martes, 18 de junio de 2019

Fragementos de terror... EL ROMPEMITOS


Todo mito o leyenda puede tener ciertas bases difíciles de vencer...


EL ROMPEMITOS 



Peter Aranda había sido un famoso periodista que destacó en el mundo hispanoparlante en Estados Unidos, llegó a trabajar para importantes cadenas de noticias como la CNN, ABC News o Fox, donde siempre destacó por sus investigaciones rudas que destapaban la verdad sin compasiones ni miramientos. Incluso los televidentes sabían que cuando empezaba un reportaje de Arandas, venia algo revelador. Y así fue creciendo como la espuma en ese medio y el tiempo lo llevaría a convertirse en uno de los mejores del país, pues incluso sus mismas televisoras en las versiones en inglés, ya estaban solicitando sus reportajes. Pero como suele pasar en la vida todo cambió un día. Su esposa Katie y su hija Hannah fueron a comprar a un centro comercial un regalo por el aniversario de la pareja, y justo ese día un loco depresivo llegó con una metralleta a disparar en la entrada a cuanta persona encontró. Aquella fue la famosa matanza de Mississippi donde Peter Aranda perdió a su familia. Después de ese hecho desafortunado la CNN le dio el tiempo necesario a su periodista para que se recuperara de aquel devastador golpe; el problema fue que el alcohol y la terrible depresión no le ayudaron a ello. Al cabo de un mes regresó Aranda, más su vuelta no fue ni la sombra de lo que era antes. En las pocas notas que hizo después se perdió toda la espectacularidad que se le conoció y, así como algún día creció tanto, su prestigio se fue a pique aún más rápido. La televisora no tardó en correrlo. Aranda comenzó a buscar trabajo en televisoras más pequeñas pero nadie lo contrató y tal parecía que sus días de periodista habían acabado. Eso lo hundió más en el alcohol y las borracheras. 






  Un día bebiendo cerveza con sus compañeros de juerga, uno de ellos comenzó a enseñarle videos de youtubers famosos; eso movió de nuevo el espíritu de triunfador de Aranda, el cual y a pesar de su borrachera; decidió en ese instante que seguiría ese camino. Al día siguiente y para sorpresa de sus amigos, dejó de beber y comenzó a pasar horas y horas frente a la computadora devorando videos de los youtubers. Cuando hubo analizado todos los tipos de temas que abarcaban y cuáles eran los que tenían más éxito, decidió que sus videos girarían en su especialidad: encontrar la verdad y romper las mentiras, fuese cual fuese el giro o tema. Y así se bautizó como el “Rompemitos” y empezó con algunas cosas sencillas que no le requerían tanta inversión de dinero ni requerimientos de información. Volvió a recuperar su feeling que hizo que sus suscriptores crecieran como la espuma. No tardó en llegar al millón de ellos y con esto y las reproducciones, sus ingresos crecieron y la magnitud y recursos para sus investigaciones también. Sus averiguaciones eran de todos tipos e incluso había entrado a hacer varias de sitios embrujados y supuestas actividades paranormales; no era algo que le atrajera especialmente, pero sabía que todo lo que tenía que ver con cosas del más allá atraía a la audiencia como la miel a las abejas, así que cuando se le presentaba algo no dudaba en investigarlo si era viable. Así fue como dio con el bosque de los suicidios, un famoso sitio en Japón donde según se suicidaban de 50 a 100 personas al año, atribuyéndole cuestiones paranormales a ello. Una vez que investigó todo lo que pudo en la web, se lanzó hacia el país del sol naciente.

  Contrató a un guía llamado Aki quien le estuvo enseñando y explicando más a detalle la historia del bosque: le dijo que el bosque de Aokigahara ha estado asociado a demonios de la mitología japonesa, mismos que datan desde unos poemas que datan de siglos atrás, lo que lo catalogaba como un bosque maldito. También le dijo que existen registros sobre las epidemias y hambrunas que abatieron a la población del Japón feudal del siglo XIX, y que obligaron a las familias más pobres a llevar al bosque a los ancianos y niños para abandonarlos a su suerte. Y según se dice que desde entonces comenzó a llenarse de almas atormentadas. Para muchos japoneses, este bosque es una especie de purgatorio para aquellos que perdieron la vida trágicamente. Por lo que los fantasmas, conocidos como yureis y yokais, se encargan de evitar que aquellos que se internan en el bosque puedan salir. Y que todo ello lo asociaba la gente para los que suicidaban pues Aokigahara era el segundo sitio donde más gente se suicidaba. Aranda gravó todas aquellas platicas, pensaba que aquellas eran las creencias de la y la causa de todos esos suicidios debía de ser la soledad y el ambiente psicológico que reinaba en ese lugar. Cosa que enseñaría en su reportaje y rompería el mito.

