lunes, 19 de agosto de 2019

Fragmentos de terror... LA BASURA

Una galaxia nos vigila...



LA BASURA 



Era un hombre de baja estatura con una nariz grande y aguileña. Tenía una gran calva y ojos pequeños que estaban hundidos bajo amplias ojeras. Me recordó a Lucas de los Locos Addams. Estaba hundido en el sillón pareciendo más pequeño de lo que en realidad era, queriendo esconderse de mí. Era la típica actitud de un primerizo que no está convencido de que las terapias le sirvan de algo, o bien de alguien que cree que su problema es tan grande y penoso que no desea contárselo a nadie. 

  — Señor Jerónimo —le dije viendo mi libreta en sus datos—. Usted ha sido enviado por el doctor Peralta para revisar sus problemas de paranoia, más quisiera que me hablara a detalle qué es lo que le acontece. 

  Miró hacia todos lados como buscando algo, se levantó de su asiento y fue directo a mi cesto de basura, pensé que tiraría algún chicle o papel, más solo miró hacia su interior, dio otra revisada a los alrededores y regresó a su lugar. 





  — Todo libre, al parecer —me dijo—. Eso de la paranoia es lo que el doctor Peralta dice de mí, sin embargo él no sabe toda la verdad, solo lo deduce por lo que le he podido contar. Su bote de basura siempre está por lo menos a la mitad, y así no se puede. Te contaré todo y espero tú si me comprendas.

  — Es lo que pretendo: comprenderlo para ayudarlo. Ahora cuénteme, ¿por qué no le ha dicho todo a su doctor?

  — Yo tengo que ser muy cauto con quien hablo en donde lo hago; créame, doctora, no puedo hacerlo donde sea y a quien sea.

  — ¿Y en estos momentos lo puede hacer, señor Jerónimo?

  El paciente se levantó de nuevo a mirar el cesto y los alrededores, se puso a lado mío y me tocó el hombro, eso me provocó un escalofrió que traté de contener.

  — ¿No tiene usted otro bote de basura aquí? —me preguntó.

  — No, es el único. Por favor tomé asiento —le señalé el sillón—, y cuénteme que tiene que ver todo este lio de los botes con usted.

  — La basura me espía —me dijo sentándose—. Está constantemente viendo a ver qué digo y a quien se lo cuento—. Fue bajando la voz al grado que tuve que ladear mi cabeza para oírle—. Por eso no puedo revelarle nada a nadie, pues sería condenarlos.

  — Déjeme ver si lo entiendo. ¿La basura no quiere que nos cuente algunas cosas? —Me confirmó con la cabeza—. ¿Y qué pasaría si la gente se enterase?

  — Sería fatal… fatal —dijo haciendo con las palmas una señal de stop, Irguió su postura y sus ojos brillaron mostrando un grado de locura—. La basura no solo me mataría a mí, sino a los que le contara mi secreto.

  — Eso sí sería muy malo. Lo bueno es que aquí no hay nada de basura, así que con toda confianza cuénteme que es eso que no debo de saber.

  Mi paciente bajó los hombros y se recargó en el sofá. Me miró por primera vez a los ojos lanzando un gran suspiro. Se estaba relajando, así que comenzaría a contarme todo.

  — Bueno, doctora, pero primero dígame si está dispuesta a guardar el secreto de todo

  — Por supuesto, por mera ética profesional no revelaré nada de lo que me diga aquí.

  — ¿Y está usted dispuesta a cargar con toda esa responsabilidad en sus hombros?

  En realidad estoy todo el tiempo cargando con los problemas de mis pacientes todo el tiempo, para eso estudié y para eso me pagan las consultas.

  — Adelante, señor Jerónimo, no se preocupe, yo sabré lidiar con todo lo que me confiese.

