lunes, 18 de noviembre de 2019

Fragmentos de terror... LA REALIDAD


No siempre las cosas son lo que parecen...


LA REALIDAD 



Cuando despertó no tenía idea de donde estaba, sintió una fuerte punzada en la cabeza que le hizo proferir un lamento. El dolor aminoró y abrió de nuevo los ojos esperando no se repitiese. Su vista estaba nublada y solo entreveía cosas distorsionadas frente así, por lo que tuvo que cerrar de nuevo los ojos esperando que al abrirlos su vista ya se normalizase. Solo recordaba se llamaba Cristina y estaba en su casa y salió al patio y… Hasta ahí llegaban sus recuerdos.

  Uno…dos… tres… los abrió y pudo ver con claridad lo que había frente a ella: una pared con un espejo grande. En aquel espejo vio reflejada a una mujer que estaba atada y tenía una máscara rara de conejo, de esas que usan en las películas de terror últimamente. Su primera reacción fue la de correr pensando que aquella mujer se veía peligrosa a pesar de estar atada. En su intento de levantarse y huir se dio cuenta de que ella también estaba atada, miró hacia sus brazos y encontró una larga cadena que estaba anclada a un poste. Bajó su vista hacia sus piernas y con terror descubrió que estas estaban también atadas. Entonces con sus manos tocó su rostro y se estremeció al ver que ella también llevaba una máscara que no le permitía tocar su piel. Entonces volteó de nuevo hacia el espejo a ver a aquella mujer del reflejo y comprendió que era ella, hacia los mismos intentos fallidos de zafarse de aquellas cadenas. Se movió y se movió tratando de desafarse una vez más sin éxito alguno. 






  Decidió quedarse quieta para mirarse bien en el reflejo. Aquella mascara fuera de parecer tierna se veía macabra, le confería un aspecto que le dio escalofríos. De ropa no traía más que un babydoll negro que mostraba sus delineadas curvas, no recordaba la ropa que traía antes pero seguro que esa no había sido, no andaría deambulando por la casa con tan pocas prendas. Y ni siquiera se acordaba de si aquella prenda fuera suya. Siguió prestando atención al reflejo y notó que sus piernas estaban llenas de sangre, eso le causo otro ataque de pavor. ¿Qué le habían hecho, acaso la habían torturado y esa sangre era suya? No sentía dolor de alguna herida, aunque si estaba demasiado cansada como para tratar de luchar por liberarse. Aunque otra duda a galopó su mente: ¿y si aquella sangre no era suya? Pero la sangre, estas cadenas y aquella ropa que traía, solo le podían indicar que habían abusado de ella o, peor aún, abusarían de ella, solo que esta vez sí estaría despierta para sufrirlo.

  Abrió la boca para pedir auxilio, más de sus labios no salió ningún sonido. Estaba afónica o algo le pasaba, pues su mente le ordenaba a su boca que gritase, más solo se abría sin emitir ningún sonido.

  Se zarandeó una vez más intentando que sus cadenas cediesen.

  Dejó en paz el reflejo y su desastrosa y penosa apariencia, no le ayudaría en nada seguirse viendo. Comenzó a otear a su alrededor y encontró que aquel cuarto estaba vacío. No había ni muebles ni ningún rastro de estar habitado. Solo estaban un par de ventanas que mostraban que era ya de noche. No reconocía aquel lugar, debían de haberla secuestrado, torturado y dios sabe cuántas cosas más. Debía de salir de ahí cuanto antes. Siguió revisando con desesperación cada rincón del sitio, buscando cualquier cosa que pudiera servirle para escapar.

  No encontró nada, ni siquiera un simple clip con el cual tratar de abrir los candados. Pensó y pensó en todas las posibilidades para poder salir de ahí, pero aquellas cadenas estaban tan bien sujetas que solo lo podría hacer arrancándose el pulgar, más no tendría el valor de hacerlo y su cansancio menos se lo permitiría. Así que de momento se rindió, esperando que la policía entrase en aquel lugar sabiendo que era una secuestrada de x maniaco y la rescatase.