  A pesar de que Aki le rogó al reportero que no visitara el lugar solo, Aranda se aferró a hacerlo, y le dijo que todo iría bien. El nipón le dijo que tuviera mucho cuidado pues mucha gente que no tenía nunca en mente la idea de suicidarse, al entrar ahí solos, cualquier situación o problema en su vida podía llevarlos a ideas suicidas. Aranda como buen escéptico le agradecío por todo y tomó nota mental de aquella última frase del japonés para incorporarla a su reportaje. Se despidió de él y con cámara en mano comenzó a grabar.

  El sitio estaba a las laderas del monte Fuji, era formado por una capa de roca volcánica y contaba con un gran lago y varias cuevas. En las entradas parecía cualquier bosque, pero conforme Arandas se iba adentrando, la sensación de soledad y el silencio se iban haciendo más presentes, así lo fue haciendo constar en sus grabaciones. Eran ya las cuatro de la tarde y aun se podían ver por ahí a varios turistas en el camino, algunos lo saludaban al ver que estaba haciendo un reportaje. Incluso logró encontrar a un par de negros que lo conocían de Youtube, hablaban de maravilla el español y le pidieron un autógrafo y la oportunidad de acompañarlo en su investigación. Arandas le concedió su firma, más le negó la ida con él, pues ante todo era muy meticuloso en su trabajo y aquel par de admiradores le serían un estorbo; además de que su evidencia principal sería al demostrar que entrando él solo nada le pasaría.

  Y así siguió recorriendo los inmensos pasillos que se hacían cada vez más oscuros y asfixiantes, debido a que los arboles que en su mayoría se componían de arces, abedules y fresnos, eran muy grandes y frondosos e impedían que la luz del sol entrase bien. Y por ello mismo no encontró rastros de fauna; aunque sabía que aquello era imposible y que si se ponía a escarbar por lo menos encontraría unas lombrices y escarabajos, pero aquel sitio no era como el resto de los bosques normales donde a estas alturas ya habría dado con varios pájaros cantando, a alguna ardilla que buscara fruta de los turistas, o a algún ratón de campo corriendo por ahí. Eso lo hacia el lugar más solo y deprimente de la naturaleza que hubiera conocido. Y para colmo tenía más de cinco minutos que no había visto ya a ningún paseante por ahí.

  Por un momento el reportero empezó a entrar en un estado de melancolía al recordar a su familia muerta. Apagó un momento la cámara para sentarse sobre lo que había sido un árbol y ahora era un cómodo tronco.

  Menudo sitio, pensó, sí que es tétrico, por ello la gente que ya viene con la idea de que su vida vale poco, la presión de este sitio les da las facilidades para acabar con todo.

  — Pet —oyó una voz detrás de él entre dos abedules que parecían juntarse dejando un pequeño hueco antes de su unión—. Pet —La voz era infantil como de una niña… como de su hija muerta.

  — Hannah —dijo volteando— ¿Eres tú?

  — Pet —oyó de nuevo entre los arboles—. Alcanzó a ver una silueta pequeña que se movía entre ellos, era una sombra del tamaño de su hija.

  Comenzó a caminar hacia ese punto pero se detuvo, su raciocinio le hizo que frenara, aquello no podía ser, la misma soledad del bosque le estaba jugando una mal pasada; no, no era el bosque quien hacia eso, era su propia mente la causante. Tomó su mochila y su cámara, debía de continuar con el reportaje y salir de ahí, por primera vez en sus investigaciones estaba incómodo y solo quería que esto acabase.

  Siguió avanzando por un estrecho pasillo rodeado de frondosos arces, el pasto en el suelo estaba erosionado y aquello le daba un aspecto tenebroso, como una de esas viejas películas de terror de Viernes 13. Empezó a grabar mencionando la soledad en la que se encontraba, llevaba ya unos 10 minutos sin encontrar a ninguna persona por ahí. Al final del pasillo encontró un árbol más grande que los demás con fuertes brazos que se entrecruzaban con otros.