  — Supongo que usted con su mente científica debe de estar abierta a la vida extraterrestre y comprender que hay vida en otros planetas. —Arqueé mis cejas y fingí apuntar algo, aunque en realidad solo hice unos rayones—. Pues existe un planeta muy lejano —siguió diciéndome— en una galaxia llamada Abel 1835 en la constelación de Virgo, algo así como a trece mil millones de años luz de aquí. Bueno el caso es que este es un planeta que no solo descubrí, sino que lo fui siguiendo y analizando siempre limitado a la tecnología que la ciencia nos ofrece hoy en día, y descubrí que este planeta estaba lleno de basura. Al principio creí que esto era un indicio de que había algún tipo de seres habitándolo con la misma mala costumbre de los humanos de tirar basura. Pero con las siguientes investigaciones descubrí que no existían personas ni alienígenas como tal, más si tenía una gran población. ¿Sabe quiénes eran los habitantes?

  Miré su expediente de nuevo, rectifiqué que era un físico matemático que había trabajado para la Nasa hace una década, eso me podía indicar que parte de lo que me decía podía tener algo de real.

  — No lo sé —le dije—. Dígame, señor Jerónimo, ¿Quiénes eran los habitantes de ese lejano planeta?

  Se levantó por tercera vez, y por tercera vez corroboró que no había nada en el cesto. Se quedó parado detrás del sillón, su rostro estaba pálido y de su despejada frente comenzaban a rodar unas gotas de sudor.

  — La basura, doctora, la basura son los habitantes de ese planeta. Tienen vida propia y no sé de qué manera tienen un control total sobre la basura de nuestro planeta. Y es así como la basura más pequeña que esté por ahí, es un espía y un peligro potencial.

  Poco faltó para que soltara una risotada pero mi código de respeto y la expresión de angustia de aquel hombre me contuvo.

  — ¿Y todo esto que tiene que ver con que no me lo pueda contar?

  Se acercó a mi oído para decirme:

  — Que la basura de ese planeta está planeando conquistar nuestra amada tierra.

  Aquello era una completa ridiculez, no me cabía duda que aquel paciente sufría de una paranoia muy rara. Lo más común es que los miedos se basaran en monstruos, personas o acontecimientos futuros, más no en objetos que pretendían conquistar el mundo. Todo ello me sonaba a astrofobia o cosmicofobia, combinada con una misofobia. Aquel señor debió de tener algún evento traumático que lo llevo a aquella loca asociación psicótica.

  - ¿De qué sirve que nadie sepa de la conquista?

  Se quedó callado un buen rato, pensé por un momento que no me contestaría; lo miré y lo miré varias veces tratando de que me contestase, más su mirada era furtiva.

  - Que salve su vida -me dijo al fin-. ¿Qué más preciado puede ser que eso? Nosotros no podemos hacer nada, eso sería cosa del gobierno del ejército, que se yo.

  - ¿Usted cree que ellos si pudiesen evitar la invasión?

  - Eso espero, si es que aun hay tiempo. Y debo de confesarle que no es el único planeta que nos quiere conquistar. Uno de mis ex compañeros de trabajo ha descubierto recientemente un planeta donde la ropa tiene vida propia y también pretenden conquistarnos.

  Mi paciente no solo tenia paranoia extrema, sino que aquello parecía contagioso. Ya era la hora de finalizar la terapia, así que le dije:

  - Antes de acabar esta sesión solo me gustaría saber una cosa, señor Jerónimo, ¿en su vida ha tenido algún evento traumático con la basura?

  - Nada de lo que usted se imagina. Para mí la basura siempre fue basura hasta que descubrí aquel planeta, y el resto ya lo sabe.

  - Descanse -le dije levantándome-. Lo veo el lunes para ahondar más en su pasado.


  El paciente se fue encorvado y con la mirada en el suelo. Hice unas anotaciones más y saqué de mi bolso unas galletas para comérmelas. Ya no había más, el empaque estaba vacío, mi hija debió de habérselas comido y me dejó la basura en el bolso para que no la regañara.

  Debo de reconocer que los dos días posteriores me quedé un tanto perturbada con todo aquello, al grado que en más de una ocasión revisé mis botes de basura, y tuve unas cuantas pesadillas donde tras viajar en una nave espacial y chocar con un meteorito, mi nave se precipitaba sobre un planeta, y lograba salir malherida de ahí, solo para ser apresada y encarcelada por un ejercito de basura. Después de esos dos días -y para mi fortuna- no volví a mirar mis cestos ni a soñar cosas raras.

