lunes, 20 de mayo de 2019

Fragmentos de terror... MI HERMANO

¿Cuando no habrá pequeñas diferencias entre los hermanos?..

MI HERMANO 



Yo se lo advertí muchas veces a mi mamá pero nunca me creyó, le dije que Adalberto era malo, que era siniestro y que sus manías y su mirada no eran precisamente los que hace un hermano. A ello mis padres siempre me explicaban que era por su condición especial de él, incluso hasta me llevaban cada quince días a una: “terapia familiar de acoplamiento”, donde intentaba el psicólogo que mi hermano se acoplara a nosotros y a la sociedad. Lo diagnosticaron como autista, un problema que hace que las personas se concentren en sí mismos y se olviden de su mundo exterior; bueno, eso decían los doctores, más yo sabía que mi hermano concentraba su maldad interna para vaciarla sobre mí. Sé que suena ridículo que yo teniendo ya catorce años le tenga pavor a un niño de ocho; más el solo ver cómo se pone en su cuarto sentado rayando y rayando cuadernos con sus colores, diciéndonos que son obras de arte, y viéndome tan fijo y sin parpadear, mientras sigue y sigue su mano iluminando, esto hace que se me pongan los pelos de punta. 






  Debido a que mi hermano tiene que ir a una escuela de educación especial, solo lo llevan tres veces a la semana unas cuantas horas. El resto del tiempo se la pasa en casa, la mayor parte del tiempo lo cuida mamá o una niñera a la que le pagan; pero a veces mis padres se van de pingos y lo tengo que cuidar yo. Me aterra quedarme a solas con él. Mis padres me exigen que lo vaya a ver cada media hora, así lo hago y siempre está sentado haciendo sonidos extraños de las caricaturas que ve, o veces está meciéndose como una campana o pintando sus cuadernos. Lo único que nunca le falta es su mirada de odio y maldad cuando me ve.

  Según el psicólogo Adalberto va mejorando en cada terapia, cosa que no lo creo. Nadie analiza sus dibujos más yo si lo hago, son monstruos y demonios que habitan en su cabeza, y estos han ido volviéndose más feos y violentos. La supuesta socialización de mi hermano en realidad solo significa que está listo para sacar su maldad al mundo.

  El día de hoy han pasado cosas muy terribles que no deberían de haber pasado. Mis padres salieron muy arreglados a una fiesta y la niñera dijo que no podría cuidar a mi hermano, por lo que me tocaría cuidarlo. Sabían que no me gustaba quedarme con él, más me dijeron que serían solo unas cuantas horas, el tiempo suficiente para que Adalberto me hiciera algo.

  Estuve leyendo mis comics para que se me pasara el rato rápido. Había hecho mis visitas cada media hora, estaba a 10 minutos de la siguiente, cuando oí un ruido fuerte. Muy a mi pesar subí las escaleras y lo vi en el marco de su puerta, en una de sus manos tenía un montón de sus dibujos malvados, y en la otra sus colores bien afianzados como si fueran cuchillos.

  — Ven temo —me dijo, solían decirme así todos pues mi nombre es Cuauhtémoc—. Ven temo.

  Se me heló la sangre, más me armé de valor para ir con él.

  — ¿Qué te pasa? —le dije—. ¿Necesitas algo?

  No me contestó, solo me vio con su mirada malvada de siempre y, sin que me diera cuenta, me clavó uno de los colores en mi pierna. Solté un chillido ante el dolor y al tratar de retroceder me resbalé y caí de sentaderas. Mi hermano aprovechó para enterrarme un segundo lápiz en la otra pierna, alcancé a moverla y solo me dio un rozón, entonces le lancé un puntapié que le dio de lleno en la cara lanzándolo hacia atrás.

  Fue entonces cuando todos mis recuerdos se vuelven vagos y confusos, solo recuerdo que Adalberto estaba listo para atacarme de nuevo, y yo use el mismo color que me había enterrado para defenderme. Después de eso solo recuerdo que corrí hacia mi cuarto y me encerré.

  No sé cuánto tiempo llevó aquí encerrado y mis padres no han regresado. No he querido salir a pesar de que me muero de hambre y necesito curar mis heridas, pues yo sé que mi hermano sigue ahí, en algún rincón, esperándome con sus puntiagudos colores para acabar conmigo. Ahora mismo estoy bien arrinconado en la esquina más alejada de la entrada, pues estoy oyendo ruidos afuera. Alguien está entrando y espero que sean mis padres que han venido a ayudarme.

  Entran dos hombres vestidos todos de blanco, uno creo reconocer que es el psicólogo de mi hermano, quizá han venido a por él y toda esta pesadilla ha acabado.

  — Llevo tratándolo desde que era pequeño, hace unos veinte años —le dice el psicólogo al otro hombre—. Todo parecía ir bien e ir reaccionando a las terapias de acoplamiento, pero cierto día que se quedó solo con su hermano mayor, lo mató con sus lápices de colores.

  — Es terrible —le dijo el otro sin dejar de verme como bicho raro, no entendía de que hablaban, quería advertirles que Adalberto estaba ahí afuera y podía hacerles daño en cualquier momento.

  — Así es —siguió diciendo el doctor—. Después de eso volvió a refugiarse en sí mismo pero adaptando otra personalidad, la de su hermano que mató. Como una forma de liberarse de la carga emocional. —Se acercó hacia mí y por un momento pensé que me salvaría de aquel infierno—. ¿Cómo estás, Temo?

  — Bien, mi hermano está afuera, y es un peligro —le dije esperanzado—. ¿Ya lo han capturado? Me ha herido —agregué enseñándoles mis heridas sangrantes.

  — Si, ya lo hemos hecho, estate tranquilo.

  — ¿Y mis padres?

  — Pronto vendrán, ahora nos tenemos que ir —dijo retirándose—. Estate tranquilo.

  No les creí nada, no sé qué les habría dicho mi hermano pero de seguro puras mentiras. Solo me quedaba esperar a que mis padres llegasen, ellos si me comprenderían y me sacarían de ahí. Así que, para distraerme, tomé un cuaderno y me puse a dibujar, tal cual lo hacía mi hermano, dibujaría y dibujaría hasta que mis padres regresaran, solo esperaba que mi hermano no siguiera por ahí, le tengo tanto miedo.

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