  — Y lo que si debo de reconocer —decía ante la grabación— es que este lugar si es deprimente, más si vienes solo. Pues fuera de que sea un sitio donde encuentres tu paz interior, te hace ponerte triste. Y es en donde podemos notar el porqué de tantos suicidios. La gente que viene aquí y se suicida viene sola, entonces ya tiene una idea en mente, ya tiene preconcebido el querer acabar con su vida. Y es en donde el aislamiento de este sitio juega con la mente de las personas susceptibles, y terminan convenciéndose de que su vida no tiene sentido y… —hizo una toma de una cuerda en forma de soga que colgaba del gran árbol—. Se suicida. Tal cual esa soga lista para usarse. No sé si alguien lo hizo aquí o estaba por hacerlo. —Regresó su grabación hacia su rostro—. Aunque infiero que no lo hizo pues las autoridades ya hubieran quitado la cuerda; entonces eso significa que quizá hoy o, por lo menos, hace muy poco alguien estuvo justo aquí para quitarse su vida.

  — Eso significa que es pala ti —se oyó una voz malograda detrás de él. Aranda volteó espantado, era Aki que lo veía desde la mitad del pasillo estrecho, le sonreía y señalaba hacia la cuerda—. Es pala ti.

  Aranda se le quedó mirando sin saber que decirle, apagó su cámara, aquello se salía del contexto, nunca pensó que su guía oriental fuera un fanático extremo de aquellas creencias al grado de quererle arruinar su trabajo.

  — Pet —oyó de nuevo a su hija, justo por donde Aki estaba, entonces de entre los arboles salió una niña que tomó de la mano al japonés—. Él tiene razón, papi, esa soga es para ti, yo la puse.

  El reportero respiró profundo y cerró con fuerza los ojos, los volvió a abrir esperando a que aquella visión fantasmagórica hubiese desaparecido. Mas seguían ahí, incluso más cerca y estaban avanzando poco a poco.

  — Solo hazlo, Pet —le volvió a decir la niña. ¿Cómo podía haber sabido aquel maldito nipón que su hija lo llamaba así? Aquella debía de ser una niña actora, no había de otra—. Es para que estés con nosotras de nuevo.

  — Al final tu tuviste la culpa de nuestra muerte, amor —le dijo una voz de mujer detrás. Era Katie, su esposa, estaba justo donde el gran árbol sosteniendo la soga entre sus manos—. ¿Recuerdas que si no te daba nada de aniversario te enojabas mucho? —Él asintió—. Bueno, entonces tuvimos que ir a comprarte algo, y fue donde nos balacearon.

  — No, yo no tuve nada que ver, yo…

  — Si no te pusieras así, ahora mismo estaríamos contigo, y tú no estarías aquí grabando videos estúpidos para internet. Solo acéptalo, amorcito.

  Aranda volteó a ver a Aki y a su hija que ya estaban más cerca de él.

  — Yo no quería que eso pasase —sollozó—. Las extraño tanto.

  — Si tanto las extlañas, ve con ellas —le dijo Aki dándole una palmada en el hombro—. Todo ila mejor ahí.

  — No, esto es mi mente —dijo apartándose de ellos y el circulo en el que lo habían rodeado—. El hecho de que yo haya pensado en suicidarme hace tiempo no significa que caeré en el juego oscuro de este sitio. ¡Todo está en mi mente, ustedes no existen!

  Katie se acercó con suavidad hacia él, se veía pálida pero hermosa, traía un hermoso vestido rosa que le había regalado él en su quinto aniversario. Amaba como se veía con él, justo como amaba como se veía en ese momento.

  — Vamos, amorcito —le dijo acercándose a su rostro para darle un beso. Aranda no lo rechazó, lo sintió emotivo, lleno de amor a pesar de los fríos labios de su mujer—. Te necesitamos.

  — Pero yo tengo que demostrar que este parque no tiene nada de sobrenatural, que ustedes no existen y que yo no tengo que suicidarme.

  — No todos los mitos se pueden vencel —dijo Aki—. Algunos supelan la ficción.

  Hannah y Katie se pusieron junto al árbol con la soga, ambas estaban de la mano, esperándolo. La pequeña estiró su mano.

  — Vamos, Pet, ven con nosotras.

  Aranda volteó nervioso a ver al japonés, el cual asintió con la cabeza y emitió una cordial sonrisa. Entonces el reportero tomó de la mano a su hija y se puso la soga en el cuello.

  — Todo irá bien, papi —le animo la pequeña y Arandas se sumó a las estadísticas del bosque de los suicidios.


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