  Cerró los ojos y dormitó un poco. Cuando un golpe de la única puerta que había la despertó. Otra súbita punzada en la cabeza le llegó, más esta vez el miedo de ver que su captor entraría hizo que le hiciera caso omiso al dolor. Se movió una vez más de un lado a otro tratando en vano de zafarse. No tuvo más remedio que fijar su mirada en la puerta que se abría con lentitud profiriendo un chirrido agónico.

  Un hombre vestido con solo una ajustada trusa que mostraba un miembro erecto que se entre salía por arriba entró arrastrando algo. Llevaba puesta otra mascara de conejo parecida a la de ella, y su cuerpo igual estaba manchado de sangre en varios puntos.

  Este debe de ser mi captor y estas vestimentas son sus filias, pensó, ahora me violará durante no sé cuánto tiempo más y luego me matará cuando le canse.

  El hombre siguió arrastrando algo con ambas manos hasta que ella pudo ver que se trataba de una mujer vestida igual que ella, estaba amordazada y la miraba con ojos suplicantes. El tipo la puso muy cerca de ella, le zafó la cinta que traía en la boca. Esta mujer si pudo hablar pidiendo piedad. El hombre de la máscara soltó una risotada y volteó a ver a Cristina.

  — Listo, me ha costado trabajo pero aquí está —le dijo—. ¿No te excita tanto esto? —agregó descubriendo su miembro, lo zarandeo de un lado a otro—. Hagámoslo.

  Cristina intentó hablar de nuevo pero no pudo, lanzó una mirada a la chica compartiendo su miedo y agonía, la misma que ella padecía.

  — Recuerda lo que te dije —le dijo el hombre a la mujer acercándole su miembro a la altura de su boca—. Si te portas bien, te dejaremos ir. ¿Entendido?

  La mujer asintió y abrió la boca dejando que el tipo le metiera el pene con empujones salvajes.

  ¿Te dejaremos ir, pues cuantos son?, pensó Cristina. Cerró los ojos horrorizada, pensando en que también ella sufriría de todo eso.

  El hombre sacó el pene de la boca de la mujer dándole un respiro para llevarlo directo a Cristina, la cual supo que no tendría opción, aunque le arrancara el miembro de una mordida, no sería suficiente para poder librarse de los demás secuestradores. Abrió la boca y cerró los ojos, por lo menos tendría el lujo de no ver la mirada de aquel maldito cerdo y él pudiera deleitarse con su sufrimiento.

  Se limitó a imaginarse paseando en una bonita pradera para evadirse del momento y de las náuseas que sentía de aquel caliente miembro entrando y saliendo de su boca. Lo demás pasó rápido, solo sabía que el hombre las estaba violando a las dos por tiempos. Al final las puso muy cerca la una de otra para correrse sobre sus rostros.

  El hombre soltó un gran suspiro de placer y Cristina se calmó sabiendo que por lo menos durante un rato aquel martirio había pasado.

  — Duerme, preciosa, ya he grabado todo —le dijo señalando a un punto infrarrojo en la pared que parpadeaba. Cristina se maldijo por no a ver visto aquella luz cuando escudriñaba todo el cuarto—. Ya lo verás cuando salgas del efecto del rivotril.

  Cristina no tuvo tiempo de pensar en más, el cansancio y el estrés la venció, cerró los ojos y se quedó dormida.

  Cuando despertó ya no tenía dolor de cabeza, solo tenía mucha hambre. Vio que el hombre de la máscara estaba sentado cerca de ella viendo el televisor. Cristina se fijó en la pantalla y vio que era la grabación de ella siendo violada por el sujeto y una mujer más. Esta vez fuera de sentir miedo se sintió excitada viendo aquello. Volteó a ver de nuevo al hombre y vio que con una mano se masturbaba y con la otra tenía una pieza de carne que engullía gustoso.

  — Mira que bien ha salido todo —le dijo sin voltear a verla—. Y lo mejor es que no recordabas nada, debiste de ver tu rostro de miedo al sentirte realmente violada.

  Cristina sonrió y se llevó una mano a su clítoris para masturbarse viendo aquel video.

— Genial —le dijo al hombre—. ¿Qué tal sabe?

— Exquisita —respondió este dándole una pierna de la mujer descuartizada—. Pruébala tu misma.

Cristina comenzó a mascar aquella fresca carne sin dejar de ver el video y sin dejar de estimularse su clítoris.

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