  Llegó el día lunes y la hora de la cita, el señor Jerónimo no se presentó, supuse que al ver que no le creí nada no volvería a mis terapias. Aunque aliviada de no verlo, me quedé con cierta inquietud. El día concluyó sin noticias suyas, al igual que el martes y miércoles; hasta que el jueves me entró una llamada del doctor Peralta preguntándome si había atendido al señor Jerónimo, le conté a groso modo los detalles y me dijo que necesitaba verme en la hora de la comida. Se oía muy nervioso y como no me quiso decir ningún adelanto, pase el resto de la mañana nerviosa y esperando su llegada. La hora llegó, nos reunimos en una cafetería cercana, el doctor Peralta estaba pálido, lo primero que pidió fue un expreso doble, sus manos le temblaban y tenia un tic en el ojo izquierdo.

  - ¿Qué te pasa? -le dije- Te veo demasiado nervioso y para colmo has pedido un café cargado.

  - No se que tanto te haya contado el señor Peralta pero el sábado encontraron su cadáver en el interior de su departamento. -La mesera llegó con nuestras bebidas, el doctor tomó la taza con ambas manos para evitar que se le cayera-. La policía no sabe si fue un suicidio o alguien lo mató.

  - ¿Pero que le pasó?

  - La policía fue a verme para interrogarme y fue cuando me enteré de todo, supongo que vendrán a verte en estos días -dio otro sorbo-. Lo encontraron muerto por asfixia, tenia unas bolsas de plástico en su boca, pero lo macabro fue cuando en la autopsia vieron que todo su cuerpo desde el esófago estaba lleno de basura, como si se la hubiera estado tragando hasta morir asfixiado. -Debió de percibir mi mirada no se si de incredulidad o de asombro, por lo que me repitió con lentitud-: Si… lleno de basura. La policía supone que lo asesinaron, o también ha ido deduciendo tras ir conociendo sus paranoias, que pudo ser un suicidio tras algún ataque psicótico que haya tenido.

  La escena del señor Jerónimo se pasó por mi mente, me faltó el aire y me mareé, me sirvió estar sentada para no caerme. Me esperé hasta sentirme mejor para decir algo.

  - Tenia una posible combinación de fobias, algo raro que nunca me había tocado.

  - Eso no es lo peor -me dijo haciendo una señal con la mano para que lo dejara continuar, un escalofrió me recorrió el cuerpo-. No se si su locura sea contagiosa o que demonios, pero en la mañana cuando salí de ducharme, toda la basura de mis botes estaba regada por toda mi cama.

  - Supongo que el efecto del estrés que recibiste tras la noticia.

  - Yo no me puse a regar la basura por mi cama -me dijo sorbiendo de su café, sus manos temblaban aun más, unas gotas cayeron sobre el mantel. Bajo ese grado de nervios no dudaba que había podido hacerlo, más no tenia sentido que lo hiciera-. He llegado a pensar que aquel hombre tenia razón -agregó- y la basura si lo espiaba.

  “Y también quiere conquistar el mundo” pensé en decirle pero callé, él no sabia eso y el enterarse solo le haría ponerse peor.

  - Creo que debes de tomarte una ducha, un buen relajante y dormir el resto del día -le dije-. Esperemos a que la policía haga su trabajo y hable conmigo para que les hable de las psicosis del difunto. Verás que todo fue una rara coincidencia y pronto acabará.

  Se despidió de mí. No quise comer nada se me había ido el hambre, así que regresé a la oficina, la secretaria aun no regresaba, entré a mi despacho.

  Sobresaltada pegué un grito: sobre mi escritorio estaba un montón de basura apilada como si hubieran vertido un gran tambo encima. De nuevo sentí que me desmayaba, me sujeté del pomo de la puerta y respiré profundo hasta que retomé el control, salí a buscar a la señora de intendencia para que me explicara todo aquel show. La encontré tirada en el suelo con los brazos extendidos. Su rostro estaba morado por la asfixia, de su boca sobresalía una bolsa, no necesité saber más, sabia que el resto de su cuerpo debía de estar lleno de basura. Debía de advertirle al doctor Peralta y, de ahora en adelante, tendría que guardar ese secreto conmigo, pues el solo hecho de revelarlo me costaría la vida.

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