hacia el centro, la inclinación empezó a jugarme una mal pasada, pero la mano bendita del costero me asió para que subiera a la lancha; sujeté con la misma fuerza a Sami. Yevé nos bajó hasta el nivel del mar, entonces saltó cerca de nosotros, y con mi ayuda se subió a la lancha. Desde ese momento empezó a remar lejos del barco, que se había quebrado en su totalidad por la parte de en medio. En el instante que tuve para ver el terror que estábamos dejando, pude ver una parte de aquel ser que estaba cambiando nuestras vidas para siempre: Era lo más parecido a un calamar, con un tono grisáceo y una cabeza que abarcaba todo el ancho del vapor, tenía por lo menos unos veinte tentáculos afianzados a los restos de la embarcación.

  Le tapé los ojos a mi Sami, cuando descubrí que había estado viendo desde no se hace cuánto tiempo el espectáculo. También yo me voltee, no podía con ello, no podía con la muerte de mi Alex.

  — Eso es una aberración —le dije a Yevé—. Creo que estoy soñando.

  — Barba roja murió teniendo lo que quería: la evidencia de ese monstruo. Trate de descansar, es un largo camino.

  — Gracias…

  — Yevé, soy un costero que ayudaba a los marineros en los cruceros.

  No me dijo nada más, le sonreí amargamente, me acurruqué con mi hija y a ratos me iba quedando dormida, solo me despabilaba cuando el monstruo aparecía en mis dormitaciones; volteaba a ver dónde estaba, y solo veía al costero moviendo los remos sin parar con una creciente neblina que nos envolvía…

  —    ¿Qué es lo que quiere ahora? —oí que dijo Yevé sacándome de mis recuerdos. Me miró palideciendo, soltó los remos y me pidió me acercara hacia ellos—. Sujétese de estos, vaya tratando de remar y pídale a su hija no la suelte.

  — ¿Qué pasa? —le dije mientras sujetando los remos, mi hija Sami me sujetó de la cintura tan fuerte que sentí sus unas que se clavaban en mi piel.

  — ¡Reme ahora, solo faltan unos metros para que se acabe su zona!

  El costero se puso en una de las orillas de la lancha con su cuchillo en la mano, esperaba sigiloso viendo alrededor.

  Uno de los tentáculos se empezó a asomar por un costado, se movía con lentitud como si tuviera vida propia, se ondulaba de un lado a otro como si poseyera sus propios ojos. Cuando se alzó un par de metros arriba de nosotros. Yevé me volteó a ver sonriéndome y se lanzó hacia el tentáculo. Se aferró a él sujetándose con una mano, mientras con la otra enterraba su cuchillo con la máxima velocidad que podía.

  — ¡Reme! —fue lo último que me alcanzó a decir, antes de hundirse aferrado al tentáculo.

  Con todas las fuerzas que me dio la vida de mi hija, remé y remé hasta el cansancio, esperando que a cada braceo, el Kraken saliera y acabará con nosotras… pero no fue así, creo que tomó la vida de Yevé como ofrenda para perdonar las nuestras.

  Después de unos cuantos minutos, la neblina cedió y las gaviotas aparecieron como por arte de magia. Mis brazos me dolían pero mi corazón los mantenía moviéndose, la isla más cercana me sonreía, a una nueva vida, una segunda oportunidad, que el costero me h
abía brindado.

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